Eterna Inocencia: hardcore a la hora de la siesta

Con "No bien abran las flores", su noveno álbum de estudio, la banda egresada de la escuela hardcore desenchufa la distorsión e imagina su propia pospandemia

Por  MARTÍN SANZANO

noviembre 21, 2022

Eterna Inocencia

Chino Zavalía

“Que quede claro, fui yo”, dice Roy Ota y apunta con el dedo índice al grabador. El guitarrista de Eterna Inocencia no quiere que queden dudas, la idea de sacar toda la distorsión posible de No bien abran las flores (Discos del Sembrador), el flamante noveno disco de la banda, fue suya.

“¿Tan limpio todo?”, le preguntaban con desconfianza otros miembros del grupo que lleva 25 años de recorrido en la escena hardcore punk de Sudamérica. Fue la misma pregunta que se hicieron los fans cuando empezaron a salir los primeros adelantos del esperado álbum, “Cosas por hacer” y “Despedida”, dos canciones que venían a marcar un camino totalmente distinto al que habían trazado en Entre llanos y antigales (2014), su último trabajo de estudio.

(Foto: Chino Zavalía)

“Ya lo tenía craneado, sacar distorsión y sumar armonía con más guitarras”, le explica Roy a ROLLING STONE, como si se tratara de una fórmula matemática. No solo es uno de los integrantes fundacionales de Eterna Inocencia, sino que además es el diseñador de su sonido. Por eso, a fines de 2019, se puso al hombro una vez más la tarea de grabar el disco nuevo y reservó los míticos Estudios ION para abril de 2020. “No llegamos”, se lamenta el guitarrista. A comienzos de marzo de ese año se confirmó el primer caso de coronavirus en el país y, semanas más tarde, el gobierno nacional impuso el aislamiento social, preventivo y obligatorio de todos los ciudadanos como medida para evitar la dispersión del virus. Los planes de grabar, tocar o siquiera ensayar quedaron en segundo plano. Pero tenían un buen puñado de canciones en proceso.

“Armé un archivo mp3 con todo lo que teníamos y se lo mandé para que lo tuvieran en sus casas y así intentar seguir la-burando. Ahí todos aprendieron a usar programas de edición”, recuerda Roy. Cuando la curva de contagios comenzó a aplanarse y se dispusieron las primeras aperturas, la banda mudó la sala de ensayo que tenía en Berazategui al laberíntico Saldías Polo Cultural de Palermo, el lugar que se convirtió en su laboratorio y centro de operaciones.

Para llegar, hay que subir las escaleras y recorrer un largo pasillo hasta dar con una de las puertas del fondo. “Lo armamos bastante rápido, funcional, para poder juntarnos y aprovechar todo el tiempo posible”, dice Guillermo Mármol, el cantante de la banda, y contempla la habitación con una sonrisa. Los paneles de goma espuma que cubren las paredes y el techo son los mismos de su sala anterior y la alfombra del piso la encontraron por casualidad en la calle, justo el día que se instalaron. “Creer o reventar”, apunta el vocalista, que además es historiador y director del nivel secundario del Colegio Alemán de Quilmes, la ciudad donde se formó Eterna Inocencia.

A través de la ventana, mientras el sol de octubre comienza a ocultarse, se pueden ver las puntas de los edificios más caros de la ciudad en contraste con el naranja de los ladrillos huecos de las casas que bordean las vías del Belgrano Norte. Mientras sirve otra ronda de cerveza, Roy admira el paisaje y dice que es un lugar especial, que está lleno de música y de movimiento. Es martes y los integrantes más longevos y puntuales de la banda esperan a que llegue el resto. En Saldías hay no menos de cinco bandas ensayando al mismo tiempo y se está desarrollando una producción de fotos en la planta baja. Ese contexto tan particular fue el que terminó de darle forma a No bien abran las flores, una docena de canciones gestada en tiempos de encierro, que mira hacia el futuro e imagina esta pospandemia que recién ahora comenzamos a transitar.

“Ellos ya tenían un montón de cosas recontra terminadas y a mí me costó encontrarle la última vuelta, pero quedé bastante conforme –dice Guillermo–. Por lo general las letras las hago yo. Es difícil porque tenés que tratar de mantener el estilo y no desilusionar. La gente está esperando… y eso te mata. No querés fallarle y te lleva un tiempo”, explica.

Como historiador, no puede evitar verlo todo a través de esa perspectiva, y a lo largo de los años desarrolló una pluma personal que combina accidentes geográficos, carteles anarquistas yrelatos de experiencias. Canciones como “Cuando pasan las madrugadas” (“Me pregunto si tal vez/ ellos han pensado hoy/ En mis brazos ya cansados de entre-garles plusvalor”) o “América” (“Contemplamos/ con abrasadora impotencia/ esa masacre/ de víctimas inocentes y con rabia”), de A los que se han apagado (2001) –el disco con el que comenzaron a cantar en castellano–, o “La risa de los necios” (“Y si en la mañana me matan/ en la noche me volveré a levantar/ porque me llaman Maxi/ me llaman Da-río Santillán), de La resistencia (2006), son apenas algunos de tantos ejemplos citables en una obra cargada de ideas.

“¿Cómo contar todo lo que resultó de una situación inédita para los contemporáneos, como es una pandemia y todo lo que eso conllevó? –se pregunta el cantante–. Por un lado, la tecnología del siglo XXI nos permitía comunicarnos, pero, por otro, teníamos que usar herramientas del siglo XIV como el aislamiento para ralentizar la dispersión del virus. Lo que nos llevó a valorar los encuentros con amigos, el poder abrazarte, compartir, besarte y lo realmente mortal que fue para la industria cultural, todo eso está en el disco. Valorar lo que en ese momento habíamos perdido. Teníamos la conciencia de que en algún momento iba a revertirse, como pasó con otras pandemias en la historia de la humanidad. Pero ¿qué enseñanza nos iba a dejar? Eso fui tratando de volcarlo de a poquito en las canciones. Me parece que funcionó, tuvimos muy buenas devoluciones. También de las otras”.

Guillermo no es un usuario activo de las redes sociales, por eso cuando se enteró de que en un grupo de fans en Facebook estaban opinando sobre el disco nuevo, le pidió a un amigo que se uniera para poder espiar un poco. Eterna Inocencia, así a secas, se llama este espacio privado que crearon los seguidores de la banda para “compartir fotos, fechas de recitales, videos, recuerdos y todo lo relacionado” a su grupo favorito. Actualmente, más de 7.000 usuarios interactúan a diario en ese grupo.

No bien abran las flores apareció en las plataformas el viernes 12 de agosto y esa misma mañana llegaron las primeras reacciones a la red social. “Gracias, Eterna Inocencia, ¡hicieron un discazo para dormir una alta siesta!”, escribió un fan y desató el debate. “Malísimo disco… si en vivo van a seguir en esta… nos re vimos”, sentenció otro. También hubo quienes salieron a defender el lanzamiento. “Eterna creció como crecimos los mayores de 30 y ya no estamos para el trote del hardcore… ¡Aguante por siempre!”, explicó un tercero. “A primera impresión no me cerró, pero ya a partir de la décima le fui encontrando el sabor y mi conclusión es que claramente la banda envejeció bien, maduró”, argumentó un cuarto.

(Foto: René Bravo)

No es la primera vez que un disco de la banda divide aguas. En 2004 ocurrió algo similar cuando editaron Las palabras y los ríos, un álbum que fue muy resistido por una importante porción de público que esperaba estocadas rabiosas de hardcore punk y se encontró con una pátina de melancolía hasta el momento inédita en la paleta sonora del grupo. Guillermo recuerda muy bien las puteadas que recibieron en aquellos años, pero insiste en que el paso del tiempo acomoda todo. Además, él también cree que es un buen disco para la siesta. “Es viajero, yo me quedé miles de veces dormido escuchándolo, pero eso es positivo también. Si con un disco te podés relajar y te dormís, ¡es fantástico!”, asegura el cantante.

Y argumenta: “Me remite a otros momentos, como ese quiebre que fue para mí The Division Bell de Pink Floyd, un disco para escuchar en ruta con canciones hermosas. Quería recrear esa posibilidad. No defraudar, pero, por otro lado, no darte lo que vos creés que vas a tener. Eso tampoco está bueno. Me parece positivo que te mueva un poquito, que te interpele respecto a lo que está haciendo la banda, que sientas que vos tenías la banda ahí –dice y aprieta el puño–, pero que se te escapa un poquito”. Esa sensación de escape a la que hace referencia Mármol se puede escuchar en algunos pasajes de canciones como “Tu mirada”, la propia “No bien abran las flores”, que inaugura un nuevo registro gracias a la voz de la invitada Marina Fages, o “Montañas”, el epílogo.

Antes de la explosión del Buenos Aires Hardcore, la escena underground que tuvo un breve, pero intenso auge a mediados de la década del 90, Guillermo y Roy eran todavía adolescentes que iban a la secundaria y comenzaban a dar sus primeros pasos en la música con Línea B, una banda cuya influencia provenía de The Cure, The Smiths y Joy Division. “Éramos pibes de 14 y 15 años. Me acuerdo que en el 92 salió Wish (The Cure) y para mí fue increíble. Encima venían de Desintegration, yo los seguía bastante. Tratábamos de hacer algo así”, recuerda Guillermo.

En 1995, la banda se disolvió y armaron Eterna Inocencia. “Entraron NOFX, Bad Religion, ni hablar después de Propagandhi, y el asunto tomó el rumbo que tomó, lo que escuchás prácticamente en toda la obra de Eterna. Ahora me parece que lo que hicimos fue volver un poco a eso, sin ningún tipo de prejuicio ni de lastre. Y te diría que lo pudimos hacer porque lo tenemos recontra internalizado y quizás lo podemos ejecutar de otra manera a los 45 años”, dice Guillermo con una sonrisa.

“Es parte de un proceso y de una continuidad, esa es la diferencia entre conocer y reconocer. Cuando reconocés, volvés sobre algo y es diferente. Lo que hicimos ahora es caminar sobre nuestros pasos –sintetiza el cantante–. Reconocemos y creemos que lo podemos ejecutar bien. Vos podés escucharlo, o no. Te puede gustar más o menos, eso depende de cómo macere el disco en tu interior. Las palabras y los ríos fue un disco por el que nos putearon un montón. Decían que tenía letras más personales, un sonido totalmente diferente, todas verdades. Pero hoy una franja que está entre los 30 y los 40 años viene a los recitales a escuchar las canciones de ese disco. Se banca todo el show, aplaude y aguanta a full, pero es el disco que de alguna manera marcó a una generación que estaba involucrada con ese tipo de música. Terminaron amándolo y un tema como ‘Nuestras fronteras’, que tuvo miles de críticas al principio, hoy es el que cierra todos los conciertos. Estimo que con este disco va a pasar algo similar, va a terminar sedimentando”, confía Guillermo.

En la puerta de Obras la fila de gente con remeras de bandas se hace cada vez más larga y las latas de cerveza no dan abasto. El calor de fines de noviembre y las ganas de vivir el regreso de Eterna Inocencia a los escenarios luego de la pandemia es un cóctel que, evidentemente, da mucha sed. Si bien hace algunos días despuntaron el vicio con un show sorpresa en Saldías Polo Cultural, la banda está a punto de dar su primer concierto en el estadio del rock por excelencia y eso, por más trillado que suene, representa un hito en su carrera.

Casi un año más tarde, antes de comenzar el ensayo previo al recital que darán en breve en el Auditorio Oeste de Haedo, Guillermo recuerda la energía que sobrevolaba aquella noche inolvidable. “Después de tanto tiempo sin poder vernos había mucha car-ga emotiva en las personas y nos devolvían eso. La idea de llegar a Obras es un poco el triunfo de todos, la banda por ahí representa la punta del iceberg de un montón de deseos colectivos, de un montón de bandas que estuvieron o están en el camino. Llega Eterna y llega una propuesta”, asegura el cantante. “El reencuentro de volver al vivo, justo en ese lugar, fue muy emocionante. ¡Pero al punto de lágrima! Desde arriba del escenario veía gente llorando. Y fue divertido, también, nos sentimos muy cómodos. Fue volver a la vida, escuchar a la gente festejar y reírse”, dice.

También se acuerda de cuando, como una estrella de rock, gritó al micrófono: “¡Buenas noches, Buenos Aires! ¡Siempre quise decir eso!”. Y dice que fue un momento épico de la banda, una “llegadita” más en la carrera de Eterna Inocencia. Esa noche, frente a una multitud que poco a poco comenzaba sacarse el corsé de la pandemia y volvía a animarse al pogo, la banda se despachó con un afilado repaso de su repertorio, pero también aprovechó la oportunidad para presentar la nuevapropuesta. Fue el estreno oficial de “No bien abran las flores” y la aparición de Marina Fages en el escenario, con su flauta irlandesa (tin whistle) bajo el brazo, probablemente haya sido la foto que mejor describe esta etapa diferente en la que el grupo se siente tan a gusto.

“Conocí a Eterna de chica porque iba a muchos recis de punk y hardcore”, dice Fages en diálogo con ROLLING STONE y remarca que Las palabras y los ríos fue un disco que le rompió la cabeza y el corazón en pedazos. En 2009, con su banda El Tronador (que compartió con Lucy Patané, Martín Chac de Lassaletta, Santiago RS Martínez y Mene Savasta), grabaron un cover de “Encuentro mi descanso aquí”, precisamente del disco que marcó tanto a Marina. Años más tarde, en plena cuarentena, subió a las redes un cover de “Nuestras fronteras”.

Guillermo dice que las versiones que hace Fages superan ampliamente las originales, que tiene una dulzura y una cadencia en la voz que lo conmueven. “Siempre tuvieron la cabeza muy abierta invitan-do a bandas que no eran del palo, pero que les gustaba lo que hacían”, asegura Marina, que un día recibió la invitación para abrir un show en La Plata y hoy ya los considera sus amigos. “Me encanta pasar tiempo con ellos. Grabé temas con Roy, y Germán, el baterista de Eterna, toca en algunas canciones de mi próximo disco. También va a estar la banda tocando un tema mío”, revela.

“Son un poco más grandes que yo, apenitas nomás, pero siento que fuimos compañeros de secundario”, dice la cantante de 39 años. “Venimos de una misma escena que vivimos de chicos y eso me re emociona porque hay un montón de cosas que cambiaron muchísimo, bandas que ya no tocan más y se nota cuan-do frecuentaste ambientes en común con las mismas personas. También cuando tenés los mismos principios”, aclara. Y hace un reclamo: “¡Eterna ya tendría que haber salido en la tapa de la ROLLING STONE!”.

En la sala ya casi es de noche y mientras Roy baja a comprarmás cerveza al kiosco de la esquina, Guillermo sigue filosofando sobre su banda. Hace poco más de una semana sumaron una nueva estrella a su palmarés: tocaron por primera vez en el Luna Park junto a Kapanga, Molotov y Lucy Patané. “Eterna siempre se movió de otra forma. Estamos en otra etapa y está buenísimo. Es lindo hacer las cosas uno, pero tampoco podés vivir en tu aldea todo el tiempo creyendo que lo tuyo es lo único que hay –reflexiona–. Empezamos de a poquito a relacionarnos, a saber que eso también se podía hacer y que no banalizás nada. Al contrario, que era una oportunidad de aprendizaje. Nos fuimos relajando mucho más y aprendimos a disfrutar… recién a los 25 años de banda. Más vale tarde que nunca”.