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La participación política de las mujeres marca la calidad de una democracia

¿Qué pasa con la participación política de las mujeres? ¿Se puede hablar de un voto feminista en Colombia? Si es así, ¿qué características tendría? Hablamos sobre mujeres, feminismo y política de cara a la contienda electoral que se vive en Colombia por estas semanas

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

marzo 11, 2022

Cortesía thedailystar.net

Como teoría y como práctica, el feminismo tiene más de un centenar de años. Y, sin desconocer la historia de las primeras mujeres que lucharon por una sociedad donde tuvieran respuesta sus necesidades en igualdad, no se puede omitir que estamos viviendo un florecimiento feminista particular. 

Esta renovación del feminismo, sobre todo entre las generaciones más jóvenes, ha traído un cambio social que avanza en todos los ámbitos de la vida pública. Y, en medio de una contienda electoral como la que vive Colombia en este 2022, resulta importante preguntarse, ¿cómo leer este momento sociopolítico mientras el movimiento feminista es cada vez más notorio? ¿Cómo impacta la democracia tener más mujeres en cargos de decisión? ¿Es distinto cuando esas mujeres son además feministas? 

La participación de las mujeres en la política no es nueva, pero sí es cada vez más diversa. A la vez, muchas de las que saldrán a votar en estas elecciones lo harán en busca de candidatas y candidatos que atiendan las demandas que hace el feminismo, que no se limita a los “asuntos de las mujeres”. Entonces, ¿es posible hablar de un voto feminista? 

Para la politóloga y doctora en filosofía, Angélica Bernal, no se podría hablar de un voto feminista en Colombia porque el feminismo como teoría política y como movimiento social se caracteriza por ser plural y diverso. “Algunas de las grandes pensadoras han planteado que el feminismo es una vivencia casi que individual y eso quiere decir que, defendiendo ideas feministas, se puede variar mucho en el criterio de acuerdo al contexto político o social e incluso las perspectivas de vida”, dice. 

Dado que las experiencias vitales de las mujeres son diversas, lo son también las de las feministas. De acuerdo con Bernal, no es lo mismo una feminista que tiene que enfrentar el racismo, y por tanto su herramienta de lucha viene del feminismo negro, a la experiencia de una mujer indígena que ha pensado el feminismo desde un punto de vista crítico, planteando propuestas para analizar lo que sucede con las relaciones de género en el marco de sus pueblos o la perspectiva de una académica que piensa en el feminismo e investiga teniéndolo como marco de referencia. Por esto es difícil hablar en singular de un voto feminista. 

Maria Camila Moncada, politóloga, concuerda con que los feminismos son tan heterogéneos que no se puede hablar de un voto feminista, pero sí de unos criterios ético-políticos por parte de las mujeres feministas, que tienen que ver con posturas políticas, con el quehacer de la política misma y las posiciones frente a temas como el cuidado de lo público o el cuidado de la vida. Además, que los feminismos pueden leerse dentro de un grupo de movimientos sociales mucho más amplio, que están demandando valores como la justicia social y la equidad, algo que se hizo evidente en el Paro Nacional de 2021. 


“Se debe abandonar esa idea de que hay una sola voz en el feminismo o que el feminismo actúa como un partido u organización jerárquica donde hay un solo pensamiento”.


Pero, entonces, ¿por quién votan las feministas? Uno de los indicadores comunes cuando se habla del voto de las feministas es creer que se vota por mujeres, pero aquí hay un espectro nuevamente diverso. Habrá algunas que piensan que hay que votar por mujeres, otras que piensan que hay que votar por mujeres feministas, mientras otras perspectivas se piensan desde el feminismo, pero consideran que hay una cuestión vinculada más a proyectos colectivos, por lo cual no necesariamente la obligatoriedad es votar por una mujer, sino por aquella persona que recoja sus demandas necesidades e intereses en una agenda política.

Eso es una muestra de la pluralidad de criterios y la necesidad de abandonar la idea de que hay una sola voz en el feminismo o que el feminismo actúa como un partido u organización jerárquica donde hay un solo pensamiento. Como muestra Bernal, en realidad, eso es lo que hace tan complejo el feminismo, que desde cada perspectiva se entiende, se vive y se actúa de manera distinta.

Una sociedad democrática no puede excluir a la mitad de su población 

“Ningún régimen político se puede presentar como democrático si no toma las medidas necesarias para incluir a las ciudadanas en el escenario de toma de decisiones”, sostiene Bernal. Para ella la calidad democrática se mide en qué tan incluyente sea la participación política, qué tantas garantías ofrece a sus ciudadanas para la participación y qué tanto reconoce la desigualdad histórica que se debe reparar para superarla. Pero esto no se dará de forma automática con el derecho al voto o las leyes de cuotas, sino que se tiene que materializar en medidas concretas que reconozcan ese peso histórico de que a las mujeres se les haya impedido el acceso a mecanismos de participación por razones de género, pues en últimas lo que está en cuestión es la calidad de la democracia.

En ese sentido, al estar en un país donde los gobernantes siguen siendo mayoritariamente hombres blancos, del centro del país, surgen preguntas sobre qué tan incluyente es este régimen y la necesidad de tener una representación y participación plural de mujeres de distintas condiciones sociales, orígenes geográficos y grupos étnicos. “Eso da una mejor perspectiva de lo que es una democracia, que podamos escuchar todas las voces y perspectivas en la toma de decisiones”, dice Bernal. Este es un asunto que las feministas han venido trabajando para demostrar que los gobernantes tienen reflejar la pluralidad que constituye a la sociedad y que al ser las mujeres más del 50% de la población, deben tener presencia y su voz debe ser escuchada en la toma de las decisiones políticas. 


“Hay un prejuicio generalizado que considera que las mujeres no están preparadas para la política, como si la política estuviera ocupada por los hombres más ilustres o más idóneos”


También hay un prejuicio generalizado al considerar que las mujeres no están preparadas para la política, “como si la política estuviera ocupada por los hombres más ilustres o más idóneos”, dice Moncada. Y expone que no se trata de mérito o preparación, el criterio debe ser el de representación y de la diversidad, sin atenernos a la lógica restrictiva del mérito, pues “no necesariamente quienes tienen más títulos o experiencia política están más en contacto con esa realidad social que debe ser atendida por la institucionalidad”.  

Aquí el papel histórico del feminismo ha marcado una pauta gracias a mujeres que han trabajado activamente desde hace por lo menos 50 años en el país, desde la academia, las organizaciones sociales y en pro de la paz. “Es un acumulado de luchas, conocimientos, formas de organización que han construido las bases sobre las que está andando este momento actual”, indica Bernal y hace un llamado a no olvidar esa perspectiva histórica que hace parecer que las cosas surgieron de manera espontánea, pero permiten que tengamos una juventud sensible ante la injusticia social que representa que las mujeres no vivan en condiciones de igualdad y de dignidad. 

En este momento, desde las candidaturas de mujeres en partidos mixtos con agendas explícitamente feministas o agendas de derechos de las mujeres, hasta ejercicios políticos como el del movimiento Estamos Listas, conformado únicamente por mujeres, la fuerza de estas candidatas da cuenta del posicionamiento de las mujeres como sujetos políticos con una trayectoria y sobre todo con propuestas de país. Hacer esta claridad parece innecesario, pero no lo es, y es que los proyectos políticos que plantean las feministas no se dirigen únicamente a las mujeres, pues es un movimiento de pensamiento y acción política que piensa en las transformaciones necesarias para hacer un mundo más justo para todas y todos. 

No basta con ser mujer

Ambas entrevistadas coinciden en que no necesariamente más mujeres en el poder implican un cambio en sí mismo, porque ser mujer no es sinónimo de ser feminista, ni de tener una agenda de intereses enfocados en las mujeres. El mejor ejemplo de esto es la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, que actúa con una postura poco reflexiva sobre las condiciones mismas de las mujeres en el país. 

Sin embargo, el hecho de que más mujeres ocupen cargos de decisión, dice Moncada, sí nos habla de un cambio cultural en la superación de barreras que se les han impuesto para limitar su acción al ámbito doméstico y a ciertos comportamientos. Se espera que las mujeres en cargos de decisión tengan ciertos estereotipos, entonces entre más mujeres diversas lleguen al poder hay posibilidad de romper esas barreras tanto en los partidos como en el aparato del Estado. 

La diferencia puede ocurrir cuando las mujeres que llegan al poder son feministas, pues hay una intención de transformación de las formas de hacer política y de las agendas. Al ampliar los criterios de elección y representación se puede enriquecer la democracia. Por eso muchas mujeres defienden consignas como la paridad, que es un primer paso, pero el siguiente es hablar de un tipo de representación que dé cuenta de las fuerzas sociales que están allí o que están emergiendo. No solo mujeres feministas, mujeres que no hablen desde lugares hegemónicos así no se reconozcan como feministas. 

El alto costo para las mujeres que participan en política 

Hoy vemos candidaturas de mujeres diversas apostándole al ejercicio del poder político. “Vemos mujeres indígenas, afrodescendientes, mujeres desde los sectores campesinos que están tomando la opción de presentar candidaturas a Cámara y Senado, pero incluso también como precandidatas presidenciales. Eso nos da cuenta también de un posicionamiento de las mujeres como sujetos políticos”, indica Bernal. 

Pero esto no significa que las mujeres sean nuevas en la política electoral. De hecho, lo han intentado hace mucho tiempo, pero lo que caracteriza a este momento es que cada vez más son consideradas como opciones políticas reales, a pesar de que persista el racismo, el clasismo y el machismo que trivializa la presencia política de las mujeres. 

Ser feminista sigue teniendo un costo muy alto en la sociedad, pues se ridiculiza y tilda como una moda, cuando es una corriente teórica centenaria que se ha materializado en una transformación significativa de la vida de las mujeres. Bernal explica que esa visión sesgada se intensifica en la política donde se piensa que el feminismo “es una visión parcial y poco aterrizada a proyectos reales, como si fuera una cantaleta”. 


“Las agendas de las mujeres han sido una moneda de cambio que en los acuerdos políticos son fácilmente sacrificables”


Las feministas han buscado posicionarse dentro de los partidos de izquierda, progresistas y aun así ha sido difícil, “porque las agendas de las mujeres han sido una moneda de cambio que en los acuerdos políticos son fácilmente sacrificables”, afirma Moncada. Por esto vemos partidos que se llaman de izquierda, pero temen tener una posición fuerte respecto al aborto, a los derechos sexuales y reproductivos, etc. porque está en medio de una contienda frente a otras fuerzas sociales mucho más conservadoras. En medio de ese debate, el feminismo se pelea un lugar en el escenario público, sabiendo que incomoda a muchos sectores, pero esto hace parte del ejercicio de transformación cultural y social que vivimos. 

Aun así, hay mujeres que han puesto el cuerpo y abierto el camino, aportando a los derechos de las mujeres, pero también demostrando que mantener viva esta agenda les ha costado mucho, pues han sido señaladas, aisladas, marginadas, incluso en sus propias colectividades políticas, como ha ocurrido con Piedad Córdoba, Angela María Robledo o Cecilia López. 

Contar con estas voces ha sido muy importante, porque posicionan en la agenda pública la necesidad de pensar temas de justicia social y democracia. Como indica Bernal, que haya mujeres feministas en política “es incluso un sacrificio enorme. No es fácil ser feminista en política, pero eso nos mueve a todas a seguir trabajando desde distintos lugares y mostrando cómo las mujeres en política siguen teniendo obstáculos muy grandes para hacer realmente un ejercicio pleno de derechos”.