Los 20 mejores discos del postpunk

Entre 1978 y 1980, un movimiento de bandas británicas y norteamericanas capturó el desánimo, el pesimismo y la paranoia de la Guerra Fría. De Joy Division y Pere Ubu a The Raincoats y Mission of Burma, una guía con los álbumes más destacados del género

Por  JORGE LUIS FERNÁNDEZ

agosto 25, 2022

Ian Curtis, de Joy Division, un grupo indispensable en la escena pospunk

Rob Verhorst (Getty Images)

El postpunk es algo más que una extensión cronológica del punk. Este movimiento de bandas y discos sobre todo británicos y norteamericanos, con su período más fructífero entre 1978 y 1980, es también la mayor expresión musical del desánimo, el pesimismo y la paranoia de los años de Guerra Fría. Grupos entonces oscuros y hoy reivindicados y citados, como Joy Division, Wire o Pere Ubu, plasmaron su particular mirada al vacío con tanta influencia de David Bowie, Captain Beefheart y The Velvet Underground como de Camus, Ballard y Beckett, aunque a la vez se regodearan en la apostasía de cualquier dogma. Los discos maravillosamente inclasificables de estas páginas marcaron para el rock un legado de apertura (sumando electrónica, dub, lo tribal) y experimentación, rescatado años después por artistas cercanos al mainstream de la talla de Björk y Radiohead. Con grandes diferencias estilísticas, estos veinte clásicos del postpunk comparten, sobre todo, la voluntad de ignorar convenciones genéricas y estrategias de mercado, solo guiados por el deseo de habitar su propio mundo. Y mostrarlo a los demás.

1. Joy Divison – Unknown Pleasures (Factory, 1979)

El grupo más icónico de Mánchester fue en el inicio una banda punk llamada Warsaw. En 1979, el cuarteto liderado por Ian Curtis entró a grabar en los Strawberry Studios sonando como Warsaw y salió sonando como Joy Division, una criatura completamente nueva, que habría de influir tanto a los grupos más innovadores como a los góticos más caricaturescos. El responsable fue el productor Martin Hannett, que inundó el sonido con filtros, como si Unknown Pleasures fuera una pesadilla diurna, como en “She’s Lost Control”, donde la percusión metálica y las voces guturales recrean el ambiente de un viaje en el tren fantasma. Si Low y Heroes, de Bowie, retrataron a la ciudad más decadente de Occidente, Unknown Pleasures hizo una radiografía similar de Manchester, una ciudad donde las crestas ardían. Había nacido el postpunk.

2. PiL – Metal Box (Virgin Records, 1979)

Al desembarazarse de su Álter ego Johnny Rotten, John Lydon dejó atrás a los Sex Pistols y las manipulaciones de su manager, Malcolm McLaren. Junto a aliados estratégicos para expandir sus fronteras, como el guitarrista Keith Levene y el bajista Jah Wobble, ahora podía materializar su interés por el dub, la música disco y la repetición de grupos como los alemanes Can. Todo se sintetizó de manera fantástica en el segundo disco de Public Image Limited (PIL). El bajo de Wobble es un ancla que redefine al instrumento en el rock, mientras Lydon orbita con líneas arábigas y Levene con desquiciados arpegios metálicos. La disco apocalíptica en “Careering” y las circulares e hipnóticas “Albatross” y “Poaptones” son manifestaciones extremas de un álbum que, como afirmó Simon Reynolds, congela el horror de Lydon como lo hizo El grito de Munch.

3. Pere Ubu – The Modern Dance (Blank Records, 1978)

Ningún disco capturó el colapso de una ciudad postindustrial como el LP debut de los norteamericanos Pere Ubu. Con su rock corrosivo, The Modern Dance fue una bestia inclasificable en 1978 –lo sigue siendo–. David Thomas canta como David Byrne en la fase maníaca de un trastorno bipolar, Tom Herman apuñala riffs de garaje y el ominoso sintetizador de Allen Ravenstine hace que el Eno de Roxy Music suene normal. Las canciones son postales de fábricas abandonadas y desolación en Cleveland: “Chinese Radiation”, el ska mutante de “Real World”, “Street Waves”. El disco causó impacto también al otro lado del Atlántico, donde Joy Division copió el ruido de botellas de “Sentimental Journey” para su “I Remember Nothing”.

4. The Pop Group – Y (Radar Records, 1979)

El secreto era dejar atrás el ritmo. Lo reemplazan riffs que caen como ladrillos sobre los alaridos de Mark Stewart, montañas de efectos (delay, phasing) sobre la guitarra y la percusión, un caso que solo podía controlar un grupo de muchachos ingleses provenientes de Bristol: The Pop Group. Con la asistencia de Dennis Bovell –según Simon Reynolds, “el único productor británico de reggae comparable con grandes jamaiquinos como Lee Perry y King Tubby“–, Y es la más visceral laceración del funk-punk, con multifónicos de saxo, filosas guitarras rítmicas, bajo disco y un desmadrado, ruidoso dub. Del colectivo germinarían otros dos grupos insoslayables, Rip Rig & Panic y Pigbag. Un sonido que años después llevaría a Tricky y Massive Attack.

5. Gang Of Four – Entertainment! (EMI, 1979)

Si Unknown Pleasures opta por el nihilismo como salvación, Entertainment! –con Metal Box, los tres discos canónicos del postpunk– adopta una postura más activa: el materialismo histórico. En su debut, las canciones del cuarteto de Leeds diseccionan el modo en que el capitalismo tiñe las relaciones sociales. “Not Great Men” alude a los poderosos que escriben la historia; “Contract” y “Damaged Goods” (“a veces creo que te quiero, pero sé que es solo lujuria”) son dardos contra el romanticismo y la institución matrimonial. La música es igualmente apelativa, una agresión distante. La producción, límpida; la voz y la batería suenan secas, la guitarra de Andy Gill, metálica. Franz Ferdinand tomará nota.

6. Wire – 154 (Harvest, 1979)

En England’s Dreaming, el mejor libro sobre el ascenso y caída del punk, el crítico Jon Savage define a Wire como “los bromistas del pelotón”. Sin duda, el cuarteto londinense desafiaba las expectativas. A un original debut punk siguió un álbum inclinado a la psicodelia. El tercero, 154 –la cantidad de conciertos que habían dado hasta ese momento–, incluye más sintetizadores y texturas, y es su obra maestra. Junto a elaborados temas pop (“The 15th”, “Map Ref.”) conviven punk-rock cerebrales como “On Returning” y “40 Versions” –cuyas guitarras tratadas y cruzadas definen su distintivo “sonido oblicuo”–, y la épica “A Touching Display”, del bajista Graham Lewis, es más oscura que las obras completas de Joy Division. Adelantado a su tiempo aún hoy, 154 hizo que, de allí en más, cada regreso de Wire resultara un suicidio artístico.

7. The Slits – Cut (Virgin Records, 1979)

Fanáticas de los sets del DJ Don Letts, The Slits recurrieron a Dennis Bovell como productor para su primer disco. En consecuencia, Cut envuelve el maleable ritmo del reggae con la energía del punk. Pero es más que eso. Hay cantos de llamada y respuesta al estilo africano, melodías originales y el mensaje de tres chicas feministas demasiado rebeldes para cualquier ismo. “Typical Girl” fue el single, una diatriba contra las chicas que “no crean, no se rebelan”; “Ping Pong Affair”, un rejunte de los sueños baratos, cigarrillos y alcohol que sobrevienen a una separación. Todo dicho con estilo. La geometría que forman la voz de Ari Up con la base y la guitarra de Viv Albertine define este disco único.

8. Alternative TV – Vibing Up The Senile Man (Deptford Fun City Records, 1979)

Desde su El fanzine Sniffin’ Glue, Mark Perry fue uno de los grandes ideólogos del punk. Y con su banda, Alternative TV, demostró que no se constreñía a los tres acordes del género. Ya en su segundo álbum fue aún más lejos. En “The Radio Story” –quizás el experimento más audaz de cualquier grupo al momento–, un Perry irritado monologa sobre el quiebre de una relación mientras discurren sonidos electrónicos; el track culmina con una brutal cacofonía de vientos. Denostado en su tiempo, Vibing Up es considerado un precedente del noise y el industrial por su fusión de punk, primitivismo y avant-garde.

9. Essential Logic – Beat Rhythm News (Rough Trade, 1979)

Un clásico criminalmente soslayado del canon postpunk, jamás reeditado desde su publicación original. Cofundadora de X-Ray Spex en 1976, Lora Logic (Susan Whitby) fue expulsada de esa banda punk y al año siguiente formó Essential Logic, con una alineación que incluía al gran guitarrista Phil Legg. Lora alterna entre las voces y el saxofón para comandar canciones que la sitúan como otra atypical girl, con sinuosos gorjeos precursores del estilo de muchas cantantes de los ochenta, como Nina Hagen, riffs de saxo e ingeniosos contrapuntos con las líneas melódicas. Ruidos disonantes, cambios de ritmo y el glorioso no-hit “Quality Crayon Wax O.K.” complementan un disco maldito y –sí– esencial.

10. Magazine – The Correct Use Of Soap (Virgin Records, 1980)

Tras abandonar a los Buzzcocks, Howard Devoto se vio en un laberinto que desembocó en dos álbumes casi de rock progresivo. El productor Martin Hannett lo ayudó a salir de la encrucijada. Del inicio maníaco en “Because You’re Frightened”, con su ritmo sintético, a “You Never Knew Me” –balada por excelencia del pop despechado–, todo en el tercer disco de Magazine resulta hiperbólico, puro artificio. El histrionismo de Devoto, los malabares del bajo de Barry Adamson y los teclados retrofuturistas de Dave Formula hacen de Magazine la banda perfecta para un cabaret galáctico.

11. Swell Maps – Jane From Occupied Europe (Rough Trade, 1980)

Cualquiera podía alquilar un estudio y grabar un disco. Ese fue el ethos de Swell Maps, un grupo cuyo núcleo eran los hermanos Godfrey, alias Nikki Sudden (voz y guitarra) y Epic Soundtracks (batería y teclados), con el bajista Jowe Head. Los Maps habían desarrollado un estilo amateur pero personal, que mezclaba canciones de rock con experimentos extremadamente efectivos, y al grabar su segundo álbum estaban en plena forma. Postpunks oblicuos alternan con instrumentales desenfrenados que incluyen sonidos de juguetes y percusión no convencional. Muy influyentes en Sonic Youth, se separaron antes de lanzar el disco, temiendo perder la frescura de su amateurismo.

12. Young Marble Giants – Colossal Youth (Rough Trade, 1980)

Con un órgano y una guitarra tocada con la aspereza de una navaja (Stuart Moxham), golpes de bajo (su hermano Philip), una batería electrónica y una cantante que más bien declama (Alison Statton), los Young Marble Giants invirtieron la fórmula del punk y dejaron una foto en negativo, sonidos intercalados por silencios, con un estilo único, que resultó un inimaginable éxito comercial. La aparente ingenuidad escondía letras tenebrosas. En vivo, recuerda Statton, el estatismo era tal que “podías escuchar cuando caía un alfiler de ganchos”. Imitados pero nunca igualados.

13. This Heat – Deceit (Rough Trade, 1981)

This Heat tuvo en Cold Storage el lugar más adecuado para grabar durante el postpunk: un frigorífico abandonado con salas amplias y grabadoras de dos y cuatro canales. El debut homónimo es considerado un clásico. Pero en Deceit, Charles Hayward (batería y voz), Charles Bullen (guitarra y voz) y Gareth Williams (loops de cinta, teclados y voz) mezclan la fórmula con canciones en un álbum más consistente. El primer track, “Sleep” (sobre el hábito de Hayward de dormirse viendo televisión), marca el tono para un disco donde los arpegios se trenzan con mantras corales, sonidos electrónicos y una brutal batería.

14. The Durutti Column – LC (Factory, 1981)

Disconforme con la anterior producción de Martin Hannett para la banda, el guitarrista Vini Reilly grabó LC (por Lotta Continua, movimiento estudiantil de extrema izquierda italiano) en cinco horas con una TEAC de cuatro canales. Reilly distorsionó una batería electrónica mediante una cámara de eco Roland e improvisó encima con su calibrada alquimia de delay y chorus. En dos horas, lo remixó con overdubs de piano y batería. Etéreo, sujeto por lazos invisibles a géneros indescifrables, Brian Eno lo señaló como su álbum favorito de todos los tiempos.

15. The Fall – Hex Enduction Hour (Kamera Records, 1982)

Antes de hacerse famoso por echar músicos en vivo, Mark E. Smith grabó con The Fall una procesión de discos fantásticos que derivó en Hex Enduction Hour, quizás el que mejor condensa su visión. Allí están su obsesión por Lovecraft (“Jawbone and the Air Rifle”, sobre un cazador que encuentra la maldición en un cementerio), lo paranormal (“Winter”, sobre un chico poseído), el rockabilly transfigurado (“Mere Pseudo Mag. Ed.”) y dos temas memorables: “Hip Priest” y “Who Makes the Nazis?”. El ritmo es acechante, los sonidos dispersos y extraños, y Smith vocifera como un profeta del apocalipsis. “Una atmósfera de malevolencia”, como dirá John Peel, que jamás volverá a repetirse en el rock.

16. A Certain Ratio – To Each… (Factory, 1981)

Para demostrar que Unknown Pleasures no fue una carambola, Martin Hannett grabó el primer LP de A Certain Ratio, otro grupo mancuniano cuyo nombre deriva de una línea de “The True Wheel”, de Brian Eno. Y los resultados agigantaron el mito. Hannett amaba tanto el ambiente como la faceta bailable del pop, y To Each… combina ambos aspectos. La voz gótica de Simon Topping se ahoga en la colosal base funk de Jez Kerr (bajo) y Donald Johnson (batería), con texturas de trompeta, guitarra, sintetizador y coros de Martha Tilston que alimentan el extraño híbrido. Muchos acusaron a ACR de expropiar el estilo JD tras la muerte de Ian Curtis, pero To Each… es un álbum más raro, una representación aural más fidedigna del desolado paisaje industrial de Mánchester.

17. The Raincoats – Odyshape (Rough Trade, 1981)

Las chicas de The Raincoats ya incluían instrumentos no convencionales y exóticos en su disco debut. Con influencias más diversas (folk, world music, Ornette Coleman), Odyshape, su secuela, resulta un álbum aún más singular. El bajo de Gina Birch extiende sonidos neumáticos y la violinista Vicky Aspinall inocula melodías de Europa Oriental. Aspinall y la guitarrista Ana da Silva insertan micro arpegios en la rítmicamente inestable “And Then It’s OK”, y las tres rotan instrumentos en “Only Loved at Night”. Melancólicas voces y una pintura de Malevich en tapa redondean el perfecto disco anti postpunk.

18. Mission Of Burma – Vs. (Ace Of Hearts Records, 1982)

Desde su primer disco, esta banda de Boston recalibraba estilos (el punk aerodinámico de “That’s When I Reach for My Revolver”) y anticipaba otros (el softcore de “Red”). Vs. marida rock duro y experimentación de un modo sin precedentes. Las credenciales avant-garde de Roger Miller (guitarra) y Martin Swope (cintas) se hacen evidentes y, entre lo cerebral y lo intenso, “Dead Pool” y “Einstein’s Day” compiten por la canción más épica del postpunk. Sonic Youth les rendirían pleitesía.

19. Savage Republic – Tragic Figures (Independent Project Records, 1982)

Coppola debió esperar tres años más y hubiera tenido la banda sonora perfecta para Apocalypse Now. Percusión tribal amplificada; tres guitarras como machetes; voces distorsionadas; un bajo reptante. La banda, inicialmente formada por los estudiantes de la UCLA Bruce Licher y Mark Erskine, inventó un sonido apocalíptico basado en drones, ragas de guitarra y ensamble de percusión, “el más tribal y tropical capturado en un disco”, según Trouser Press. Para mayor efecto, algunas secciones se grabaron golpeando tubos y latas de aceite industrial bajo un puente en las afueras de Los Ángeles.

20. The Associates – Sulk (Beggars Banquet, 1982)

El dúo del multiinstrumentista Alan Rankine y el cantante Billy MacKenzie produjo en Sulk su obra decisiva: pop decadente, tiznado de niebla y glamour. Las canciones se intoxican con sobregrabación de texturas y una mezcla obsesiva. “Nude Spoons” es una avalancha de guitarras y estallidos de percusión. “Skipping”, un flamenco afiebrado con sonidos en todas las direcciones. “Party Fears Two”, en un mundo más justo, podría haber destronado a Duran Duran.

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