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Tsinandali Festival: Música, historia y cultura entre las montañas del Cáucaso

En el borde entre Europa y Asia, enclavado entre las montañas del Cáucaso, el evento que reúne a grandes intérpretes, directores y jóvenes talentos en el histórico Tsinandali Estate se ha vuelto un referente en el mundo de la música clásica.

octubre 7, 2024

CORTESÍA

Entre las montañas del Cáucaso y los viñedos de la región de Kajetia, en el límite entre Europa y Asia, se encuentra uno de los lugares más emblemáticos de Georgia: el Tsinandali Estate. Un gran complejo construido por el príncipe Alexander Chavchavadze a principios del siglo XIX, quien, junto a la sociedad aristocrática georgiana de la época, transformó su propiedad familiar en un centro cultural e intelectual, donde acogieron a prestigiosos invitados como el novelista francés, Alexandre Dumas o el fundador de la literatura rusa moderna, Aleksandr Pushkin. 

Aquel palacio, ubicado a unos 90 kilómetros de Tbilisi, la capital georgiana, era el escenario de conversaciones sobre nuevas tendencias literarias, artísticas y musicales. Dos siglos después, el legado de Chavchavadze sigue siendo tan relevante como entonces y se puede palpar en cada rincón de este lugar. 

Desde 2019, este recinto histórico alberga el Festival de música clásica, Tsinandali Festival. Cada año, en el mes de septiembre, algunos de los más grandes intérpretes, directores de orquesta, compositores, pianistas, músicos y artistas de los países vecinos y del resto del planeta, se reúnen aquí, en un entorno idílico, rodeado de naturaleza exuberante y con un ambiente cultural efervescente que evoca sus orígenes.

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El line up de este año incluyó destacados nombres como el pianista francés Alexandre Kantorow, recordado por su magnífica actuación bajo la lluvia en la ceremonia de los Juegos Olímpicos de París 2024, interpretando la obra de Maurice Ravel, Jeux d’eau. O el pianista israelí Boris Giltburg, el director de orquesta ruso, Vasili Petrenko, el joven violonchelista clásico francés, Edgar Moreau, el Ballet Nacional de Georgia Sukhishvili, y la Orquesta Juvenil Pan-Causcásica (PCYO). Esta última, el alma y origen del festival y que es dirigida por Gianandrea Noseda, uno de los directores de orquesta más solicitados del mundo, reconocido por su maestría tanto en salas de conciertos como en la ópera. Desde 2017, Noseda ha sido el Director Musical de la Orquesta Sinfónica Nacional en Washington, DC. Es Director Principal Invitado de la Orquesta Sinfónica de Londres y de la Orquesta Filarmónica de Israel, Director Principal de la Orquesta de Cadaqués y Director Artístico del Festival de Stresa en Stresa, Italia. 

Este prestigioso festival tiene, además, un compromiso con la formación de nuevas generaciones de músicos, la unión de los países vecinos de esta región que históricamente ha vivido diversos conflictos políticos, algunos de ellos irreconciliables, y que deja un legado como es “el mensaje de paz que quieren transmitir a través de la música”.  

El director de orquesta ruso, Vasili Petrenko / Cortesía

Cada año se realizan audiciones en vivo para seleccionar a talentosos músicos de los países del Cáucaso, incluyendo Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Kazajistán, Turquía, Ucrania y Turkmenistán. Como miembros de la Orquesta Juvenil Pan-Causcásica (PCYO) estos jóvenes tienen la oportunidad de trabajar junto a reconocidos maestros, directores y solistas internacionales. 

Los artistas seleccionados participan durante cuatro semanas en un intenso programa de formación orquestal, para luego presentarse ante el exigente público del Festival, en conciertos al aire libre en medio de los viñedos y las instalaciones de la finca Tsinandali. Como lo hicieron en la velada del pasado 06 de septiembre, un concierto majestuoso, ovacionado por los asistentes y precedido por una de las tradiciones más arraigadas de Georgia: el supra. Un colorido festín de comida con tradicionales platos georgianos, y diversidad de vinos locales, cuidadosamente decorado en donde las estrellas del Festival, asistentes especiales y los organizadores, compartieron alrededor de la mesa, creando un gran ambiente de camaradería y celebración. 

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Y todo sucede en un mismo lugar: el Tsinandali Estate, que gracias al Grupo Silk Road, se ha convertido en un Centro Cultural enclaustrado en un majestuoso jardín, con un museo donde se encuentra el primer piano de Georgia, restaurantes de renombre, una bodega, el lujoso hotel Radisson Collection y espectaculares salas de conciertos con capacidad de hasta 1.200  personas.

El artífice de esta visión es George Ramishvili, Presidente y Fundador del Festival, así como Presidente de la Junta del Silk Road Group, la compañía que ha invertido más de 60 millones de dólares en la restauración y renovación de la finca, que hoy ostenta el estatus de Monumento del Patrimonio Cultural de Georgia. “Queremos posicionar este lugar como un destino global, no solo a través del Festival, sino también como una plataforma excepcional para diversas actividades relacionadas con la música clásica, el jazz, el vino y la gastronomía. Es un espacio educativo y cultural que abarca múltiples facetas, y ese es nuestro objetivo”, dice Ramishvili. 

También son co-fundadores, los empresarios Martin Engstroem, fundador del famoso Festival de Verbier en Suiza y Avi Shoshani, fundador del Festival de Verbier y Secretario General de la Orquesta Filarmónica de Israel. 

“Estamos en el camino correcto, soy un ferviente embajador de Georgia y con la visión de que este festival de música se convierta en un gran evento en unos años. El objetivo es crear un centro cultural que atraiga festivales de jazz, teatro y literatura, reuniendo a participantes de países vecinos. Este lugar es más que un hotel o una finca, es un espacio cultural lleno de historia, y estamos al comienzo de algo muy emocionante”, comentó Engstroem. 

Sandro Nebieridze, pianista y compositor, es uno de los músicos pioneros del Festival. “Yo estuve aquí incluso antes de la inauguración. Luego, en 2019, toqué en la primera edición y dirigía el Maestro Gianandrea Noseda. Fue una experiencia maravillosa y el inicio de una amistad especial entre el Festival y yo, que se ha convertido en algo muy prometedor. El Tsinandali Festival juega el papel de una plataforma cultural, una especie de centro musical para la región del Cáucaso y para las generaciones jóvenes”.

El violonchelista francés, Edgar Moreau, que participa por segunda vez en el Festival, dice que lo que hace especial a este lugar es estar en el corazón de Georgia, un sitio único en su clase: “El resort es impresionante; es maravilloso estar a solo dos minutos del escenario, hospedarse y comer en el mismo lugar donde tocas. Se siente como un pequeño oasis. Además, la región tiene mucho que ofrecer: comida exquisita, vino de calidad, y como buen francés, debo confesar que esto me interesa especialmente”.

Y es que para los organizadores del Festival, -y para los georgianos en general-, la hospitalidad, la alta gastronomía, y el vino, forman parte de sus raíces. Saben como hacer sentir a sus invitados en casa. De hecho, es uno de los atractivos con los que quieren posicionarse como un destino turístico. Con su rica tradición culinaria, la comida georgiana es una fusión de sabores mediterráneos, del Medio Oriente y europeos, con platos icónicos como el khachapuri y el khinkali. También es la cuna de la vinicultura, con una tradición de más de 8,000 años. Fue aquí en Tsinandali, donde Chavchavadze revitalizó la tradición milenaria de la vinificación georgiana al introducir tecnología europea de elaboración de vino. Esta tradición introducida por él, aún existe en el Museo del Vino de Tsinandali, y 100 botellas de cada tipo de vino embotellado en la bodega de Tsinandali se conservan como exhibiciones en la histórica enoteca.

En 2019, la cifra récord de 9,3 millones de turistas disfrutaron de la diversidad cultural que ofrece Georgia. En 2023, fueron siete millones de viajeros. Así lo señaló Elene Gogelia, del Departamento de Desarrollo de Marca en la Administración Nacional de Turismo de Georgia. Un hito para un país, que tiene apenas 3,7 millones de habitantes. Y continúan trabajando por atraer a más visitantes extranjeros, entre ello, en mejorar las conexiones aéreas con Europa y situar a Georgia como un destino donde las emociones son importantes. “Sin importar si están en la costa, en las montañas o en cualquier otra región del país, los visitantes van recolectando emociones, y cada georgiano se preocupa por recolectar emociones para sus invitados”. 

Es un país de contrastes donde lo antiguo y lo moderno se entrelazan, y donde festivales como el Tsinandali demuestran su profunda conexión con la música y el arte internacional.

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Este año, el Festival tuvo más de 20,000 asistentes, una edición en la que durante nueve días la música clásica, la cultura y la gastronomía fueron la principal atracción. Cada año sus organizadores promueven esa enorme riqueza cultural que alberga el país que limita entre Asia y Europa, en la costa del mar Negro, que ofrece sus tesoros medievales, testigos de esa lucha incansable por la libertad, por sobrevivir a una de las zonas más complejas geopolíticamente como es la vida en los países del Cáucaso. Así como sus viñedos que se remontan a más de ocho mil años de existencia. La música clásica y las emociones en torno a ella, tienen nombre propio: Georgia.