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Marvin Gaye y la pelea de su vida

En 1979, por un breve momento, los destinos de un cantante de soul torturado y de un boxeador estuvieron entrelazados. Un vistazo a un capítulo fundamental y casi desconocido en la historia de Gaye

Gems/Redferns

marzo 7, 2023

En la noche del 28 de septiembre de 1979, el Caesars Palace de Las Vegas parecía el centro del universo. Sugar Ray Leonard pelearía contra Andy Price por el título de peso mediano de la Federación de Boxeo de América del Norte (NABF). En el público se encontraban leyendas del deporte como Joe DiMaggio y Joe Louis, que se juntaron con artistas como Smokey Robinson y Cary Grant. Diana Ross se sentó en primera fila junto al fundador de Motown Berry Gordy. Y en la esquina de Price, en medio de las cámaras de televisión y el humo del cigarro, estaba su mánager, Marvin Gaye, quien sentía que su vida estaba en juego.

Gaye solía hablar con metáforas de boxeo, y en 1979, después de un costoso divorcio de su primera esposa, estando distanciado de la segunda, siendo un cocainómano, y endeudado con el IRS [siglas en inglés para Servicio de impuestos internos], su imagen del boxeador apaleado se convirtió en realidad. “Estaba contra las cuerdas. Estaba completamente borracho”, le dijo al escritor David Ritz para su biografía Divided Soul.

“Me decía que algo bueno estaba a la vuelta de la esquina, pero no había nada más que un tipo del Gobierno listo para joderme. Estaba cansado de que me golpearan”. La relación de Gaye con el boxeo no era solo metafórica, había incursionado desde su adolescencia, y siguió siendo fan por el resto de su vida; fue mánager de un par de luchadores a mediados de los 70, aunque ambos resultaron decepcionantes.

De hecho, en un evento benéfico para un candidato al Congreso, se subió al cuadrilátero con Muhammad Ali. Altamente competitivo y demasiado confiado de sus habilidades -sin contar que todo era por diversión-, Gaye realmente quería pelear con Ali.

En su biografía, After the Dance, coescrita también por Ritz, la segunda esposa de Marvin, Jan, recuerda esa noche. “No le tomó más de un minuto derribarlo. Y porque Ali lo adoraba, no le hizo daño”, relató. “Pero, aún así, Marvin se sintió humillado. Cuando se trataba de deporte, Marvin tenía delirios de grandeza”.

Se había preparado para su “pelea” con Ali en el gimnasio Hoover Street en Los Ángeles. Allí fue donde vio por primera vez a Andy “el Halcón” Price, un vecino heroico y contendiente de peso wélter. “Me vio en el gimnasio y me dijo que le gustaba mi estilo”, recuerda Price. “Ese fue el comienzo de nuestra asociación”.

Y si sus propias limitaciones como boxeador habían quedado claras, Gaye al menos había encontrado una manera de mantenerse en el ring, o cerca de él: se convertiría en el mánager del Halcón. Su asociación les valió tres victorias, antes de que el músico le consiguiera la pelea en Las Vegas contra Leonard, la sensación del boxeo con cara de bebé. Era la pelea más grande en la carrera de Price, y un gran momento para Gaye. Según él, una victoria le cambiaría la vida. “Cuando mi muchacho gane la corona”, le dijo a Ritz, “todo estará bien”.

LA SENSACIÓN DEL BOXEO CON CARA DE BEBÉ: Sugar Ray Leonard (izquierda) pelea contra Andy ‘el Halcón’ Price por el título de peso mediano en la NABF, en Las Vegas, el 28 de septiembre de 1979.
MANNY MILLAN/“SPORTS ILLUSTRATED”/GETTY IMAGES

“Marvin sufría una especie de síndrome de pensamiento fantasioso”, dice Ritz, quien lo conoció en 1979. “Veía a Andy como su salvador. Iba a derrotar a uno de los mejores peleadores en la historia, Marvin ganaría millones, y todos sus problemas estarían resueltos”.

Esta es la historia de esa pelea en Las Vegas y de cómo cambió las vidas y carreras de todos los involucrados. Aunque mucho se ha escrito sobre la decadencia de Gaye a finales de los 70 y comienzos de los 80, sobre la resurgencia de su carrera después de su ‘Sexual Healing’ y de su asesinato en 1984 a manos de su propio padre en la casa familiar, poco se ha dicho sobre este evento. Es una historia que ilustra mucho sobre el artista: sus miedos, sus ideas erróneas sobre la masculinidad, sus encantos, su capacidad para darle profundidad al dolor, su crueldad y sus delirios.

En 1979, por un breve momento, los destinos de un cantante de soul torturado y un boxeador de clase trabajadora estuvieron entrelazados. Gaye dijo una vez que, cuando había sido mánager de peleadores, realmente les entregaba su corazón como si él fuera quien estuviera en el cuadrilátero. Y esa noche en Las Vegas no pudo ser más cierto.

En los comienzos de Motown, según Ritz, Berry Gordy tenía una foto enmarcada en su oficina de sus días como boxeador premiado con los Guantes de Oro. Tuvo una carrera sólida como peleador a finales de la década de 1940, ganando casi todas sus peleas, antes de ser reclutado para la Guerra de Corea. Cuando volvió, cuenta la leyenda, uso un préstamo de 800 dólares para comenzar Motown.

Gordy firmó a Gaye en 1961, y los éxitos le siguieron uno tras otro. Pero, a pesar de haber alcanzado grandes alturas juntos, como dijo Marvin, estaban “destinados a chocar”. Gran parte de sus problemas provenía de la tensa relación que el músico más joven tenía con su padre. Marvin Gay Sr. fue un ministro pentecostal que fue físicamente abusivo y era alcohólico; además, a veces se vestía de mujer y ocultaba esa parte de su identidad de sus amigos y familiares. Su crueldad llevó a su hijo a desconfiar profundamente de las figuras de autoridad masculinas, especialmente de Gordy.

Creció en Washington, D.C. donde se sintió humillado por la doble vida de su padre, cosa que le generó un sinfín de inseguridades respecto a su propia masculinidad; incluso le agregó la “e” a su apellido, esperando disipar los rumores sobre su sexualidad. Ritz piensa que esta inseguridad latente lo ayudó a convertirse en uno de los mayores simbolos sexuales del pop, y también lo llevó a  los deportes, donde buscó validación y camaradería. “La confusión sobre su masculinidad es un tema importante en la vida de Marvin Gaye”, escribió Ritz. “Su búsqueda por fuertes modelos masculinos lo llevaron a los rings de boxeo y a los campos de fútbol, mientras peleaba por demostrar, por negar, por ganarse su propio respeto… Valientes intentos que resultaron inútiles”.

La relación de Gaye con Gordy se complicó aún más cuando él, de 24 años en ese momento, se casó con la hermana mayor de Gordy, Anna, de 41 años. Aunque ambos realmente se amaban, también había algo político impulsando la relación. “Casarme con una reina no me hará rey, pero al menos tengo una oportunidad de ser príncipe”, le dijo Gaye a Ritz años después.

Gaye fue uno de los mejores creadores de hits de Motown en los 60, pero con What’s Going On, de 1971, se convirtió en algo más: un poeta citadino y en la conciencia social de la música soul. No mucho después del monstruoso éxito de ese álbum, experimentó otra mutación emocionante y se convirtió en un símbolo sexual y de estilo con Let’s Get It On.

Antes de Gaye, Price era manejado por Burt Reynolds, entre otros. “Burt era el mejor”, dice Price. “Era genial trabajar con él”.
EVENING STANDARD/GETTY IMAGES

Y fue a la sombra del éxito que el matrimonio de Marvin y Anna se derrumbó. De hecho, fue en una sesión de Let’s Get It On que Gaye conoció a Jan Hunter, una fan de 17 años que estaba visitando el estudio. Para 1974, ya vivían juntos. Y cuando Anna supo que Jan había dado luz a una niña, pidió el divorcio.

 El proceso de divorcio con Anna terminó en 1977 y se sumó a la lista de problemas financieros de Gaye. Su álbum de 1978, Here, My Dear¸ se convirtió en una especie de moneda de intercambio en el acuerdo: Marvin acordó cederle su anticipo a Anna y un gran porcentaje de sus ganancias.

El álbum fue un devastador conjunto de canciones que narra su matrimonio y divorcio. “Mucha gente pensó que, por el acuerdo y las regalías que irían a Anna, sería poco memorable, que no le iría bien en ventas”, dice London Miller, el vicepresidente de ventas de entonces de Motown. “Hasta cierto punto tenían razón. Sí hizo un disco sobre su divorcio, pero de una manera muy creativa. Varios no lo entendieron”.

No pudo haber un peor momento para el declive de la carrera de Gaye. En octubre de 1978, Billboard publicó una historia que revelaba que el músico se acababa de declarar en bancarrota, estimando sus deudas en los 7 millones de dólares. “No tenía alguien que administrara su dinero”, cuenta Ritz. “No creo que siquiera él supiera cuánto debía, o si le importaba. Se deleitaba en su irresponsabilidad; pero en el fondo era un mecanismo de autodestrucción”.

A finales de 1978, Gaye se dio cuenta de que tenía que salir de gira para poder pagar sus deudas. Pero incluso eso fue desastroso. El artista luchaba con depresión y pánico escénico, y se negó en repetidas ocasiones a salir a escena, dejando a cientos de fans decepcionados y 50.000 dólares que necesitaba con desesperación. Y cuando sí se presentaba, usualmente se gastaba el dinero en cocaína.

No obstante, también tuvo sus momentos tranquilos, según recuerda Ritz. Una noche, trasmitió en una emisora de banda ciudadana para anunciar a los oyentes que estaban atrapados en el tráfico con nadie menos que Marvin Gaye. Les cantó y luego dirigió una procesión a una parada de camiones, donde destapó champaña para celebrar con sus nuevos amigos.

“A pesar de toda esta mierda que le estaba pasando, Marvin seguía siendo una de las personas más encantadoras, amables y carismáticas que haya conocido”, dice Ritz. “Era majestuoso, era filosófico; por más que se estaba hundiendo, levitaba por encima de todo”.

Marvin y Jan se casaron en 1977, tan pronto se secó la tinta en los papeles del divorcio. Pero ese matrimonio también estaba destinado a fracasar. En After the Dance, Jan relata los juegos manipulativos de Gaye en cuanto a su vida sexual. Según la mujer, le ofrecía a otros hombres y la animaba a ser infiel, convenciéndola incluso de participar en actividades sexuales grupales, solo para luego avergonzarla por ello. (Jan se negó a comentar para esta historia y, tristemente, falleció en diciembre del año pasado, a los 66 años).

Y según Divided Soul, Gaye decía que Jan era la encarnación de un sueño recurrente que tenía, en el que veía cómo una joven lo provocaba mientras tenía sexo con otros hombres. “Jugadores de fútbol, boxeadores, levantadores de pesas, la tomaban en sus brazos y la hacían girar. Todos estaban desnudos, menos yo. Ella pasaba de hombre a hombre, acercándose y alejándose de mí”, contó Gaye. “[Jan] era la figura de mi sueño hecha realidad, la que veía bailar en mi imaginación”.


“Creo que Marvin sufría una especie de síndrome de pensamiento fantasioso”.


Esta dinámica era agotadora. Por lo que, eventualmente, Jan comenzó a tener una aventura con Teddy Pendergrass. “Eso destruyó a Marvin”, comenta Ritz. El otro músico, al salir de la sombra de la agrupación de soul Harold Melvin and the Blue Notes, se unió a la locura del disco soul de finales de los 70 y logró un éxito masivo justo cuando la carrera de Gaye iba en picada.

El hecho de que Pendergrass tuviera un impresionante atractivo sexual, además de una voz que encantaba a cualquiera, no ayudó. Y el saber que había sido su telonero y alguien que claramente lo admiraba, hizo que todo fuera más doloroso para Gaye. En su biografía, Jan cuenta que con Teddy solían ver el auto de Marvin estacionado dondequiera que iban, y que incluso le envió una docena de rosas muertas a Pendergrass antes de un concierto en el Greek Theatre de Los Ángeles.

Ya fuera su consumo titánico de cocaína, sus romances tóxicos, o sus malos tratos de negocios, el artista sabía cómo cortejar una catástrofe. Pero, así como un luchador contra las cuerdas y en busca de una remontada, tenía la intención de usar su dolor de manera productiva. Comenzó a trabajar en un proyecto que esperaba se ganara el favor de los críticos y le enviara un mensaje directo a Pendergrass: un álbum desenfrenado llamado Love Man.

Entre las canciones, se dice que estaban ‘I Offer You Nothing But Love’ y ‘A Lover’s Plea’. “Las letras pueden ser un poco superficiales, pero no más que las de Teddy”, recuerda Jan en After the Dance. “Y sus sonidos eran mucho más seductores”.

Tristemente, el álbum no tenía potencial de éxito, y tanto Gaye como Motown aceptaron descartarlo; no sin antes lanzar ‘Ego Tripping Out’, una inquietante pista de proto rap con vibras de disco, que casi alcanzó el Top 20 en la categoría de R&B antes de desaparecer en las sombras, y que nos da un panorama más amplio de lo que pasaba en la vida del músico en ese entonces.

El ritmo es frenético, pero no parece llevar a nada. Hay una sensación abrumante de dolor, una paranoia que solo un verdadero adicto conoce. Pero casi tan pronto como comienzas a sentirte incomodo por las malas vibras, la canción da un giro de redención. Gaye reflexiona sobre el dolor intrínseco del egocentrismo y los límites de la automedicación: “Convierte el miedo en energía, porque el pitar y el fumar no satisfará esa necesidad”.

Con ‘Ego Tripping Out’, Gaye se propuso a hacer un tema comercial, algo que reavivara su carrera; pero, por el contrario, terminó haciendo algo desgarrador, reflexivo y profundo. El lanzamiento coincidió en la misma semana de la pelea de Price y Leonard.

Por ese mismo periodo, según la biografía de Jan, un Gaye drogadísimo la visitó y a sus dos hijos en la casa de su madre en California. La familia decidió dar un paseo por la playa, y mientras los niños se adelantaron para jugar, Gaye y Jan comenzaron a pelear porque el músico quería el divorcio y ella quería que primero arreglaran los detalles financieros. La pelea se tornó física, Gaye la empujó al suelo y se le montó encima. Como lo recuerda Jan, un vecino llamó a la policía y pronto entre cuatro se lo quitaron de encima. Lo detuvieron, y ella junto a los niños vieron cómo se lo llevaban en la parte trasera de una patrulla con un ojo morado.

Los últimos años han sido duros para Andy Price. Primero, en 2010, fue diagnosticado con Parkinson, y luego, en 2019, asesinaron a su hijo, Andrew LaVelle Price II, un rapero de 36 años conocido como YG Soprano.

Todavía se pueden ver destellos de la dureza que lo convirtió en un buen peleador. “No me arrepiento de nada en mi carrera”, me dice Price. Después de una exitosa carrera de amateur, se convirtió en profesional en 1972 y estuvo invicto durante sus primeras 15 peleas. Su primera gran oportunidad le llegó en 1976, gracias a un contacto inusual en Hollywood.

REYES Y REINAS: Celebridades como Berry Gordy y Diana Ross asistieron a la pelea, que era promovida por el legendario Don King.
MARTY LEDERHANDLER/AP IMAGE

“Andy es de South Central, pero su madre trabajaba como empleada doméstica en Beverly Hills para, ya sabes, personas de alto perfil”, explica Dede, la esposa de Price. Se conocen desde que tenían 10 años, y debido a que el Parkinson le dificulta el habla, ella a veces lo hace por él. “Una de esas personas era Dinah Shore, y en ese momento estaba saliendo con Burt Reynolds. La mamá de Andy siempre hablaba de su hijo, el boxeador. Burt estaba interesado en el boxeo y quería conocerlo. Lo siguiente que supimos es que se convirtió en su mánager”. Por un breve periodo, Reynolds y Lee Majors manejaron a Price. “Burt era el mejor. Era genial trabajar con él”, expresa Price.

Entonces llegó la fatídica reunión con Gaye en el gimnasio Hoover Street en 1978. “Marvin tenía problemas financieros, e iba a invertir en mí porque me veía como su salida”, comenta Price. “Ahí fue cuando se convirtió en mi mánager”. El artista aceptó manejar el horario de Price y todos los negocios relacionados a sus peleas. Su primera pelea, bajo la dirección de Gaye, fue en febrero de 1979 contra Billy Miller. Price ganó por decisión después de 10 rondas, y ganó también sus siguientes dos peleas.

La pelea con Leonard -fácilmente la más grande de Price hasta el momento- fue el resultado de algunas negociaciones tras bambalinas entre Gaye y el icónico promotor de boxeo Don King. “Marvin me vino a ver”, dice King. “De verdad quería que Andy peleara contra Sugar Ray. Quería todo. Pero le dije que yo quería que él cantara el himno nacional”. La pelea había sido programada para septiembre, y el músico aceptó cantar en el evento principal, una revancha entre Larry Holmes, defendiendo su título de peso mediano en el Consejo Mundial de Boxeo (CMB), y Earnie Shavers. El itinerario también incluía una pelea entre Roberto Duran y Zeferino Gonzalez, Wilfredo Gomez y Carlos Mendoza, y Michael Dokes contra Jimmy Young.

Para este punto, Leonard estaba en camino a convertirse en uno de los mejores boxeadores en la historia. Se llevó a casa una medalla de oro de los Juegos Olímpicos de 1976, luego se convirtió en profesional e infundió miedo en los corazones de todo el mundo del boxeo. La pelea con Price sería la primera pelea de Leonard defendiendo su título de peso wélter de la NABF, desde su victoria por nocaut contra Peter Ranzany el mes anterior.

Sugar Ray comenzó la noche invicto con 24 peleas profesionales, de las cuales al menos la mitad terminó en nocaut. Más allá de su gancho letal, Leonard tenía otra cualidad muy valorada: su integridad; tenía una sonrisa amplia y brillante, y ojos relucientes, parecía salido de un comercial.

Price era más profesional, y provenía de los gimnasios del centro de Los Ángeles. Llegó a la pelea con un sólido récord de 32-5-3, pero había tenido algunas derrotas decepcionantes en los últimos años. Las malas lenguas decían que Price podía llegar hasta el final y desafiar a Leonard como nadie lo había hecho antes. Pero fue un momento decisivo en su carrera. “Andy era un peleador excelente. Pero enfrentarse a Sugar Ray era como si estuviera pasando por las puertas del infierno”, expresa King desde su oficina en Florida. “En cuanto a combinaciones, Sugar Ray era impecable. Golpes iban y venían en todas las direcciones, sur, oeste, este, norte. Andy tenía que tener lo que llamamos una valentía indomable y un espíritu invencible”.

Había mucho en juego para ambos luchadores. En noviembre de ese año, Leonard ya tenía programado el pago más grande que había recibido hasta el momento, más la oportunidad de reclamar el título de peso mediano del CMB en una pelea contra Wilfred Benitez. Pero si Price lograba derrotarlo, su oportunidad de disputar el cinturón contra Benitez se esfumaría junto con el acordado millón de dólares. Para Price, una victoria lo haría sobrepasar a Leonard en los contendientes de peso wélter y estaría a un paso de poder disputar un título.

Después del altercado en la casa de la madre de Jan, Gaye fue puesto en libertad, y pronto, él, su madre, Alberta, su hermano, Frankie, y su hermana, Zeola, se fueron a Las Vegas. “Salimos el 27 de septiembre durante una oleada de calor, con la temperatura subiendo conforme recorríamos la larga y desolada carretera del desierto”, escribió Frankie en su biografía, Marvin Gaye, My Brother.

“Marvin me vino a ver”, cuenta King. “Realmente quería que Andy peleara con Sugar Ray. Lo quería todo, pero le dije que yo quería que cantara el himno nacional”.
RON GALELLA/ RON GALELLA COLLECTION/GETTY IMAGES

Esa noche también asistieron al concierto de Diana Ross en el Caesars Palace. Según Zeola, el show estuvo “fantástico. Nos sentamos en una mesa, y ella vino hasta nosotros, le estiró una mano a Marvin, y empezaron a cantar juntos. Fue un momento bellísimo”. Price también estuvo ahí, así como Leonard, Stevie Wonder y Smokey Robinson. Y después del concierto, todos fueron a una fiesta en el camerino de Ross.

La ocasión también sirvió como una oportunidad para que Gaye y Gordy limaran algunas de las asperezas que habían resultado del divorcio y de las pocas ventas de Here, My Dear. “Marvin se sentó con [Gordy] y tuvieron una conversación calmada”, recuerda Frankie en su biografía. “No era la primera, lo sé, pero verlos así, juntos, era raro”. La esperanza de un mejor futuro, de un camino hacia la redención y una carrera revitalizada, estaban a un paso de distancia de Gaye.

La noche siguiente, bajo las luces y entre la gente y las cámaras, Leonard y Price se subieron al ring. “Aquí está el joven, todavía invicto, Sugar Ray Leonard. Ligero de manos. Ligero de pies”, anunció el famoso locutor Howard Cosell, mientras el boxeador bailaba en su esquina y daba puños al aire. “Y su oponente, mírenlo de cerca, Andy Price de Los Ángeles. ¿Y esa barba? No verán a ningún otro hombre en el ring de ninguna jurisdicción de este país con esa barba”.

La barba no era un detalle menor. En los días anteriores a la pelea, Leonard y su entrenador, Angelo Dundee -legendario entrenador de Muhammad Ali-, habían comenzado una campaña para que Price se la afeitara, diciendo que amortiguaría los golpes y deslegitimaría la pelea. “Ray sabía que me gustaba mi barba; solo quería molestarme”, comenta Price. Aunque no tuvieron éxito, sí se le ordenó que se la recortara, y la federación de boxeo prohibió el vello facial en futuras peleas.

A pesar de todo, Price se mantuvo concentrado en su estrategia. “Iba a acorralarlo en las primeras rondas, y acosarlo después, nunca buscando el nocaut”, recuerda de ese día. “El plan era vencerlo”. Pero cuando finalmente se dio vuelta para plantarle cara a su contrincante y a las cámaras de televisión, parecía pasmado. Ya fueran los peces gordos sentados junto al cuadrilátero, la multitud ensordecedora, o la sola gravedad de la pelea, el peso de lo que pasaba se asentó en su interior. “Cuando Andy salió del vestidor, Marvin me dijo que tenía una mirada que lo asustó”, comenta Zeola. “Estaba asustado, y me dijo que no le había gustado verlo así”.

Por el contrario, Price dice que se sentía seguro: “Me sentía fuerte y listo. Le tenía mucho respeto a Sugar Ray, pero no más que a cualquier otro boxeador”. Y su confianza no era por nada. Varios pensaron que realmente sería toda una pelea, incluido Cosell. “Tiene mucho apoyo en Los Ángeles”, dijo poco después de que sonara la campana. “El cantante Marvin Gaye lo representa. Aquellos que no estén familiarizados con él, le llaman ‘el Halcón’. ‘El campeón no oficial de peso wélter’. Así que Sugar Ray no la tendrá fácil”.

Los peleadores salieron de sus esquinas, Price salió agresivo, acuchillando a Leonard con izquierdazos. Leonard conectó algunos golpes, pero Price no se desanimaba. “Al principio, me golpeó con la derecha. No me dolió mucho, por lo que pensé que sería fácil”, afirma Andy. Luego Price golpeó a Leonard con lo que Cosell describió como una “derecha flotante”. Leonard respondió momentos después con un izquierdazo rápido a la mandíbula que pareció marcar un punto irreversible en la pelea.

En el minuto siguiente, ambos tiraron una serie de golpes en la dirección contraria que no llegó a tener mucho contacto. Price se mantuvo agresivo, y fuera de la línea de fuego. Pero, entonces, Leonard le dio una serie de golpes que lo puso contra las cuerdas.


“Marvin se veía tan triste”, recuerda Price. “Creo que estaba llorando”.


Price dejó caer sus manos, y finalmente llegó la última ceremonia de abuso. Leonard le atizó una combinación brutal de golpes a la cabeza, dejándolo balanceándose de un lado al otro hasta caer casi sin vida sobre la colchoneta. La hazaña duró dos minutos y 52 segundos. Y mientras el equipo levantaba triunfante a Leonard, Price luchó por ponerse de pie y volvió a derrumbarse, con la mirada vidriosa.

Sentado junto al ring con un traje negro, el rostro de Gaye se congeló entre la sorpresa y la tristeza. “Marvin estaba devastado”, recuenta Zeola. “Una victoria impresionante sobre un hombre cuyos rumores decían que podría vencer a Leonard”, gritó Cosell.

Eventualmente, Price bajó del cuadrilátero y cojeó hasta el vestuario del Caesars, donde se encontró con Gaye. “Marvin se veía tan triste”, recuerda. “Creo que estaba llorando”. Y por si el momento no fuera lo suficientemente duro, Marvin todavía tenía que salir y cantar el himno nacional antes del evento principal, con la sensación de derrota todavía latente. “Cuando llegué al vestidor, Marvin no sabía si cantar el himno o no. Mi mamá le dijo que tenía que hacerlo, que sabía que estaba pasando por un momento difícil, pero que tenía que salir. Y sí, estaba muy mal, había perdido mucho dinero esa noche. Pero, aun así, salió, cantó y fue hermoso”, expresa su hermana.

Las metáforas habían perdido todo significado; Gaye realmente estaba en el ring. Afuera quedaban las presiones que lo habían agobiado por años: las crecientes deudas de las que ahora no podía escapar; Pendergrass y Jan, y el brutal desmoronamiento de otro matrimonio; Gordy y Motown, y aquellos que no entendían el camino en el que estaba y que lo miraban como un artista cuyo momento había pasado. Y la presencia de Gordy aportó una presión particular; “gracias a que conocía su historia como boxeador aficionado y también fanático, la humillación para Marvin fue aún más grande”, cuenta Ritz.

A ambos lados del cuadrilátero estaban Holmes y Shavers, listos para pelear. Había militares en azul marino y blanco, izando banderas. King estaba con un traje y un moño azules, masticando un cigarro. Y de pie, en el centro de esta vorágine, estaba Marvin Gaye, con su ojo morado y traje negro, sosteniendo el micrófono con lo que parecían lágrimas en los ojos mientras cantaba ‘The Star-Spangled Banner’. El piano eléctrico y una pequeña guitarra dieron paso a un órgano de iglesia y a la voz de Gaye, convirtiendo el himno en una oración cruda y personal.

“Unos días después de la pelea, Marvin me dio un carro. Era un Brougham Fleetwood del 73”, me dice Price. “Después de eso, no lo vi por mucho tiempo”. El boxeador parece quedarse sin palabras por un momento, y Dede interviene: “Una de las razones por las que dejó de asociarse con Marvin, fue porque vio que estaba consumiendo muchas drogas”, comenta. “Andrew era un buen muchacho. Iba a la escuela dominical, no bebía, ni fumaba. Pienso que le asustó el ver a dónde todo eso lo estaba llevando”.

Después de la devastadora derrota en Las Vegas, la carrera de Price nunca fue la misma. “Definitivamente fue un punto decisivo”, afirma Dede. “Después de la pelea de Sugar Ray hubo una disminución en la cantidad y calidad de las peleas que le asignaban. Si lo hubiera vencido, hubiera sido una carrera completamente diferente”. Aunque ganó cinco de las últimas siete peleas que tuvo, todas fueron de menor riesgo. Para 1983, todo terminó, concluido por otro brutal nocaut.

En noviembre, drogado y depresivo, Gaye huyó a Hawái con su hijo, Frankie, escapando de su sinfín de problemas y descendiendo en su propio infierno. En Hawái, como dijo Ritz, las cosas empeoraron. Fue desalojado de su condominio y terminó viviendo en la parte trasera de un camión de panadería abandonado con Frankie, mientras Jan luchaba con una orden judicial para traer de regreso al niño a Los Ángeles. Marvin intentó suicidarse consumiendo una dosis letal de cocaína, pero sobrevivió. “Eran demasiados problemas. Quería que me dejaran solo para reventarme el celebro con un toque de gasolina”, confesó en Divided Soul. “Sería una muerte lenta, pero relativamente placentera, y ciertamente mucho menos dolorosa que con un arma”.

Está claro en sus propias palabras que, la sorprendente derrota en Las Vegas, la aventura de Jan, su montaña de deudas y su carrera estancada fueron los principales catalizadores de este período sombrío. “Jan se escapó con Teddy Pendergrass”, le dijo Gaye a Ritz. “Yo mismo lo provoqué. Así mismo como provoqué que Sugar Ray nos ganara. Pero no me di cuenta del efecto que tendría en mí. No pude soportarlo. Me enfermé, estuve muy enfermo. Se suponía que sería el final de un período muy largo y malo, pero solo fue el comienzo”.

Gaye se obligó a salir de gira una vez más en 1980, esperando poder pagar su deuda. La extenuante gira no fue bien recibida, y para empeorar las cosas, Marvin descubrió el poder de la cocaína purificada, y se fumó o esnifó una gran parte de los 60.000 dólares que generó la gira. Nuevamente estaba en bancarrota, y Gaye dijo que amigos como Smokey Robinson y Setevie Wonder, quienes antes le habían prestado dinero, ahora solo le ofrecían consejos. Aunque se suponía que regresaría a Estados Unidos después de la gira, decidió quedarse en Europa y evitar las ansiedades que le generaba estar en casa.

LOVE MAN: Gaye con Jan en 1977. Se casaron ese mismo año, pero la unión parecía haber estar condenada desde el principio.
MICHAEL OCHS ARCHIVES/GETTY IMAGES

Durante su estadía en Londres, el músico completó otro álbum incomprendido, In Our Lifetime, de 1981, una meditación oscura, de fuego y azufre, sobre lo que él vio como un holocausto nuclear inminente. Según Divided Soul, Gaye también creía que Motown había conspirado con algunos de los músicos para sacar unas cintas maestras del estudio y devolverlas a Los Ángeles. Cuando Motown hizo cambios en la mezcla y lanzó el disco sin su consentimiento, el artista juró no volver a trabajar con el sello, poniendo fin a su relación de trabajo con Gordy.

Por esta época, Ebony entrevistó a Gaye, citando en la portada: “Exiliado en Londres, el controversial cantante Marvin Gaye habla sobre: perder su casa y su fortuna en deudas; secuestrar a su propio hijo…”. Y como si no fuera poco, la portada era Sugar Ray Leonard, cuya carrera había despegado como un meteorito desde la pelea de Price. El título leía: “El mayor desafío de Sugar Ray: cómo manejar la vida como campeón mundial de boxeo, presidente de una corporación multimillonaria y hombre de familia a los 24 años”.

“Quería demandar a la revista”, le dijo Gaye a Ritz. “Lo hicieron de manera intencional para mostrarme como el perdedor y a él como el ganador. Estaba claro que había sido un complot en mi contra”. Dos años y algunos cambios después, la perdida todavía dolía profundamente.

Una estrella del pop estadounidense asediada y un promotor de conciertos fanático del R&B hacían una pareja dispareja; pero aun así, Freddy Cousaert estuvo más cerca que nadie de salvar la vida de Gaye. El cantante estaba particularmente impresionado por la relación de Cousaert con Muhammad Ali, a quien había llevado a Bélgica para una gira promocional. “Marvin no se abrió a mucha gente al comienzo, pero una vez escuchó a Freddy contar la historia de Ali, tuvo que contar sobre su fallido intento en el boxeo”, escribió Frankie Gaye en su biografía.

En la primavera de 1981, Cousaert persuadió a Gaye para que se mudara a la ciudad belga de Ostende, donde tenían un hotel con su esposa. Le prestó dinero al músico para que comprara un lujoso apartamento junto al mar, se convirtió en su mánager de facto y le ayudó a negociar un nuevo contrato con Columbia Records. Aunque nunca dejó de fumar ni de esnifar, Gaye vivió una vida un poco más saludable en Ostende; se le podía ver corriendo en una sudadera de Adidas, jugando baloncesto, o en el gimnasio con Cousaert. “En este momento, soy huérfano”, dice en Marvin Gaye, Transit Ostend, un documental de la época. “Y Ostende es mi orfanato”.

Al mismo tiempo, Gaye se reunió con el mentor y productor Harvey Fuqua por un álbum que señaló el regresó de una estrella caída. Midnight Love es un disco de fiesta de reggae, que le dio uno de sus mayores éxitos, ‘Sexual Healing’, una canción tan llena de erotismo nocturno, que no adivinarías que fue concebida en una pequeña ciudad belga.

“Ostende tenía una energía estimulante”, le comentó Gaye a Ritz en Divided Soul. “El ritmo era el indicado, un poco lento, pero movido. Me enamoré de la ciudad, y de la familia de Freddy”. Pero como todo con Gaye, Ostende fue un mero desvío, un descanso temporal de la oscuridad.

Las directivas de Columbia querían que Marvin volviera a Estados Unidos para el lanzamiento de Midnight Love. Pero el principal motivo para volver a casa fue la salud de su madre, quien había sido diagnosticada con cáncer de huesos y estaba a la espera de cirugía. El regreso de Gaye fue triunfal en un comienzo. Se reconcilió brevemente con Jan y el disco fue todo un éxito, dándole sus mejores críticas en años. Pero, todavía en las garras de la cocaína purificada, la vieja y familiar paranoia volvió.

Según After the Dance, acusó a Jan de contratar a miembros de una pandilla para asesinarlo. “Estaba tan paranoico sobre los asesinos, que contrató guardaespaldas para que se pararan a cada lado del escenario durante sus presentaciones”, recuerda.

Y todo se terminó de complicar cuando el padre de Gaye, quien había estado en Washington durante la cirugía y recuperación de Alberta, decidió mudarse a la casa que compartía la pareja en Los Ángeles. Nadie sabe a ciencia cierta, pero en su biografía, Jan dice que escuchó que Marvin había comprado una pistola y se la había dado a su padre para protegerlo de las fuerzas malévolas que estaban detrás de él. “¿Por qué había nombrado al Padre como su principal protector?”, escribió la mujer. “¿Por qué le había entregado un arma al Padre? ¿O no lo hizo? Solo Dios sabe”.

La última vez que Andy Price vio a Marvin fue cuando el boxeador fue a visitar a sus tíos, que justo vivían frente a la familia de Gaye. Cuando Price llegó, notó que el artista estaba en el jardín delantero. Gaye corrió y lo abrazó, y el boxeador le presentó a Dede. “Recuerdo que pensé: ‘¿Cuáles son las posibilidades de algo así?’. Andy estaba muy emocionado. Corrió hacia él y se quedaron hablando en la entrada”, cuenta la mujer.

“Parecía feliz”, dice Price. No tuvieron ninguna conversación significativa, simplemente charlaron y se pusieron al día, años después de la pelea que cambió sus vidas para siempre. Gaye se despidió, y con una sonrisa, cruzó la calle y se volvió a adentrar en la oscuridad de la casa.

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