Richard Gere, Diane Keaton, William H. Macy y Susan Sarandon. Este cuarteto es el equivalente de los Beatles o los Rolling Stones para lo que son las comedias románticas. Todo lo que falta es un buen director.
Michael Jacobs es un reputado guionista procedente del mundo de las comedias de televisión de los años noventa y quien tiene en su haber a la adorable Dinosaurios y a las divertidas El Show de Sinbad y Mis dos papás. Ahora a Jacobs se le presentó la oportunidad de dirigir a cuatro estrellas veteranas en una comedia romántica, que parece otros de esas “películas de pandemia”, que bien se pueden definir como cintas que se hicieron utilizando una estrategia robada del teatro (locaciones reducidas, pocos actores y mucho diálogo), para que el cine pudiera sobrevivir en los tiempos del COVID.
Al igual que una obra ligera de teatro, Quizás para siempre se presenta en varios actos. Y aunque las películas de cine no incluyen las risas del público como sucedía en los programas de televisión escritos por Jacobs, quizás a esta comedia de enredos le hubiera beneficiado.
El primer acto comienza con Sam (William H. Macy) y Grace (Diane Keaton). Ambos acuden por separado a una sala de cine. Sam se conmueve con la película y estalla en llanto. Grace lo nota y se sienta al lado de Sam. Ambos salen de la sala y al conversar encuentran una gran afinidad. Los dos están casados y no quieren traicionar a sus respectivas parejas, sin embargo, la atracción es mucha y terminan en un motel de mala muerte. Pero al final, no hay sexo, solo amor.
El segundo acto se desarrolla en un lujoso cuarto de hotel. En él encontramos a Howard (Richard Gere) y a Monica (Susan Sarandon). Monica intenta seducir a Howard, pero éste se encuentra en medio de una crisis existencial. Al igual que con Sam y Grace, aquí tampoco hay sexo. Pero Monica y Howard lo han tenido frecuentemente en ocasiones anteriores, engañando cada uno a sus respectivas parejas.
El tercer acto nos muestra a Michelle (Emma Roberts) y a Allen (Luke Bracey). Ambos se encuentran en la boda de un amigo. Michelle está dispuesta a agarrar el ramo a cómo dé lugar, pero el asustado Allen se abalanza y lo atrapa primero. El acto no le gustó para nada a la ilusionada Michelle, quien amenaza a su novio para que tome una decisión. O llevan la relación un paso más adelante, o ella se verá en la obligación de darla por terminada.
El cuarto acto se desarrolla en la casa de los padres de Michelle, quienes han invitado a cenar a los padres de Allen y, por supuesto, al novio en cuestión. ¿A que no adivinan quiénes son los padres de Michelle? ¡Pues nada menos que Howard y Grace! ¿Y los padres de Allen? ¡Pues nada menos que Sam y Monica! Tan inverosímil como las premisas de las comedias de televisión de los noventa.
Todo en Quizás para siempre se siente pasado de moda. Desde el manejo de cámara, la edición, la música y los diálogos, hasta los enredos disparatados y la forma en la que los personajes todavía creen firmemente en el amor para toda la vida y en el sagrado sacramento del matrimonio. Es particularmente extraño que Keaton, Gere, Sarandon y Macy, quienes fueran los protagonistas de cintas adelantadas a su tiempo por su abordaje de la sexualidad, como Looking For Mr. Goodbar, American Gigolo, The Horror Picture Show y Oleanna respectivamente, protagonicen una cinta que bien parece sacada de los Screwball comedies de los años treinta. Incluso Roberts y Bracey protagonizaron Holidate, acerca de una pareja que disfruta del sexo y se rehúsa al compromiso.
Pero en últimas, ese aire retro y tradicionalista, así como la presencia de cuatro veteranas estrellas que saben cómo contagiarnos con su encanto y carisma, es lo que hace que Quizás para siempre sea todo un placer culposo.