Judas Priest en Argentina: el triunfo de la madurez y la conciencia performática

La legendaria banda británica de heavy metal se presentó ante un Movistar Arena repleto y homenajeó a Lionel Messi

Por  SEBASTIÁN CHAVES

diciembre 14, 2022

Rob Halford apunta al cielo durante su show en el Movistar Arena

Foto: Gentileza Fenix

Es el final de “Turbo Lover”, en la pantalla central aparece la figura de Lionel Messi con la camiseta de la Selección Argentina, los brazos flexionados y sus dedos índices apuntando al cielo. En las de los costados, el foco está sobre Rob Halford que, encuerado por completo, también levanta uno de sus índices y apunta al cielo. El camino del héroe con altas dosis de virtuosismo, esa destreza física que tiene mucho de adolescencia, acompañado ahora y en ambos casos por la sabiduría de la adultez. Messi, con 35 años, administró energías para llegar al final de partido y sacar a pasear a un defensor 15 años más joven. El líder de Judas Priest, con 71 años, llegó al final del show para tronar sus agudos cavernosos con esos gritos que son de venganza, pero también de dolor. Falsetes podridos que salen desde las tripas y tocan picos imposibles.

Y si unas horas antes Messi había sumado otro de esos triunfos que le marcarán la vida y que le permiten aspirar a conquistar, ahora sí, el triunfo último y definitivo, Rob Halford también tenía galardones para celebrar. Sin grandilocuencias ni anuncios, como ya ha pasado con las últimas tres visitas anteriores de Judas Priest a la Argentina, el show tuvo el sabor de una despedida no anunciada, por más que sobre el final se haya leído en las pantallas “El sacerdote volverá”. 

(Foto: Twitter @SidVina)

Ante un Movistar Arena repleto, los ingleses comenzaron su repertorio de 16 canciones con una tríada de Screaming For Vengeance (“The Hellion-Electric Eye”, “Riding On The Wind” y “Another Thing Coming”. Todos los dispositivos en marcha para un recital de clásicos, un show de heavy metal con cueros, tachas, fuego, referencias satánicas y religiosas (acaso porque a fin de cuentas sean lo mismo), solos de guitarra repletos de distorsión y técnica, baterías con doble bombo, alaridos, teatralidad, puesta en escena de depósito nuclear y, por supuesto, la moto chopera sobre el final.

La legendaria banda británica de heavy metal se presentó ante un Movistar Arena repleto y homenajeó a Lionel Messi
Foto: Gentileza Fenix

Rob Halford y Judas Priest inventaron muchos de esos lugares comunes del heavy metal, esa subcultura que exige tanto ser como parecer. Entonces, a mitad del show y antes de que Messi apareciera en las pantallas, Halford no cantó ninguno de los estribillos de “Turbo Lover”, se limitó a dirigir al público como si este se tratara de un coro de irredentos. El tema, ya un clásico de la banda, es una gema del disco maldito del grupo. Ese en el que, seducidos por los sintetizadores y el glam, traicionaron los ideales del rock pesado. Pero ahora, con el paso del tiempo, “Turbo Lover” en vivo carga con una potencia y una podredumbre que lo vuelven una performance metalera como pocas. El triunfo de Halford aquí es el triunfo de la madurez y la conciencia performática. 

Screaming for vengeance” y “Painkiller” fueron los lugares obligados antes de los bises. Halford se aferró al micrófono con las dos manos, estrujó su estómago y los agudos parecían salir hasta desde las venas que se marcaban en su cabeza. Los gritos de venganza son en Judas Priest también gritos de dolor, no hay mediación entre un estado y el otro. Se sale a buscar revancha sin pasar por el duelo previo del desencanto, y entonces esa masa sonora es rugido y chillido al mismo tiempo. Que justo al terminar ese doblete (de gritar venganza y de matar el dolor) haya flameado en el público una bandera LGTBIQ confirmó uno de los grandes, si no el máximo, triunfo de Rob Halford, el primer gran metalero en declararse públicamente homosexual.

Foto: Gentileza Fenix

Pero había tiempo para más. “Hell Bent For Leather”, “Breaking The Law” y “Living After Midnight” fueron el tridente de cierre, al igual que desde hace años. La Harley Davidson en el escenario para ser sodomizada por el cantante, con fusta de cuero en mano, y un saludo final que no arrojó demasiadas pistas sobre el futuro del grupo, pero sí una verdad que nadie puede discutirle a Judas Priest. Rob Halford le dio la espalda al público y entonces se pudo leer que la campera tenía dos palabras que lo definen tanto como él a ellas, y eso será para siempre: heavy metal.  

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