Korn regresó de las tinieblas de The Nothing (2019) para resucitar en Requiem, un álbum grabado en cinta como en los viejos tiempos, y que es producto de la tranquilidad y la hermandad. Con su imponente batería de fondo, Ray Luzier nos habló sobre este disco excepcional y el buen momento por el que pasa la banda californiana.
¿Qué es lo que más te gusta de Requiem?
La pandemia paró los shows por un tiempo y puedes detener la música en vivo, pero no puedes evitar que compongamos música. Nosotros vivimos en nuestros estudios y escribimos todo el tiempo, así que cuando comenzó la pandemia, Brian [‘Head’ Welch] y yo dijimos, “Tomemos un avión y reunámonos con los demás a ver qué pasa”. El proceso esta vez fue muy natural, no hubo apuros y fue un ambiente tan relajado que realmente nos divertimos. Apreciamos todavía estar haciendo esto, Korn ha estado unida por 27 años, y eso es un montón de tiempo. Estoy muy contento por la forma en la que resultó.
Esta vez Jonathan estuvo presente con ustedes en el proceso de composición, ¿cuáles son los resultados de crear música como una unidad tras tantos años?
Él también estuvo presente en The Nothing, pero claro, estaba pasando por la pérdida de su esposa, fue muy trágico. Para las sesiones de Requiem estábamos con [el productor] Chris Collier, y llegaban Munky, Head, Fieldy… Fue un trabajo muy colectivo y unido. Luego Jonathan llegaba y decía, “Esto suena bien, esto suena raro, hagamos esto”, entonces éramos los cinco (seis si incluyes a Chris) y no había estrés ni presiones. Algunos días sentíamos que no fluía, entonces descansábamos y regresábamos al día siguiente. Se nos dio muy bien sacar ideas, no había ningún ego en la banda, nos llevamos bien como hermanos, es muy fácil comunicarnos musicalmente y como personas.
Desde un inicio se sabía que Requiem iba a ser de otro mundo porque tiene ese toque clásico de Korn, pero aun así suena muy fresco.
Es extraño porque cuando la gente elige los sencillos, muchas veces no son mis favoritos. Me encantan ‘Start the Healing’ y ‘Forgotten’, pero tengo otros preferidos. En mi opinión en este disco no hay ‘fillers’, todo está a un mismo nivel y si algo no era lo suficientemente bueno, no entraba. Probablemente grabamos 17 o 18 canciones, y no podía creer que algunas pasaran el corte porque son como bebés, les das a luz. Es difícil en ocasiones, es un proceso sensible. Hace poco escuché el vinilo y fue una sensación increíble de satisfacción. Estoy extremadamente feliz.
¿Por qué grabaron el disco de forma analógica?
Jonathan tenía unas cintas en nuestro estudio en Bakersfield, California, que estaban llenas de polvo porque habían estado guardadas durante décadas. Cuando estaba grabando el disco con mis audífonos podía escuchar la cinta rebobinando y es un sonido muy extraño porque en las últimas décadas todo es digital. Es una sensación genial que no tenía desde los 90, me encantaba grabar así; además hay cierta calidez en la cinta que no puedes obtener en digital. Claro, lo tenemos que pasar a digital, pero cuando grabas en cinta hay cierta plenitud en el sonido que se transfiere al computador. Me encanta, de hecho ya hemos hablado de hacer el siguiente LP así, incluso ir más allá, y ni siquiera tocar el computador en lo absoluto hasta el lanzamiento. Es una forma divertida de hacerlo.
¿Qué lograron al grabar de este modo?
Es un proceso más largo, pero creo que logramos un sonido más completo. Creo que logramos ese sonido vieja escuela que muchos discos no tienen actualmente, muchos de ellos suenan rígidos. El sonido puede estar bien, pero no hay dinamismo, no hay este recorrido por el que te lleva la música, eso es lo que le hace falta a muchos álbumes de ahora. Con suerte lo logramos y ojalá la gente lo note. Cuando yo escucho un disco, especialmente un vinilo, siento como si estuviera viendo a la banda tocar en una habitación, como si la estuviera viendo en vivo, eso es importante para mí porque es una sensación diferente.
Se sienten más las emociones porque la música se trata eso: te acompaña en el divorcio, en la muerte de un familiar o en un momento feliz. Para eso está, es terapéutica, quieres sentir lo más que puedas.
Has estado casi 15 años en Korn, ¿cómo has percibido el sentimiento de comunidad con el paso del tiempo?
En una banda como Korn hay fans que son muy leales y dedicados que no quieren ver un miembro nuevo. Recuerdo que cuando vi Alice in Chains sin Layne Staley y con William Duvall pensé, “Es muy bueno pero no es Layne”. Cuando llegué por primera vez en 2007 dije, “Solo estoy aquí hasta que consigan un baterista”, pero pasaron dos años y en 2009 Fieldy me dijo, “Ven a firmar en los meet & greets”. Le pregunté por qué y me contestó, “¿No estás en esta banda?”, y le dije, “No lo sé, pensé que solo era un reemplazo”, y respondió, “¡¿A quién más vamos a conseguir?!”. Empecé a hacerlo, pero cuando llegaba la gente era como, “¿Quién es este tipo?”, no sabían que yo tenía mucha experiencia con David Lee Roth y Army of Anyone. A nadie le importaba porque son fans de Korn a muerte, con tatuajes de los discos y miembros de la banda en sus espaldas, les tomó muchos años aceptarme y lo entiendo. Un tipo se acercó una vez y me dijo que tuvo que verme siete veces para aceptarme, pero ahora he estado más tiempo que David [Silveria], el baterista original, lo cual es extraño. No vemos un final pronto, tenemos mucho más por hacer, muchas bandas se ven cansadas cuando alcanzan cierto nivel, pero nuestra mentalidad es mejorar. Estamos muy agradecidos por seguir tocando tantos años después.
¿Cómo les ha impactado la ausencia de Fieldy?
Él ha pasado por cosas personales en su vida y lo apoyamos, lo queremos, es nuestro hermano. Se está tomando el tiempo que necesita. A veces esos problemas personales afectan la banda, y es ahí cuando tienes que tomar la decisión de darte un descanso para resolverlo, y está bien, es peor si continúas, tienes que arreglarlo. Espero que regrese más temprano que tarde, no sabemos cuándo, no tenemos una bola de cristal.
¿Hablan con él o le están dando su espacio?
Yo le mando mensajes como, “Estoy pensando en ti, te extraño, te quiero”, pero le estamos dando más espacio para que se enfoque en lo suyo.
En octubre diste positivo para COVID-19 y te perdiste las últimas presentaciones de 2021 pero, ¿recuerdas cómo te sentiste en el primer concierto postpandemia?
Fue abrumador. Recuerdo que Munky y yo subimos al escenario para nuestro primer show en 16 meses, y miré a la banda, a las luces, al público y todo el mundo estaba feliz, todo sonaba muy duro. Le dije, “¿Por qué es tan raro ahora?”, y me dijo, “Porque nos lo quitaron”. Nunca pensamos que nos fueran a quitar la música en vivo porque es nuestro alimento, nuestra alma. Cuando cayó el telón fue surreal, sentí que estaba flotando, no sentí que estuviera en mi batería sino mirando desde arriba. Nos tomó cuatro o cinco shows acostumbrarnos porque estábamos felices, pero también había un montón de preguntas. Eso te jodió mentalmente, pero fue maravilloso.
Han dicho que The Nothing es el álbum más oscuro de Korn, me pregunto si por eso este nuevo LP se llama Requiem…
Es gracioso porque llegamos al estudio y Jonathan decía, “Estoy feliz”. Podías verlo en su cara, para él era una emoción distinta el sentirse así genuinamente, y puedes notarlo. Está cantando en un nuevo nivel, hay armonías y un montón de notas que nunca lo vi hacer antes. Creo que es porque está en un buen momento de su vida; claro, nunca vas a dejar de lamentar la muerte de tu esposa, pero también llegas a un punto en donde encuentras felicidad y agradeces poder hacer lo que hacemos. Amamos esto, y estamos muy orgullosos de seguirlo haciendo para ganarnos la vida.
¿Y tú estás feliz?
Sí, absolutamente. Tengo dos niños sanos, tengo una propiedad y otras cosas en Nashville, estoy en una de las mejores bandas del mundo, tengo salud… Solo quita del camino la pandemia, y estaré mucho más feliz [Risas].
Además de Korn, Luzier hace parte de KXM, un súper grupo en el que hace equipo con George Lynch [Lynch Mob, Doken] y Dug Pinnick, de los magníficos King’s X .