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A encuerarse para recibir los hechizos de La Bruja de Texcoco

En su paso por Colombia, hablamos con la artista mexicana sobre su identidad de género, interpretar el folclor mexicano y sobre la historia que la llevó a su próximo álbum, Tepari

Por  MELISA PARADA BORDA

marzo 31, 2022

Mar Coyol

Vestido dorado, petop carmesí, tacones plateados, maquillaje de piedras, amuletos y aretes que dicen “Tepari”, así vestía La Bruja de Texcoco en su presentación durante la última edición del festival Colombia al Parque. Una vez en el escenario, agarró su arpa y su violín para interpretar ‘Chéni (miedo)’, una tonada dulce en la que la artista mexicana canta sobre enfrentar los temores y aceptar lo que venga después. En el lugar abundaban las miradas curiosas y expectantes, pero hacia el final de la canción se borró todo rastro de tensión cuando remató con un: “¿Cómo están mis maricones favoritos?”.

Fuera de los focos es Octavio Mendoza, una mujer trans que se considera intérprete de las músicas tradicionales de México y cuyo repertorio incluye canciones con influencias de huapango y son jarocho, entre otras sonoridades. Ambiciosa, abandonó la carrera de física y matemáticas para dedicarse de lleno a esta pasión, y en su búsqueda sin éxito por un espacio en alguna academia de formación clásica, dio con la Escuela de Música Mexicana, cercana a la célebre Plaza Garibaldi, en CDMX. Allí encontró el arpa jarocha que, a diferencia del violín –que aprendió a tocar por necesidad– llegó a su vida por casualidad, y desde entonces la considera como una extensión suya.

“No soy músico tradicional porque ellos crecen en las comunidades y heredan la música de sus padres, abuelos y bisabuelos”, explica. Cuando se percató de que el folclor es mejor aprenderlo de la mano de quienes lo llevan en su sangre, con el tiempo comenzó a visitar diferentes pueblos y comunidades de su país. Un día tocó en una fiesta en el municipio de Texcoco, cuando un chamán le agarró las manos y le dijo, “Mira tus manos, son de mujer”. Aquella fue la primera vez en la que se refirieron a su feminidad desde el respeto, y esa noche, en medio de un ritual de música, humo de copal y sorbos de mezcal, nació La Bruja de Texcoco. “Ahí me di cuenta de que México tiene una línea muy delgada que si tú la cruzas, la cruzas hacia la magia y la tradición”, cuenta. “Tú puedes ser lo que quieras ser, y yo dije, ‘Claro, soy una mujer. Y no cualquiera, puedo ser una bruja”.

Mar Coyol

La historia de su origen está inmortalizada en ‘Suite aquelarre’, la tercera pista de su álbum debut, De brujas, peteneras y chachalacas. El tema cuenta con el misticismo que le merece el haber emergido en una noche de juerga gracias a un brujo, mientras su voz se abre paso entre sonajas, ocarinas y flautas para recitar: “Una bruja fue quien vino/Con huipil y flores dijo/Yo te vengo a liberar/Y con el arpa a tocar/y el violín es tu destino/y un sueño es lo que digo/que es mi linda realidad”.

Sus pilares son su identidad como mexicana y como mujer trans, por eso la apreciación de su cultura atraviesa todo su proyecto artístico, incluyendo su forma de vestir. Describe la esencia de La Bruja como mágica y femenina, de ahí que en sus viajes comenzara a preguntarse por qué razón no podía usar los huipiles que le gustaban si eran prendas con las que se identificaba. “Es algo que me enorgullece mucho. Un textil hecho a mano que ha trascendido la historia. Técnicas precolombinas, ropa que ha existido desde antes que muchas generaciones y sigue intacto; es esta memoria que trasciende”, expresa. Para sus dudas no había respuesta negativa que valiera, de modo que decidió vestir con estos atuendos que se han convertido en una parte importante de su performance, siempre partiendo desde el respeto por la tradición y las manos que los tejieron.

Muchas veces resulta injusto atribuirle responsabilidades en temas de representación a artistas queer –incluso hay quienes piden que no se les nombre como tal al sentir que el título les condiciona–, pero La Bruja acepta que el enunciarse como ‘travesti’ lleva intrínseca una agenda política que es difícil de ignorar. Especialmente cuando el ser alta, morena, tener barba, cabello hasta la cadera y facciones latinoamericanas desafía esa ola de hipocresía y falsa inclusión que mide la “validez” de las personas trans según qué tan hegemónica sea su lectura.

Desde el día en el que comenzó su transición, a su vez inició un proceso de deconstrucción que le ha permitido concluir que el encasillarse en determinado tipo de música o determinada etiqueta de género es limitante. Al quitarse las etiquetas fluye, por lo que se le hace fundamental que su entorno respete su género aún cuando use su “disfraz de hombre” –como se refiere a cuando no está producida–, pues no le debe a nadie el lucir de cierta manera.

Instagram @labrujadetexcoco

El apropiarse y enorgullecerse de su corporalidad hace parte de ese proceso, por tanto su segundo álbum de estudio recibe el nombre de Tepari, palabra que en purépecha quiere decir “gorda”. La historia de cómo pasó de descubrir su significado a usarla como título del disco es más curiosa todavía e inicia en Michoacán, donde se celebra el Año Nuevo purépecha en febrero con la ceremonia del Fuego Nuevo. Allí se encontraba midiéndose un guanengo con ayuda de un par de mujeres indígenas, quienes comenzaron a murmurar en su lengua luego de que la blusa no le bajara. “Tepari”, decían, pero no de forma despectiva, más bien describe el momento como “una complicidad de gordas”.

Romper con las preconcepciones es doloroso, pero hacerlo implica volverse a armar a partir de los fragmentos que en este caso ella ha convertido en música. Durante el proceso de creación del LP recibió un golpe de realidad cuando por poner a La Bruja en un pedestal, descuidó a Octavio y le rompieron el corazón. “Soy una travesti que se sube a tocar los escenarios, me puedo encuerar y hacer mil cosas, pero lo que me vino a romper fue el amor heteropatriarcal”, comenta en tono autocompasivo. Y si en De brujas, peteneras y chachalacas le cantaba a su transición, a su feminidad y a sus viajes, en este próximo disco le habla al amor en todas sus facetas mediante boleros, cumbias, rancheras y colaboraciones que no ha querido revelar.

El título del trabajo terminó de definirse cuando su psicoanalista le dijo respecto: “Te fuiste como gorda en tobogán”. Admite que al caer se dio un “putazote”, pero esa experiencia dio origen a una trilogía dentro de Tepari que bautizó como Breve historia de amor en cuarentena. Una historia que parte del enamoramiento en ‘Un sueño’, continúa con la incertidumbre de no saber si tomar el riesgo o no en el tema que titula el álbum, y finaliza con los aprendizajes de una decepción amorosa en ‘Puerta en playa’. Este relato, contado a través de canciones, tiene un bonus track titulado ‘San Antonio, besos de desamor para borrachas’, un corrido tumbado que ha destinado para lo que en México llaman ‘el azote’.

Andrés Wolf

Para La Bruja, interpretar sus canciones de desamor no es una tarea fácil, pero cuando sube al escenario lo hace como toda una profesional, ambientando la fiesta y recordándoles a los y las enamoradas que su amor va a terminar. “El escenario es un desmadre”, señala. 

Al preguntarle si tiene algún ritual antes de sus presentaciones, echa una carcajada y responde que nunca le da el tiempo, pero añade que sus shows son el ritual; en ellos ríe, baila, juega con el público, coquetea y se ‘encuera’. En algunas prácticas paganas ese último acto se llama “vestirse de cielo”, y se hace como una forma de rebeldía ante la prohibición de la naturalidad del cuerpo desnudo. “Entre más fuerte el aplauso, menos ropa”, dice quitándose su vestido y su petop, mientras al fondo se escucha una ovación. “¡Mañosos!”.

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