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El turismo sostenible sí es posible

Un hotel en Tierra Bomba, al occidente de Cartagena, en Colombia, trabaja para hacer que nuestros destinos se vean con otros ojos

septiembre 30, 2024

CORTESÍA BLUE APPLE BEACH

Es un error creer que al visitar ciertos países estamos haciendo un aporte al progreso de estos lugares o al bienestar de sus habitantes. El turismo se ha convertido en una industria gigantesca, “eso ha resultado en lo que yo llamo turismo extractivo; es donde el consumidor está pensando solo en lo que le va a beneficiar, y esto tiene el mal impacto de convertir los destinos en productos”, dice Portia Hart, fundadora de Blue Apple Beach, un hotel con prácticas sostenibles en el Caribe colombiano. “En mi industria se habla así. Si yo soy una agencia de turismo, yo hablo de los productos que tengo”.

Más allá de una suma de dinero, ¿qué aportamos a los lugares que visitamos? El proyecto de Portia busca poner esta reflexión sobre la mesa: “Podemos decir a cualquier persona qué porcentaje de su dinero se queda en la comunidad inmediata, en la isla o en el centro histórico, cuál porcentaje se queda en Cartagena y Bolívar”, dice ella. “Puedes saber que tus dólares realmente están haciendo que la economía crezca, y es superimportante porque el turismo representa el 8 % del producto bruto del mundo”.

Su perspectiva nos ayuda a entender que los aspectos nocivos del turismo masivo van mucho más allá de su impacto ambiental, y eso queda en evidencia al escuchar lo que nos dice la empresaria: “Cuando un turista me dice, ‘Estoy aquí porque la droga es legal, porque la prostitución es legal, y porque puedo hacer lo que me da la gana’ para mí no es un turismo muy chévere, porque está haciendo cosas que no haría en su propia ciudad, y está buscando hacer cosas con una chica acá que nunca quiere que su hermana, su mamá o su hija hagan. La otra cosa que digo a un viajero consciente es que actúe en otros sitios como quiere que la gente actúe en su propio lugar”.

CORTESÍA BLUE APPLE BEACH

En América Latina los salarios son mucho más bajos que en Europa, por ejemplo. Un mecánico peruano o una camarera colombiana no pueden irse de vacaciones a Italia. “Cuando usted está buscando un producto barato, la única persona que está perdiendo es el trabajador”, indica Portia, refiriéndose a los atractivos que ofrece a un turista europeo el hecho de visitar una región con mayor pobreza y divisas más débiles. Blue Apple Beach es un reflejo de esa consciencia, y entiende que opera en un área con infraestructura deficiente, donde el Estado brilla por su ausencia.

“Si queremos cuidar al medio ambiente, si queremos parar el cambio climático, si queremos concientizar a todo el mundo de su huella carbono y su impacto ambiental, creo que tenemos que asegurar que todos tengamos una calidad de vida. Si no podemos lograr esto, no es realista esperar que el mundo vaya a cambiar. Si no tienen carreteras, si no tienen agua, si no tienen acceso a educación, si no tienen empleo o comunidad, ¿cómo podemos esperar que vayan a reciclar o que piensen en no comprar la cosa más barata?”, dice Portia.

Su filosofía se refleja en acciones integrales que abarcan lo social y lo ambiental: al usar paneles solares generan casi un 50 % de la energía que consumen, tienen un sistema de manejo libre de químicos para aguas grises y negras, procesan y reciclan el 87 % de sus desechos, y convierten el vidrio de las botellas en arena que se vende para construcción sostenible, filtración de piscinas y limpieza de embarcaciones. Todo el conocimiento que resulta de esas acciones es compartido con las comunidades y con otras empresas.

CORTESÍA BLUE APPLE BEACH

“Este año tenemos un programa que está enfocado en la biodiversidad”, señala. “Al principio no hicimos ningún estudio, arrancamos el hotel y ya. Ahora tenemos una bióloga con nosotros, y está haciendo estudios sobre todas las especies de árboles, matas y plantas de la isla”. En este contexto, su hotel también adelanta actividades para la restauración de corales con estructuras fabricadas con fibras naturales.

Blue Apple Beach se convierte en un ejemplo de cómo el turismo sostenible requiere un cambio de mentalidad por parte de los viajeros, y un compromiso real por parte de las empresas. “Lo que he aprendido es que, si tú disfrutas hacerlo y celebras cada avance, puedes hacer más de lo que pensabas”.

Al tomar decisiones conscientes sobre dónde gastar nuestro dinero, apoyar a los negocios locales, respetar la cultura y las personas de los destinos que visitamos, y actuar con responsabilidad hacia el medio ambiente, los viajeros pueden contribuir a un futuro más justo y sostenible.