La escena del reggaetón y el trap ha encontrado en Myke Towers a su poeta moderno. Con su característica voz e ingenio lírico, Towers se ha convertido en el cronista de una generación que vive y respira música urbana.
Sin necesidad de cumplir con estándares, y a su propio ritmo, el intérprete ha sabido esculpir una carrera llena de éxitos que cuentan tanto la crudeza de la vida callejera, como la intimidad de sus experiencias personales.
Antes de que Michael Anthony Torres Monge diera vida a Myke Towers, había un joven curioso y apasionado que crecía en las calles de Río Piedras, Puerto Rico. “Sinceramente, yo siempre fui un chamaco que se la pasaba con gente mayor. Iba a las partys antes de tiempo. Antes de los 14 años ya estaba viendo mucho cantante, pero nunca pensé que yo iba a ser parte de eso”, recuerda sobre sus primeros acercamientos a la escena, a pesar de que no suele detallar mucho las memorias de su pasado.
Durante su infancia vivió en el barrio de Caimito, hacia la zona montañosa de San Juan, en un hogar sin lujos, pero sin carencias. Criado por su madre, junto a sus hermanos y abuela, Torres se formó al ritmo de géneros como la salsa, el merengue y la bachata. Estas primeras influencias, además de sentar las bases de su interés por la música, también le permitieron navegar entre distintas corrientes que, hasta el sol de hoy, se ven reflejadas en cada una de sus creaciones.
“Mi familia siempre ha sido apasionada por la música, del lado de mi madre y del lado de mi padre. Y esa combinación me hizo enamorarme de la música de estos tiempos, de mi generación”, confiesa. “Yo siempre quise trabajar haciendo algo tras bastidores, pero no pensé que iba a ser, tú sabes, el que cantaba”.
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