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Gritarle a la ciudad

Hace tiempo el rock colombiano no ofrece un disco tan prometedor; este es el testimonio de algo que pronto debería estallar

Por  RICARDO DURÁN

JACOB @JAKES_TAPES

Armenia

Grita II

Ya era hora de hablar seriamente sobre Armenia: se trata de una banda liderada por Juan Antonio Toro (voz y guitarra), un talentoso compositor que viene ganándose poco a poco el respeto de la industria, y en este proyecto está acompañado por el teclista Ricardo Laverde, el bajista Daniel Moreno, y el baterista Daniel Cardona.

La banda empezó a trabajar oficialmente a comienzos de 2019, y en este poco tiempo ha ido formando una buena base de fans, logrando incluso colarse en la radio comercial. ‘Violeta’ ha alcanzado un impacto importante en plataformas, el cover de ‘Limón y sal’ (Julieta Venegas) fue una gran muestra de su capacidad, y ‘El tiempo’ los llevó a otro nivel.

En teoría acá hay un encuentro entre el kitsch de “la música de plancha” y el rock de garaje, pero Armenia llega mucho más allá. Y lo logra porque Toro es un músico de los que ya no vemos con frecuencia; vean su Instagram para hacerse una idea. Allí aparece tocando absolutamente de todo, desde música de Van Halen hasta Alfredo Gutiérrez, y esa versatilidad es evidente en lo que consigue con esta banda, bautizada con nombre de ciudad, como Boston, Chicago o Berlin.

El comienzo es una seguidilla de golpes contundentes: ‘El tiempo’ arrasa, ‘Grita’ muestra un gran trabajo de guitarra con una letra perfecta para tiempos de ansiedades y depresiones, y ‘Tú sigues aquí’ sorprende con potencia y profundidad que revientan cabezas. Más adelante atacan de nuevo con ‘Rompe’ (junto a Oh’laville), y ‘Pimpinella’ (con Francesca Collavini) cautiva recordándonos un poco a Miranda!, pero es muchísimo más dura.

El momento más débil llega al final en ‘Un hogar’, su colaboración con la gente de Margarita Siempre Viva; acá las voces carecen de la fuerza, el carácter y la afinación que amerita un álbum tan sólido, particularmente en las estrofas, robándole el show a una base instrumental bien elaborada. Y es curioso, porque en otros momentos del disco se siente justamente un interés evidente en el canto. Desde sus comienzos, el rock colombiano trae una deuda con el trabajo vocal, todo hay que decirlo, y ya va siendo hora de que artistas y productores asuman este aspecto con la seriedad que requiere.

Sin embargo, se trata solo de un lunar en medio de algo muy prometedor, que se está consolidando como una realidad capaz de subir el nivel del pop y el rock que se hace actualmente en estas tierras. Hay que prepararse, algo grande podría pasar por estos lados.