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Irán, la resistencia al velo obligatorio no es lo mismo que la islamofobia

Las protestas de las mujeres siguen protagonizando el levantamiento del pueblo iraní en contra de su régimen ultraconservador. La quema del velo es símbolo de liberación para muchas, pero también se ha usado para difundir discursos de odio contra la fe islámica afectando a tantas otras

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

septiembre 28, 2022

Edith Dekyndt, Ombre Indigène Part. 2 (Ile de la Martinique), 2014

Desde hace varios días vemos en medios de comunicación y redes sociales las imágenes de cientos de mujeres en Irán mostrando sus cabelleras y dejando a un lado el hiyab, la prenda que cubre sus cabezas como parte de los símbolos del islam. Las protestas, que también son acompañadas por hombres en las calles de Teherán, surgieron a raíz de la muerte de Mahsa Amini, luego de ser detenida por no vestir de manera adecuada el hiyab. Al parecer, la joven fue golpeada brutalmente por las autoridades iraníes conocidas como Policía de la Moral.

La respuesta en las calles ha sido masiva, pues parece sumarse al descontento de muchos sectores de la sociedad iraní con un régimen religioso ultraconservador que rige al país desde la revolución de 1979. Desde entonces, el establecimiento de la república islámica estableció un régimen liderado por los ayatolás, donde muchas libertades están restringidas y los derechos humanos son continuamente irrespetados. Según el informe de 2021 de Amnistía Internacional, Las fuerzas de seguridad iraníes hacen uso ilegítimo de medios letales para sofocar protestas, mientras la libertad de expresión, asociación y reunión son fuertemente perseguidas. La impunidad de las transgresiones masivas a los derechos humanos es sistémica y en esas circunstancias, las mujeres y la población LGBTIQ+ sufren violencia y discriminación de manera cotidiana.

La represión de esta nueva oleada de protestas ha sido violenta, con por lo menos 41 personas muertas, según cifras oficiales y más de 76, de acuerdo con la ONG noruega con sede en Irán IHR – Iran Human Rights. Mientras las manifestaciones continúan, un gran debate se abre en países de occidente alrededor de la famosa prenda que protagoniza estas revueltas y que revive una lucha de antaño respecto a la opresión de los sectores ultraconservadores del islam sobre las mujeres. 

Masih Alinejad, una activista iraní residente en Estados Unidos, promueve desde 2017 una campaña en redes sociales llamada #Whitewednesdays (miércoles blancos), con la que alienta a mujeres iraníes a vestir prendas de ese color o a no cubrir su pelo y publicar fotos en señal de protesta contra la obligatoriedad del hiyab. En medio de la agitación por las recientes protestas, Alinejad ha vuelvo a insistir en que la lucha no es contra una prenda de vestir, sino contra la obligatoriedad que representa la opresión sobre las mujeres y niñas. En últimas, hace un llamado a la separación entre el Estado y la Iglesia como garantía de los derechos que deben ser protegidos por un Estado laico, pero que en la actualidad constriñe la libertad de las mujeres con organismos como la Gasht-e-Ershad o Policía de la Moral.


La crítica al uso obligatorio del velo no riñe con el respeto a la decisión de mujeres musulmanas que lo portan con convicción


Este organismo se centra en controlar el código de vestimenta islámico en espacios públicos y castigar a quienes no lo cumplan, particularmente las mujeres. La representación de esta práctica aparece en la premiada cinta animada Persépolis (2007) de Marjane Satrapi. En ella no solo vemos los cambios de Irán tras la revolución del 79, sino las resistencias de las mujeres ante las imposiciones basadas en la fe musulmana que rigieron desde entonces.

Sin embargo, la misma Satrapi, quien vive en Francia hace más de tres décadas, es consciente de que su crítica al uso obligatorio del velo no riñe con la decisión de mujeres musulmanas que lo portan con convicción, especialmente en países occidentales donde son señaladas o incluso se les prohíbe el uso, como parte de la islamofobia que viven Europa y Estados Unidos, entre otras regiones del mundo.

Y es que la complejidad de las críticas desde Occidente a regímenes islámicos como el de Irán no están exentas de controversias, pues la historia ha mostrado que una lectura sesgada y racista sobre estos países puede ser muy perjudicial para sus poblaciones, a pesar de venir cubierta de discursos defensores de los derechos humanos. Cabe recordar aquí las intervenciones en Irak o Afganistán bajo estas premisas, que llevaron a una estigmatización (entre otras gravísimas consecuencias) de la cultura musulmana. 

Chaimaa Boukharsa, arabista islamóloga, especializada en feminismos islámicos, decoloniales y diversidad cultural, además de coordinadora de Afrocolectiva, es vehemente al decir que se deben expresar opiniones informadas que muestren la diversidad de las mujeres musulmanas para no ser reduccionistas con la situación política de Irán, ni relacionar de forma automática al velo con opresión. “Tratamos a las mujeres musulmanas como la mujer musulmana, en singular.  Existe una inmensa diversidad de musulmanas, con sus culturas, tradiciones, formas de vestirse y de vivir su fe”, dice.   

Al hacer una denuncia desde una visión occidental, Boukharsa dice que se ejerce violencia cuando se proyectan estas situaciones desde criterios, culturas y conceptos de pudor, libertad, progreso y liberación occidentales. Esto incluye imponer un análisis de qué es y cómo es ser mujer feminista, progresista y libre sobre las mujeres iraníes, sin contexto y sin suficiente bagaje para valorar de una forma justa su situación. Por eso recalca que las mujeres en Irán han sido dominadas por varios tipos de patriarcado, incluso antes de la revolución de los años 70, bajo ideas de progreso y modernidad con una base colonial y también patriarcal. En ese entonces para alcanzar el progreso se decidió adoptar formas de ser y vestir de Occidente y la prohibición del hiyab, fue un resultado opresor y patriarcal para las mujeres.

Boukharsa critica también el cubrimiento mediático de estas protestas bajo la idea de denuncia que, además de alimentar el morbo y buscar clickbaits, son, en su concepto, un ejemplo del binarismo sobre Oriente, “donde se muestra una imagen peor que la propia para sentirse superior a esas mujeres y la finalidad no es hacer justicia sino, mostrar superioridad moral, étnica etc.”.

La pregunta que deja planteada Chaimaa Boukharsa nos orienta en este sentido, ¿creemos que por demonizar el hiyab estamos haciendo un acto feminista? Vale, pero ¿hemos pensado qué consecuencia tiene esto en el resto de las mujeres musulmanas que tapan el velo por la razón que sea?

La opresión sobre las mujeres en el mundo proviene de prácticas patriarcales que toman diferentes formas en cada cultura. La obligación del uso de la prenda tiene una carga muy fuerte sobre las mujeres iraníes que sufren violencias cotidianas por un estricto código de conducta que limita sus libertades. Aun así, esto no puede dar pie para totalizar las experiencias de las mujeres en el islam, una religión con más de 1.200 millones de personas, y mucho menos puede servir para estigmatizar a una población que lleva más de dos décadas sufriendo racismo y persecución en países occidentales. Como ante cualquier cultura que no conozcamos con profundidad, lo mejor será oír a sus protagonistas y apoyarlas sin recurrir a supremacismo racial o cultural.