Publicado en marzo de 2016
Uno no logra sentirse digno de reseñar un concierto de los Rolling Stones. Casi todo corre el riesgo de la obviedad y la certeza de llover sobre mojado, especialmente si tenemos en cuenta el clima de aquel jueves imborrable.
El aguacero que empezó a caer antes de las 4:30 de la tarde iba complicando las cosas cuando el piso del escenario se llenó de agua y algunas áreas del backstage se inundaron, llegando incluso a perderse parte del fluido eléctrico. Sin prueba de sonido, y faltando una hora para su show, Diamante Eléctrico no sabía si iban a poder tocar. A pesar de todo, la banda de Juan Galeano salió con la frente en alto a la hora acordada, tocó impecablemente y ofreció una presentación sin grietas. Muy valientes.
Hacia las 8:30pm los Stones arrancaron con ‘Jumping Jack Flash’ que, en medio de la pirotecnia, dio paso a un concierto que muy pocos olvidarán. De ahí en adelante la cosa fue puro rock & roll.
No es indispensable ser un gran fan de los Stones para disfrutar sus conciertos, pero en algunas zonas del Campín fue necesario un esfuerzo adicional para evitar a la fauna indeseable que paga un millón de pesos con el propósito de convertir ‘Miss You’ en la música de fondo para el baile repelente de sus amiguitas, sus selfies y sus tragos caros.
Los Stones nos siguen enseñando que –gústenos o no- el rock es más que una ñoñez de melómanos expertos, y es mejor pasar a asuntos más relevantes.
La primera gran sorpresa de la noche apareció con la canción que el público escogió por votación; uno habría esperado que se eligiera algo más predecible, pero ‘Dead Flowers’ fue una elección maravillosa.
Después Mick Jagger agradeció a Diamante Eléctrico y anunció la presencia de Juanes, que se dio el lujo de acompañarlos en voz y guitarra durante ‘Beast Of Burden’. Fue muy emocionante para la mayoría, aunque algunos mostraron una profunda indignación. Sin embargo, este debió ser el mejor momento del paisa en los últimos 7 años. Si es verdad que le propusieron escoger entre ‘Beast of Burden’ y ‘Angie’, acertó plenamente con un tema en el que pudo mostrarse a la altura de las circunstancias.
Jagger dedicó ‘Wild Horses’ a los “colombianos románticos”, y antes de entregarse a ‘Paint It Black’ –que enloqueció al respetable– el cantante dijo: “El grupo siempre ha contribuido a la economía colombiana…”. Hizo un gesto de picardía y aclaró que Ronnie Wood toma diariamente unas ocho tazas de nuestro café. El español de este hombre da hasta para tomarnos del pelo.
La gente suele concentrarse casi exclusivamente en Richards y Jagger, dejando a un lado a sus históricos compañeros. Si hubiera justicia en este mundo, tendríamos todos que reconocer la precisión relojera del baterista y el trabajo impecable de Ron Wood. Al verlos en vivo uno quisiera ser nieto de Charlie Watts o teñirle las canas al efervescente guitarrista pelinegro. Lo cierto es que por momentos Wood llega a opacar por completo al mediático Keith.
Alcanzó el tiempo para hablar del Museo Botero, de obleas y aguardiente. Jagger presentó a toda la banda, y hubo un momento para reconocer a los legendarios Darryl Jones (bajo) y Chuck Leavell (teclados), míticos escuderos de la gran lengua roja. Han trabajado por décadas junto a los Stones y merecen casi la misma admiración que reciben sus patrones.
Con un cencerro, Leavell dio entrada a ‘Honky Tonk Women’, que fue sucedida por un segmento a cargo de Keith Richards, que interpretó ‘You Got The Silver’ y ‘Before They Make Me Run’. Luego vino una extensa y bluesera ‘Midnight Rambler’, en la que Jagger siguió sacudiendo su humanidad como si fuera un veinteañero recién graduado. Mueve los hombros y las nalgas con tanta intensidad que uno alcanza a temer por su integridad física. ¿Cómo carajos hace este tipo? Así queremos llegar a viejos.
‘Miss You’ y ‘Gimme Shelter’ precedieron a las explosiones rítmicas de ‘Start Me Up’. El estadio era toda una fiesta, y con justa causa. La entrega de estos septuagenarios encantadores, sus toneladas de clásicos y cincuenta años de historia, hicieron olvidar cualquier diluvio.
Para este punto, la indeseable fauna de la que hablamos al principio empezó a retirarse. No imaginaban que la cosa pudiera seguir, o preferían “evitar la chichonera a la salida”. Gracias por irse. Se perdieron el homenaje al Maligno en ‘Sympathy For The Devil’, y se habrían aburrido en la bellísima ‘You Can´t Always Get What You Want’, que contó con la acertada participación del coro de la Universidad Javeriana. Cinco minutos antes el Campín era un templo satánico, y ahora era una iglesia llena de voces góspel. Brillante.
“¡Bogotá es del putas”, gritó Jagger, “¿Están listos?”. El cierre –como era predecible- vino con la esperada ‘Satisfaction’ y más pirotecnia. No quedaba mucho por decir.
La ciudad no volverá a ser la misma, nosotros tampoco, al menos en este universo idealista de los que creemos que el rock es una vaina importantísima. Larga vida a estos genios de la eterna juventud.
Hoy, con la ropa seca, habrá que pensar en pagar la tarjeta de crédito.