Rolling Stone en Roskilde: el festival donde ocurre “lo que afuera no es posible”

Un predio equivalente a 350 canchas de fútbol, 100 mil acampantes, más de 200 artistas y todo tipo de shows y actividades, en uno de los eventos musicales más grandes (e intensos) de Europa

Por  MARÍA FERNANDA LAGO

junio 30, 2022

Festival de Roskilde
Como la ya tradicional "carrera de desnudos", mucho de lo que ocurre en Roskilde está fuera de la programación oficial

María Fernanda Lago

Desde un show de Robert Plant hasta una carrera de 600 metros con competidores… desnudos. Todo puede ocurrir en el Festival de Roskilde, en Dinamarca, uno de los eventos musicales más grandes de Europa, que acaba de volver a encender las luces y subir el volumen de sus escenarios, justo a tiempo para celebrar su edición número cincuenta. Anoche, Rolling Stone fue testigo de la cuarta jornada, en rigor la primera de las fechas “centrales”, con algunos de los nombres más fuertes de la grilla: Post Malone, Plant con Alison Krauss, Black Pumas, Fontaines DC, Anitta y Turnstile, entre decenas de artistas.

Música, activismo, arte, y vida de camping, todo al aire libre y en un predio a 45 minutos del centro de Copenhague. Eso es Roskilde, que este año se realiza sin protocolos especiales por Covid y con entradas agotadas prácticamente desde el anuncio de la nueva fecha. Unas 135.000 personas colman el predio del festival, que, más allá de la música, cuenta con incontables actividades, dentro del programa oficial y también espontáneas, propuestas por el mismo público. 

De los 135 mil asistentes, se calcula que unos 100 mil acampan en el predio. Foto: M. F. Lago

Si bien la fiesta dura una semana, se divide en dos momentos. Los primeros tres días se concentran en recitales de bandas principalmente danesas, charlas y workshops que apuntan a concientizar sobre prácticas sociales y medio ambiente. Los cuatro últimos días, que comenzaron el miércoles 29, la atención se divide entre ¡nueve! escenarios con artistas internacionales, como (este año) The Strokes, Dua Lipa, Post Malone, TLC, entre otros.  

“No hay tanto público frente a los escenarios. Estos primeros días, todo se concentra donde acampa la gente, ahí está la verdadera fiesta”, dice Simon, un fotógrafo danés, después de tomar imágenes de Mina Okabe, una de las primeras cantantes locales en pasar por el escenario. A pocos metros, desde un parlante, se escucha Tylor, The Creator (que tocará el 1° de julio) y en otro, al danés Tobias Rahim.  

Megan Thee Stallion, una de las headliners de la cuarta noche en Roskilde. Foto: gentileza Simon Zahrtmann

Al sol, con unos 26 grados y una sensación térmica aún más alta, las banderas de Dinamarca, Noruega, Suecia e Islas Feroe flamean entre las carpas. Aunque el idioma danés predomina, este festival convoca público de todo el mundo. Y en cuanto a los artistas, en el programa están representados 46 países, de los cuales el 4% proviene de América del Sur. En esta edición, por ejemplo, no hay argentinos, pero Brasil se impone con Anitta, Kiko Dinucci, Teto Preto y Marina Sena. Desde Cuba, Cimafunk también aporta letras en español y pulso latino.

Los transportes públicos estacionan uno detrás de otro en las diferentes entradas al predio. Según los organizadores, el área del festival se extiende sobre unos 2.500.000 metros cuadrados en total, un equivalente a 350 canchas de fútbol. De los 135.000 asistentes a los conciertos, cerca de 100.000 acampan allí mismo.  

Por uno de los accesos, la gente ingresa con sus mochilas, algunos empujan carros con pilas de cajas de bebidas, a otros no les alcanzan las manos para cargar bolsas. A lo lejos se ven las cúpulas en forma de dos puntas de la Catedral de Roskilde, ciudad que antiguamente fue la capital del Reino de Dinamarca, y hoy podría decirse es capital de la música, al menos en la región nórdica. 

Además de música, el festival cuenta con todo un programa de charlas y talleres sobre ambientalismo, ciencia y más temas. Foto: M. F. Lago

Lo que sucede en el sector de camping es un festival aparte. En varias carpas se ven mangueras con un embudo en la punta. Son las “Ølbong”, o “Beerbong” en inglés, un sistema para hacer de una botella un trago. El famoso fondo blanco. Mientras uno bebe por el tubo, otro vacía una botella de cerveza por el embudo. “A la hora de tomar alcohol, los daneses nos sacan una cabeza”, dice Julián Vaca, un argentino que vive en Dinamarca, y es el segundo año que trabaja en un puesto de comida ubicado entre un escenario y la zona de acampar. “A veces cuesta creer el descontrol que se ve durante la tarde y noche”, confiesa. Es difícil dormir, la música no se apaga nunca, el consumo de alcohol es constante, y como dicen: “A Roskilde se viene a hacer todo lo que afuera no se puede”. 

Entre techos de lona de diferentes colores, se distingue una bandera de España. Con los pies descalzos sobre el césped, sentado en una silla plegable, está Theo, un danés que decoró el gazebo que protege su campamento de la lluvia (que nunca falta) con una bandera que encontró en su casa, según revela. En una breve charla confirma la sospecha: durante esta semana se duerme muy poco. “En general nos acostamos a las 7 de la mañana y a las 10 ya estamos arriba, hay mucho para hacer”.  

Durante una semana, Roskilde se convierte en la Capital Nórdica de la Música. Foto: M. F. Lago

No exagera. La cantidad de actividades parece inabarcable. A los 212 recitales repartidos en siete días, se suman clases de yoga, box, baile, y propuestas fuera del cronograma, como la “carrera de desnudos”, que hasta 2014 era parte del festival y ahora la organizan los mismos asistentes. Su nombre lo dice todo: es una competencia donde hay que correr liviano y sin ropa, a lo largo de 300 o 600 metros. 

A cada paso hay algo para ver, imposible no sentirse estimulado. En el mapa del predio resaltan dos instalaciones de arte. Una es la pasarela psicodélica de la artista alemana Katharina Grosse, para bailar a través de los colores. La otra son las letras “ME WE” con 6 metros de altura, de la escultora suiza Claudia Comte, que juegan con la geometría del idioma para dar un mensaje de comunidad y unión. Otro destacado es el corredor de negocios que incluye un minimercado, centro de reparación de lentes, venta de pelucas, comida rápida, hasta ponchos para la lluvia. 

Entre los negocios, las carpas, y los escenarios también hay espacio para charlas, exposiciones o consignas. En el Circular Lab, por ejemplo, la pregunta es: “Qué pasaría si nunca más hacemos ropa nueva” con una propuesta de prendas hechas con carpas recicladas. Mientras, en el escenario Rising tocan metal, y a pocos metros, en The Science Pavilion, químicos de la Universidad de Copenhague y el CERN (European Organization for Nuclear Research) dan una charla sobre alcohol, que empieza con la presión del gas en una cerveza, sigue con gin tonic y termina con datos sobre el cambio climático. 

El voluntariado es el motor que cada año pone en marcha esta organización sin fines de lucro, que al finalizar dona las ganancias a obras de caridad. El origen de esta tradicional fiesta fueron unos recitales, bautizados como Sound, que dos estudiantes de secundaria organizaron en agosto de 1971. La concurrencia fue un éxito: 13.000 personas, pero el saldo económico un fracaso. Una de las razones fue que un ayudante en la organización escapó con la recaudación. El año siguiente fue mejor, y la ganancia se donó para causas sociales. A partir de 1977, el espectáculo ganó prestigio con la presencia de Bob Marley y Elvis Costello. A partir de entonces, Roskilde se impuso como sinónimo de música para los nórdicos. 

En Dinamarca, el Festival de Roskilde no es la única fiesta que reúne conciertos de bandas locales y extranjeras, pero sí la primera y más importante. Smukfest, Tinderbox y Copenhell también se suman cada año a convocar una gran cantidad de espectadores. Copenhell se organizó del 15 al 18 de junio, y en sus escenarios metaleros tocaron, entre otros, Iron Maiden, Metallica y Kiss. Tinderbox se celebró entre el 23 y 25 de junio, con Imagine Dragons y Muse como bandas fuertes. El Smukfest es el que sigue, del 31 de julio al 7 de agosto, con Justin Bieber entre sus artistas.  

De nuevo en el camping y entre la multitud, Thor está vestido con un traje de pato amarillo y Mads con una camiseta de fútbol argentina. Ambos están sentados al costado de su bolsa de dormir. Con una cerveza en mano cuentan que vienen todos los años a pasar una semana de fiesta entre amigos. Algo nuevo en esta vuelta es que no hubo forcejeos en la apertura, y ellos lo confirman: “con la compra de la entrada, se podía reservar un espacio específico, ya no había apuro por llegar primero”. Distinto fue en los años anteriores, cuando abrían el acceso al campo, una estampida de gente con mochilas de acampar y bolsas de dormir corría por conseguir la mejor ubicación. Esa era la típica imagen de inauguración en los medios daneses que hoy no se repite.  

Según los organizadores, la edad promedio de quienes asisten al festival es de 24 años, pero lo cierto es que el público es variado. Para atender a las diferentes necesidades, aparte de las áreas comunes, el campamento se divide en comunidades, y para obtener un espacio hay que aplicar, en algunos casos, con un discurso. Silent and Clean, que como anuncia su nombre, es silencioso y a orillas de un lago; Dream City, uno de los más requeridos por estar en el centro del área; Clean Out Loud pone énfasis en reducir el volumen de deshechos; Leave No Trace invita a vegetarianos; Settle’n Share prioriza a los buenos vecinos, y Handicamp ofrece facilidades de acceso. Estas son las comunidades que se forman e imponen condiciones estrictas para favorecer el respeto y la buena convivencia. 

Por lo demás, las gaviotas sobrevuelan a metros de las letras ME WE, señal que estamos cerca de un fiordo, y que hay alimento a la vista. Aunque desde la organización fomentan el reciclado, con centros especiales y contenedores clasificados, está a la vista que pasados unos días el predio se transforma en un enorme basural. Según el registro de la comuna, en 2018, el anteúltimo festival, hubo un total de 2.297 toneladas de basura. Lo que sería la contracara de los discursos activistas y las charlas que se comparten en el campo. 

Ayer se inauguraba el escenario Naranja, el principal de Roskilde, con la danesa Drew Sycamore. Por ese y otros sectores desfilarían Anitta, Cimafunk, Robert Plant con Alison Krauss, y Post Malone, entre shows. 

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