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Renfield

Nicolas Cage es deliciosamente divertido y entretenido como el legendario vampiro chupasangre creado por Bram Stoker, en una cinta que se enfoca en su pobre sirviente comebichos

Chris McKay 

/ Nicholas Hoult, Nicolas Cage, Awkwafina, Ben Schwartz, Shohreh Aghdashloo

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de UIP

Chris McKay es uno de esos talentos que son ignorados por esos críticos psicorrígidos, amargados y esnobistas que consideran que “entretenimiento” y “diversión” son malas palabras.  McKay, quien se inició en Adult Swim con la estupenda sátira al fanatismo religioso realizada en claymation y conocida como Moral Orel, y que luego haría parte de la magnífica serie Pollo Robot, terminaría dirigiendo una de las mejores versiones cinematográficas de El Hombre Murciélago. Sí señores, estamos hablando de Batman Lego.

Luego de un paso en falso con la película de ciencia ficción La guerra del mañana (buena premisa, ejecución irregular), este geek convertido en director regresa con Renfield, una divertida y muy entretenida cinta que intenta hacer con el ayudante de Drácula, lo mismo que se intentó hacer con Igor, una olvidada cinta animada que se centró en el ayudante jorobado de Víctor Frankenstein.

Como si se tratara de una secuela (o spin off) del clásico de Tod Browning protagonizado por Bela Lugosi, McKay, con ayuda de Ryan Ridley y Robert Kirkman (los guionistas detrás de las joyas animadas Rick & Morty e Invincible, respectivamente), nos cuentan en un fascinante prólogo en blanco y negro, cómo el Conde Drácula sobrevivió (ahora interpretado por un delicioso y amenazante Nicolas Cage, más desquiciado que nunca) y su ayudante Renfield (Nicholas Hoult), continúa buscándole víctimas, luego de todos estos años.

Sin embargo, esta cinta se acerca más al espíritu anárquico de Lo que hacemos en las sombras (la divertida y entretenida película de Taika Waititi, luego convertida en serie) que a un Drácula canónico. Renfield hace parte de un grupo de personas que intenta liberarse de sus respectivas relaciones tóxicas. Pero la del sirviente de Drácula es quizás la relación de codependencia emocional más tóxica de todas, ya que por más que Renfield intente rehacer su vida, posee detrás toda una historia de asesinatos para servir a su poderoso, inmortal y narcisista amo.

Intentando ser útil, Renfield asesina a las contrapartes tóxicas de los miembros de su grupo y se las entrega a un maltrecho y quebrado Drácula, que ya no vive en un castillo, sino en una decadente guarida subterránea. Mark (Brandon Scott Jones), su terapeuta, ignorando quien es su jefe, lo incita a empoderarse y emanciparse, y es por eso de Renfield decide conseguir un nuevo lugar para vivir y un vestuario mucho más contemporáneo y colorido.

Al parecer, Renfield también se ha reencontrado con el amor (este abandonó a su esposa e hija desde que se convirtió en el esclavo del conde) y su nuevo prospecto lo encarna una policía llamada Rebecca (Awkwafina), quien lucha contra la corrupción en su institución y especialmente contra el clan criminal de la familia Lobo, dirigido por la maléfica Bellafrancesca (Shohreh Aghdashloo) y su inepto hijo Tedward (Ben Schwartz). El padre de Rebecca, un intachable policía, murió víctima de los Lobo y tanto ella como su hermana mayor Kate (Camille Chen), buscan venganza, una como policía y la otra como agente del FBI.

Es así que Renfield se enfrenta a dos amenazas. La primera es Drácula, que no está dispuesto a dejar ir a su sirviente; y la segunda son Los Lobo, quienes son los enemigos acérrimos de su amada. Al final, la amenaza será una sola, debido a la alianza entre el pérfido Conde y la aún más perversa Bellafrancesca. Pero en esta cinta se nos revela que el ayudante de Drácula posee superpoderes gracias al consumo de insectos, lo que lo convierte en una especie de antihéroe mucho más interesante que el Morbius de Marvel que malogró Jared Leto en una poco divertida y entretenida cinta.

McKay intenta hacer una cinta de acción, terror y comedia, toda en una y lo logra, ya que   genera risas, peleas y sangre por partes iguales, pese a un ritmo irregular del que también fue víctima su anterior película. Pero el alma, vida y corazón de Renfield es Nicolas Cage, quien desde Contracara no había estado tan excéntrico en la pantalla (eso ya es mucho decir si consideramos sus delirantes papeles en las divertidas y entretenidas cintas de terror Mandy y Willy’s Wonderland).

El actor ya había interpretado a una variante de Drácula en el clásico de culto El beso del vampiro, en donde haciéndole honor a la Escuela del Método, se comió una cucaracha viva en una legendaria e infame escena que quedó inmortalizada en el celuloide. Aquí Cage solo bebe sangre (no sabemos si falsa o real) y los bichos que ingiere Hoult son una mezcla de gomitas y CGI, pero el Drácula de Cage es realmente muy entretenido y divertido.

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