Una torre alta, iluminada. Un petrolero sonriente con el sol en el horizonte, vestido de YPF. Niños que corren felices. Caños largos y anchos y relucientes. Una hornalla prendida. Una ruta y un camión de la empresa que es orgullo nacional y sponsor de Messi. Una foto esperada, tapa de todos los diarios, que dice que acá, en Vaca Muerta, no hay grietas.
Pensar que Argentina pueda prescindir hoy del gas y el petróleo de Vaca Muerta está tan lejos de la realidad como creer que las petroleras y el Estado pueden hacer de ese megaproyecto algo sustentable. El debate suele ser tramposo, como otros aspectos en torno de la industria hidrocarburífera. El negocio del gas y el petróleo, a nivel mundial, cierra para las empresas siempre y cuando los gobiernos hagan la vista gorda en cuestiones cada vez más sensibles. Este artículo no pretende entrar en esas discusiones, evidentemente necesarias, sobre modelos de país y cuestiones técnicas. Solo mostrar parte de esa otra realidad que atraviesa la vida de personas y territorios sin tanta visibilidad.
Mirá el porfolio de Pablo E. Piovano:











Olor a gas, a huevo podrido, que hace doler la cabeza. Trabajadores y habitantes que se acostumbran a ese olor; ya no lo sienten. Mecheros, grandes lenguas de fuego que braman en la noche iluminada de torres. Ese ruido también es Vaca Muerta. Ese gas constante que no será utilizado por nadie, que se quema, que combustiona. Trabajo. Vaca Muerta genera trabajo. Y energía.
“Mi casa se mueve, está toda rajada. En cualquier momento se nos viene encima”. Noemí Painemil vive en Sauzal Bonito, un pueblito de Neuquén que hace siete años, cuando se levantaron las primeras torres de fracturación, comenzó a temblar. Alrededor de ese pueblo, a orillas del río Neuquén, donde viven 200 familias, hoy son más de 80 los pozos de gas y petróleo. Ya se registraron, por organismos internacionales y científicos del Conicet, más de 300 sismos en la zona. En enero de 2019 el pueblo tembló 37 veces en 36 horas. Y el pasado 9 de mayo vivieron uno de los sismos más fuertes: 4,5 en la escala Richter. “Duró más que los anteriores, mucha gente tuvo que ser atendida por presión alta y ataques de pánico”, dice Hugo Acuña, el único bombero de Sauzal Bonito. El Estado prometió hace dos años colocar veinte sismógrafos. Hasta el momento solo hay dos funcionando.
Desarrollo. Soberanía energética. Futuro. Tecnología.
Una montaña oscura a cielo abierto. Con material radiactivo y metales pesados. Miles de toneladas de residuos petroleros apenas contenidos por unas paredes bajas, a metros de donde se levantan casas precarias. Un basurero clandestino en el corazón de Vaca Muerta. Y otro más. Y otro que no es clandestino, pero cuyos informes de fiscalización revelan un escándalo socioambiental que involucra a funcionarios y empresarios.
Obras de infraestructura. Rutas. Gasoductos. Progreso.
Añelo es el epicentro de la explotación de hidrocarburos en Vaca Muerta. Queda a menos de cien kilómetros de Neuquén capital. Es un pueblo de 8.000 habitantes al que llegan familias de toda Argentina y de otros países en busca de lo que sí hay: trabajo. Lo que falta son calles asfaltadas. Casas. Agua, en algunas zonas. Espacios verdes. Insumos para el hospital y sueldos dignos para el personal de salud.
Añelo son camiones día y noche, sin parar. Perros vivos o muertos al costado de la ruta. Polvo, mucho polvo. Hombres por todos lados, mamelucos de colores que adentro tienen hombres con dedos maltrechos por horas y horas de borcegos. Casino. Casas de madera, techos de nylon, habitaciones en contenedores. Hoteles con estacionamientos que parecen concesionarias de camionetas blancas.
Inversiones. Productividad. Récord absoluto de extracción.
“Mi nieto de siete años tiene problemas respiratorios. A otro le salen quemaduras y ampollas en la piel y tiene problemas estomacales, como muchos de los chicos de acá, que viven con diarreas, vómitos y dolores de panza. Todo eso empezó cuando instalaron las torres”, dice Roxana Valverde, que vive a menos de 500 metros de donde se fractura la tierra para extraer hidrocarburos. En la calle Ciega 10, en Allen, en Río Negro, hace años que las familias denuncian las consecuencias de tener tan cerca a las petroleras.
“La vibración nos raja las casas, se mueven los vidrios y el ruido de las máquinas es insoportable. No se puede dormir. Pero lo peor son los problemas de salud de nuestros niños. Hace unos años vinieron de YPF a ofrecernos plata para firmar un convenio y que dejáramos de protestar. Quieren tapar todo. En el hospital de Allen se negaron a entregarnos las historias clínicas”. El conflicto en la calle Ciega 10 es algo que la petrolera estatal pretende mantener lejos de la opinión pública. Hay una causa judicial que avanza lento, en la que peritos que tomaron muestras de agua fueron recusados por dejar la evidencia en el laboratorio de YPF, que es una de las partes.
Ciencia al servicio del desarrollo de la patria. Autoabastecimiento. Exportaciones.
En Vaca Muerta las propias empresas son las encargadas de informarle al Estado los incidentes ambientales, que sumaron más de 2.000 en el último año y subieron a 5,6 por día en promedio, según los datos de la Subsecretaría de Ambiente de Neuquén. Lo llamativo es que el 58% de esos incidentes, que incluyen importantes derrames de petróleo, tienen un récord curioso: cero metros cuadrados de afectación al suelo.
La guerra en Ucrania favorece a la Argentina. Ahora se abre otra gran oportunidad para el país. “Se habla mucho del gasoducto pero acá todavía no pusieron ni una estaca”, dice Diego Rosales, de la Confederación Mapuche de Neuquén. En su comunidad, Fvta Trayen, donde pasará un trayecto del gasoducto Néstor Kirchner, hace unas semanas hubo otro derrame de petróleo. “Acá eso es común. Por eso las comunidades estamos todo el tiempo en tensión con YPF. Si nadie controlara lo que hacen, esto sería un desastre mayor. Cuando vemos aflorar el líquido arriba uno se pregunta ¿hace cuánto que está escurriéndose para abajo? ¿Cómo puede ser que con la tecnología que manejan no se den cuenta de que se le pinchan los caños? Si en cinco años pasó esto, ¿qué va a pasar en diez, en veinte?”.