Gaby Kerpel: la historia del compositor detrás de la música de Fuerza Bruta

Desde mediados de los 80, el músico porteño creó inquietantes bandas sonoras para grupos como La Organización Negra y De La Guarda y para su propio proyecto de fusión tecno-folclórica

Por  DANIEL FLORES

agosto 11, 2022

Kerpel le pone algo más que ritmo a "Wayra".

Florencia Daniel

Fuerza Bruta está de vuelta en casa. En acción desde 2005, con más de 5800 presentaciones ante 6 millones de espectadores en 58 ciudades de 34 países, la compañía performática argentina, de inédita proyección global, reestrenó hace un mes su espectáculo Wayra en el estadio Obras. Aún quedan algunas funciones, hasta el domingo 14 de agosto, para disfrutar en Buenos Aires de una puesta que en pocos días más tomará rumbos tan dispares como Mendoza y Seúl. 

Detrás de Fuerza Bruta están el director Diqui James y el músico y compositor Gaby Kerpel. Ambos vienen trabajando juntos ya desde hace mucho tiempo, nada menos que 1986, cuando formaban parte de otro grupo legendario, La Organización Negra, antecedente clave para Fuerza Bruta y para su proyecto intermedio, De La Guarda, con variantes, pero siempre en una línea coherente de experimentación marcadamente acrobática y eminentemente rítmico-musical.

En “Wayra”, la potente percusión diseñada por Kerpel es protagonista Foto: gentileza Ozono

Kerpel es quien, desde la seminal e intimidante puesta UORC de La Organización Negra, presentada a mediados de los ochenta en un antro porteño, no menos mítico, llamado Cemento, les puso beats, timbres y frecuencias a las escenas de James. Desde el crecimiento de la compañía, con sus múltiples elencos simultáneos alrededor del mundo, el músico ya no ejecuta sus scores en vivo durante los shows, pero compone las partes y supervisa cada detalle para que todo suene como lo imaginó. Así que hoy anda por los pasillos de Obras para chequear algunas cuestiones de último momento y, de paso, recibir a Rolling Stone justo antes de una nueva función a lleno en el estadio de la Avenida del Libertador.

“Soy músico, pero en realidad llegué a la Organización Negra porque estudiaba teatro con uno de los actores del grupo. Yo tenía 21 años y tocaba en una banda pop, Autobus, nada que ver. Pero por alguna razón se imaginaron que podía hacer la música que necesitaban. Fui a una reunión para que me contaran más y me pareció todo rarísimo”, recuerda Kerpel. Faltan minutos apenas para que arranque Wayra y el backstage luce curiosamente calmo si se considera la compleja coordinación imprescindible para este intenso show. Tres de los actores interrumpen la respuesta de Gaby para decirle que salen del estadio para precalentar antes de empezar. “Lo que me pedían para el espectáculo era muy antimusical -retoma Kerpel-, y eso me despejó mucho, me liberó. Mi parte creativa como músico surgió a partir de La Organización Negra”.

Si bien se trata de experiencias “teatrales”, la música ha sido cada vez más central en los espectáculos de la sociedad James-Kerpel. Años atrás, llegaron a convocar a DJ para cerrar las funciones. Wayra, por caso, termina con una especie de gran rave, integrando al público con los “actores”, borrando definitivamente los límites del espacio teatral convencional (que, de todos modos, nunca tuvieron mucha cabida para James). “Guastavo Santaolalla me produjo en los noventa un disco con la música de De La Guarda y en ese momento nos convenció a todos de que la música podía tener mayor protagonismo”, reconoce Gaby. 

Al margen de su participación con estos proyectos filoteatrales, Kerpel desarrolló con los años una carrera musical propia, con un estilo personal entre el folclore y la electrónica. Primero tras el alias de King Coya y últimamente bajo el paraguas de Folclonica, con el que acaba de lanzar el single “Dada”, disponible en plataformas varias.

¿En qué punto empieza a interesarte el folclore?

Uno de los tracks de De La Guarda era bastante folclórico. En ese momento trabajaba con sampler, previo a la computadora, es decir directamente con un aparato para grabar audio y manipularlo. Empecé a meterme en el mundo de grabar percusiones y samplearlas, algo que en el momento, principios de los 90, relacioné con el hip-hop. Pero era otra cosa. Y en esa investigación encontré el folclore argentino como elemento de inspiración. Ahí hice mi disco Carnabailito (Nota: editado en Argentina en 2001, con una fusión de música andina y electrónica), ya al margen de De La Guarda, con un rumbo folclórico más definido, bien alejado del pop. Cuando estaba grabándolo sentía que era algo original, que me daba un terreno fértil donde podía ser el único, desde donde podía producir algo más personal… ¡Entonces después escuché (el dúo argentino, de búsqueda similar) Tonolec!

Y después vino toda la escena Zizek…

Claro, en realidad había otros músicos en un camino parecido. En Zizek confluimos distintos artistas en una especie de cumbia tratada de diferentes maneras. Pero eso después mutó a algo más folclórico, que ya no era cumbia, pero seguía ligado a los beats bailables. Ahora, sobre todo en Europa, hay toda una escena de “orgánica bailable”, que usa sikus y beats de house y hasta charangos. Lo escuchás y decís, “¡Pará, nosotros hicimos eso hace diez años!”.

¿Viajaste mucho por el Norte argentino para inspirarte?

No específicamente en ese plan, pero la primera vez que viajé a San Antonio de Atacama noté que el desierto me encantaba. Y esa vibra de alguna manera la incorporé a mi música.

¿Trabajar con Fuerza Bruta de algún modo cubrió tus “necesidades” performáticas como artista?

No. Bueno, en parte. Mi proyecto musical independiente tiene otros objetivos, es más personal, más pequeño, pero igual siempre lo veo ligado a lo escénico, de una u otra manera. Lo tengo incorporado.

En un momento te acompañaba en vivo el grupo de baile de las Queen Cholas…

Era parte de mi show, sí. Una chicas que se me acercaron con una propuesta a la que le dimos forma juntos. Ellas bailaban y yo bailaba un poco también. Pero no lo pude desarrollar tanto como me hubiera gustado. Lo empezamos a trabajar y vino la pandemia. Ahora, todavía no tengo nada diseñado para el próximo show, pero sé que me interesa mucho esa parte, igual que el video y las luces. Ya con Carnabailito trabajé con el artista Diego Chemes en un show bastante visual. Siempre me copó eso. Me interesa la fantasía a la hora de bailar, crear un mundo donde te puedas meter. Todo eso tiene que ver con algo más espiritual y con sonidos de la tierra. No sé cómo explicarlo, pero es lo que me sale.

¿Por qué pasaste de ser King Coya a usar tu nombre “real” y la etiqueta Folclónica?

King Coya no existe más. Tuve un par de discusiones por las redes con… fanáticos… Para mi, discusiones desubicadas, por el uso del término “coya”. Pero la verdad es que tampoco voy a estar defendiendo algo que para mí era simplemente representar un personaje. Puedo tener otro nombre. Folclonica se me ocurrió por el término clon, que tiene eso de repetición y de mezcla de culturas. La mezcla no es mala, es positiva.

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