El Prodigio

El director de Gloria, Una mujer fantástica y Desobediencia, deja a Chile para adentrarse en una historia de fanatismo religioso ambientada en la Irlanda de 1862.

Sebastián Lelio 

/ Florence Pugh, Toby Jones, Ciarán Hinds, Kíla Lord Cassidy, Tom Burke

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Netflix

Los fanáticos del cine de superhéroes la conocen como Yelena, la sucesora de Scarlett Johansson en Black Widow. Los amantes del cine de terror la identifican como Dani, la protagonista de esa obra maestra conocida como Midsommar. Sin embargo, la británica Florence Pugh ya antes había impresionado a los cinéfilos con su poderosa interpretación de Katherine en la magnífica cinta Lady Macbeth.

Pugh brilló en ese drama de época basado en la novela Lady Macbeth del Distrito Mtsensk de Nikolai Leskov, lo que probablemente llevó a que el prestigioso director Sebastián Lelio, conocido por sus películas protagonizadas por mujeres fuertes e inolvidables (Gloria, Una mujer fantástica, Desobediencia), la eligiera para protagonizar su adaptación de la novela El prodigio de la irlandesa Emma Donoghue (quien escribió el guion en conjunto con Lelio y Alice Birch).

Describir tanto la novela como la película de Lelio no es una tarea fácil. La cinta comienza con un vistazo al set de producción, y como si se tratara del montaje de una obra de teatro, uno de los personajes nos introduce a la Irlanda de 1862 en donde Pugh interpreta a una enfermera británica llamada Lib Wright, quien viaja a una villa rural para supervisar un extraño caso, en compañía de una monja.

El caso, comisionado por un particular grupo de sacerdotes y científicos (entre los que se encuentran unos estupendos Toby Jones y Ciarán Hinds), tiene que ver con una pequeña niña llamada Anna O’Donnell (una maravillosa Kíla Lord Cassidy) quien, al parecer, ha dejado de probar alimento desde hace más de cuatro meses sin perder un ápice de su salud.

El Dr. McBrearty (Jones) plantea hipótesis relacionadas con magnetismo o fotosíntesis para justificar el ayuno prolongado de Anna. Por su parte, el Padre Thaddeus (Hinds) cree que se trata de un milagro. Lib simplemente sabe que es imposible que un ser humano deje de comer y sobreviva y se muestra escéptica ante todo el asunto.

Rosaleen (Elaine Cassidy, madre en la vida real de Kila) y Malachy (Coalán Byrne) se inclinan por el lado de la fe y reciben a un constante grupo de visitantes que acuden a su humilde morada para ser testigos del supuesto milagro. Lib es encargada de vigilar a la niña por un turno de ocho horas, alternando con la monja, para ser testigos del ayuno de la niña precoz que solo habla de fe, religión y citas bíblicas.

Entra en escena un periodista llamado William Byrne (Tom Burke), quien quiere cubrir la noticia para la prensa británica. Tanto William como Lib tienen un pasado trágico (el periodista perdió a su familia en la Gran Hambruna y la enfermera, adicta al láudano, perdió a su pequeño bebé).

Los dos escépticos se encontrarán en su mutua soledad y se convertirán en amantes. Y la enfermera, impulsada por ver cómo Anna es usada por unos y por otros para defender sus argumentos, decidirá en convertirse en una verdadera madre para la niña. El prodigio no es una película de superhéroes y tampoco en una cinta de terror. Es una fascinante mezcla entre oscuridad, melancolía, sensualidad, humanismo y teatro brechtiano, que nos muestra la fuerza, la inteligencia y el enorme talento de su gran director chileno. Pugh, una actriz con las mismas cualidades de su director, vuelve a brillar aquí al mostrarnos a una mujer que, para salvar a una niña de la muerte, debe rendirse ante lo mismo que la está matando. 

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