Si existe algo inquietante y perturbador, es una sonrisa forzada y congelada. Basta con pensar en El hombre que ríe inmortalizado por Víctor Hugo (y por la película de Paul Leni de 1928), en el desquiciado Joker, archienemigo del Hombre Murciélago y, más recientemente, en la máscara utilizada por Ethan Hawke en esa escalofriante cinta llamada El teléfono negro.
La campaña promocional de Sonríe, la nueva película de terror de los estudios Paramount, es material de pesadillas. Varias personas se infiltraron en partidos de béisbol y en otros eventos, sembrando miedo con sus sonrisas siniestras. ¿Es Smile tan efectiva como su promoción? La respuesta es no.
Su protagonista es la Doctora Rose Cotter (Sosie Bacon, la hija del protagonista de Footloose). Ella es una psicoterapeuta con un trauma de infancia relacionado con su madre (¿hasta cuándo seguirán insistiendo con ese cliché?). Cotter trabaja en un instituto para enfermos mentales y no se da tiempo para sí misma, sobrecargándose emocionalmente. Antes de salir para su hogar, decide atender antes a Laura (Caitlin Stasey), una estudiante de psicología que fue ingresada como emergencia psiquiátrica. Como era de esperarse, la chica se suicida frente a sus ojos y ese es el comienzo para que la terapeuta se haga parte de una cadena infernal, mientras que para los ojos de los demás, ella está perdiendo gradualmente la razón. Esta es una de las esas típicas películas de terror en la que la protagonista insiste una y otra vez que no está loca y que su comportamiento errático e inusual se debe a fuerzas sobrenaturales de origen desconocido.
La ópera prima del director Parker Finn (basada en su cortometraje Laura no ha podido dormir) nos muestra a una gran promesa. La factura de Sonríe es estupenda, así como la fotografía de Charlie Sarroff (Herencia maldita), la edición de Eliot Greenberg (La reunión el diablo), el diseño de producción de Lester Cohen (El asesinato de Richard Nixon) y la música de Cristóbal Tapia de Veer (Black Mirror, Utopia). Estamos hablando de una cinta de terror con mucha clase y elegancia que logra unos momentos tremendamente efectivos y muy bien logrados, especialmente en los primeros veinte minutos de metraje.
Pero es en el segundo acto cuando se hace evidente la falta de originalidad rampante. Un uso recurrente de lo que bien puede denominarse como el “Plano Resplandor”, en el que vemos un auto recorrer una carretera como la secuencia inicial del clásico de Kubrick, marca la entrada de una historia recalcitrante sobre una cadena diabólica, la cual ya se agotó con la saga de El aro y con la muy bien lograda It Follows. Ni hablar de las secuencias finales que se copian descaradamente del video musical Come To Daddy de Aphex Twin, dirigido por el gran Chris Cunningham, que todavía sigue siendo el videoclip más aterrador de la historia.
También son imperdonables los problemas en la historia ¿Qué tiene que ver un pobre gato con la cadena diabólica? ¿Por qué un policía no sospecha sobre la existencia de una conspiración cuando descubre que se han llevado a cabo más de veinte suicidios en cadena en circunstancias similares? ¿Por qué la doctora no se induce un coma o sospecha sobre la existencia de un virus? ¿Por qué una psicoterapeuta experimentada se apoya en razones sobrenaturales para lo que sucede y no en causas psiquiátricas? Sonríe hace quedar a Maligno como un tratado de lógica.
Esperemos que Finn asuma un material digno de su talento para hacernos saltar de las sillas. Por ahora, es mejor que estas personas sonrientes, muy similares a Pennywise, el payaso de It, pasen a mejor vida.