MOTOMAMI es un conjunto de binomios que configuran, en pares disonantes, una obra maestra basada en progresiones, sintetizadores y órganos saturados. Es un disco vanguardista que recoge las raíces y las capacidades técnicas de Rosalía, y al terminar de escucharlo deja más preguntas que respuestas.
Cuestiona la música comercial como la conocemos. ¿Cuatro cuartos? ¿Coros pegajosos, beats o dembows homogéneos? No. Por el contrario, Rosalía desarma la estructura tradicional de la música en español, haciendo que las raíces sirvan de acompañamiento melódico y no rítmico”. Sus bombos triggereados recuerdan fácilmente a los kicks de Trent Reznor, y llevan la experimentación a tal nivel que invoca a quienes lograron liberarse de la industria comercial para hacer su verdadero arte.
El grado de exploración lírica, rítmica y sonora de MOTOMAMI es comparable con grandes obras en donde la experimentación es un exceso exitoso como Ill Communication de los Beastie Boys o Play de Moby; álbumes que parten de la deconstrucción y el cuestionamiento. Pero también puede ser dulce, cálida y vanguardista como Lorde en Pure Heroine; o ruda y cruda como The Downward Spiral de Nine Inch Nails.
En varias ocasiones, Rosalía sobresatura y juega con su voz a tal límite que, sin titubear, la deconstruye constantemente creando samples y sonidos que se entrelazan con la base rítmica, si es que se le puede llamar así a la percusión sincopada, fuera de tiempo y puesta en caliente según la progresión de la canción. Además, redefine la estructura, haciéndola discordante y asimétrica, pero esta es una de sus cualidades más interesantes, incluso en exceso.
A lo largo de sus 16 cortes, MOTOMAMI redefine el concepto del mainstream con su abstracta exploración sonora, donde las fronteras y los géneros son completamente desdibujados. Sin lugar a dudas es una de las producciones más audaces y temerarias de los últimos años y que a su vez pavimenta un nuevo camino de posibilidades casi que infinitas.