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Crítica: Petro

Una mirada al primer candidato de la izquierda en convertirse en presidente de la República de Colombia.

Sean Mattison 

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Doc:co

Por internet estaba circulando un gracioso meme que nos mostraba a Nelson, el chico rudo de los Simpsons, invitando a la sensible y comprometida Lisa a su casa y exclamando “¡Te mentí! No tengo Netflix. Vamos a ver la película de Petro”. El chiste tiene que ver con la idea preconcebida de que el documental sobre el actual presidente de Colombia debe ser algo tremendamente aburrido, tedioso y pretencioso. Pues, con el perdón de Nelson, la verdad es que Petro, el primer largometraje dirigido por el documentalista norteamericano Sean Mattison, es un trabajo ágil, contundente y muy informativo, inclusive para quienes vivimos en el país donde Petro gobierna (¡Ha-Ha!).

Mattison co dirigió en 2018 junto a Marisa Aveling, el cortometraje documental Mr. Wash, sobre el artista autodidacta Fulton Leroy Washington, injustamente encarcelado. En 2021, su documental de opinión para el New York Times ¡Atención! Murdered Next Door recibió un premio Emmy de Noticias y Documentales. Como cinematógrafo, Mattison ha trabajado en más de una docena de documentales premiados así como en el cortometraje nominado al óscar Descendant, y ha estado involucrado en la filmación y producción de las series The Line, para Apple+ y Sour Grapes para Netflix. Estamos hablando de un hombre curtido en el campo del documental sociopolítico. 

Es curioso que tanto el presidente actual de Colombia como su vicepresidenta tengan cada uno un largometraje documental (Igualada de Juan Mejía Botero, sobre la figura de Francia Márquez es el otro). Ambos trabajos se centran en los orígenes de los dos adalides políticos y culminan en las elecciones de 2022, un evento crucial en la política del país, marcado por una intensa polarización política y social, con debates acalorados sobre el futuro del país y visiones encontradas sobre cómo abordar los desafíos que enfrenta Colombia. La seguridad fue uno de los temas más debatidos, especialmente en medio de la persistente violencia en algunas regiones del país y el aumento de los homicidios de líderes sociales y excombatientes de las FARC.

Gustavo Petro, del partido Colombia Humana y exintegrante del grupo armado M-19, fue el candidato de la izquierda y se destacó por su plataforma progresista centrada en temas como la equidad social y la lucha contra la corrupción. El candidato de la derecha fue el ex alcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández, postulado como candidato independiente y quien se enfrentó en la segunda vuelta contra Petro. Durante su campaña, se enfocó en la lucha contra la corrupción y la necesidad de reformas en el sistema político y administrativo del país, pese a que actualmente se encuentra imputado por financiaciones irregulares de su campaña. El tercer candidato destacado, y a quien podríamos llamar del centro derecha (más derecha que centro, la verdad sea dicha) fue el ex alcalde de Medellín Federico “Fico” Gutiérrez, a quien el expresidente Álvaro Uribe Vélez respaldó en su candidatura. 

Contra todos los pronósticos, el resultado fue histórico, ya que Petro se convirtió en el primer candidato de izquierda en ganar la presidencia de Colombia. Su victoria representó un cambio significativo en la política del país y generó numerosas expectativas sobre el rumbo que tomaría Colombia en los próximos años en áreas como la justicia social, la seguridad y la economía. La derecha lo demonizó y lo asoció a los regímenes de Fidel Castro en Cuba y Hugo Chávez en Venezuela, mientras que la izquierda lo idealizó, asumiéndolo como el salvador de un país azotado por la pobreza, la violencia y la corrupción.

El documental de Mattison adopta esta segunda línea. Un ejemplo es la música siniestra que suena cuando hablan Hernández y Uribe Vélez, versus la hermosa música de tiple y guitarra que se escucha en los momentos en los que aparece Petro. La justificación del sesgo puede estar basado en todos los graves procesos judiciales en los que han estado involucrados tanto el excandidato como el expresidente, pero el documental se resiente al no contar con las voces de la oposición (Hernández, Gutiérrez y Uribe Vélez se negaron a participar en el documental, caso contrario a la senadora María Fernanda Cabal, furibunda opositora de Petro, quien sí cuenta con una breve participación). Asimismo, la escasa presencia de Francia Márquez en este trabajo y de la primera Dama Verónica Alcocer (Sofía y Antonella, las hijas de Petro, sí dan aquí su declaración, más no sus otros hijos), también hacen que el ser humano se diluya para darle paso al presidente.  
Y es que el documental se hace mucho más interesante cuando se enfoca en los inicios de su carrera política como líder estudiantil y como miembro del grupo guerrillero M-19, que luego de eventos como el robo de la espada de Bolívar, la toma del Palacio de Justicia y la muerte de su líder Carlos León Pizarro, más tarde se desmovilizaría y se convertiría en un partido político legal. Tal vez por eso, sería en extremo pertinente pensar en una película que abordara la historia compleja, contradictoria y llena de idealismo del M-19. Esa es una historia que se debe contar con urgencia.

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