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Rosalía sube las revoluciones por minuto en Bogotá y sale ilesa

En su paso por la capital colombiana, la cantante y compositora española dio un show minimalista en apariencia, pero fastuoso en contenido

Por  MELISA PARADA BORDA

septiembre 2, 2022

Andrés Alvarado @alvarado_foto

Rosalía pisó tierras colombianas por primera vez gracias a su Motomami World Tour, un espectáculo imperdible cuyo sold out calentó los motores de lo que vendría: casi dos horas de éxitos de su último disco, un par de covers y las favoritas de El mal querer. Como ha sucedido en todas las fechas de su gira, no hubo telonero, pero un escenario blanco y una pantalla que se iba llenando de garabatos fueron preparación suficiente para un público que planeó meticulosamente sus looks para la velada.

La presentación se retrasó solo unos minutos, pero alrededor de las 9:36 p.m. los flashes comenzaron a titilar con ‘Matsuri-Shake’ de Ni-Hao! de fondo. De repente, tres letras “M” aparecieron en frente y, poco a poco, un grupo de bailarines con cascos blancos se acercaron al escenario. Entre ellos sobresalía un casco con coletas y una figura de corazón; era Rosalía que una vez se lo retiró, preguntó, “Chica, ¿qué dices?”. Con ‘Saoko’ abrió una noche de tributo a los ritmos que erigen su figura artística.

Andrés Alvarado @alvarado_foto

Rápidamente llegó el famoso gesto de “disgusto” que hace antes de ‘Bizcochito’ y, apenas lo hizo, esbozó una sonrisa porque conoce muy bien qué es lo que la gente espera de ella. Después de hacer la coreografía que se ha hecho viral en redes, el en el recinto retumbó el verso, “No basé mi carrera en tener hits/Tengo hits porque yo senté las bases…”, pues tanto ella como cada una de las personas allí presentes, sabían que ha sido ella misma quien ha forjado su carrera con las uñas (en ocasiones largas con pedrería, en ocasiones cortas como en su era actual).

Rosalía aprovechó el intro de ‘La fama’ para dar un respiro, tomar agua y secarse el sudor. Una vez se repuso, sonrió a la cámara que la siguió toda la noche, se puso unos lentes oscuros y continuó. Aquí adoptó una actitud de diva acorde a su colaboración con The Weeknd y, tal como lo hizo con cada uno de los featurings incluidos en el setlist, cantó los versos de su invitado y demostró que su sola presencia es suficiente para dar un buen show.

Después de bailar por cuatro canciones seguidas, era momento de bajarle un poco a las revoluciones. Uno de sus ‘motopapis’ le pasó una Gibson Les Paul Classic para hacer una interpretación más calmada de la pandémica ‘Dolerme’, no sin antes contar la anécdota de que su primer amor fue colombiano. “¿Yo me pregunto qué estará pensando en este momento?”, dijo dirigiéndose a los miles de personas allí presentes. “Yo creo que se arrepiente”.

Andrés Alvarado @alvarado_foto

El recurso de una cámara que no solo la sigue en todos sus movimientos, sino que también interactúa con ella fue un acierto total ya que le permitió conectar con todas localidades del recinto, además de haber dado la ilusión de que se estaba dentro de la habitación blanca de las promos de su último LP. Cuando llegó la hora de ‘La noche de anoche’, su colaboración con Bad Bunny, la artista agarró una de las cámaras que la seguían para bajar del escenario y cantar junto a sus fans, a quienes les debe gran parte de lo que tiene. Es consciente de que sin ese público que hizo fila durante horas  y hasta le entregó una bolsa de pandebonos no sería lo que es hoy, por eso en varios momentos algunos afortunados tuvieron la oportunidad de interactuar con ella en tarima.

Rosalía dio su mejor performance canción tras canción, entregando sus mejores notas con una fluidez tan alucinante como si no hubiera estado bailando y moviéndose por todo el escenario al mismo tiempo. Su capacidad vocal es de otro mundo y aquel timbre flamenco tan singular sobresale hasta en el perreo más sucio como lo es ‘La combi Versace’. Ni siquiera el mal de altura conocido como el ‘soroche’ –que suele ser el mayor reto para los cantantes que visitan la capital colombiana– le afectó, y si lo hizo, se encargó de que no se percibiera.

Andrés Alvarado @alvarado_foto

La noche tuvo varios momentos conmovedores como su interpretación de ‘G3 N15’, canción dedicada a su sobrino; su versión de ‘Catalina’ del cantaor Manuel Vallejo incluida en su primer álbum de estudio, Los ángeles; y el acto en el que se sienta en una silla de peluquería, corta dos de sus trenzas y su rostro se viste de aflicción. Pero ninguna de estas partes fue tan sentimental como el controversial ‘Hentai’, tema de amores y odios que a primera vista parece un sinsentido. Nunca una canción sobre sexo había sido interpretada de una forma tan sentida y romántica, tanto que a más de uno se le escapó una lágrima. “Yo la batí hasta que se montó/Segundo chingarte, lo primero es Dios”, cantó tocando un piano de cola mientras las pantallas mostraban una fotografía que emulaba el wallpaper de la montaña de Windows XP. Al finalizar, reía porque supo que había logrado su cometido.

Para los fans más puristas, el setlist pudo haber fallado al no incluir más de El mal querer, pero lo cierto es que una característica que sitúa a Rosalía entre los pesos pesados de la música hispanohablante es su capacidad de mutar. Supo trascender magistralmente al escenario el paisaje sonoro que construyó para Motomami, pasando con facilidad del reggaetón al flamenco y de la bachata a la balada romántica.

Rosalía descargó toda su maquinaria en Bogotá, logrando transmitir la sensación de estar dando miles de revoluciones por minuto sin tener un vehículo más que su cuerpo y el de sus bailarines. La española más allá de ser una gran cantautora, es una performer de primera categoría y la experiencia Motomami es su manifiesto.