Isaac Wright vive pendiente de las oportunidades que otros ignoran; abrir las puertas contra incendios, subir las escaleras de emergencia y montarse en ascensores en mantenimiento, mucho después de que todo el mundo se haya ido. “Las cosas que vemos son increíbles”, afirma. “Es una injusticia que el resto del mundo no las pueda ver”.
El artista de 27 años es fotógrafo y explorador urbano. Sus fotos documentan una vida de allanamientos creativos, fotografiando lugares y cosas que nunca debió ver, al menos legalmente, desde perspectivas casi imposibles, mirando hacia abajo desde los techos de rascacielos, los bordes de puentes colgantes y grandes grúas, casi siempre con los pies colgando sobre el mundo.
“A veces solo vas caminando y una oportunidad se presenta de la nada”, explica. “Al entrar en esto verás cosas que te cambiarán la vida”. La exploración urbana le dio esa oportunidad a Wright; le cambió la vida antes de salvársela. Sus fotos han resultado en una persecución policial, una sentencia de prisión y, después, millones de dólares en ventas de fotografías.
El artista es originario de Cincinnati y veterano de la 10ª División de Montaña del Ejército estadounidense, donde sirvió como paracaidista. Cuando lo trasladaron a Fort Polk, Luisiana, se sintió frustrado. Era un muchacho de la ciudad, criado en Over the Rhine, un barrio históricamente afro en Cincinnati, y la base militar parecía un exilio, anhelaba volver a la ciudad.
En los meses posteriores a su primera exploración urbana, la novia de Wright comenzó a enviarle fotos tomadas desde rascacielos en Nueva York, Londres y Shanghái, un mundo de ensueño de túneles subterráneos, mansiones abandonadas y luces de neón. El entonces paracaidista se imaginó haciendo espeleología por ciudades ajenas durante el día, y durmiendo en un camastro de noche.
En unas vacaciones en mayo de 2018, Wright condujo hasta Houston con una cámara nueva y una obsesión por ver esos panoramas prohibidos en primera persona. Pronto escogió su objetivo: un edificio en construcción. Entró por un lado y comenzó a subir 10, 20, 50 pisos, hasta la cima. Con la luz de la luna sobre su cabeza y el rugido de la calle abajo, sacó su cámara, y sentado allí, el estrés y los traumas de su vida desaparecieron. “No se trataba de la emoción o de la adrenalina”, comenta, “fue muy relajante. Como ser humano, esa experiencia te hace sentir pequeño, y es muy importante recordar nuestro lugar en el mundo”. Quedó fascinado.
Lo que pasó en Houston solo fue el comienzo de una maratón de exploraciones urbanas interestatales que duraría casi tres años, y que aumentó notablemente después de la baja honorable de Wright en marzo de 2020. Las fotos que tomó y subió a sus redes sociales bajo el usuario de @driftershoots, atrajeron a miles de seguidores, pero en su intento de hacer crecer su marca, cometió un error de principiante. Una noche, en la cima del rascacielos más alto de su ciudad natal, la Great American Tower, dejó un sticker pegado con su usuario. A medida que escalaba más edificios, grúas y puentes en otros estados, y subía las fotos a Instagram, la policía comenzó a verlo como un posible criminal.
En diciembre de 2020, la policía rastreó su siguiente viaje y arrestó a Wright en una carretera de Arizona. La fianza del artista se fijó en 400.00 dólares, pero gracias a una ayuda externa logró reducirla a 20.000. Tuvo que quedarse en el pequeño departamento de su padre en Cincinnati y usar una tobillera electrónica; al no poder salir de la casa, Wright sucumbió.
¿De dónde carajos sacaría el dinero para pagar un abogado? Esto sucedió en el punto más crítico de la Covid-19 y durante el nacimiento de la afición por los NFT. Los NFT (siglas en inglés para token no fungible) son transacciones verificadas que se registran públicamente cuando alguien ha comprado un bien digital. Un artista llamado Beeple acababa de ganar 69 millones de dólares subastando sus NFT en Sotheby’s, cuando a Wright se le ocurrió una idea: ¿por qué no vender las fotografías en una especie de venganza económica contra un sistema legal que lo había intentado arruinar?
Para finales de abril de 2022, un año después de salir de la cárcel, el fotógrafo había ganado más de 10 millones de dólares vendiendo los NFT de su trabajo. Pudo pagar los abogados, apelar los cargos y ayudar a su familia y a sus excompañeros de celda. Wright comenzó a donar el 15 % del dinero de las ventas de los NFT a causas para reformar las fianzas, especialmente en el condado de Hamilton en Ohio. “Conozco a muchas personas que, si tuvieran los mismos recursos que yo, estarían también muy bien”, dice Wright.
Su megaéxito financiero no llegó sin detractores; algunos simplemente odian los NFT y otros piensan que las fotos del artista no tienen nada de especial frente a otros exploradores urbanos. Pero, a mitad de este año, el CEO del Fifth Third Bank de Cincinnati, compró dos de las fotos de Wright en una galería de arte local, y después de escuchar la historia del fotógrafo, lo invitó oficialmente al techo del rascacielos del banco. En octubre, Wright hizo una trasmisión en vivo desde lo más alto, fotografiando el horizonte de la ciudad en pleno festival de arte, cerrando así el ciclo en este primer acto de su carrera. Parado allí, vigilado no por la policía sino por coordinadores de seguridad pública, el joven miró al vacío para ver la corona de la Great American Tower, el mismo edificio donde empezaron sus problemas legales.
Para él, el arco de toda esta experiencia alucinante, de soldado a explorador urbano, a fotógrafo millonario, a artista aceptado por las corporaciones, en el transcurso de tres años, es un mensaje sobre el universo, la inspiración y cómo mantener viva la llama en nuestro interior. “Esa es la meta”, comenta. “Una consciencia cada vez mayor de lo que es posible. ¿Quién puedo ser? ¿Puedo vivir mi verdad sin peros y sin tener que comprometerme?”.