Orson Welles de paso por Bogotá

Una novela póstuma de R.H. Moreno-Duran imagina la visita del legendario director a la fría Bogotá en los años de Laureano Gómez

Por  IGNACIO MAYORGA ALZATE

septiembre 23, 2016

Cortesía

Después de más de una década de silencio editorial, ha llegado a las librerías nacionales la última novela de R.H. Moreno-Duran. El autor, fallecido en 2005, tiene en su haber el título de haber sido una de las plumas más prolíficas e inquietantes de la literatura colombiana del siglo XX. En su vasta obra el sexo y la feminidad se entretejen con historias de intrigas y fatalidades, burlándose en varias de ellas de los patricios que controlan los turbios asuntos políticos nacionales, siempre irreverente e irónico en contra de todos esos ídolos de cera que se vienen al suelo cuando la luz de la verdad brilla sobre ellos. 

El hombre que soñaba películas en blanco y negro, la novela recientemente descubierta, no es la excepción. En una trama oscura en que la ciudad se vuelve protagonista, los involucrados en una tenebrosa historia de intrigas, conspiraciones y muerte se enfrentarán a enemigos tan peligrosos como lo son la censura y las altas cortes con sus oscuras manos de titiritero, aquellas que ponen a funcionar las turbias maquinarias que solo benefician a los poderosos. 

Después de ser perseguido por la fatalidad, la censura y la mala suerte, Orson Welles decide viajar a la gris y fría Bogotá de 1942. Dejando atrás los malos golpes de dados que fueron la constante durante la filmación de su inacabada It’s All True en Brasil, y aún asediado por el escándalo que suscitó Ciudadano Kane en su país y el mundo, el legendario director de cine se ve interesado por oscuras conspiraciones que sucedieron, en plena Segunda Guerra Mundial, en el Caribe colombiano. Interesado por las teorías conspiratorias que rodean la tragedia, la posibilidad de un golpe de Estado en el país y las oscuras relaciones entre las altas cortes colombianas y la prensa nacional, el genio del cine arriba a la fría capital, solo para descubrir que tras él existe una persecución ideológica fuertísima puesta en marcha por el híper godo y fascista Laureano Gómez. 

Como Virgilio personal del icónico director por el frío infierno bogotano, se encuentra la figura de Salcedito (Hernando Salcedo Silva), el importante crítico y mentor del cine colombiano, un reconocimiento que hace Moreno-Duran en la historia nacional de una de sus pasiones después de la literatura, el cine. Entre burdeles y cócteles, recorriendo los bajos fondos de una ciudad que, como el resto de Latinoamérica, está “fascinada con la muerte”, Welles se verá envuelto en los tejemanejes de la odiosa fauna política del país, enredado en una oscura trama que ni la mente maestra detrás de The Stranger, podría imaginar. 

“Yo no me olvido de una frase que él me dijo durante una conversación en una cafetería en el centro de Bogotá”,  cuenta Hugo Chaparro Valderrama, amigo de Moreno-Duran, escritor y crítico de cine quien se encargó de la presentación de la novela, junto con Juan Gabriel Vázquez,  en la última Feria del Libro en Bogotá.  “Se recostó en la silla, me miró y me dijo: ‘Chaparro, todos los escritores del siglo XX le deben una novela al cine’”. Esto es particularmente cierto a la luz de las obsesiones de Moreno-Duran: una constante fascinación por la forma que tienen las historias de transformar la visión del mundo de su receptor, cómo la literatura y el cine pueden inventar mundos perfectamente verosímiles a los que, encerrados en la gris jaula de la realidad, no tenemos otro acceso más que a través del camino de la ficción. 

Novela de R. H. Moreno-Durán se presenta en la Feria del Libro de Bogotá

En esa medida la figura de Orson Welles resulta perfecta. El visionario director de cine se hizo famoso con la adaptación radial de La guerra de los mundos, un peligroso experimento narrativo, tan precisamente construido, que sembró el pánico en los Estados Unidos al dar a entender que visitantes espaciales buscaban hacerse con el control de la Tierra. Welles fue censurado y tildado de agitador pero su genio le hizo ganar el reconocimiento público que, tras la emisión original del programa, le permitió construirse como una de las figuras más revolucionarias del cine, creando su obra maestra, la siempre referenciada Ciudadano Kane. Precisamente de esta cinta, cree Chaparro, a Moreno-Duran le interesó la capacidad del director de transformar la ciudad en protagonista del relato, una constante que exploraría el escritor colombiano tres décadas después con sus primeras novelas. 

Y es que es precisamente es a partir de la aparición de esta película en 1941 que el director se hizo con un peligroso enemigo, el influyente periodista William Randolph Hearst, sobre cuya vida se basa el relato de Kane. Este editor reaparece constantemente en El hombre que soñaba películas en blanco y negro, buscando censurar a Welles y vedar la proyección de su entrañable cinta en los Estados Unidos. Buscando alejarse del escándalo y la peligrosa figura de Hearst a su asecho, el director viaja a latitudes latinoamericanas para terminar, al final, en Colombia, solo para encontrarse con que en la capital del país también es una suerte de enemigo para el orden político regente que encuentra en la prensa a un peligroso aliado. Justo es el líder de El siglo, el líder del Partido Conservador colombiano Laureano Gómez, quien perseguirá y truncará los proyectos de Welles durante su visita a Bogotá, poniendo incluso en peligro su vida. 

La novela, que Moreno-Duran dejó terminada antes de morir, fue rescatada recientemente por la familia tras una investigación exhaustiva de los archivos del escritor. Entre los diarios de sus múltiples proyectos, las correcciones de sus textos publicados y su correspondencia brilló, como el bombillo de una máquina de proyecciones cinematográficas, el manuscrito mecanografiado que narraba la peligrosa aventura de Welles entre los cerros de Monserrate y la Avenida Jiménez, recorriendo la plaza de Bolívar y el centro capitalino en la convulsa década de los cuarenta, previo final de la Segunda Guerra Mundial y la infortunada noche signada con sangre del 9 de abril. 

El texto, a diferencia de mucha de la obra del escritor tunjano, está libre de esa preocupación barroca por atiborrar de referencias a la narración, lo que ha dificultado que los lectores se acerquen a la obra de Moreno-Duran en los años posteriores a su muerte. En cambio, se presenta una narrativa revitalizante en la que las historias narradas por Welles y que le suceden a Welles se entretejen con la pegachenta telaraña de los asuntos políticos nacionales. “Es una acción trepidante y delirante alrededor de un personaje conocido y una ciudad muy clara, con unas ironía políticas que resultan satisfactoriamente vengativas para el lector que no ha tenido la posibilidad de enfrentarse a esa derecha ultrajante, aquella que representaba Laureano Gómez”, comenta Chaparro sobre la novela. “Y esas venganzas ejercidas a través de un nombre cifrado en lo que representa un autor son muy satisfactorias. Porque está hablando en nombre de una tribu que comparte esa situación emocional con un político que destrozó el país, realmente, de una manera muy específica”.  

La cuidadosa investigación que hizo en su época Moreno-Duran sobre la biografía de Welles traspasa los límites de la realidad para ocupar los territorios de la ficción. Entre datos reales e invenciones el lector de esta lectura siempre inquietante se preguntará si no fue cierta esta visita del enigmático genio de las artes audiovisuales, si no es posible que un país tan verídico en su inverosímil realidad histórica exista un capítulo perdido en que Welles se hubiese apeado de un tranvía o visitado las icónicas casas de compañía capitalinas. Al final poco importa pues la ficción sirve, como siempre, como pretexto para hablar de esa verdad terrible, de esos oscuros personajes de la política nacional, comparables en atrocidades con los monstruos clásicos que tras la literatura vieron su regreso en el cine clásico (Nosferatu o la criatura de Frankenstein), de los que sobreviven sus huestes en el panorama político nacional y en las páginas de prensa local que presentan invenciones más peligrosas que aquella historia que inmortalizó a Welles a través de una emisión de radio en 1938.