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Fossora es Björk en su máxima expresión, y eso es algo bueno

Su álbum más reciente es vasto, desafiante y maravillosamente humano

Por  WILL HERMES

septiembre 30, 2022

Vidar Logi

Han pasado tres años desde que Björk presentó su extravagante show Cornucopia, una historia psicodélica sobre el medio ambiente que el cambio climático ha hecho más vigente (la gira llegará a Japón el próximo año).

Si ese proyecto le da un vistazo con lupa a nuestro planeta turbulento, su nuevo álbum Fossora le hace zoom, como cuando usas Google Maps para medir la distancia que hay entre dos calles. Aun así, el paisaje sonoro sigue siendo enorme y extraordinario, tan exótico como familiar y repleto de arreglos de otro mundo, ritmos estruendosos y melodías que conjuran las tierras de su Islandia natal. La artista lo describió como su “álbum fúngico”. En pocas palabras, es Björk en su máxima expresión.

Eso significa que tienes que experimentarlo bajo sus propios términos. Incluye un sexteto de clarinetes, un escuadrón de flauta, un coro de música islandesa y ritmos feroces cocreados con Gabber Modus Operandi (GMO), un grupo indonesio de música electrónica que, como lo explica la cantante en su Instagram, combina “magistralmente auténticos ritmos balineses y techno”.

Fossora también insiste en ocupar espacio. ‘Atopos’, la introducción del disco y sencillo debut, es un manifiesto contra la devaluación de la música –en una publicación, le pidió a su público que la escuche con “volumen alto” para apreciar “la gran importancia del bajo en esta canción”. Efectivamente, su percusión ensordecedora, que oscila entre el dembow del reggaetón y el gabber con tintes de gamelán, parece no tener sentido a través de las bocinas de una computadora. Pero con un buen sistema de sonido sí lo tendrá, al final la canción te transporta a un rave clandestino de mediados de los 90, mientras la cantante intenta reparar una relación destrozada, quizás entre un padre y su hijo, o entre dos amantes. Aunque líneas como “nuestras diferencias son irrelevantes” y “si no nos expandimos hacia el amor/Implosionaremos hacia la destrucción” sugieren a la vez que Björk se dirige a la raza humana, condenada a la destrucción a menos de que espabile y coopere.

El tema que le da título al álbum proviene del latín fossore (alguien que excava) y se siente como si Björk estuviera escarbando en su pasado, tanto musical como personal, algo que también ha hecho con su podcast, Sonic Symbolism. Los arreglos de clarinete del trabajo rememoran los de ‘The Anchor Song’, de su LP de hace 30 años, Debut; los ritmos pesados nos llevan de regreso a ‘Army of Me’ y la percusión de Volta; y las cuerdas y coros a Vulnicura y su admiración adolescente por el compositor Olivier Meassiaen.

Fossora también trata de ahondar en las raíces familiares. La artista combina canciones de alabanza con emociones más complejas en ‘Sorrowful Soil’, una conmovedora pieza coral acompañada únicamente por una línea de bajo; y ‘Ancestress’, una canción con toques islandeses e indonesios con la que le rinde tributo a su madre, la activista Hildur Rúna Hauksdóttir. En la segunda participa su hijo Sindri Eldon y en ‘Her Mother’s House’ hace un dueto etéreo con su hija Isadora Bjarkardóttir Barney. Este tema cierra el álbum y es un testimonio del amor, la “arquitectura matriarcal”, un nido vacío y las “cuatro cámaras del corazón”.

Al igual que todo lo que ha hecho Björk como solista, Fossora también trata de sus componentes visuales, sus videos musicales y otros elementos que son tan maximalistas como Cornucopia, llenos de la misma parafernalia tan espectacular que está presente física y musicalmente. Las melodías y arreglos son poco claros en ocasiones, pero el “mundo de bajos profundos” del disco es un polo a tierra y un estímulo más para el arte que repercute en el cuerpo, conjurando un jolgorio tal como lo han hecho los discos más recientes de Beyoncé y Drake, eso sí, para una discoteca más inusual. Es una respuesta bien recibida y necesaria a un par de años de aislamiento, y una terapia para prepararnos para lo que venga después. Como Björk reza en ‘Atopos’, cuando la canción alcanza su punto álgido, “La esperanza es un músculo”, y necesita ser ejercitado.