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Tierra Quebrá

El primer largometraje de la directora nacida en Valledupar, ofrece una mirada femenina al realismo mágico de García Márquez

Nina Marín 

/ Amelia Álvarez, Naudith Rodríguez Moreno, Ana Elvira Díaz Dangond

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de La Alucinante Fábrica

El primer largometraje de Nina Marín, directora nacida en Valledupar, fue realizado en los ambientes desérticos de Las Raíces, Los Corazones y la Serranía del Perijá, todos pertenecientes al departamento del Cesar, de donde su autora es oriunda. Sin embargo, estos lugares nunca se nombran, con la intención de que el espectador piense y sienta que la historia -también escrita por Marín- bien puede desarrollarse en cualquier lugar del caribe colombiano.

Su protagonista es Manuela (Amelia Álvarez), una mujer que se convierte en viuda de una manera trágica, y que regresa al hogar de su madre Elba (Ana Elvira Díaz Dangond), junto a sus tres hijos, en una región que se encuentra azotada por una violencia que hace parte integral de la cotidianidad de sus habitantes.  

La tragedia vuelve a golpear a Manuela cuando su hijo mayor muere ahogado cerca a la casa de su madre. Como si se tratara de un cuento escrito por Gabriel García Márquez, la abuela del joven decide enterrarlo con los pies orientados hacia su casa para así retener su espíritu, y de esa manera se marcará el destino tanto de Manuela como el de toda su familia.

Filmada en un hermoso blanco y negro por Mariano García, esta cinta sobre Tánatos y Eros (las pulsiones de muerte y vida, de acuerdo con la teoría psicoanalítica) y que comparte elementos tanto de la tragedia griega como del realismo mágico de García Márquez, también trata sobre el mundo agreste y salvaje que debe soportar una mujer con la templanza y resiliencia característica de su ser y su herencia. La influencia literaria de Juan Rulfo, Alejo Carpentier e Isabel Allende, así como la música vallenata característica del Caribe, también hacen parte de una película triste, inquietante y de extraña sensualidad.

Es una pena que las interpretaciones, llevadas a cabo por actores no profesionales, carezcan de la potencia necesaria para un relato acerca de la muerte, los amores prohibidos y el misticismo, temáticas grandilocuentes que necesitan obligatoriamente de enormes dotes histriónicas, las cuales aquí son tas escasas como el color y la vegetación del lugar en donde habita la familia macondiana de Manuela.

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