Desde que Alí Rey Montoya volvió de Argentina a la capital colombiana ha estado muy ocupado en la producción y promoción de su último álbum, Sobreviviente. Escrito en tiempo récord, el disco presenta un sonido heterogéneo y cada canción tiene su color propio. Hablamos con el MC sobre este nuevo disco y los aprendizajes que dejaron su concepción y grabación.
Hablemos de Sobreviviente. ¿Cómo fue el proceso?
Fue un proceso riguroso, pero fue un proceso bonito, fue diferente. Creo que en el disco se nota un poco eso, que es más orgánico, no es como los otros en los que traté que las canciones sonaran más o menos parecidas, con el mismo rango de frecuencia, sino que en este dejé —como dicen los argentinos— que se fuera todo al carajo [risas]. Que la primera canción sonara de una manera, que la segunda de otra y la tercera de otra. Quise conservar el clima de cada canción.
¿Cómo ves entonces a Sobreviviente con relación a Mestizo, de 2014?
Yo creo que me mantengo en la misma línea. Hablando de esto, a veces otros raperos van y me dicen: “Muy bien, te fue muy bien, eres muy bueno en tu línea”. Mi línea es un poco contestataria, un poco de protesta política, involucro mucho mis sentimientos e intento ser muy autobiográfico. Y el rap sigue siendo un boom bap, pero con muchas colaboraciones musicales con personas que no son raperos. Es un disco muy diferente, cada canción es diferente y eso al principio me hizo mucho ruido a mí, porque los demás discos suenan más compactos y más parejos y, a diferencia de Mestizo, está el tema de la madurez. Está todo el tema de volver a mi país.
Hablemos de las colaboraciones del disco. ¿Cómo nutre tu proyecto el colaborar con otro MC?
Si hablo de colaboraciones en este disco seguramente se va a quedar alguien por fuera entonces prefiero nombrarlos a todos. Porque las colaboraciones no solo fueron MC sino músicos y no solo raperos. Las colaboraciones con los MC, por ejemplo. Con Akapellah tenemos una muy buena relación, nos conocimos en Perú hace como tres años, es una excelente persona, un tipo muy profesional y un gran artista. La canción la escribimos en dos horas con total tranquilidad y sin el apuro de nada. La otra colaboración es con Eufoniq, mi compañero en momentos de batalla, es el tercer disco en el que aparece. La otra fue una colaboración con Gambeta y con Pielroja, dos colombianos que están haciendo un gran trabajo, desde Medellín y Barcelona, respectivamente.
En Vivir para contarlo, de Violadores del Verso, Lírico dice que “cada vez más el hip hop exige sentimiento”. ¿Qué opinas de eso?
Yo creo que el arte se trata de eso. Se trata de subjetivamente contar lo que siento. Yo no me limito a nada y el rap es duro: hemos tenido gente que supuestamente son gurús del rap y me dicen: “Eso parece pop”, y yo digo: “No puedo escribirlo de otra forma”. También tengo canciones de competir, tengo canciones gangsta, porque yo conozco la calle, yo nací en Soacha y conozco los barrios malos. Pero es que en esos barrios también hay profesores. En esos barrios que hay tantos problemas también hay escuelas gratuitas, eso no es un limitante.
¿A qué te refieres con eso?
Es una mentira que digan que “es que así lo aprendí yo”. Porque yo también lo aprendí así. Vengo de un barrio en Soacha. El barrio que quedaba más cerca de la montaña. De ahí vengo yo y mi mamá y mi papá han sido trabajadores toda la vida. Obviamente mis vecinos fumaban marihuana, se enloquecían, obvio que robaban para el otro lado. Porque en todos los barrios humildes hay gente de ese tipo. Pero también había ingenieros que estaban guerreándola con tres trabajos para pagar una universidad. Estaba mi mamá esforzándose para pagar una universidad, estaba mi papá esforzándose para comprarme unos tenis para que yo pudiera jugar fútbol. Y a los que sienten que los sentimientos no hacen parte del rap no los han explotado o quizás han sido muy envidiosos y no nos han querido contar esas partes chimbas que nosotros también queremos escuchar.