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La alquimia zen de Rick Rubin

Música, meditación y buen gusto. Un recorrido por la historia de uno de los productores musicales más prolíficos y multifacéticos de las últimas décadas

Por  MARTÍN TORO

octubre 19, 2022

Fotografía por Frazer Harrison

¿Cuál es la labor de un productor? Muchas veces imaginamos a alguien dando instrucciones detrás de la consola en un estudio de grabación, agregando efectos y supervisando toda la acción que ocurre allí. Hasta cierto punto, todo esto pasa normalmente con la gran mayoría de los productores musicales, pero no es indispensable tocar un instrumento o saber manejar una consola de audio profesional para lograr álbumes que logren trascender en la historia y se conviertan en verdaderas joyas. Hay muchos tipos de productores, algunos se enfocan en los aspectos técnicos de la grabación, otros en la composición y los arreglos, otros en el ambiente que rodea la interpretación, algunos exprimen y presionan a los artistas hasta sacar lo mejor de ellos, mientras unos cuantos se dedican a corregir errores, seleccionando, copiando y pegando partes hasta armar un todo que parezca un disco. Sin embargo, solo uno ofrece el aura, la experiencia y la leyenda de nuestro protagonista.

Rick Rubin nació en Long Island, Nueva York, el 10 de marzo de 1963, en una familia de clase media, con un padre zapatero y una madre que se desempeñaba como ama de casa. A temprana edad comenzó a interesarse por la música, por los discos de AC/DC y Aerosmith, y por la creciente escena del punk. Aprendió algunos acordes de guitarra con Steve Freeman, un profesor de su escuela secundaria. A los 14 años, el pequeño Rick sufría de fuertes dolores en su cuello, y sus padres lo llevaron donde un médico que lo diagnosticó con estrés y le recomendó algo de meditación. El muchacho siguió las recomendaciones y aprendió sobre la meditación trascendental, práctica que más adelante sería una gran herramienta para él.

Poco después, junto a sus amigos del colegio formó la agrupación de punk The Pricks, y con ellos alcanzó a presentarse en el legendario CBGB, donde tocaron solo dos canciones porque aparentemente se pelearon con el público. La agrupación giró por Nueva York y California, conociendo a bandas como Circle Jerks, Minor Threat y Fugazi. Quizá, este fue el punto álgido de la carrera como músico para Rubin, pero ya sabemos que ha llegado mucho más lejos.

No fue sino hasta 1984 cuando descubrió su verdadera pasión: el hip hop. Haberlo descubierto le voló por completo la cabeza y lo hizo perder el gusto por el punk, acabando con The Pricks en ese mismo año. Para ese momento, Rubin había entrado a la facultad de filosofía en la Universidad de Nueva York (NYU), pero el hip hop lo distraería de sus objetivos académicos. Le encantaba lo novedoso del género, y lo ingeniosos que eran los raperos para innovar en cada sencillo. Para él era “crudo, poético y personal”, y cada noche iba a los bares y clubes de hip hop para seguir conociendo la escena. Eventualmente era el único chico blanco que asistía a estos lugares.

“Iba a estos sitios y escuchaba algo espectacular, luego compraba el álbum y no se parecía nada a lo que había visto en vivo”, dice Rubin. Esta hambre insaciable le llevó a hacer discos que tradujeran la intensidad de un concierto en el ambiente controlado de un estudio. “El objetivo de hacer discos en esa época era como la labor de un historiador”, agrega. DJ Jazzy Jay fue uno de sus primeros amigos de la escena y le recomendaba nuevos artistas para que estuviera al tanto de lo que sucedía en las profundidades del hip hop neoyorquino a comienzos de los 80.

Para Rubin, la parte esencial de un conjunto de rap no era el MC, sino el DJ. Las bases y los beats lo movían profundamente; por eso es que en el logotipo de Def Jam Recordings sobresalen las letras D y J. Poco a poco fue aprendiendo a producir y distribuir sus sencillos y colecciones de canciones.

La habitación 712 del dormitorio Weinstein, donde dormía Rubin, se convertiría en el primer intento de crear un sello discográfico. Movió su cama, juntó dos mesas y encima puso algunos equipos que había conseguido con un préstamo de cinco mil dólares por parte de sus padres: un par de parlantes, cables, una máquina de ritmos y una grabadora de cuatro canales.

Su primer sencillo como productor fue ‘It’s Yours’, una colaboración entre Jazzy Jay y T La Rock. El tema adquirió tanta popularidad que llegó a oídos de Russel Simmons, quien luego sería cofundador de Def Jam Recordings. “Nunca conocí a alguien tan enfocado. Tenía esa actitud de ‘hazlo tú mismo’, sabía lo que quería, y no tenía miedo de fallar”, le dijo Adam Dubin, compañero de Rubin en NYU, a Rolling Stone en 2014.

Para entonces, Simmons ya estaba metido en la industria musical como mánager de gente como Run-DMC, y tenía conocimientos que Rubin no había adquirido aún. “Rick me impactó mucho. Era blanco y tenía su máquina de ritmos llena de éxitos. Su talento era fuera de lo común”, ha expresado Simmons. Solo fue cuestión de tiempo para que Def Jam Recordings y sus producciones comenzaran a llamar la atención. Rubin instaló un centro de distribución de vinilos y cintas en NYU. Las cajas llenas de sencillos llegaban hasta el techo, y la demanda crecía como nunca lo habían imaginado, repartiendo discos por todo EE.UU..

Para finales de 1984, Rubin y Simmons ya eran conocidos en la escena underground del hip hop neoyorquino, y ‘I Need a Beat’ de L.L. Cool J alcanzaría a vender 120.000 copias. Este sencillo fue producido por Rubin y Adam Horovitz, que ya era popular por su primer EP Cooky Puss, junto a los Beastie Boys. Poco después, el trío neoyorquino estaba en boca de todos cuando ‘Rock Hard’ salió a la luz y mostró el rumbo que tomaría DJR en los años venideros.

El sonido y el estilo de las producciones de Rubin y Simmons llamaron la atención de las grandes disqueras, en especial la de CBS, o Columbia Records, quienes les ofrecieron un contrato de $600.000 dólares para formar parte de la discográfica.

Al estar amparados por una gran disquera, sus posibilidades eran ilimitadas. Mientras que las otras compañías operaban como bancos que prestaban el dinero con el que se hacía un disco y luego buscaban a toda costa recuperar lo invertido, a Rubin y compañía poco les importaba eso. Su prioridad era la calidad musical y la experiencia del consumidor al escuchar sus producciones. Durante su tiempo en Def Jam, Rubin publicó algunos discos que cambiarían por completo la historia del hip hop, como Raising Hell de Run-DMC o License to Ill de los Beastie Boys, en el que combinaba los tres géneros favoritos del productor: rap, rock y metal en un solo disco. Este último se convirtió en el primer LP de hip hop en ocupar el Número Uno en las listas de Billboard.

Para 1986, Rick Rubin volvió a la música pesada que tanto disfrutaba, grabando el legendario Reign in Blood de Slayer. Las temáticas oscuras del disco -muerte, locura y homicidios- hicieron que Columbia Records impidiera la publicación del disco bajo su sello, así que Rubin tuvo que buscar una disquera que quisiera distribuirlo. “¿Quién dijo que el rock tiene que ser amable? El rock & roll se trata de romper las reglas”, les dijo Rubin a los medios.

En 1988, las cosas con Russell Simmons no iban muy bien. Su sociedad se había ido deteriorando y Rubin le dijo que serían mejores amigos que socios. Simmons no tomó las cosas bien y dijo que se quería quedar en la empresa, así que Rubin dejó la discográfica por el bien de los dos. Semanas después se mudó a Los Ángeles, donde comenzó un nuevo proyecto: Def American Recordings. Allí siguió creando música junto a Slayer, y comenzó a trabajar con artistas como Glenn Danzig, Johnny Cash y The Black Crowes.

La verdadera filosofía de trabajo de Rick Rubin (por la cual hoy en día es reconocido) surgió en 1991, trabajando con los Red Hot Chili Peppers en su álbum Blood Sugar Sex Magik. Entendió que la banda podía llevar el rock & roll más allá de sus fronteras sí él lograba romper los imaginarios de cada integrante al meditar antes de las sesiones. “Cada vez que llegaba al estudio, el ambiente cambiaba por completo, no llegaba a conectar cables y presionar botones. Simplemente nos metía en una habitación y nos animaba a tocar la mejor música que se nos ocurriera”, dice Flea. La relación entre la banda y el productor los llevó a crear posteriormente álbumes como One Hot Minute, Californication y By The Way, marcando por completo la música de los 90 y comienzos de los 2000.

Desde ese momento, las nominaciones a premios como los Grammy comenzaron a llegar por montones. Sus trabajos con Tom Petty, Johnny Cash, Jay Z y Shakira fueron reconocidos, y en 2007 conseguiría el gramófono por Disco y Canción del Año con Not Ready To Make Nice de Dixie Chicks. Al año siguiente, ganó el premio con Stadium Arcadium de los Chili Peppers como Mejor Álbum Rock y en 2009 recibió el reconocimiento al Productor del Año.

La cantidad de créditos que tiene Rick Rubin es inimaginable, a lo largo de su carrera ha trabajado con estrellas como System of a Down, Eminem, Adele, Linkin Park, Ed Sheeran, The Strokes, Imagine Dragons, Lady Gaga y Metallica. Pero sus grandes éxitos no le han evitado las críticas.

Varias veces fue cuestionado por contribuir en la Loudness War, como sucedió con Death Magnetic de Metallica y 13 de Black Sabbath. Otros artistas han criticado su forma de producir; Corey Taylor de Slipknot se quejó durante el proceso de producción de Vol. 3 (The Subliminal Verses), ya que Rubin solo iba al estudio una vez por semana. “El Rick Rubin de hoy es una… sombra del Rick Rubin que alguna vez fue. Está sobrevalorado, está sobrepagado y nunca volveré a trabajar con él”, le dijo a Blabbermouth, aunque años después se mostró más o menos arrepentido. Los integrantes de Black Sabbath también cuestionaron el trabajo de Rubin en 13. Eso sí, años después del lanzamiento y la promoción, cuando todo era un jardín de rosas.

Sin importarle las críticas, Rick Rubin se mueve por la música como un marinero guiado por las señales del mar y el cielo. El buen gusto (en la mayoría de los casos) es su primer instrumento de navegación, mientras busca lo mejor de cada artista al someterlos a procesos poco ortodoxos y sacarlos por completo de su zona de confort. Su trabajo es escuchar y aconsejar, él sabe lo que le gusta y sabe perfectamente lo que le gustará a los demás.

Trabajar junto a Rubin puede ser una experiencia catártica para muchos artistas, al entender que pondrá el dedo en la llaga para revivir sus emociones y las transformará en algo bello y honesto. “Rick nos dijo que diéramos el 100 %. Me apartaba a un lado y me decía: ‘¿En qué estabas pensando cuando escribiste esta canción?’. Me decía que no me contuviera en absoluto y canalizara cómo me sentía”, dijo Dan Reynolds de Imagine Dragons sobre su trabajo en ‘Cutthroat’.  “Él no es un productor, es un reductor”, le dijo Kanye West a Zane Lowe en 2013.

Hoy Rick Rubin escarba las mentes de sus clientes desde su estudio Shangri-La, sobre una colina que mira a la playa en Malibú. Ese es su santuario, un lugar minimalista donde el objetivo solo es uno: hacer la mejor música posible. En el patio descansa el famoso bus que llevó a Bruce Springsteen por todo Estados Unidos en incontables giras, y en su interior se ha instalado un estudio.

Hoy no se sienta detrás de la consola, desde un sofá dirige a los músicos. Con una larga barba y un par de shorts, va por la vida dejando éxitos y grandes álbumes. Con su disposición de gurú y un sentido de producción y visión único, sus producciones se caracterizan por ser honestas, crudas y viscerales. Con su carácter tranquilo y sereno ha afrontado todos los obstáculos que le ha lanzado la industria del entretenimiento. Y sabe que, creyendo fielmente en su instinto, el mejor disco es el que está por venir.   

A Def Jam le debemos lo que ocurrió con Run-DMC y Aerosmith, ‘Walk This Way’, y todo lo que eso trajo.

Seis buenos ejemplos

Un mínimo vistazo a la inmensidad de Rick Rubin

Raising Hell

Run-DMC – 1986

Seasons in the Abyss

Slayer – 1990

Blood Sugar Sex Magik

Red Hot Chili Peppers – 1991

De-Loused in the Comatorium

The Mars Volta – 2003

Taking the Long Way

Dixie Chicks – 2006

The Colour in Anything

James Blake – 2016