Mikki Lusardi, directora de Nacional Rock: “La cultura de la cancelación no me gusta nada”

De veejay de MTV a directora de FM Nacional Rock, Lusardi apuesta por una radio pública inclusiva, federal y diversa, en la que todo sea debatible

Por  SEBASTIÁN RAMOS

mayo 11, 2022

Foto: Ignacio Arnedo

Veejay de MTV. Politóloga. Asistente, productora y conductora de programas radiales en FM. Coconductora del noticiero de la medianoche de Telefé. Fundadora de la primera Comisión de Género de la Facultad de Ciencias Sociales. Militante social. Referente feminista. Bajista de bandas de mujeres como Velvet Dolls y Hotel Chelsea. Directora de FM Nacional Rock… Micaela “Mikki” Lusardi tiene 36 años y mil vidas.

De la tele al escenario y de la militancia en los barrios bajos a la gestión pública. Nacida y criada en el oeste bonaerense, Mikki vive hoy en Caballito junto a quien es su pareja desde hace más de una década, el baterista Catriel Ciavarella (Divididos). Flaca, morocha y entradora por naturaleza, sentada en las mesas de la vereda del bar de la esquina de su casa, Mikki es toda una celebridad, pero sin divismos. Habla con la moza sobre la mala atención del lavadero de enfrente y aprovecha para chusmear un rato, el dueño del local le acerca una empanada sin que la pida (“porque está cada día más flaca”, explica paternal el hombre) y en la hora y media de charla, la entrevista es una y otra vez interrumpida por amigos que pasan por ahí y se detienen para saludarla. Estuvo cerca de dejar de fumar, dice, pero estos años no facilitaron las cosas. “Cuando me llamaron para ofrecerme el cargo de directora de Nacional Rock, no lo dudé ni un segundo. Era trabajar en lo público, tengo esa trayectoria de militancia, así que enseguida dije que sí. Pero no sabía en ese momento que el trabajo implicaba tanto sacrificio en términos de no tener tiempo para ver a tus amigos o para estar con tu familia”.

Lusardi asumió la dirección de la FM una semana antes del anuncio oficial del aislamiento social obligatorio por la pandemia, en marzo de 2020. Mal año no solo para dejar de fumar, sino también para programar una radio sin la estructura adecuada para tal emergencia. “La radio no estaba preparada para poder transmitir en cuarentena, había que grabar los programas y por lo tanto no podíamos contar la actualidad, porque tampoco teníamos operadores trabajando en vivo. Encima, teníamos el mismo presupuesto de 2016. Casi toda la gente que vino a laburar lo aceptó por amor a lo público más que por el dinero. A mí me dieron este rancho y yo lo voy a defender como sea para tratar de que todos los argentinos, y los pibes especialmente, se sientan orgullosos de la radio pública. ¿Cómo tiene que ser una radio pública? Tiene que ser federal, inclusiva, diversa, tiene que decir cosas, una radio que dialogue con la audiencia. Con esas premisas empezaron a aparecer un Darío Sztajnszrajber, una Luciana Peker, en el primer año también estuvo Flor Alcaraz. Porque también había que meter mujeres. En Nacional Rock cuando llegué había cinco pibas: una en administración, dos productoras y dos al aire. Hoy al aire las conductoras son el 70 por ciento de la programación. Tenemos voces travas y disidentes también y sumamos a colectivos como Los Jóvenes por el Clima, La Garganta Poderosa… Pudimos darles espacio a colectivos que no estaban teniendo representatividad en lo público”.

Lusardi en tiempos de Rock & Pop: “En ese momento estaba trabajando en los espacios de consumo y difusión cultural que yo había consumido de chica”. Foto gentileza Mikki Lusardi

Desde que es funcionaria, Lusardi dejó de tener aire en la radio (su último programa fue Rompan Todo, en Oktubre FM). Y en su verborragia acelerada se nota. Dice estar con abstinencia y que sus amigas son las que más lo sufren. “Extraño mucho hacer radio, porque desde los 18 años que estoy al aire, en radio o en televisión, y ahora estoy dejando que otras personas hablen por mí, que es un ejercicio redifícil”.

Su vínculo con la radio comenzó mientras cursaba el primer año de Ciencias Políticas, en la sede de Parque Centenario de la Facultad de Sociales. Un día, junto a una compañera, decidió ir a golpear la puerta de FM La Tribu, que quedaba a dos cuadras de la facultad. Quedó como productora de exteriores y desde entonces no paró. Cuatro años después, llegaría un casting para MTV y, a los pocos meses, una oferta para trabajar por primera vez al frente de un programa, en Rock & Pop. “En ese momento para mí era todo. Soy de la generación que veía a Ruth Infarinato en MTV y escuchaba Animal de radio con Lalo y la Heavy Rock & Pop con el Ruso Verea. ¡Estaba laburando en los dos espacios de consumo y difusión cultural que yo había consumido!”.

Yendo de la radio a la tele

De ser la cara femenina de MTV, Mikki pasó a ser la cara de MTV en Telefé (luego de que Viacom comprara el canal de televisión abierta, en 2016) y de esos pequeños micros musicales, directo al noticiero de la medianoche. “La tele es hostil”, dice y asegura no tener los mejores recuerdos de esos años. “Me parecía divertido el desafío de cómo meter un lenguaje militante dentro de esa estructura sin que fuera una obviedad. Me comí muchas cagadas a pedos, por cosas que no merecía. Es un ambiente muy competitivo y muy estresante. Ahora sigo con estrés, pero con otros resultados. En esa época tomaba ansiolíticos antes de salir al aire, porque entrar a un piso en vivo genera una adrenalina que cuando estás medio raro se confunde muy fácilmente con miedo”.

¿Y el bajo lo colgaste?

Lo volví a agarrar ahora, en pandemia. El otro día justo vi el video de una fecha en Uniclub en la que Stuka me había invitado a tocar con él. Fue antes de que volvieran Los Violadores a tocar en el Luna Park y fue el primer reencuentro con Gramática. Y te digo, después de verlo me di cuenta de que no tocaba tan mal.

¿Nunca fantasearon con armar un proyecto musical con Catriel?

Él estuvo toda la cuarentena haciendo música. Me encantaría y siempre tengo ese bichito. Grabamos unas cuantas cosas, lo que pasa es que ahí chocan los egos un poco, ja… Es una cuenta pendiente y para él también: hacer su propia música. Yo escribo muchas letras que se las voy a pasando y él escribe la música. Algo vamos encauzando. El bajo lo voy a volver a agarrar en algún momento. Pero para mí no hay forma de concebir un proyecto musical que no sea colectivo. Mi cabeza siempre piensa en una banda, no en mis canciones o tocar como sesionista.

¿Cómo ves la presencia femenina hoy en la escena rockera?

Muy bien, hay un montón de chicas dando vueltas. Hoy tenemos exponentes masivos, como Marilina Bertoldi, y que se haya ganado el Gardel de Oro fue un sacudón muy grande para todas. Porque además, si te gustó Marilina, por ahí el algoritmo te lleva a darte cuenta de que hay un montón de pibas que suenan del carajo y hacen unos temas buenísimos. Difundir la música que hacen las mujeres también es mi trabajo como directora de la radio. Para mí es una obviedad. Ni bien me nombraron dije: “Vamos a hacer sonar a todas las pibas que podamos, todo el tiempo”. Una de las primeras cosas que hice fue: “Si el cupo dice que tiene que haber un 30 por ciento de mujeres en los festivales, nosotros al aire vamos a poner el 50 por ciento de música hecha por mujeres y diversidades”. En lo personal es una militancia más longeva, universitaria, cuando formamos la primera Comisión de Género en la facultad y tuve que salir a explicar de qué se trataba. Yo celebro que estemos dando esa batalla, por más que estamos en un momento de hipérbole, con mucha confusión. Creo que hay que ser muy cuidadosos de no cambiar mandato por mandato, sino mandato por libertad. Si el feminismo se vuelve un ordenador de mandatos, algo falló en el camino. Es lo que percibo en algunos sectores, con eso de la mala feminista y la buena feminista. Pero de todas formas, todo lo que tiene que ver con conquistas de derechos siempre está bien, porque no le quita nada a nadie, sino que les da cosas a las personas para que decidan.

Mikki se considera una persona muy psicoanalizada (“en pandemia subí la dosis a dos veces por semana”) y que una de las claves en la construcción que lleva adelante en la radio pública es hacer preguntas constantemente. “Yo siempre les digo a todos que hay que ser curiosos, preguntar, no tener miedo a no saber. Porque cuando uno pierde el miedo a no saber, es mucho más libre. Todas las semanas me reúno con los programadores no solo para hacer una buena curaduría artística, sino también porque las decisiones que uno toma hay que ir cambiándolas todo el tiempo. Hoy en la radio nada es estático. Hay que debatir todo: ‘¿Cancelamos a un artista porque hizo tales declaraciones?’. Discutámoslo entre todos”, sugiere y no teme abordar uno de los temas calientes del ámbito musical de los últimos años.

“A mí la cultura de la cancelación no me gusta una mierda, me parece que no es el camino. Yo no voy a ser la que determine quién es culpable o no. En la radio no suena El Otro Yo, porque tiene a su líder en cana y está juzgado. Cuando la justicia se expidió y habló, bueno, ahí tenés un punto. Pero es difícil. Son discusiones móviles. Con Pez también me pasó, pero dónde marcás la línea. ¿Si tuvo denuncia judicializada sí, si es una denuncia anónima no? Yo ahí dije: ‘Tenemos una estructura espectacular en RTA (Radio y Televisión Argentina), está Susana Sanz como directora de género. Preguntémosle a ella qué hacer con estos temas’. Lo que nos dijo fue que todavía es un debate abierto y que nosotros no somos jueces de nada. Una cosa es la justicia y lo demás son decisiones artísticas. Además, me puse a investigar experiencias parecidas en radios de afuera. Qué hizo KEXP, una radio que decidió no pasar canciones que aboguen por el racismo o la violencia. No fueron por los artistas, sino por la temática de la obra. La BBC, en cambio, no pasa la música de ciertos artistas. Morrissey no suena en la BBC después de las declaraciones que hizo. Y ahí vamos, aprendiendo. Lo que me sostiene es que en la radio yo dirijo sin bajar línea dogmática, sin restricciones, planteando las discusiones, construyendo espacios para la pregunta. Lo de dar respuestas hoy está demodé”.