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El santo padre del arte pop

Una nueva exhibición muestra cómo el arte del fotógrafo David LaChapelle mezcla el exceso visual con la devoción religiosa

Por  ALEX MORRIS

noviembre 22, 2022

© DAVID LACHAPELLE, COURTESY OF FOTOGRAFISKA NEW YORK

David LaChapelle tiene un vuelo que tomar y el avión está a punto de irse, miembros de su equipo lo hacen muy evidente de una manera sutil; sin embargo, él se acomoda mejor en un sofá de terciopelo del Greenwich Hotel, y pide té y bizcochos. “De los que tienen aceite de trufa”, especifica, antes de girarse hacia mí. “Tienes que probar uno, nunca había visto nada parecido”.

Lo mismo que la gente suele comentar sobre el trabajo de LaChapelle; bacanales visuales fosforescentes y semi surrealistas, que, sin importar lo que esté retratando, logra combinar un gran concepto con el arte pop sin una pizca de cinismo. Ha fotografiado desnudas a Naomi Campbell bañándose en leche, a Pamela Anderson en un enorme terrario y a Miley Cyrus en confinamiento solitario, además de a Tupac desnudo en una bañera.

Ha trasladado viejas gasolineras a la selva hawaiana para hacer un comentario -inspirado en Edward Hopper- sobre la naturaleza contra el hombre. Ha escogido gente al azar que conoce en la calle para sus sesiones fotográficas. Reinterpretó El rapto de Europa de Tiziano, con Campell junto a un cordero (Rape of Africa, 2009). Ha sido llamado el “Fellini de la fotografía” y un maestro de la alegoría. Y, una vez, hizo que una modelo empujara a una momia en una silla de ruedas por el Strip de Las Vegas.

“Tiene una visión muy extravagante y especifica”, dice Jodi Peckman, la exdirectora creativa de Rolling Stone, añadiendo que “las sesiones fotográficas eran como producciones teatrales”. También solían ser escandalosas y divertidas; su estudio de East Village tenía un cuarto secreto donde, según él, “gente como Whitney y Bobby iban a… pasar el rato”. Peckman se aseguró de emparejarlo con artistas que fueran “aventureros” y estuvieran dispuestos a jugar con y a subvertir sus propias imágenes, participando en todo momento.

Muchas de estas fotografías, y más, están exhibidas en Make Believe, una muestra antológica en el museo Fotografiska de Nueva York, que estará hasta el 8 de enero de 2023; la primera exhibición de un solo artista en todo el edificio.

Pero eso no es de lo que LaChapelle, de 59 años, quiere hablar cuando llegan los bizcochos. No, lo que lo mantiene en el sofá mientras pasa el tiempo y su equipo camina a nuestro alrededor, son “cuestiones del alma”, me dice. Y no solo el imaginario religioso que ha acompañado el trabajo de LaChapelle, desde una serie de fotos llamada “Jesus Is My Homeboy”, en la que recreó La última cena en una pequeña cocina de un apartamento citadino, a su fotografía de Kanye West en 2006, usando una corona de espinas. Quiere hablar de verdadera fe.

Así está la cosa: los glaciares se están derritiendo y el Amazonas está ardiendo. Hay muchos terrores existenciales con los que la humanidad está intentando lidiar, y el fotógrafo no sabe muy bien cómo se las arreglaría si no creyera que todo esto es parte de un plan maestro. “Olvidé quién fue el que dijo que la religión es el opio de las masas”, comparte como reflexión. “Yo dije: “Bueno, ¡que me inyecten!”.

Quiere dejar en claro que no se está burlando de la religión, sino basándose profundamente en ella, tanto artística como personalmente. La exhibición no es una crítica al consumismo, a las celebridades, o a la identidad, aunque todo está presente; sino el genuino esfuerzo de LaChapelle por proporcionar un bálsamo al capturar la incapturable belleza de lo divino, una foto a la vez.

Es mucho para procesar, especialmente de alguien que una vez fotografió a Eminem desnudo con un pene hecho de dinamita. Pero démosle la oportunidad. Creció con un padre católico y una mamá artística que creía en la “catedral del bosque” y “hacía que todo fuera mágico”, pintando las ventanas con acuarelas para que parecieran vitrales. Vivieron en las partes rurales de Connecticut, tenían un jardín grande y paseaban por los bosques. LaChapelle dice que supo que era gay desde los cinco años, pero nunca le dijo a su familia porque no fue necesario; ellos lo entendieron. A los 14 años, el fotógrafo y su novio de entonces fueron a Nueva York en bus, y cuando llegaron al Studio 54, los animaron a entrar. “La gente siempre me pregunta cómo entré a los 14 años, y siempre digo que entré porque tenía 14 años. Esa primera noche, logramos entrar al salón VIP y estaban los Village People, las hermanas Hemingway, Bruce Jenner, Andy Warhol, Truman Capote, Halston, todo el mundo”.

A los 15 años, se cansó de los compañeros que le arrojaban leche solo por vestirse como vaquero y dejó la escuela. Atraído por la “utopía” de la East Village, dejó su casa y vivió en el inquilinato de una mujer llamada Vanessa, quien trabajaba en CBGB y a veces era la representante de los Plasmatics (“A Wendy Williams la arrestaron por masturbarse con un martillo en alguna parte del medio oeste, y Vanessa fue quien habló con la prensa local”). Trabajó como mesero en un club nocturno llamado Magique y frecuentaba la Art Students League. Se iba de fiesta y salía a bailar en el Mudd Club, donde Keith Haring cuidaba la puerta con pintura en sus gafas y dejaba entrar a menores de edad. Un día, su papá lo llevó a una audición para la Escuela de Artes de la Universidad de Carolina del Norte: “Le dije: ‘Papá, ¡estoy enamorado de un DJ!’, él se rio y me contestó: ‘Empaca tus maletas’”.

Sin nadie que lo molestara, a LaChapelle le fue muy bien en la escuela de arte, donde pasó de la pintura a la fotografía. Un año después, volvió a la casa de Vanessa, lo suficientemente habilidoso como para ser contratado por Warhol para Interview. Trabajó en el Studio 54 y se mudó con su novio, el bailarín Louis Albert, a un apartamento pequeño y con apenas lo necesario, donde tomo algunas de las primeras fotos que aparecen en la exhibición. E igual fue contratado para varias bodas de la alta sociedad (“Casi todo el mundo se estaba divorciando, pero podía vivir todo un año con lo de una sola boda”); pensó que había llegado al cielo.


“Olvidé quién fue el que dijo que la religión es el opio de las masas”, comparte como reflexión. “Yo dije: “Bueno, ¡que me inyecten!”.


Luego llegó la crisis del SIDA. “La parte más dura fue no poder llorar a tus amigos, porque no sabías si tú serías el siguiente”, comenta LaChapelle sobre esta época. “Estabas tan asustado que no podías hacer tu duelo”. Sin embargo, tomó un bus de vuelta a Connecticut para nadar en una reserva cerca a la casa de sus padres, donde supo que Albert moriría. “Fue una premonición que tuve antes de que se enfermara”, comenta. “Me llegó como un pensamiento: ‘Louis ya no va a estar aquí’”.

A medida que más amigos morían, comenzó a pensar a dónde iban sus almas, de lo cual me comenta que, “de hecho, me acercó a Dios”, a una afirmación de que “Dios es amor” y “no es el autor de las enfermedades, las muertes o el sufrimiento”. Encontró a alguien que aceptó hacer cuatro sets de alas de ángeles por dos mil dólares –“todo el dinero que tenía”- y comenzó a llevar a sus amigos a Connecticut para fotografiarlos posando como ángeles, santos y mártires, en el lugar a donde solía ir a meditar y orar. “No creía que tuviera mucho tiempo”, cuenta. “Solo quería tomar algunas fotos, no para un dejar un legado, sino para tener un propósito de vida”.

La invitación a su primera exhibición, realizada en 1984, en el apartamento de un amigo a una cuadra del Fotografiska, contaba con una foto de Albert. Murió de SIDA unas semanas después, a los 24 años. Y aunque LaChapelle no se realizó ninguna prueba del SIDA por más de 12 años, cuando finalmente lo hizo, se sorprendió al salir negativo; por ello, también ha trabajado con ACT UP (Coalición del sida para desatar el poder).

Estuvo casado con una mujer, por razones desconocidas hasta para él, y luego ambos regresaron a Londres, donde comenzó a juntarse con Leigh Bowery y Boy George. Además de ser el último en fotografiar a Warhol, dirigió videos musicales y una película llamada Rizek, y comenzó a llamar a las revistas, diciéndoles a quién quería fotografiar, lo contrario a la norma. Le diagnosticaron bipolaridad, estuvo admitido en un ala psiquiátrica por unos días, y logró salir justo a tiempo para dirigir un video de Mariah Carey. A mitad de los 2000, confesó que “tenía ciertas reglas. Tenía que tener tres portadas de revistas y un video en el Top 10 de TRL. Era un esclavo del trabajo”.

En 2006, después de que un empleado señaló que no habían tenido un solo día libre en 11 meses, el fotógrafo compró una antigua colonia nudista en Maui, mientras estaba en el set de una sesión fotográfica, y logró pasar gran parte de su vida desapercibido.

Las fotos angelicales fueron de las primeras en aparecer en la exhibición, y se encuentran agrupadas -y fuertemente relacionadas con- sus tomas más recientes; intrincados cuadros de índole religioso, escenificados en las selvas de Hawái. “Miguel Ángel dijo que encontró la prueba de Dios en la belleza del hombre, y yo diría que en la naturaleza también”, afirma LaChapelle. “Veo a Dios en la naturaleza”. Y en efecto, algunas de las últimas fotos son tan religiosas, que el fotógrafo dudó en mostrarlas. “Si soy sincero, estaba muy nervioso”, comenta, explicándome que lo sintió como “la salida” que nunca tuvo.  “Aquí es donde la gente se dará cuenta de que estoy realmente interesado en todo lo religioso. Y sí, es verdad”, afirma con una sonrisa, bienaventurado. “En el mundo del arte y la moda, si quieres sorprender, solo tienes que hablar de Jesús”.

Para el alivio de su equipo, pronto termina los bizcochos y lo apresuran al aeropuerto. Llegará a tiempo, se sentará en el avión y se relajará mientras surca los cielos. 

TODO ENCENDIDO: En 1999, Eminem recién estaba ganando relevancia con The Slim Shady LP, cuando llegó a esta sesión para la revista “tan ligero como una pluma”, cuenta el fotógrafo. “Estuvo todo el día escupiendo rimas, muy despreocupado”. Al encontrárselo unos años después, el rapero “parecía que tenía el peso del mundo en los hombros”.
© DAVID LACHAPELLE, COURTESY OF FOTOGRAFISKA NEW YORK
GOOD AS HELL: El fotógrafo dice que Lizzo es realmente única, explicando que “no es alguien diferente en el escenario y en su vida privada. Lo que ves es lo que es. Es curiosa, le gusta jugar y se ríe muchísimo”.
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LA MUERTE DE ZIGGY: LaChapelle dice que esta foto de 1995 de David Bowie fue inspirada en Pietà de Miguel Ángel, con el maniquí representando sus días de Ziggy Stardust. Todo el equipo estaba en un hospital abandonado sin permiso, cuando la policía llegó a sacarlos.
© DAVID LACHAPELLE, COURTESY OF FOTOGRAFISKA NEW YORK
MATERIAL GIRL: Lil’ Kim cubierta en logos de Louis Vuitton para Interview en 1999; las fotos son una declaración sobre “el materialismo y Kim como un objeto de lujo”, explica LaChapelle. La marca de moda le envió una carta de cesar y desistir, y obtuvo los derechos de la imagen, que el fotógrafo cree tienen colgada en su oficina en París.
© DAVID LACHAPELLE, COURTESY OF FOTOGRAFISKA NEW YORK
VUELA LEJOS: Peckman dice que las sesiones fotográficas de LaChapelle, como esta de Dua Lipa para una de las portadas del año pasado, son como “un circo o un show de Broadway. Siempre hay música a todo volumen y le gusta que la gente se amontone a su alrededor”.
© DAVID LACHAPELLE, COURTESY OF FOTOGRAFISKA NEW YORK
REY DEL DOLOR: LaChapelle afirma que esta foto de Kanye West fue una “copia exacta” del poster promocional de La pasión de Cristo. “Siempre me había interesado el concepto de un Jesús negro”, cuenta. Y no supo que la foto había sido usada para una portada de Rolling Stone (Estados Unidos, 2006) hasta que vio que la estaban discutiendo en CNN, al llegar al aeropuerto.
© DAVID LACHAPELLE, COURTESY OF FOTOGRAFISKA NEW YORK
REINO SALVAJE: “Elegancia indiferente” es la descripción que LaChapelle le otorga a esta foto promocional de Planet Her de Doja Cat. Aunque la artista “estaba interesada en experimentar”, su acompañante no la convenció al principio. “Me preguntó: ‘¿Para qué el caballo?’”.
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