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La hija oscura

La actriz Maggie Gyllenhaal debuta como directora con la inquietante adaptación del libro de Elena Ferrante

Maggie Gyllenhaal 

/ Olivia Colman, Jessie Buckley, Ed Harris, Dakota Johnson, Peter Sarsgaard

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Netflix

Elena Ferrante es el seudónimo de una escritora italiana que prefiere permanecer en el anonimato, pero que alcanzó gran popularidad con una serie de cuatro libros conocida como las “novelas napolitanas”, acerca de varias mujeres (madres, hermanas e hijas) que tratan de sobrevivir en un ambiente opresor y patético. La cuarta de estas novelas, publicada en el 2006, se titula La hija oscura y marca el estupendo debut como directora de la actriz Maggie Gyllenhaal. 

La protagonista tanto de la novela de Ferrante como de la película de Gyllenhaal es Leda Caruso (Olivia Colman), una profesora de literatura de cuarenta y ocho años de edad, que pasa unas vacaciones en un pequeño balneario ubicado en Grecia.  Esta mujer cortés pero reservada, le alquila un cuarto a Lyle (Ed Harris), un hombre tan solitario como ella, y se dedica leer y a escribir en la playa. Dos días más tarde, llega al balneario un grupo escandaloso, conformado por mujeres, hombres, jóvenes y niños. Leda ya no puede concentrarse en sus menesteres y se dedica a observar a esta familia extendida. Su atención se centra especialmente en Nina (Dakota Johnson), una joven madre quien parece estar extenuada de tener que cuidar constantemente a su hija pequeña. Al parecer, Leda se ve plenamente identificada con Nina.

Callie (Dagmara Dominczyk), la cuñada de Nina, está de cumpleaños y le pide a Leda que se ubique en otro lugar para que la familia pueda estar reunida en la playa. Leda se rehúsa y eso lleva a que toda la familia la mire con desdén y hostilidad. Al día siguiente, ella vuelve a su lugar y en un momento de distracción, la hija de Nina se extravía. Todos en la playa buscan angustiados a la niña, incluyendo a la profesora solitaria. Leda encuentra a la niña y los miembros de la familia, en especial Nina, ahora están agradecidos. Sin embargo, Leda decide hacer algo tan extraño como cruel: robarse la muñeca preferida de la niña y esconderla en su habitación. ¿Por qué?

Estos acontecimientos se intercalan con momentos de su vida veinte años atrás, cuando la joven Leda (Jessie Buckley) está intentando balancear su vida profesional con el papel de madre de sus dos pequeñas hijas. Su esposo Toni (Oliver Jackson-Cohen) viaja constantemente y Leda queda a merced de dos niñas que exigen su atención a cada momento. Un prestigioso profesor de apellido Hardy (Peter Sarsgaard, esposo de Gyllenhaal en la vida real) elogia en una conferencia el trabajo de Leda y eso hace que la mujer vuelva a sentirse viva. No pasa mucho para que Hardy y Leda terminen envueltos en un amorío.  

La película de Gyllenhaal es una colección de sensaciones, miradas, deseos, tensiones e inseguridades que se presentan de una manera ambigua, para que sea el espectador quien realice sus propias interpretaciones. Pero también es un trabajo en el que se nos presentan una serie de personajes antipáticos y odiosos, que provocan dislocación e incomodidad en el espectador, así como una sensación de amenaza constante. 

Como si se tratara de una pesadilla extraña, inquietante y dolorosa, Gyllenhaal nos impone una serie de situaciones perturbadoras (varias nos perseguirán por un buen rato) y unos personajes al borde del colapso. De una manera muy acertada, la directora se niega a darnos una explicación a los que los personajes hacen o deciden hacer y de ahí el profundo impacto que genera su trabajo.  Ayuda muchísimo que sean las maravillosas Olivia Colman y Jessie Buckley quienes encarnen a esta mujer voyerista, neurótica, impulsiva, irracional, llena de culpas y vacíos, que no se entiende y que opta por mentirse y mentirle a los demás, como todos lo hacemos y no queremos admitirlo.    

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