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¿Por qué se está hablando de una recesión económica mundial?

Según algunos economistas, la crisis de Estados Unidos, la guerra en Eurasia, la escasez del dólar, los problemas con los fertilizantes y las consecuencias de la pandemia, son algunos factores determinantes para entender el panorama económico y su impacto

Por  VALENTINA SÁNCHEZ R.

julio 29, 2022

Pixabay

¿Qué es una recesión? Nos explica Camilo Andrés Durán, economista para Colombia del holding financiero Credicorp Capital, que técnicamente la recesión sucede cuando existen “dos trimestres consecutivos de contracción de la actividad económica (cantidad de bienes y servicios que se producen en el mundo)”. Esa reducción genera despidos y aumento de desempleo porque se frena la contratación de nuevos trabajos.

A finales de la primera década de este milenio, la economía global presentaba un ritmo de actividad muy lento. Los gobiernos y empresas se estaban endeudando, por lo que “la situación en países desarrollados ha sido muy frágil durante estos años”, afirma Durán.

Es por esto que las causas de la posible recesión mundial tienen varios componentes, “cuya naturaleza tal vez se comparta entre Estados Unidos y Europa, aunque cada caso tiene distinciones”. Generalmente cuando economías como las de Estados Unidos y Europa están en recesión, “el agregado de la actividad económica en el mundo entra en recesión”, puntualiza.

El mercado estadounidense, en términos de consumo, es de lejos el mercado más grande del mundo. “En términos netos de la economía mundial, ellos importan más de lo que exportan. Por lo tanto, si este mercado entra en recesión, a todo el mundo le va mal”.

¿Cuándo podría llegar la recesión precisamente a Estados Unidos y al mundo?

Aunque hace un tiempo hay síntomas, según Richard Kelly, jefe de la estrategia global para el banco de inversión TD Securities, le explicó a CNBC, “ni siquiera hemos alcanzado los retrasos máximos de los precios de la gasolina, y los aumentos de la Fed realmente no llegarán hasta finales de este año. Ahí es donde está la resistencia máxima en la economía. Creo que ahí es donde se encuentra el riesgo a corto plazo de una recesión en EE. UU. en este momento”.

La recesión estadounidense de 2008 y el dólar

El crecimiento débil de la economía antes de la pandemia tiene mucha relación con la última recesión estadounidense del 2007 – 2008. Durán explica que, “Según varias teorías, esa recesión rompió totalmente el sistema financiero global. El sistema financiero global es el dólar norteamericano en esencia, que se utiliza todo el tiempo para relacionarnos entre países en temas financieros y comerciales”. Al romperse este sistema, no se pudo volver a crear nuevos dólares para estimular la actividad económica, que en términos generales se basaba en prestarle al empresario pequeño/mediano para que este invirtiera y generara trabajo.

Las condiciones monetarias de creación de nuevo dinero tienen que estar presentes, como un requisito para tener ‘tiempos prósperos económicos’. Al afectarse negativamente ese sistema la crisis pasada, “generó un letargo económico que nadie parece solucionar”.

Desde el punto de vista actual, al recuperar la ‘naturalidad’ de la actividad económica tras los golpes más fuertes de la pandemia, estamos volviendo a ese estado frágil de la economía. En términos coloquiales, estamos pasando el ‘aftermath’, ‘cruda’, ‘guayabo’ o ‘resaca’ del gasto desmesurado de los gobiernos en la crisis causada por la COVID-19.

Por ejemplo, durante la pandemia, el gobierno estadounidense decidió endeudarse muchísimo para subsidiar a los más afectados por las cuarentenas. “Gastaron a ritmos que sólo son comparables con los tiempos de las Guerras Mundiales” y, curiosamente, fue una de las economías en recuperarse más rápido después de los momentos más críticos de la crisis sanitaria.

En la actualidad, como venimos de acumulaciones de deuda década tras década y buena parte de esa deuda ha sido en dólares, explica Durán que, en momentos en los que la economía sufre una tendencia negativa y el flujo de caja disminuye, “los deudores buscan dólares para tratar de cubrir las cuotas o reestructurar la deuda” y, básicamente, hay escasez de dólares.

Entonces ¿por qué no imprimir más dólares o billetes?

Si se imprimen nuevos billetes sin crecimiento en la actividad económica, la tasa de inflación sube (más cuando hay escasez de dólar) y la brecha con la tasa de cambio con el dólar se aumenta drásticamente. Cuando se crea dinero de la nada, como sucedió en Argentina, “es una medida desesperada del gobierno para seguir gastando”.

Deterioro Demográfico

A medida que el sistema financiero se afecta, y el crecimiento es negativo, la demografía se empieza a deteriorar mucho: las familias no ven el futuro con claridad porque las dinámicas de empleo son súper volátiles, los ingresos de la familia no suben, pero los incrementos en el costo de vida aumentan.  “La economía termina desalentando la decisión de creación de familia y en la medida que entren menos trabajadores al sistema laboral, el crecimiento económico se deprime cada vez más”, afirma Durán. Si nace cada vez menos gente, habrá menos trabajadores y menos consumidores. Es un sistema circular: si la bola se queda quieta, colapsa.

La inflación, las hambrunas y los fertilizantes

El mundo en el que vivíamos en las últimas décadas estaba maximizando su comercio internacional.  El sistema de producción y comercio internacional fue muy eficiente en términos de tiempos, pues los bienes circulaban mucho muy rápido. Sin embargo, era un sistema frágil, como nos lo demostró la pandemia. “Llegó la pandemia y se pararon los puertos del mundo, lo que causó la ‘congelación’ del suministro de la economía mundial”.

Si países como China se ven afectados por las cuarentenas gubernamentales, la economía global sufre, al ser el país de la manufactura y no tener forma de fabricar los productos, la oferta no satisface la demanda, y los precios aumentan.

Al cambiar estas dinámicas, el sistema de alimentos, que se apoya en ese comercio internacional, también colapsa y muchos países dejan de ser autosuficientes. Además, países como China retuvieron gran cantidad de fertilizantes claves en la producción alimentaria.

Una subida importante en el costo de producción de los alimentos se deriva en un aumento significativo en el precio final y en la escasez. “La inflación de alimentos se está dando en todo el mundo y es un riesgo muy alto para toda la población. Aunque aún no se puede hablar de hambruna global, países como Sri Lanka y Ecuador se enfrentan a una crisis del sistema de alimentos bastante grave”.

Según explica el economista Joseph H. Davis en su reciente columna para CNN, la inflación desmesurada en el país norteamericano se ha visto en productos básicos como la gasolina y alimentos. “Según la Oficina de Estadísticas Laborales, los precios al consumidor de la gasolina y otros combustibles aumentaron un 34,6 % en los últimos 12 meses, lo que ayudó a impulsar la inflación al 8,6 % en la actualidad”. Asimismo, Davis puntualiza que, de acuerdo con cálculos recientes, los consumidores estadounidenses han disminuido las tasas de ahorro personal porque “han gastado $280 mil millones adicionales solo en alimentos y energía durante los últimos 12 meses”.

Europa, la crisis energética y el debilitamiento del euro

En el caso de la zona euro, el profesor de economía de IE University Juan Carlos Martínez, le explicó a BBC Mundo que la divisa débil de esta región ha contribuido “a que los combustibles hayan superado máximos históricos, perforando el bolsillo de los consumidores”. “Cada vez que el dólar sigue apreciándose, nos cuesta más en euros comprar un barril de petróleo. Ese es el gran problema que vemos ahora”. 

¿Y por qué se está debilitando el euro? Martínez explica que la invasión de Rusia a Ucrania y la crisis energética que esta guerra trajo son puntos que causan malestar y especulaciones negativas.   

Asimismo, la energía se vio afectada por la crisis en las cadenas de suministro en el mundo, pero más recientemente la lupa está puesta en la guerra. “Rusia es un gran productor de petróleo y gas, y gracias a una vieja estrategia, ha sido un productor energético para casi toda Europa. La transición energética de Europa ha sido bastante improvisada. Si Putin decide ‘cerrar la llave del gas’, un país como Alemania debe subir los costos energéticos”, explica el economista Durán, resaltando que el tema energético es uno de los factores claves de la economía mundial actual, sumando el capital y el trabajo. 

Una mirada a Iberoamérica

¿Qué le puede suceder a España en medio de esta crisis? Se trata de una de las economías europeas más frágiles por el alto endeudamiento, por el deterioro demográfico y porque la estructura económica del euro no es la adecuada al ser la moneda de países tan distintos.

“Históricamente, España ha tenido gobiernos que se endeudan mucho con el fin de cubrir bastantes gastos públicos. El balance de los gobiernos sufre en estos tiempos de desaceleración económica global”, y si se le suma la dependencia energética y el desempleo juvenil, una gran crisis se puede generar.

Las economías occidentales como Estados Unidos y Europa Occidental están empezando a ponderar más la seguridad en la cadena de suministro, cuidando de no depender de Rusia, China y de sus aliados. Eso implica migrar la base de producción o manufactureras. Pero, según Durán, Latinoamérica puede ser el lugar ideal para producir, por estar lejos del punto del conflicto euroasiático y tener una mano de obra no más baja que China, pero cómoda para los empresarios.

De acuerdo con las declaraciones para BBC Mundo de Elijah Oliveros-Rosen, economista senior de la división Latin America Global Economics & Research, la crisis entre el euro y el dólar “no tiene un impacto directo en la región”. Sin embargo, países como Argentina, Chile y Colombia han sufrido altas tasas de devaluaciones en sus divisas en los últimos meses frente al dólar. Por lo tanto, para saber qué consecuencias hay para cada país latinoamericano, es recomendable detallar cada situación más allá de su relación con el dólar y euro.

“México, por ejemplo, cumple con algunas variables que lo dejan bien parado ante el resto de Latinoamérica: en primer lugar, su relación comercial histórica con Estados Unidos; segundo, tiene una buena base manufacturera versus el resto de la región; y, además, cuenta con la ventaja geográfica de tener cerca a Estados Unidos”.

Sin embargo, para algunos especialistas, México podría entrar en recesión hacia la mitad 2023 como resultado de la desaceleración económica de EE.UU., los altos precios de las materias primas y la afectación de su demanda interna por la inflación.

Países como Colombia y Chile, si bien van a sufrir por todas las circunstancias descritas, y por algunas especulaciones negativas ante los cambios de gobierno, no enfrentarían escasez de alimento, pese a la falta de la importación de fertilizantes. “La buena noticia es que el precio de los fertilizantes se ha estabilizado recientemente, inclusive bajando. Al tener esta tendencia, las posibilidades de grandes hambrunas se van disminuyendo”.

Sin embargo, más allá de la economía de alimentos, países como Colombia deben reestructurarse en varios aspectos como lo señala Patricia Urbano, gestora de fondos en Edmond de Rothschild AM, para BBC MUNDO: “A pesar de que Colombia es un productor de petróleo y los precios altos del petróleo durante más tiempo podrían apoyar su economía, el país tiene grandes desequilibrios”. “Colombia necesita reformas estructurales para disminuir sus déficits fiscales y comerciales. La necesidad de financiación externa es clave”, agregó Urbano.

En el caso de Argentina, la responsable de la división de Latinoamérica de la firma Verisk Maplecroft  Jimena Blanco le aseguró a BBC MUNDO que este país “lucha con uno de los niveles de inflación más altos del mundo y recibió uno de los mayores golpes económicos durante la pandemia”.

El panorama es aún incierto, pero las señales están ahí, y nuestros países deben prepararse para tiempos difíciles en los que la austeridad, la transparencia y la sensatez, deben dictar el rumbo de nuestras decisiones económicas, incluso en la economía de nuestros propios hogares, que terminan siendo como pequeñas células que integran un gran organismo en el que todos convivimos como productores y consumidores.