Hace 20 años, Skay Beilinson lanzaba A través del Mar de los Sargazos , su primer disco como solista

Hace dos décadas, se cumplía el primer “año sabático” de los Redondos y el guitarrista marcaba la cancha: “Yo también soy Patricio Rey”, le decía a Rolling Stone. Leé la reseña del álbum por Claudio Kleiman

Por  HUMPHREY INZILLO

octubre 20, 2022

Skay Beilinson y su guitarra: la magia está.

Agustín Dusserre

“Con el Indio nos debemos, al menos, un par de canciones. Lo que no sé es cuándo ni cómo ni dónde. Tal vez hagamos un dúo. Puede ser en Córdoba, en Katmandú o en Buenos Aires”, le decía Skay Beilinson a Rolling Stone a fines de 2002. Transcurría entonces el primer “año sabático” de los Redondos, que —según aclaraban en ese momento— podían llegar a ser dos, o tres.
Skay había lanzado en octubre su primer disco como solista, A través del Mar de los Sargazos (Urbe Orbe/ DBN), que podía entenderse como un regreso a las fuentes (“tracción a sangre” era el eufemismo que se utilizaba en ese momento), después de la etapa de experimentación con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en torno a la música de edición (Último bondi a Finisterre, de 1998, y Momo Sampler, 2000). “El Indio propuso trabajar de ese modo. A mí el proyecto me entusiasmó, porque significaba navegar en lugares poco conocidos. Probablemente, mi pulso es más rockero que el del Indio. Y es cierto que estaba extrañando el pulso humano. Este disco que lo rescata”, explicaba.

En su nuevo papel de letrista, Skay apelaba a la técnica de la prueba y el error. Para impregnarse de la dinámica poética leyó viejos libros de Henri Michaux y Omar Kayam. Pero sus gustos literarios eran bastante eclécticos: elogiaba la calidad de José Saramago y la ironía de Kurt Vonnegut

“Los Redondos eran mi banda. También la del Indio, claro. De afuera, se puede ver distinto. Pero yo no soy el guitarrista. De alguna manera, yo también soy Patricio Rey”, decía Skay, acreditando su lugar en la historia. En sus primeros conciertos, el guitarrista (y desde entonces, cantante) incluía inéditos ricoteros, como “Nene, nena” y otras gemas como “Caña seca y un membrillo”, “Humano, roto y mal parado”, “Criminal mambo”, “La bestia pop”, “Nuestro amo juega al esclavo”, “El infierno está encantador”, “Me matan, limón!” y, claro, “Ji ji ji”.

El destino, en ese momento, era una hoja en blanco. Y el reencuentro de los Redondos no era impensable. Con el correr de los años, la ilusión del reencuentro se fue diluyendo y el repertorio propio fue dejándole cada vez menos menos espacio a las canciones ricoteras, que Skay administra en sus shows con cuentagotas. A través del Mar de los Sargazos, cuya portada fue diseñada por Rocambole, fue el puntapié inicial de una fructífera discografía como solista, y algunas de sus canciones, como “Oda a la sin nombre”, no sólo se transformaron en un número infaltable en sus recitales, sino en el pilar de una obra que no para de crecer.

La experiencia, intransferible, de ver a Skay en vivo, tendrá un nuevo mojón el 15 de diciembre en el Arena Movistar.

A veinte años de su primer disco como solista, vale la pena repasar la reseña del disco que escribió Claudio Kleiman para Rolling Stone, en la edición 56, de noviembre de 2002.    

“Hay vida después de los Redondos: Skay consiguió un disco estupendo. 

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Skay Beilinson

A través del Mar de los Sargazos (Urbe Orbe/ DBN)
Y bueno, tenía que suceder. Aproximándonos al fin del ya famoso año sabático de los Redondos, Skay Beilinson -guitarrista y alma máter del grupo junto al Indio Solari– edita su primer álbum solista. Y así como, salvando las distancias, muchas veces se lo ha comparado con Keith Richards —por su garra y sentimiento en la guitarra, por el papel de arquitecto sonoro que ocupa dentro de la banda—, hay que decir que Skay, inteligentemente, eligió un camino similar al del ícono stone a la hora de presentar un trabajo individual; es decir: no intenta replicar conscientemente el sonido redondo, pero tampoco hace esfuerzos para evitarlo.

En A través del Mar de los Sargazos (nombre de una zona del Atlántico central cuya capa semisólida de algas, siglos atrás, resultaba una trampa mortal para los barcos de vela) hay canciones que remiten a distintas épocas de los Redondos, así como otras que llevan la impronta individual de Beilinson y pertenecen al rubro éste tema-mata-pero-no-encaja-en-el estilo-del-grupo. Desmarcado de las presiones de Patricio Rey y las exigencias de su coequipier de composición, Skay construye un álbum estilísticamente diverso; los doce temas pueden leerse como pequeñas historias separadas, pero a su vez van construyendo un relato abierto a la interpretación. Hay un panorama inicial que presenta un mundo vagamente futurista, acosado por todo tipo de catástrofes -humanas y naturales-, y con las líneas divisorias entre el bien y el mal, lo mítico y lo terreno, difusas hasta el punto de lo indescifrable. Hay viajes y desafíos, con abundante imaginería marina -tormentas, cielos nocturnos, barcos y canoas-, y un final donde el protagonista es dueño de su destino, dispuesto a emprender un nuevo camino. O algo así. Esto puede ser una sorpresa para quienes no imaginaban al guitarrista fuera del ámbito de su banda de siempre: aquí Beilinson pasa al frente también como letrista y cantante, con notables resultados. Sus letras, sin ser tan herméticas como algunas de Solari, recurren a la metáfora y al enigma para crear pasajes de gran poder evocativo; como cantante, Skay asume una función casi teatral: su voz aparece procesada y distorsionada, susrrada, operística, o directa y sincera, según los requerimientos del tema.
En A través… hay varias canciones inolvidables. “Alcoholito” (una especie de vals muy Tom Waits y “Con los ojos cerrados” (¿Un reggae yugoslavo?) muestra influencias de la música del Este europeo; “Oda a la sin nombre” es un fol rock a la Tom Petty apoyado en un espectacular riff de guitarra; “Entre el cielo y la tierra”, quizás el tema más personal y conmovedor, se desliza sobre un motivo lejanamente hawaiano; “Síndrome del trapecista” y “La grieta” tienen el empuje de los mejores rocks redondos, y “Lágrimas y cenizas” es un himno de esos para cantar con los encendedores prendidos. El sonido retoma la tracción a sangre que los Redondos de la última época dejaron un poco de lado: Skay grabó todas las guitarras, voces y percusiones en la intimidad de su estudio hogareño, junto a la férrea base de Daniel Colombres en batería y Dani Castro en bajo, más las ocasionales apariciones de Sebastián Schachtel en acordeón y Patán Vidal en piano. Con la ayuda de su guitarra sintetizada y numerosas sobregrabaciones de eléctricas y acústicas, Beilinson consigue variadas texturas que incluso llegan a evocar (en “Lágrimas y cenizas”) una creíble sección de vientos. Prácticamente no hay solos, pero vale la pena escuchar los finales de “Kermesse” y “Astrolabio” para reencontrarse con sus inconfundibles tono y buen gusto en la viola solista.
Ya estamos en noviembre. Quien esto escribe, va apuntando su voto para A través del Mar de los Sargazos como Disco del Año, en lo que a rock argentino se refiere.”