Su vida tuvo tantas vueltas que, si se la llevara a una novela, podría ser considerada too much, incluso incoherente. Octavo de quince hijos, abandonó el hogar familiar a los doce años para nunca más tener que soportar la autoridad desbordante de un padre de origen somalí de sesenta años; negocios con marihuana, con crack; un hermano de 14 años y luego un primo de 16 víctimas de la violencia armada en las calles; una carrera prematura que lo llevó a firmar un contrato con Interscope y Jimmy Iovine, antes de que un accidente automovilístico y un coma de varias semanas lo destrozaran todo; un renacimiento musical siete años después, cuatro álbumes desde entonces y un reconocimiento internacional que crece con cada lanzamiento… No sirvas más, ¿no está lleno ya el vaso? Al parecer no.
Bastaba un correo, descubierto casi por casualidad y con un año de retraso debido a la cuarentena por el Covid, en un hotel de Atlanta, para que Fantastic Negrito añadiera un capítulo, y luego otro más, a su ya singular y turbulenta existencia. Un supuesto primo le informaba que, contrariamente a lo que él siempre había creído, la familia de su padre no había desaparecido en no sabía muy bien qué guerra y que el nombre que le legará a su descendencia (Dphrepaulezz) fue pura invención. Y eso era solo el principio…
“De repente, atrapado en esta habitación, comencé a interesarme por la genealogía de mi familia materna”, explica el norteamericano Xavier Amin Dphrepaulezz, nacido en 1968, con toda la elocuencia que lo caracteriza. “Una cosa llevó a la otra y descubrí que mi madre era descendiente directa de un esclavo que incluso había servido como aguatero para los confederados en la Guerra Civil”.
Pero lo que terminó de cautivar a Fantastic Negrito definitivamente fue el hallazgo de un documento que revelaba otro aspecto de la historia de este hombre y, en especial, su mujer, blanca y de origen escocés. Se trataba de una orden judicial evocando a una tal Elizabeth Gallamore y presentada ante un tribunal de Virginia por “cohabitar ilegalmente con un esclavo negro sin nombre perteneciente a Henry Jones”.
Fantastic Negrito ya tenía el tema de su nuevo disco, White Jesus Black Problems (Storefront Records), una auténtica saga alegórica del destino de esta pareja, desafiando los tabúes y, lógicamente, teñida de vínculos con la situación actual de la comunidad negra en Estados Unidos en tiempos de Black Lives Matter. Al menos eso es lo que nuestro hombre desea que recordemos después de escuchar el álbum, más allá del título, que él mismo reconoce como provocador.
“Esta mujer debió enfrentar a esa supremacía blanca de la que seguimos hablando hoy. Y lo hizo por amor. Esta historia es la de mis antepasados. Podés politizarla todo lo que quieras, pero, al final, es solamente otra versión de Romeo y Julieta. Dicho esto, hay un riesgo de que contar esta historia sea percibido como activismo. Lo acepto, aunque no sea mi intención. El riesgo es parte de la creación. Eso es lo que me gusta de David Bowie, de Little Richard, que se maquilla mientras sube al escenario en el Deep South; de Fela Kuti, que arriesgó su vida para ser y seguir siendo artista. El mío, en comparación, es realmente pequeño”.
El disco es entonces –y también– una historia de América. Los tracks de White Jesus Black Problems la repasan, con sus repercusiones actuales incluidas, el capitalismo desmedido, la relación con las armas. Ese amplio panorama se encuentra reflejado en los diversos estados de ánimo musicales del disco, donde desfilan todos los aspectos de la música negra americana, en distintos grados: soul, blues, funk, hip-hop.
“No fue intencional –asegura el ganador de un Grammy por su disco The Last Days of Oakland, de 2016–. De hecho, siento que, más que yo, ¡el disco se compuso a sí mismo! Más que en cualquiera de los anteriores, de algún modo me mantuve alejado de este álbum. La única decisión consciente fue no utilizar un B3 [órgano Hammond] sino un órgano más cercano al espíritu Fela y, por lo tanto, a la temática del disco, o el Moog para las vibraciones funk psicodélicas, con su sonido más alegre, más optimista. Porque esta historia es un llamado a la esperanza. No culpo a nadie al contarlo, no estoy haciendo campaña contra nadie. Al contrario, a través del coraje y la perseverancia de esta mujer, siento incluso que he aprendido mucho sobre los blancos. Y, además, resulta que yo mismo soy blanco en un 28%, ¡según la prueba de ADN que toda esta historia me dio ganas de hacer!”.