Francisco Cerúndolo, el mejor tenista argentino del momento: “Vi en vivo a Duki y a Bad Bunny, pero me hubiera encantado ir a ver a Soda Stereo”

Tiene 25 años, viene de familia de deportistas y logró un torneo en césped británico, algo largamente esquivo para el talento local

Por  SEBASTIÁN TOROK

enero 4, 2024

Foto: Florencia Daniel

Hubo una época romántica del tenis. Un período más artesanal, menos formal, quizás, en el que distintas variantes del arte (la música, la poesía, el cine) se derramaban dentro y fuera de los courts. Los 70 y 80 fueron tiempos de inspiración, también en el deporte. Los jugadores parecían estrellas de rock por cómo vestían y por lo que transmitían; porque, más allá de las rivalidades, compartían momentos de ocio y encontraban otras estimulaciones creativas, además de empuñar la raqueta e impactar la pelotita en el polvo de ladrillo de Montecarlo, el césped de Wimbledon o el cemento norteamericano. Con vinchas, largas cabelleras y pantalones más cercanos al movimiento hippie que al tenis, irradiaban bohemia y libertad. Estrofas de Bob Dylan, The Rolling Stones y Janis Joplin se combinaban con los torneos de aquí y de allá.

Llegó la evolución. Las raquetas de madera fueron reemplazadas por las de aluminio, primero, y luego por las de grafito, más livianas y tecnológicas. Las transmisiones por TV aumentaron la popularidad. Surgieron los managers y las agencias. El deporte se hizo más profesional en el sentido económico del concepto. Creció el mercado del tenis y la ATP, que nació como un sindicato de jugadores, se convirtió en una suerte de corporación. Todo se fue potenciando. Mejoraron la alimentación y la preparación. Tomaron mayor protagonismo los entrenadores, los fisioterapeutas y las distintas piezas de los equipos de los jugadores. Se desarrollaron rutinas nuevas y exigentes; y muchos tenistas de elite, en cierta manera, se robotizaron. En ese camino hacia la cumbre, algunos perdieron frescura y no toleraron correrse de eje, aunque ese desliz (alimentario, de horarios) sea mínimo. Hay otros tenistas actuales que advierten ese estado de exigencia sofocante y, sin perder la seriedad, intentan salir, despojarse de las ataduras y abrir un poco más su imaginación.

“A medida que vas subiendo de nivel empezás a darle más importancia a la alimentación, al descanso, a la prevención de las lesiones”, dice Francisco Cerúndolo (Foto: Florencia Daniel)

Francisco Cerúndolo, porteño de 25 años, es el mejor tenista argentino del ranking mundial (y durante la mayor parte de 2023 fue el más destacado de toda Sudamérica, hasta que lo superó el chileno Nicolás Jarry por un puñado de posiciones). Es el mayor de los tres hijos que tuvieron Alejandro “Toto” Cerúndolo (extenista, entre los mejores 310 del mundo en 1982 y curtido formador de jugadores en distintas épocas) y María Luz Rodríguez (también extenista profesional, aunque compitió menos tiempo ya que repartió su carrera deportiva con la universitaria, recibiéndose de psicóloga en la UBA).

“Nuestra casa es un vestuario las 24 horas”, suele decir Cerúndolo (padre) y no le falta razón. Sus otros hijos también son deportistas de elite: Constanza (23 años), jugadora de hockey sobre césped de Belgrano Athletic, medallista dorada en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2018 con Las Leoncitas e integrante de la selección mayor, y Juan Manuel, talentoso tenista de 22 años, 79° del mundo en 2022 y ya campeón de un torneo en el ATP Tour (el Córdoba Open 2021).

“Conozco un poco de aquella época romántica del tenis por haber visto fotos o escuchado historias de los que jugaban entonces. Sus looks, el pelo, toda la movida que manejaban, la conexión con el rock… Yo no había nacido, pero ver aquellas imágenes me llama la atención. La mayoría tenía el pelo largo, vinchas, estilos diferentes a los actuales”, le dice Fran Cerúndolo a Rolling Stone luego de una temporada en la que tenía el desafío (la necesidad) de seguir subiendo de nivel y lo cumplió.

En el mundo del tenis se suele coincidir en que la segunda temporada en el top 100 (el ranking que permite ingresar en los cuatro Grand Slams, los torneos más prestigiosos) es más espinosa que la primera, porque los rivales ya cuentan con información que antes, cuando actuaban en torneos más modestos, no. En 2022, Cerúndolo explotó: comenzó en el puesto 127°, fue el semifinalista de Miami con menor ranking de la historia (103°), ganó su primer título ATP (en Bastad, Suecia) y terminó 30°. Por ello, 2023 se presentó como un reto mayor. Y Francisco, hincha de River Plate, volvió a elevar la vara: venció a cinco top ten, llegó al número 19 del mundo y, al coronarse en Eastbourne (en la costa sur de Inglaterra), se encumbró como el primer argentino en 28 años en obtener un título sobre césped, una superficie jabonosa e históricamente traicionera para los jugadores de esta región. Sobre el final del año, además, fue galardonado con el Premio Jorge Newbery de oro, que distingue a los deportistas más importantes de la Ciudad de Buenos Aires.

A diferencia de aquellos años menos rigurosos del deporte de las raquetas, la exigencia moderna (las horas de entrenamiento, el perfeccionamiento en la alimentación y la rehabilitación, las rutinas y los compromisos comerciales) a veces aísla a los jugadores en una suerte de burbuja. Algunos se robotizan o, incluso, pierden frescura. Allí está la elección o la capacidad de cada uno para tomar diferentes direcciones.

“A medida que vas subiendo de nivel empezás a darle más importancia a la alimentación, al descanso, a la prevención de las lesiones… Cosas a las que, quizás, no les dabas tanta importancia al empezar”, apunta Cerúndolo. Y describe: “Hoy se pone mucho más foco desde el comienzo y, al máximo nivel, las diferencias están en los pequeños detalles. Arriba ya todos juegan bien, se entrenan bien, físicamente son una luz… y, al fin y al cabo, se empieza a hacer una rutina similar día a día. Los tiempos son estructurados. Y hay algunos jugadores que son estructurados al extremo: les sacás una piecita de su lugar y se vuelven locos. ¿Un ejemplo? Si se iban a entrenar a las 11 y les cambian la práctica para las 11.30, entran quemados de la cabeza. A los más formales no les gusta salir de ese esquema. Después hay otros, como yo, a los que les gusta hacer las rutinas lo más relajado posible. No meterse tanto en la obsesión, porque a la primera situación que no podés controlar, te ponés de mal humor. Esa robotización varía dependiendo de cada jugador”.

Los tenistas profesionales, sobre todo los de la elite, prácticamente hacen de los aviones su primer medio de transporte. De Oceanía a Sudamérica, de California y Miami a Roma, Madrid y Londres, de Toronto y Nueva York a Shanghái, Tokio, Viena y París como si nada, de un momento a otro. Claro que la vorágine de la competencia no les permite recorrer cada ciudad con curiosidad (y tiempo) de turistas. Cerúndolo, así y todo, tiene sus lugares preferidos. “Me gusta recorrer las ciudades de Europa una vez que pierdo en los torneos. Me atrae su historia. También depende de cómo te va: si tuviste una semana buena, te queda poco tiempo para caminar porque estás todos los días concentrado en jugar y, cuando terminás, te tenés que ir. Si tenés una semana mala, podés recorrer un poco más”, explica. Y aclara: “Me gusta mucho Roma para recorrerla y salir a comer. París también me encanta. Son las dos ciudades que más visité últimamente. También me gusta Nueva York. En Europa me gusta alquilar el monopatín eléctrico porque recorrés más rápido y te cansás menos”.

Francisco Cerúndolo: “Siempre estoy cantando. En la ducha, cuando estoy en la habitación o en otro lado. Es mi pasión”. (Foto: Florencia Daniel)

Desde que se instaló en el primer nivel, Cerúndolo no había competido en la gira asiática, ejercicio que sí encaró en 2023. “Desde que empecé a jugar en los mejores torneos del mundo, no se podía ir a Asia por el Covid. Ahora pude viajar y me gustó. Capaz que tenía un prejuicio medio malo porque quedaba lejos, por la cultura, la comida…, pensé que la iba a pasar mal y no fue así. Japón me gustó mucho. El torneo de China, en Shanghái, es una locura. Me encantó conocer una cultura distinta. En los torneos siempre tenés disponible comida internacional, aunque en China comí otras cosas, como los dumplings [suerte de pequeñas empanadas o ravioles que se cocinan al vapor, fritas o sarteneadas]”.

Mientras están activos, viajando y compitiendo, los tenistas pasan muchos momentos de soledad. Durante algunas porciones del año, dependiendo del presupuesto de cada uno, pueden estar acompañados por familiares, pero ese no es el denominador común. Los jugadores, dependiendo de la personalidad, buscan opciones para no mortificarse y mantener en funcionamiento constante la mente. Cerúndolo, por ejemplo, hizo algo que no es tan usual a su nivel: estudiar una carrera universitaria. En 2020, tras un convenio entre la Universidad de Palermo y la ATP comenzó la Licenciatura en Management con orientación en Economía y Finanzas. “Metí quince materias en un año y medio. Me gusta estudiar porque me saca del tenis, tengo cierta facilidad para hacerlo y si no la tuviera no lo haría, porque me demandaría mucho esfuerzo. En el último cuatrimestre no me coincidieron los días para poder rendir tanto, entonces me di de baja; tuve mala suerte con las fechas, no pude ajustarlas con los partidos. Pero en el futuro sí me gustaría seguir estudiando”, sorprende Cerúndolo, un adorador de Brain Games (Juegos mentales), la serie en la que se emplean la neurociencia y la psicología. Gladiator y Prison Break son su película y su serie favorita, mientras que su actor preferido es Matt Damon.

Claro que la música suele acompañarlo en todo momento, antes y después de los partidos. “Siempre estoy cantando. En la ducha, cuando estoy en la habitación o en otro lado. Es mi pasión”, dice su perfil en la web de la ATP. Pero, ¿cómo es ese vínculo, realmente? Lo cuenta: “Me gusta mucho la música. Al estar tanto tiempo solo y en los hoteles, me acostumbré a escuchar todo el tiempo algo y me gusta cantar. Tengo facilidad para aprenderme las letras, entonces escucho una canción dos o tres veces y me la aprendo casi de memoria. Todos se ríen porque no lo pueden creer. Jamás he cantado en público ni esas cosas raras [sonríe]. La pongo en el celular, en la computadora… Desde reggaetón a rock nacional, un poco en inglés, una electrónica de vez en cuando. Depende del momento”.

Estando en el exterior, hasta ahora, no pudo coincidir con un concierto que lo impulsara a ir. “No es fácil coincidir para ver shows. En Argentina sí vi bastantes. Fui a ver al Duki, a Lit Killah, a Bad Bunny, a Manuel Turizo, a muchos cantantes de reggaetón que vinieron. Últimamente me quedé con las ganas de ver a Calamaro, porque estuve enfermo. Me hubiera encantado ir a ver a Soda Stereo o a Cerati solista. Por una cuestión de edad no pude”, cuenta Francisco.

Le gustan el trap y las improvisaciones. “Es un estilo que me encanta. Pasó de Sudamérica a España y hoy se convirtió en algo mundial. Toda la gente de mi edad tiene un fanatismo grande. También me gustan las historias de esos artistas, porque comenzaron a crecer con pocos recursos, la pegaron, se hicieron cada vez más populares y son referencia, como Bizarrap”.

”Me gustaría estar cerca del top ten. Es algo difícil, pero no lo veo imposible”, sueña Francisco Cerúndolo (Foto: Florencia Daniel)

¿La música también te acompaña en momentos en que necesitás energía y motivación para jugar o entrenar?

Sí, me gusta antes de los partidos, pero no en la entrada en calor, sino antes, cuando estoy esperando o matando el tiempo. Ya cuando voy a entrar en calor o me voy a preparar para salir a la cancha, la dejo. Prefiero estar enfocado en el partido. Los tenistas, muchas veces, pasamos por momentos tediosos, como cuando llueve y se demoran los partidos. Es horrible, porque no sabés cuándo vas a jugar, te lo posponen, pasa el tiempo… Quizás fuiste al club a la mañana y terminás jugando tardísimo a la noche. El año pasado me ocurrió en Miami, contra el italiano Sonego. Terminé ganando a las dos de la mañana cuando tendría que haber jugado a las cuatro de la tarde. Entré en calor mil veces, vas comiendo, pero no sabés cuánto comer, llueve y para mil veces, secan la cancha, se vuelve a mojar… Ahí salen los juegos de cartas, las charlas, intentás entretenerte. El ajedrez me gusta, pero ahí no lo juego porque requiere un nivel de concentración muy alto y no me quiero estresar antes de un partido.

Cerúndolo no se siente un fanático de la moda, pero admite que le gusta “vestirse bien”. Se divierte durante la producción fotográfica con Rolling Stone en el vestuario con lockers de madera del emblemático Buenos Aires Lawn Tennis Club, en Palermo: juega a ser cantante con raqueta. Él gestiona sus propias cuentas en las redes sociales, en Instagram y X. No utiliza TikTok y dejó Facebook. “Me abstraigo bastante de los comentarios buenos y de los malos. Con el tiempo te vas blindando un poco en ese sentido. Al principio me afectaban más”, relata. El serbio Novak Djokovic, el español Carlitos Alcaraz y el ruso Daniil Medvedev integran el top 3 del ranking mundial de tenis. ¿Cuáles serían, para Francisco, los mejores tres cantantes de hoy? “Bad Bunny entra, sí, me gusta desde hace muchos años. También Andrés Calamaro. Y el Duki; lo escuché toda mi vida. Me gusta más en su versión reggaetonero”.

A diferencia de Juanma Cerúndolo (categoría 2001), que creció precozmente en el tenis, se destacó como juvenil, tuvo el respaldo de un sponsor privado y luego sacudió los registros al ganar el ATP de Córdoba con 19 años, Francisco (nacido en 1998) tuvo un desarrollo volátil, atravesado por etapas poco convencionales a la media de los jugadores que llegan a consolidarse en el tour. Hizo un camino zigzagueante.

Los tres hermanos se formaron en el Colegio Esquiú de Belgrano, con doble escolaridad; sin tener un destino claro en el tenis después de hacer el secundario, Francisco analizó opciones para instalarse en una universidad de Estados Unidos y, de hecho, durante algunos meses de 2018 estuvo en Carolina del Sur. La falta de confianza, las pocas certezas, los pasos en falso, los viajes en condiciones poco ideales fueron parte de un trayecto que no se terminaba de desanudar para el mayor de los hermanos Cerúndolo.
Hasta que ocurrió. Hoy es el mejor argentino del ranking. Ya fue top 20 y, claro, va por más. “Pasé de no estar en el radar de los mejores a que me respeten todos –afirma Francisco–. Tuve que redoblar el esfuerzo, con toda la presión que eso significa. El sueño, ahora, es seguir mejorando. Los nervios y las presiones van a seguir estando, pero tengo otra experiencia. ¿Qué objetivos me planteo? Me gustaría estar cerca del top ten. Es algo difícil, pero no lo veo imposible”.

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