Crítica: El Conde de Montecristo (Le Comte de Monte-Cristo)

La nueva adaptación de El Conde de Montecristo logra equilibrar la majestuosidad clásica de la obra con un enfoque ágil e impactante.

Alexandre de La Patellière, Matthieu Delaporte 

/ Pierre Niney, Bastien Bouillon, Anaïs Demoustier, Laurent Lafitte, Patrick Mille, Bastien Bouillon, Pierfrancesco Favino

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Cine Colombia

El Conde de Montecristo, una de las obras cumbre de Alejandro Dumas y publicada originalmente de forma serializada de 1844 a 1846, ha inspirado a lo largo de los años una asombrosa variedad de adaptaciones. Esta historia de traición, sufrimiento y venganza sigue atrayendo a los creadores contemporáneos, como lo demuestra la nueva adaptación francesa, que retoma la esencia épica del cine clásico y literario de Claude Autant-Lara, lo que se ha convertido en la nueva tendencia del cine francés.

La versión de 1934, protagonizada por Robert Donat, es considerada por muchos la mejor adaptación de la novela de Dumas. Esta película capturó la majestuosidad de la historia, manteniéndose fiel al espíritu del original mientras ofrecía una experiencia cinematográfica poderosa y emotiva. Donat brilló como Edmundo Dantés, personificando la desesperación y el ansia de venganza que son el motor del personaje. Su interpretación se ha convertido en un punto de referencia para cualquier otra encarnación del conde.

En 1954, Jean Marais retomó el papel en una versión más estilizada, con la que logró transmitir tanto el sufrimiento como el carisma del Conde. Aunque esta versión no tuvo el mismo impacto internacional que la de Donat, fue muy bien recibida en Europa. Por su parte, la versión de 1961, con Louis Jourdan, ofreció una narración más enfocada en la sutileza psicológica. Jourdan, con su elegancia natural, llevó al personaje a una dimensión más íntima y calculadora. Esta adaptación es recordada por su atención al detalle y su aire refinado, aunque quizás no logre transmitir el sentido de grandiosidad que las versiones anteriores lograron.

A finales de los 70 y principios de los 80, las miniseries se convirtieron en el medio ideal para adaptar una novela tan extensa como El Conde de Montecristo. Richard Chamberlain, quien se convertiría en el amo y señor de las miniseries en los años 70 y 80 (Shogun, El pájaro espino) ofreció en 1975 una interpretación carismática y dramática, capturando la transición de Dantés de víctima a maestro de la venganza. Aunque algo limitada por su época, esta miniserie fue un éxito y sigue siendo un clásico televisivo. 

Gérard Depardieu, en la miniserie de 1998, aportó una interpretación robusta y apasionada. Su Dantés era menos cerebral y más visceral, reflejando la intensidad del actor francés. Con una duración de más de seis horas, esta miniserie pudo profundizar en los matices del relato de Dumas, lo que la hace destacar como una de las versiones más fieles en cuanto a contenido. El especial de Hanna-Barbera (1973), por otro lado, fue una versión animada dirigida al público infantil que, aunque lejos de la oscuridad del original, mantuvo algunos de los temas centrales, simplificándolos para una audiencia más amplia.

La versión de 2002, dirigida por Kevin Reynolds y protagonizada por Jim Caviezel, es quizás la más popular en los últimos años. Aunque no es tan majestuosa como las versiones cinematográficas anteriores, se destacó por su capacidad de condensar la historia en un formato accesible para las audiencias modernas, manteniendo el tono épico y el núcleo emocional del relato. Caviezel aportó una interpretación convincente de Dantés, equilibrando la venganza con una sensación de justicia moral.

Legacy of Rage (1986) protagonizada por Brandon Lee (el protagonista de The Crow, uno de los muchos herederos de Montecristo), fue una adaptación libre trasladada a un entorno moderno. Los temas de venganza y traición están presentes, destacando la influencia perdurable de la novela en la narrativa de acción contemporánea. Otra variación destacada la encontramos en  el mundo del anime con Gankutsuou (2004), que reimaginó la historia de Dumas en un contexto de ciencia ficción, creando una versión visualmente deslumbrante y psicológicamente compleja. Este enfoque logró capturar la esencia de la venganza de Dantés, pero lo hizo de una manera que resonó con una audiencia más joven. 

Las telenovelas en Venezuela, México, Argentina y Colombia han adaptado la historia en múltiples ocasiones, ajustándose a los parámetros del melodrama latinoamericano, donde las traiciones familiares y los amores prohibidos se acentúan, dejando a un lado la acción y la aventura. Estas versiones suelen ser más largas, permitiendo explorar subtramas y personajes con mayor detalle, aunque muchas veces diluyen el impacto del relato original.

Ahora, la nueva adaptación francesa, protagonizada por Pierre Niney (a quien hace poco lo vimos en El libro de las soluciones, la cinta semiautobiográfica de Michel Gondry) es todo un homenaje a las versiones clásicas, especialmente la de 1934. Al igual que en la trilogía de Los tres mosqueteros dirigida por Martin Bourboulon (la tercera parte de esta otra adaptación de Dumas está próxima a estrenarse), la versión de El Conde de Montecristo recupera el tono épico y el estilo cinematográfico del viejo cine francés, que vuelve a estar de moda. Con una duración de 178 minutos, esta película opta por una escala monumental, con un diseño de producción fastuoso que refleja la opulencia del texto original y se destaca por su enfoque dinámico y rápido, sin perder la majestuosidad de la historia.

Niney, un actor conocido por su elegancia y sutileza (él encarnó a Yves Saint Laurent en un sólido biopic), aporta un toque moderno y de proto-superhéroe al personaje de Dantés. Su interpretación no es la de un héroe de acción típico, sino la de un hombre más cerebral, obsesivo y oscuro, cuya venganza se convierte en una fuerza que lo consume, evocando a la maravillosa Darkman (1990) de Sam Raimi, esa mezcla de Conde de Montecristo, Fantasma de la Ópera y Batman, que también utilizaba máscaras para ocultar su verdadera identidad. 

Cada miembro del elenco apoya la interpretación de Niney, logrando que esta nueva adaptación no sea simplemente una historia de venganza, sino una exploración de las motivaciones y debilidades humanas. Los antagonistas, como Morcef (Bastien Bouillon), Villefort (Laurent Lafitte) y Danglars (Patrick Mille), no son simplemente obstáculos para Dantés, sino personajes con motivaciones comprensibles, aunque despreciables. Los aliados de Dantés, como el Abad Faria, interpretado por el destacado actor italiano Pierfrancesco Favino (El Colibrí) y los jóvenes protegidos del Conde, añaden esperanza y un sentido de redención a la oscuridad general de la narrativa.

Uno de los principales antagonistas de la historia (junto con el traidor Fernand de Morcef y el codicioso Danglars) es Gérard de Villefort, el fiscal corrupto que condena injustamente a Dantés. El Villefort de Laurent Lafitte de la Comedia Francesa (Elle, El Moliere imaginario) es astuto y maquiavélico, pero también muestra momentos de vulnerabilidad cuando el peso de su corrupción comienza a asfixiarlo. Al igual que el Morcef de Bouillon que luce un parche para acentuar su maldad, Lafitte luce una barba puntiaguda que contribuye a la imagen de ese villano sin escrúpulos característica del cine de antaño. 

Mercedes, el amor perdido de Dantés, es interpretada por la angelical Anaïs Demoustier (El tiempo del amor), quien añade ese necesario toque de sensibilidad y tristeza al papel. Su Mercedes no es solo un objeto del deseo o una simple víctima, sino una mujer atrapada entre las traiciones que la rodean. Demoustier ofrece una actuación contenida, llena de melancolía y pesar. 

André y Haydée, los protegidos del Conde, son interpretados por Julien de Saint Jean y Anamaria Vartolomei, quienes bien pueden pensarse como el Robin y la Batichica de este Batman primigenio, ya que ambos personajes no son simplemente peones en el plan de venganza de Dantés sino que sus propias historias de injusticia y deseo de redención se entrelazan con las del protagonista, lo que permite al espectador ver cómo el Conde ha evolucionado de un hombre roto a un maestro manipulador que aún posee una pizca de humanidad gracias en gran parte a sus aliados.No se puede hablar de El Conde de Montecristo sin reconocer su influencia en casi toda la narrativa moderna. Desde personajes como Batman y John Wick hasta innumerables películas (OldBoy) y series (Revenge) que exploran el tema de la venganza, la obra de Dumas ha dejado una marca imborrable. Su estructura narrativa, que combina giros dramáticos, justicia poética y el triunfo de la paciencia, ha sido un modelo arquetípico seguido por generaciones de escritores y cineastas. Puede que esta cinta no posea actuaciones magistrales y no llegue a superar a la versión de 1938, pero el enorme éxito que ha obtenido en Francia cautivando a las nuevas generaciones e invitándolos a la lectura de Dumas, es algo más que loable.

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