La industria musical recibe el impacto de la crisis económica con una caída del 30% en la venta de tickets

En la primera mitad de 2024, los artistas cortaron, en promedio, un 30% menos de tickets, y el consumo alrededor de los espectáculos también se desmorona

Por  JOAQUÍN VISMARA

junio 11, 2024

En la edición 2023, el Cosquín Rock tuvo un 25% menos de público que en ediciones anteriores.

ARCHIVO LA NACIÓN

La industria de la música en vivo parece haber acusado recibo de la situación económica de los últimos seis meses. Después de una temporada en la que las boleterías virtuales y las salas parecían ir a contramano de los índices inflacionarios de 2022 y 2023, en la primera mitad del año los números ahora van de la mano de todos los demás indicadores de las actividades que experimentaron un freno súbito desde que comenzó el año. Donde antes había sold outs instantáneos ahora hay ventas que fluyen con paso cauteloso, festivales que tuvieron que reducir su propuesta, y también productores que prefieren caminar sobre terreno seguro ante la imposibilidad de hacer proyecciones a corto plazo para saber qué les espera a los espectáculos para los próximos seis meses.

Aunque los últimos dos meses han sido particularmente difíciles para el rubro, la caída parece haber comenzado antes. “El Cosquín Rock tuvo un veinticinco por ciento menos de entradas que el año anterior. Vendimos casi ochenta mil entradas versus ciento diez mil del 2023, con lo cual se sintió fuerte y a partir de ahí cayó, cayó y cayó”, asegura José Palazzo. El director de En Vivo Producciones asegura que los números parecen partir aguas, donde el impacto no se siente tanto en los shows grandes, sino que afecta principalmente a los de menor escala. “Los shows pequeños y medianos, que a lo mejor antes cortaban trescientos, cuatrocientos o quinientos tickets, ahora cortan cincuenta, cien o ciento cincuenta. Pero por otro lado, con Las Pastillas Del Abuelo vamos a meter más gente que el año pasado y Babasónicos agotó tres semanas antes de tocar en Plaza de la Música. Algunos artistas están igual que el año pasado y otros bajaron mucho en la general. Si hacés un promedio, andamos entre el veinticinco y el treinta por ciento abajo”, dice. Y agrega: “No tengo ninguna duda de que funciona como cualquier otra actividad comercial que ha caído por falta de dinero en el bolsillo”.

En una sintonía similar, Ramiro Viamonte, productor de Indie Folks, también da muestra de un escenario similar. “Tenemos un poco el termómetro de los shows internacionales, y también de los nacionales, donde creo que es un poquito más atroz”, dice ante de hacer un repaso de un listado en el que se amontonan artistas de aquí y de allá (de Disclosure a Fonso, pasando por Bikini Kill y Winona Riders), y también salas de distinto aforo (Niceto, C Art Media, Obras o Movistar Arena). “Gran parte de los shows estamos empatándolos, y en algunos se pierde”, dice antes de trazar una comparativa con el escenario que se vivió en el período anterior el año pasado. “De alguna manera, la gente igual tenía plata en el bolsillo y salía. Así como los restaurantes estaban llenos todos los días de la semana, eso pasaba con los shows. Para mí, King Krule (que tocó en Chacarita en marzo) era imposible que vendiera menos de dos mil tickets, y creo que arañamos los mil trescientos, mismo con Pavement, que debía haber sido un sold out rotundo, y anduvimos apenas bien. Son bandas que el año pasado o el anterior seguro cortaban el doble. Está claro que la gente está realmente siguiendo qué ir a ver. No está más el hype del momento, ahora va el realmente fanático”, analiza.

Uno de los indicadores de esta merma en la asistencia masiva apareció a principios de mayo, cuando La Renga se presentó en el Estadio Diego Armando Maradona, de La Plata. Después de una primera función agotada, el trío de Mataderos tuvo una segunda fecha con menor asistencia del público, y si bien adjudica esa percepción al armado 360 del escenario, Palazzo sí cree que el impacto llegó a la que es por lejos la banda más convocante del rock local.

La Renga no agotó las localidades de su segundo show en La Plata, y eso de por sí es una noticia. (Instagram La Renga).

“La realidad es que la gente que sigue a la Renga no tiene dinero ni siquiera para ir a La Plata, ni se vivió una gran previa antes de la celebración ni se vio mucha gente sin entrada en la puerta. No tiene otra respuesta que la guita, y por eso anunciamos simultáneamente un estadio en el interior del país, porque sabemos que hoy es muy costoso viajar”. La variante, dice, es pura y exclusivamente económica: “Por más que dividan los gastos entre cinco, entre la nafta, la entrada, comer y chupar algo son entre ciento cincuenta y doscientos lucas por persona. Esa plata no está más, y hay que saber con lo que se juega”.

El impacto de la crisis se nota también en el consumo en las barras y las zonas gastronómicas de los boliches y festivales. (Archivo La Nación).

El escenario impacta, sobre todo si se lo contrasta con el mismo período del año anterior: los grandes festivales no agotan localidades, y los shows de estadios de fútbol en agenda (que pueden contarse con los dedos de una mano) tienen un desempeño moderado en las taquillas. Y en medio de un escenario de vacas flacas, la superposición de agendas hizo jugar una mala pasada a tres productoras distintas que agendaron cada una un concierto internacional por su cuenta en la misma fecha: el 14 de mayo, tocaron Ariel Pink en Uniclub; Romy, vocalista de The xx, en C Art Media, y los británicos Squid en Niceto Club. Tres artistas que en gran parte tienen un público en común, al mismo tiempo en distintos puntos de la Capital Federal trajeron como resultado convocatorias con sabor agridulce para todos los involucrados en un momento en el que cada ticket cortado vale oro, y donde hay que aspirar a una sala a dos tercios de su capacidad para al menos poder empatar gastos.

Para Diana Glusberg, directora artística de Niceto Club, la primera mitad del año también ha sido agridulce: “Tenemos el Bar, Humboldt y la sala A. En los tres programamos shows y fiestas, y en todos es lo mismo: la venta de tickets debe haber caído un treinta por ciento, y el consumo adentro [en las barras] bajó un cincuenta mínimo”. Algo similar parece ocurrir a tan solo unas cuadras, en Strummer Bar, donde la propuesta artística se diversificó más que otros años, y las cifras de boletería no parecen tener relación con las de la barra. “Es un año que no está parejo del todo. Las bandas que han tocado lo hicieron con una buena afluencia de público, lo que sí bajó es el consumo de gastronomía en el bar”, explica Leo De Cecco mientras repasa una programación diversa por la que pasaron (y pasarán los próximos meses) Sakatumba, Andrea Álvarez, Ciro Fogliatta, Pepo San Martín, Duna y Suéter.

La situación también genera lo que parece ser una discusión incómoda de plantear: cómo se relaciona el precio de los tickets con los gastos que demanda montar cada noche un show. “No podés trasladar todos los costos a la entrada, porque eso tampoco se sostiene”, explica Glusberg, mientras repasa los aumentos de los servicios de luz, agua y gas que paga cada sala. Lo mismo sostiene De Cecco, sobre todo a la hora de pensar la música en vivo en comparación a otras artes. “Para nosotros está bastante desfasado el valor del ticket promedio. Una obra de teatro alternativo está entre los seis mil y los diez mil pesos. Este mes estamos poniendo a cinco mil las anticipadas y siete mil en puerta, y los grupos por ahí lo ven caro.  Para mí hay que poner en valor el arte y la música. Después te vas al puesto del merch, y una remera te sale como tres tickets, es rarísimo”, dice.

La incertidumbre también distorsionó toda idea posible de plazos, lo que en muchos casos obligó a tener que moverse con cautela. “Fue muy fuerte la sensación de atraso en el inicio de la agenda, justamente por el temor de no poder llegar a los puntos de equilibrio, que es lo que nos pusimos como objetivo sabiendo que la devaluación nos iba a destruir los precios de los tickets”, explica Carlos Sidoni, mánager de Mi Amigo Invencible y Lucy Patané. Para Sidoni, para los artistas de una convocatoria media, las entradas tienen que tener una “sensación de accesibilidad” en su precio para poder sostener el nivel de convocatoria, algo que también requiere de más sacrificios de lo esperado “para artistas que no pueden poner precios de un Movistar Arena a un show en Niceto o en Vorterix”, afirma.

En otra escala pero con el mismo grado de sigilo, Matías Loizaga, de PopArt, apuesta a un repunte en la segunda mitad del año. “Nosotros tenemos el fuerte de eventos en el segundo semestre. Hasta ahora hicimos varios Movistar y nos fue muy bien, aunque hay una retracción del consumo en esparcimiento, y se nota”. La productora tiene en la mira dos grandes festivales para los próximos meses: la tercera edición de Primavera Sound pautada para finales de noviembre, y el regreso de Quilmes Rock, ya en agenda para abril de 2025. La diversidad de estas propuestas también se traduce a diferencias en el eventual precio que tendrán sus tickets. Para el festival cervecero, Loizaga asegura que “a la hora de poner los precios, tratamos de acompañar a la gente para que puedan venir sin matarlos, porque tenemos sensibilidad y queremos que sea una fiesta, una celebración”.

Como en toda propuesta que contempla la llegada de artistas internacionales, las cosas son distintas respecto al evento nacido en Barcelona: “Hoy en día tenemos que poner entradas a lo mismo que salen afuera porque todo es carísimo. Los artistas están cobrando un 30 o 40 por ciento más de lo que cobraban antes, se encareció traer instrumentos y backline, y no tenés la brecha cambiaria que tenías antes, que te permitía poner tickets a un precio amigable. Eso ya no existe más, y no voy a discutir si está bien o está mal. Es lo que es, cualquier variable te mata y siempre estás expuesto a perder”, explica. Las maneras de mitigar este aumento son varias: una es la venta escalonada con aumentos según etapas; otra, la de conseguir la financiación mediante el sponsoreo de entidades bancarias asociadas, algo que también parece haberle funcionado a Palazzo en Córdoba: “Hace tres días negociamos con una tarjeta para poder vender en tres cuotas sin interés, y eso generó una activación repentina. Lo instrumentamos un miércoles y tres días después tuvimos un incremento muy importante de ventas, aunque se sigue notando la baja de todos los espectáculos”.

En este contexto, pensar en pronósticos para el segundo semestre implica pensar en un gran margen de posibilidades y pocas o nulas certezas. “Es la realidad en la que estamos, y creo que se va a mantener. Ojalá levante, pero lo veo como un año en que todo va a seguir así”, vaticina De Cecco. Algo similar parece vislumbrar Glusberg para Niceto, donde la única salida parece ser redoblar el paso ante la incertidumbre: “Yo creo que vamos para peor, no veo posibilidad de repunte. Intentamos inventar planillas con números posibles, pero no tenemos la menor idea de lo que va a ser de acá a cuatro meses. Tenemos programado hasta diciembre, abrimos más días de semana, abrimos más Humboldt, el bar está teniendo shows. Está todo funcionando y estamos con la idea de que así va a ser hasta fin de año y seguramente nos va a costar a todos mucho, pero no nos queda otra que seguir”. Con los indicadores convertidos en un misterio imposible de descifrar, algunos productores prefieren dejar de lado todo tipo de augurio para lo que resta del año y esperar a que las aguas se calmen. “Hay cosas que tenía pensadas para el segundo semestre que para mí ya son para 2025, ya que como se atrasó todo me sirve evaluar qué va a estar pasando para poder anunciar shows más grandes, discos y demás”, sostiene Sidoni. Y agrega: “la postergación de todo con cuatro o seis meses de atraso lleva a que muchos proyectos tengan que esperar los resultados de este año para llegar al próximo”.

Aún con indicadores desfavorables y números que distan de lo ideal, las salas siguen cortando entradas, lo que lleva a preguntarse qué es lo que mantiene en funcionamiento a la actividad cuando la realidad económica no acompaña. “Los precios están accesibles y la gente necesita un poco de esparcimiento, distenderse, ir a ver a su grupo favorito en un espacio en el que la pasa bien. El público necesita escuchar música en vivo porque se abstrae dos horas de la situación y se mete de lleno en la experiencia de cantar esas canciones que le gustan o conocer artistas nuevos”, analiza De Cecco. Por su parte, Loizaga vaticina que, si bien no cree que la recuperación económica sea rápida, en PopArt apuestan por una estabilidad en el futuro cercano: “Invertimos pensando en eso. Las bandas tienen ganas de tocar, a la gente la ves apagada y queremos superar la crispación. La música es un canal de expresión que tiene que seguir estando, y si sos razonable con los precios la gente acompaña”. La idea del entretenimiento como antídoto ante la realidad también aparece en el discurso de Glusberg, que incluso se anima a trazar un paralelismo: “El que venía a bailar todas las semanas ahora vendrá una vez por mes, pero no deja de salir. Es algo necesario más que nunca tener dónde conmoverte, emocionarte, vivir algo lindo. Todo este bombardeo de cosas espantosas con ideas del medioevo, te parece estar en Years and Years y The Handmaid’s Tale, es distópico”. Y agrega como consigna a futuro para pensar una salida colectiva: “está toda la industria golpeada, los managers están desesperados y los que tienen que sostener equipos grandes también. Lo más importante es la solidaridad, tenemos que tratar de ayudarnos un poco”.