En otro año en que la música nueva no paró de brotar desde cada rincón y los discos fueron apilándose uno encima del otro hasta formar una montaña de títulos, en Rolling Stone Argentina asumimos el desafío de elegir veinte álbumes argentinos que tenés que escuchar. Comenzando por Él Mató a un Policía Motorizado y sus himnos premonitorios en Súper terror hasta el crossover inesperado del trapero Neo Pistea con el rock, en NEO. De la irrupción de Carmen Sánchez Viamonte en su faceta de villana hasta el viaje a la montaña de Los Espíritus, de la mano de Mario Breuer y Joe Blaney, un tándem de peso.
20. Feli Colina – Lxs infernales (del Valle Encantado)
La cantautora salteña Feli Colina (destacada en la edición argentina de la revista Rolling Stone por su tercer álbum, El valle encantado, de 2022) le dio una nueva vuelta de rosca a su búsqueda y editó Lxs infernales (del Valle Encantado), un disco que funciona como extensión de su antecesor y también como homenaje al repertorio folclórico de Latinoamérica. En total, cuenta con seis versiones que rinden tributo a Los Hermanos Ábalos, a Sandro y hasta a la cubana Margarita Lecuona, entre otros, más una obra de su autoría que sirve para cerrar el viaje.
19. Manza – Inventario
Ruidos, texturas, distorsiones y sonidos siempre al borde de quebrarse. Ese es Mariano Esain y así suena su primer álbum como solista, después de más de tres décadas haciendo música en bandas como Martes Menta, Menos que Cero, Valle de Muñecas o produciendo discos para Pez, Mimi Maura, Siempreterno y Mataplantas, entre tantos otros. Su proyecto más personal, que pulió obsesivamente durante algo más de dos años, es una suerte de shoegaze envolvente que no por ello deja de ser melódico y que, en apenas poco más de media hora, puede también ser luminoso.
18. Fonso – Día del Trabajador
El rock nacional puede ser una abstracción, una etiqueta o una fuente de inspiración. En el caso de Fonso, el concepto abarca esas tres acepciones. Día del Trabajador funciona como una pequeña enciclopedia de influencias, una guía del viajero para una travesía emocional a esas sonoridades que forman parte de nuestra educación sentimental. Producido por Lea Lopatín de Turf, incluye diez canciones pegadizas, con guiños a Charly García, a Andrés Calamaro y a los Ratones Paranoicos.
17. Barbi Recanati – El final de las cosas
Es la mitad del disco y Barbi Recanati canta que “de todas mis versiones me dejaste la peor”. Es la línea definitiva de su segundo álbum solista, El final de las cosas. La canción se llama “Para vos” y empieza suave, con una línea de sintes que dan forma a una balada pop espacial que cobija la voz que cuenta que hasta ahí todo había sido de una forma, pero las cosas cambiaron. La exfrontwoman de Utopians llega al punto de quiebre, se hace migajas y las junta para después volver a unirlas en busca de una nueva forma.
16. Melanie Williams & El Cabloide – TReSMO
“Le puse así porque pienso que es mi tercer movimiento”, le dijo Melanie Williams a Rolling Stone sobre TReSMO, un sacudón en su discografía. Como en sus discos anteriores, la influencia de rock psicodélico sigue presente, pero ahora el teclado y los beats ochentosos pasan al frente para crear un sonido que ella define como “retrofuturista”. Música que suena como un portal gracias a la incorporación de los sintetizadores que brindan cierta espacialidad o, como ella dice, un sonido galáctico.
15. Mujer Cebra – Clase B
Con un disco debut urgente e inspirado, Mujer Cebra consiguió erigirse como el mascarón de proa de la escena musical surgida en Buenos Aires en plena pospandemia. Pero los años pasaron y ya era hora de que el trío compuesto por Santiago Piedra (guitarra y voz), Gonzalo Muhape (bajo) y Patricio García Seminara (batería) liberara otro puñado de buenas canciones. En Clase B, el postpunk se encuentra con arpegios indie, bases potentes de bajo y estribillos para cantar con los ojos cerrados y el corazón en llamas.
14. Nina Suárez – Algo para decirte
Nina Suárez editó finalmente su álbum debut, Algo para decirte: siete temas urgentes que presentan en sociedad a la hija de Rosario Bléfari y Fabio Suárez, acompañada por tres referentes del indie local: Chicho Guisolfi (Bestia Bebé), Manolo Lamothe (Cabeza Flotante) y Marcos Canosa (Bestia Bebé). Guitarras y distorsión al servicio de un puñado de melodías pop y una voz expresiva y clara que, sí, a veces recuerda irremediablemente a la de su madre, pero que hacia el final del álbum encuentra su espacio, su peso e incluso su identidad.
13. YSY A – El after del after
Desde 2018, YSY A marca en el almanaque el 11 de noviembre como su fecha ideal para lanzar música nueva. En 2018 fue Antezana 247, en 2019 Hecho a mano, en 2021 Trap de verdad, en 2022 Ysysmo y en 2023 hizo lo propio con After del after, cuya preescucha oficial se llevó a cabo días antes en un Luna Park agotado. “Pongan el ritmo que quieran, el estilo que quieran/ El género es YSY A”, resume con precisión uno de los primeros en hacer trap en Argentina en “Toda la vida”, el tema que abre el álbum.
12. Emmanuel Horvilleur – Aqua di Emma
Aqua di Emma, el séptimo disco de Emmanuel Horvilleur, es una celebración musical, personal y colectiva. Es la demostración de que, aunque uno gane la guerra, siempre aparecen nuevas batallas para dar. Diez canciones que mueven el foco y buscan el disfrute apoyado en la amistad (Miranda!), la paternidad (André, su hijo, protagoniza el clip de “Te daría”) y los afectos más íntimos. También vuelve a las fuentes del groove (“Yo soy la disco”) y se queda en la pista de baile con su sensualidad inherente.
11. Usted Señalemelo – Tripolar
Hay varios elementos explícitos en Tripolar. El título: un juego de palabras que sigue enumerando sus lanzamientos (el anterior se llama II) y que, además, les hace un guiño a las tres personalidades que conforman Usted Señalemelo. La portada: tres osos polares en diferentes moods. Y el arranque: “Nuevo comienzo”, que fue el primer single de esta nueva etapa. Luego de tres años sin música nueva, dieron el salto sonoro y profundizaron la exploración de la mano de Guillermo Vadalá y Gustavo Santaolalla.
10. Lisandro Aristimuño – El rostro de los acantilados
Cuando era chico, Lisandro Aristimuño imaginaba con sus hermanos qué figuras representaban cada uno de los huecos en los que los loros barranqueros hacían sus nidos en los acantilados de las playas cercanas a su Viedma natal. Esos monumentales accidentes naturales funcionan en este disco como inspiración y oráculo. La evocación del paisaje patagónico aplicada a un álbum en que cada una de las canciones podría encajar en cada uno de los agujeros irregulares de las imponentes paredes de cara al mar.
9. Fito Páez – EADDA9223
Treinta años atrás, El amor después del amor fue un álbum repleto de feats. cuando el feat. no era la ley primera. Un disco con colaboraciones orgánicas. Ahora, EADDA9223 cierra el ciclo, como era de esperar, con feats.: de Lali Espósito y Nicki Nicole a Elvis Costello y Chico Buarque, pasando por Wos y Ca7riel y los reincidentes Andrés Calamaro y Antonio Carmona. Una actualización de un disco impreso en el inconsciente colectivo popular que conserva la esencia original de las canciones.
8. Miranda! – Hotel Miranda!
Para celebrar dos décadas de trayectoria musical, Miranda! comenzó a adelantar el estreno de un álbum que reversionaría algunos de sus éxitos junto a diversos artistas. Eso fue a finales de 2021, cuando lanzaron una nueva versión de “Don” en colaboración con CA7RIEL. El año 2023 vio el estreno de Hotel Miranda!, un disco compuesto por 12 de sus hits con la participación de Lali, María Becerra, Cristian Castro, Andrés Calamaro, entre otros colegas.
7. Skay y los Fakires – Espejismos
En Espejismos (un título que podría encerrar un guiño ricotero), Skay despliega el sonido único de su guitarra, una crítica a la manipulación del orden mundial regido por un sistema económico siniestro y la prepotencia de las redes sociales como narcóticos digitales. El guitarrista expone su espíritu viajero, peregrino, trashumante, mira el mundo desde su Olimpo personal. Y desde allí sigue haciendo discos, esos artefactos que, cuando están hechos por artistas como él, son una fuente de felicidad.
6. Duki – Antes de Ameri
En Antes de Ameri, Duki reivindica el trap como forma de contar y frontear sin grises (hasta el espacio y más allá) con los opuestos exaltados y atravesados sin mediaciones. Acá casi no hay canciones en su forma pura. Lo que hay es contenido, una expresividad que determina la forma, no al revés. No hay sentimientos en forma de canción, hay sentimientos que se rapean hasta que ya no queda más nada. Así vive y así se relata la generación que más sabe y sufre de trastornos de ansiedad y bipolaridad.
5. Marina Fages – El mundo pequeño
“El fuego tiene esa dualidad de, por un lado, dar calor y hacer que puedas cocinar y que no te mueras de frío, pero también destruye casas y puede ser un horror”, le dijo Marina Fages a Rolling Stone luego de la salida de El mundo pequeño, su cuarto disco en solitario. La postal obliga a pensar en la tapa del álbum, un autorretrato ilustrado en el que ella está comiendo una pata de pollo rodeada de un incendio de pinceladas rojas, amarillas y rosadas. La dualidad también está presente en la música del disco: hay melodías etéreas (“Mi casa en llamas”, junto a Eterna Inocencia), guitarras delicadas que parecen sacadas del math-rock (“Grimorio del mundo pequeño”) y voces casi angelicales (“Modulada en dorado”). Pero también está el hardcore de gritos guturales y guitarras crudas (“Aguardiente”), un elemento que atraviesa todo El mundo pequeño, más que en cualquiera de sus discos solistas, y es parte de lo que le da ese sonido opresivo, pero también la energía de querer romper con lo establecido.
4. Los Espíritus – La Montaña
“Vamos caminando hacia el sur, hasta la montaña“, cantaba Maxi Prietto en “Huracanes”, el tema que abría el indispensable Agua ardiente (2017). Un EP, varios cambios en la formación y un par de álbumes después (Caldero, 2019; Sancocho Stereo, 2021), La Montaña emerge en la discografía de Los Espíritus con algo de profecía autocumplida. La banda tiene devoción por una tradición musical y su linaje puede rastrearse hasta los orígenes del rock latinoamericano. Producido por Mario Breuer y mezclado por Joe Blaney en Nueva York, el tándem por detrás de Parte de la religión (Charly García, 1987), La Montaña es el álbum más ambicioso del grupo. Ambos nombres también están involucrados con la obra de Sumo, Andrés Calamaro y los Ratones Paranoicos (y Blaney con The Clash y Tom Waits). Juanse aporta guitarra y voz en “Avenida Calchaquí”, donde la pluma de Prietto dialoga con el clásico seminal de Manal (“Avenida Rivadavia”) y con su propia obra (“Avenida Corrientes”, de Prietto viaja al cosmos con Mariano).
3. Carmen Sánchez Viamonte – Mala
Después de sorprender con La fuerza (2022), la cantautora platense Carmen Sánchez Viamonte elevó su propia vara con Mala, doce canciones producidas por Juan Pedro Lucesole en las que la artista de 25 años se pone el traje de villana y, con el pulso rockero de su disco anterior, propone un cambio de paradigma. ¿Acaso no se puede ser mala? “No me busques/ Cuando al fin caigas en la cuenta/ No soy la estrella que esperabas”, canta Sánchez Viamonte con su voz aterciopelada en “Cronos”. Luego, en “Mercurio”, marca el límite: “Se nota que no me escuchás/ No puedo hacer nada por vos/ Si me alejas”. Más tarde, en “Que no se entere nadie”, se deja apoderar por la venganza: “No te olvides de nada/ Que te torture hasta el final/ El recuerdo de mi cara en tu cama”. Un álbum catártico y confesional, plagado de sentencias para tomar nota, que ubica su pico más alto en “Piso 5”, cuando la ira lírica se encuentra con la musical para explotar en un estribillo que se desangra.
2. Neo Pistea – NEO
En medio del aburguesamiento en el que se enfrascó la música urbana local, Neo Pistea, el pionero del trap argentino, pateó el tablero con NEO, su segundo disco de estudio. Y retumbó fuerte. Demasiado. A tal punto que está irreconocible. Nadie la vio venir, pero el artista hizo alarde una vez más de su talento para desconcertar. No es novedad que un MC se ponga la piel del rock, aunque lo que hizo en esta ocasión el nativo de Merlo tiene muchos puntos en común con la crudeza de Sleaford Mods y la oscuridad existencialista de Tricky. Producido por Leandro Nicolás Coca (socio musical del artista) y traccionado por Tery Langer (integrante de los grupos Carajo y Arde la Sangre), NEO vio la luz en un período en el que el postpunk y el punk le plantaron cara a la música urbana. Lo que advierte una inminente crisis generacional ante el recambio. “Eso es lo que me pasa ahora, luego de que apareciera una generación abajo y otra más abajo”, le dijo el integrante del supergrupo de trap Modo Diablo a Rolling Stone.
1. Él Mató a un Policía Motorizado – Súper terror
Todo estaba roto y no había futuro. Había que construir crónicas de la nostalgia y de los amores perdidos en tierra arrasada por una pandemia. Ni en la peor película de su adolescencia habían visto algo así. Justo Él Mató a un Policía Motorizado, que siempre fueron cultores de los reyes del terror y los apocalipsis mayas en los barrios linderos. Entonces, la banda nacida en La Plata después del crack de 2001 decidió tomar un nuevo rumbo y, en un sistema sonoro que se ancla en la década de 1980, grabó su décimo material de estudio una vez más en Sonic Ranch, Estados Unidos, de la mano de Eduardo Bergallo. Súper terror tiene el modus operandi de La dicha en movimiento (Los Twist): decirte algo tremendo mientras vos estás con media sonrisa en la cara. Este nuevo racimo de canciones son como anguilas del corazón. Parece que todo lo que encontrás en ellas se mete bajo tierra y después tenés que ir a buscarlo. Llegó, finalmente, aquella famosa depresión sin épica con la que cierra “El tesoro“ (La síntesis O’konor, 2017).