30 años de Dynamo: retrato de la era sónica de Soda Stereo

Cómo fue que el trío de rock más popular del momento en América Latina llegó a uno de sus puntos experimentales más altos

Por  OSCAR JALIL

octubre 26, 2022

FOTO: Gentileza Triple Producciones

Nota publicada en el especial para coleccionistas de Soda Stereo de la Serie Bookazines de Rolling Stone.


“Socorro… los amo”, dice Gustavo Cerati justo antes de comenzar a tocar “Sobredosis de TV”. Es el cierre del ciclo gratuito “Mi Buenos Aires querido” programado por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en la noche del sábado 14 de diciembre de 1991. Todo es gigantesco, desde el escenario plantado en la Avenida 9 de Julio hasta la concurrencia, el cálculo de los organizadores estimó la cifra en 250.000 personas. Soda Stereo disfrutaba de su pico más alto de popularidad, Canción animal, editado en agosto del año anterior, no sólo había logrado la adhesión del público con una gira monumental que unió a buena parte de Latinoamérica, sino que fascinó a la crítica por su esencia de disco clásico: Cerati empezaba a mirarse como un heredero natural del rock argentino de los 70 y tenía las canciones para una nueva fundación. Pero ni esa poderosa carga de energía multitudinaria podía calmar el dolor del cantante: su padre atravesaba la última fase de un cáncer terminal que acabaría con su vida en enero de 1992. La imagen del ídolo pidiendo ayuda frente a una multitud rendida a sus pies cobraba sentido: un guión en tiempo real sobre la fama, las ambiciones y la más absoluta soledad ante la intransigencia del destino. Pero la máquina Soda no se detuvo y mucho menos el empuje obsesivo de su líder; en poco más de un año el trío pasó de besar la cúpula a la incomprensión, y de ahí derechito al primer hiato en una carrera que apenas tenía una década de vida.

El camino hacia el sucesor de Canción animal acusó los efectos de un cambio de época y la irrupción de nuevos sonidos: desde Nirvana a My Bloody Valentine, el arco de ruidos era tan amplio como las posibilidades de retener fragmentos de sonidos que ofrecía esa cajita mágica llamada sampler. La fascinación de Gustavo Cerati por los métodos no tradicionales que utilizaba Daniel Melero para crear canciones tuvo una importancia vital en el ingreso de Soda a los noventa: el germen de la alianza que anticipó el futuro aparece en “Ves el sol”, tema incluido en Cámara (1991), segundo disco solista de Melero. Aquí Cerati toca bajos y guitarras mientras flota una idea de unir rock y electrónica al estilo Manchester, con Stone Roses como faro de referencia. El tráfico de influencias es una de las claves que sostiene a Colores santos (1992), el disco firmado por el tándem Cerati-Melero. “Fue como un descubrimiento de capas sonoras, pero no terminó ahí. Eso hubiera sido desde el punto de vista técnico-musical, lo que nos entusiasmaba”, le dijo Cerati a Rolling Stone, en marzo de 2003. “Pero la profundidad del mensaje de ese disco, de lo que ocurre con ese disco, de la emoción de ese disco, estaba muy inyectada por las experiencias personales profundas de ese momento.”

Durante las sesiones de Colores santos, Cerati sufre la pérdida de su padre y, a los pocos meses y de manera inesperada, Melero también vivirá la misma experiencia: “Hay temas como «Tu medicina», que hasta que no murió mi papá no lo pude terminar, y lo tenía casi ahí, sabía que tenía la canción, y tuvo que morir mi papá y ahí pude cerrarla esa misma noche. Era muy fuerte todo lo que estaba pasando. Pesadillas, sueños que nos contábamos el uno al otro y que eran los elementos básicos con los que trabajábamos en las letras. Fue un gran momento ese encuentro con Daniel, y yo creo que por eso ese disco me parece que tiene una profundidad más allá de su estructura”.

En la descomunal serie de conciertos en el Teatro Gran Rex para la presentación de Canción animal, 14 en total, Soda Stereo acondicionó un camión como estudio móvil, con Mariano López como ingeniero, para registrar uno de los últimos conciertos. “La mezcla de ese show fue lo primero que hicimos en nuestro nuevo estudio. Remixamos el audio, inclusive hasta al público, con el que hicimos loops, y nos pusimos a experimentar con los aparatos. Nos quedábamos hasta altas horas de la noche jugando con las posibilidades del estudio. Eso terminaría en Rex Mix, un EP con remezclas y la inclusión de una nueva canción como gancho comercial, ‘No necesito verte (para saberlo)’, compuesta por Gustavo en colaboración con Daniel Melero. Ellos venían experimentando con este tipo de arreglos, más electrónicos, juegos con loops”, describe Zeta en su autobiografía Yo conozco ese lugar, otro momento que desembocaría en el nuevo disco del trío, en donde el bajista asumiría un rol protagónico tanto en la producción como en la parte compositiva.

En el video de “No necesito verte (para saberlo)”, Zeta aparece por primera vez completamente pelado: “Decidí afeitarme la cabeza y aparecer ante el público con un nuevo look, al aire libre, con una onda medio hippie, descalzo, usando una camisola. Parecía un gurú”. Además de Cerati, Zeta y Charly Alberti, el video dirigido por Eduardo Capilla muestra a una chica completamente desnuda que camina por una playa y luego aparece cual Lady Godiva montando un caballo blanco. La letra del tema originalmente surgió de una carta que Gustavo le regaló a Cecilia Amenábar. La pareja se había conocido en 1987 cuando la modelo chilena aún era una adolescente y a partir de 1991 comenzaron una relación a distancia y en secreto que terminó en el altar, en junio de 1993. La canción incluye un sampler del coro del himno góspel “Come Together” del disco Screamadelica de Primal Scream, donde la banda británica mezclaba house, rock, dub y soul en una larga y eficaz sinfonía de diez minutos.

De a poco el nuevo disco de Soda Stereo empezaba a revelarse contra la zona de confort del trío; de otro modo no se entiende que en los ensayos para una gira promocional por España, con escala incluida en Expo Sevilla, un tema como “(En) El séptimo día” sonara más salvaje y distorsivo que el original de Canción animal. Ya existía Nevermind, de Nirvana, y ese sonido urgente de guitarra no era ajeno a ninguna banda inquieta del planeta, pero el principal eco venía del Reino Unido: “En ese momento en el rock inglés estaban pasando cosas interesantes”, cuenta Zeta. “Yo estaba enloquecido con el disco debut de Stone Roses. Gustavo estaba muy metido en la movida de nuevas bandas -luego llamada ‘pop sónico’- como My Bloody Valentine, Lush y los primeros EPs de Curve, que eran increíbles. Esa especie de distorsión orgánica iniciada en Estados Unidos con Sonic Youth a la cabeza fue reelaborada por estas bandas inglesas, que le sumaron mucha psicodelia y la llevaron a un lugar más estilizado que nos estimulaba muchísimo. Ya sabíamos a dónde queríamos apuntar con lo que se venía. Con esa información, más la libertad creativa que estábamos teniendo en nuestro estudio –y la experiencia concreta de Gustavo en Colores santos-, ése era el sonido que naturalmente tenía que trabajar Soda.”

Esa búsqueda sonora que describe Zeta empezó a ser implementada en los conciertos de Soda. Todo lo que tocaban pasó a ser “contaminado” por un tratamiento especial en las texturas de las guitarras, los loops de teclados, efectos de todo tipo, que redimensionaron las canciones hasta extremos irreconocibles en algunos casos. “Vivíamos un momento de expansión renovador, que nos hacía muy bien como artistas”, dijo el bajista.

Gustavo Cerati inauguró los estudios Supersónico, propiedad del trío, con la grabación de Colores santos y, luego de la gira por España, la banda entró a grabar las canciones de un nuevo disco experimental y bien provisto de herramientas tecnológicas que en un primer momento tenía el título tentativo y poco feliz de Gol. Entre la maquinaria más importante aparecía el Akai MPC60, un centro de producción MIDI con sampler integrado, que introdujo Tweety González cuando ingresó a la banda en 1989 para ocupar el rol de tecladista estable y también de cerebro oculto al mando de los sintetizadores. El uso del MPC60 optimizó todas las ideas de los Soda, porque no sólo funcionaba como una batería electrónica, también podía samplear un loop de guitarra, un coro de voces o un fragmento de otra canción, y a la vez era utilizado como un secuenciador para componer la parte rítmica de un tema y grabar las notas musicales de otros instrumentos. El dispositivo con forma de pequeña consola de sonido fue la vedette de una presentación televisiva para el programa Tato de América, poco antes de la salida del nuevo disco de Soda Stereo: casi un pase de comedia en donde Tato Bores interactuaba con Alberti, Cerati y Zeta [hasta grabó un sampler de su voz diciendo la frase “¿por qué no largamos los cables y vamos a morfar?”], mientras se enganchaba la voz del presidente Carlos Menem repitiendo una y otra vez la palabra “ojalá”. Por debajo, el zumbido de una abeja completaba el chiste.

En una charla durante las largas sesiones de grabación, Melero comenzó a hablar sobre el uso del dínamo que tenían algunas bicicletas, y al instante ese nombre se convirtió en el título del disco, con la salvedad de que cambiaron la “i” por la “y” griega. Muchas de las ideas trabajadas en Colores santos dimensionaron a Dynamo. La búsqueda de texturas en sintonía psicodélica con influencia hindú, o el alto volumen de las guitarras y la incorporación del ruido como cortina repetitiva de alto impacto sonoro, marcaron el poder expansivo del nuevo trabajo de Soda. “Yo creo que hemos roto con varios formatos que teníamos”, decía Cerati a la revista Pelo, en octubre de 1992. “En realidad, siempre hemos propuesto nuevas modalidades, pero esta vez me da la impresión de que pudimos manejar mejor nuestro dualismo entre lo dulce y lo amargo, el sí y el no, el yin y el yang… En Dynamo tengo la sensación de que hemos podido tomar cierta distancia de eso; creo que ahora sí podemos mirar cómo conviven las dos cosas, preferir el error en la novedad, antes que la virtud en lo conocido, y provocar un impacto, seguramente, lo más importante que conseguimos.”

La cámara del actor y videasta Boy Olmi registró un mini-documental en el interior de Dynamo. Con luces naturales y tomas directas, las imágenes trasladan a la película la sensación de estar viviendo en un submarino. El resultado final es un corto de un poco más de diez minutos que más de 20 horas de filmación. Aparece Gustavo componiendo en su casa, en sesiones de yoga y muchas tomas de canciones incompletas. HaciendoDynamo incluye el video de “Primavera 0”, que sigue la línea de husmear en el proceso creativo de un disco: “Los Soda me dieron el privilegio de verlos trabajar durante un largo rato y mi intención fue tratar de poner el ojo para mostrar cómo hacen lo que hacen”, dijo Olmi en una entrevista televisiva en la Televisión Pública. “Algo que es inhabitual, ellos durante muchos años se maquillaron y se peinaron mucho, y acá se los ve con la camiseta sudada y las ojeras de estar trabajando desde las 12 del mediodía hasta la medianoche.”

Para Zeta, Dynamo significó volver a vincularse de otro modo con sus viejos compañeros, una nueva forma de volver a los primeros tiempos en donde el asombro movía montañas: “Se estableció nuevamente una química que creíamos perdida. A la distancia, y luego de tanto tiempo, a veces pienso que, inconscientemente o no, quizás el disco que Gustavo había hecho con Daniel Melero había provocado en mí una energía extra como para demostrar que este disco tenía que ser mejor que el que hicieron ellos dos. Y quizás por esa competencia de tratar de seducir a Gustavo, conseguimos divertirnos mucho y crear un disco muy inspirado entre todos. Era realmente el disco que queríamos hacer”.

La posibilidad de contar con un estudio propio, sin horarios o presupuestos pautados de antemano, hizo del trabajo un espacio creativo sin límites. El trío consumía los días jugando con los sonidos hasta conseguir texturas alucinantes. “La música nueva que estábamos haciendo era totalmente corrosiva. Teníamos ganas de sacarle esa pátina pop en la que nos habían encasillado”, escribe el bajista en su libro Yo conozco ese lugar.

Treinta años después de su edición, Dynamo aún exhibe aires de modernidad. Sin embargo, en su momento resultó una obra incomprendida o, al menos, poco apreciada frente a otros discos del trío: sin un hit de fuste para el gusto medio, fue recibido tibiamente por la crítica. Ni el comienzo arrollador con “Secuencia inicial” y “Toma la ruta” [temas en los que buscaron quitarle a la guitarra su capacidad heroica], ni la belleza en medio del hastío que dibuja “Fue” fueron apreciados en su momento. Sólo “Primavera cero”, cargado de sustancia pop y acordes mayores, alcanzó a soltarse del paquete raro de Soda. “En remolinos” tardó años en convertirse en una oda de amor agridulce: “Las canciones más románticas que he escrito no surgieron por estar enamorado, sino por añorar o profetizar un estado ideal. ‘En remolinos’, por ejemplo, una de las canciones más esperanzadoras y conectada con algo espiritual, surgió en un momento de mierda total. Pero ahí estaba, hablando de un futuro”, confesaba Cerati a Rolling Stone en septiembre de 2006. En “Luna roja”, Cerati, en cambio, habla sobre el Sida sin explicitar el drama del flagelo, mientras el sonido se vuelve cada vez más denso y la melodía resiste en medio de un huracán de guitarras. De toda la discografía de Soda Stereo, Dynamo sigue siendo la figurita difícil, la realización más atemporal y también la más arriesgada. La exposición a esa posibilidad de cambio repercutió internamente, más allá del deseo del trío por lograr una obra que trascendiera la posición de banda consagrada, la trastienda fue caótica y hasta dejó algunos contusos: Melero, que había trabajado en la producción y en la composición, no participó de las presentaciones en vivo. “Dejé la banda porque no me bancaba más las peleas entre ellos, no podía tolerarlo. Había muerto mi papá repentinamente y yo estaba bastante mal. Entonces iba al estudio y había muchas discusiones por dinero de otro disco, de otro contrato”, dice Melero en referencia al momento en que el trío había terminado la relación contractual con Sony y estudiaba ofertas de otras compañías. La mejor llegaría desde BMG: un millón de dólares por cuatro discos.

Dynamo llegó a las disquerías enoctubre, por primera vez el vinilo fue reemplazado por la edición en CD y registró una de las últimas apariciones en casete. El trío eligió la televisión para presentar oficialmente su nuevo disco: el sábado 21 de noviembre en Fax, el programa conducido por Nicolás Repetto. Soda Stereo tocó nueve temas de Dynamo sin playback, también brindó algunas respuestas en una entrevista informal y estrenó parte del minidocumental dirigido por Boy Olmi. Un gesto inédito para una banda argentina que no alcanzó el rating esperado para un ciclo de alto impacto en la audiencia de aquella época. “Por primera vez no sabíamos muy bien qué era lo que íbamos a hacer en el futuro”, dice Gustavo en el comienzo del programa, antes de empezar el set de canciones con una versión espacial de “Secuencia inicial” frente a una platea de fanáticos.

Pero el verdadero estreno de Dynamo tuvo lugar en Obras Sanitarias durante seis noches de diciembre. A pocas cuadras del estadio de Avenida del Libertador, Serú Girán regresaba por esa misma fecha con dos conciertos en la cancha de River. Para los recitales en Obras, el trío invitó a cinco bandas nuevas de la llamada “generación sónica”, algunas sin disco como Tía Newton, Resonantes y Juana La Loca, y otras con tan sólo un álbum: Martes Menta y Babasónicos. “Martes Menta tocó la primera noche, ésa a la que iban los fans más acérrimos de Soda, los que primero sacaban la entrada. Había aún en esos años una tradición por parte del público de no tratar del todo bien a las bandas que abrían, así que había adelante un grupo que sólo esperaba a Soda y nos gritaba cosas, pero el resto de la gente nos recibió muy bien. Nosotros sonábamos ya en la radio con «Azul». Y más adelante nos encontrábamos con mucha gente que nos había conocido a través de esos shows”, dice Mariano Esaín, que en 1992 integraba Martes Menta junto al guitarrista Ariel Minimal. La propuesta de compartir un escenario mayor significó otro gesto inédito para una banda mainstream, algo que no fue reconocido en su momento por los músicos de la generación de recambio del rock argentino: “Todas las bandas estábamos demasiado preocupadas por dejar en claro que no éramos sólo los ‘hijos de Soda’, que habíamos llegado ahí por nuestros propios méritos, que musicalmente éramos otra cosa y bla bla”, explica Esaín. “Todos teníamos entre 20 y 22 años, y no fuimos lo suficientemente agradecidos con eso. ¡Estábamos tocando en Obras! Cada vez que hay una camada de bandas nueva a la cual alguien engloba como una «movida», los grupos están más preocupados en marcar diferencias entre ellos que en aceptar o enfatizar las similitudes.”

Sin llegar a determinar la suerte del nuevo trabajo, varias apuestas de promoción dejaron un sabor amargo en Soda, sensación que se repitió cuando en marzo de 1993 la banda decidió no reanudar una gira por Latinoamérica: “Gustavo se plantó y se negó. Estaba agotado, cansado de las giras, no quería saber más nada. Quería volverse a Buenos Aires. Estaba de novio con Cecilia Amenábar, y con muchas ganas de ir a pasar una temporada a Chile”, dijo Zeta. “Para mí fue un revés. Yo estaba muy entusiasmado, porque estábamos sonando muy bien, y además, pensando en lo económico, era el primer disco en el que compartía la autoría de la mayoría de las canciones con Gustavo, y se trataba justo de un álbum que, por los problemas con la compañía, no iba a sonar en ningún lado. La única promoción posible para Dymano era que lo tocásemos en vivo.”

De regreso a Argentina, el grupo decidió tomarse unos días de descanso, pero el período sabático se extendió y estuvo muy cerca de la desintegración definitiva del trío. Cerati se radicó en Chile e inició su etapa solista con Amor amarillo (1993) como antesala para el esperado regreso de Soda a bordo de Sueño Stereo (1995).

Con el paso del tiempo, Dynamo ganó adeptos y envejeció mucho mejor que otros discos de Soda Stereo. Hasta obtuvo premios invisibles como la historia que afirma que un tema del álbum llegó a oídos de Bono, de U2, justamente cuando la banda irlandesa llegó a la Ciudad de México, en noviembre de 1992, para completar el Zoo TV Tour. Y gracias a un programador radial, el cantante se llevó el disco de Soda. Al año siguiente, en el aclamado Zooropa, en los primeros compases de la canción “Lemon”, uno de los hits del disco, podía escucharse la misma base que identifica a “Claroscuro” [basta comparar las canciones para comprobar algo más que un simple parecido]. Quizá la respuesta al efecto Dynamo aparece en el tema final del disco, una obra maestra de pop-rock luminoso. Sólo se trata de texturas, “siempre vamos a encontrar texturas”.

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