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Ed Sheeran, hablando en serio

Al convertirse en padre, los días de “fiestero” llegaron a su fin. Luego sucedió una tragedia que lo obligó a enfrentar su lado oscuro secreto, para alcanzar la mejor racha creativa en su carrera

Fotografías por Liz Collins*

marzo 21, 2023

Si alguien lo duda, Ed Sheeran sabe bien que él es… Ed Sheeran. “No soy idiota”, me dijo en uno de nuestros primeros encuentros. “Cuando dices en la oficina: ‘Voy a entrevistar a Ed Sheeran’, probablemente te miran gracioso. Siempre he sido esa clase de tipo”.

Y ser ese tipo, al menos en la versión pública, es paradójico. Por un lado, Sheeran es sin duda una de las superestrellas más grandes del pop global del siglo XXI, y por eso está a 17.000 kilómetros de casa en el patio trasero de un bungalow en Auckland, Nueva Zelanda, descansando a la sombra que su complexión le exige (“Yo vivo en la sombra”).

En unos días tocará para 100.000 personas en las dos presentaciones que tiene aquí. Su última gira fue la más taquillera de todos los tiempos, hasta que su mentor Elton John lo superó; sin embargo, esta gira -programada para durar cinco años completos- bien puede recuperar el título. Y es uno de los artistas más escuchados en Spotify, una estadística que no incluye su “pasatiempo”; todos los éxitos que ha escrito para otros artistas, desde Justin Bieber hasta BTS.

Pero Sheeran está convencido de que, en ciertos sectores, sus logros y talentos (su voz suave, su interminable fuente de coros y su extraña capacidad para explorar y experimentar entre géneros, como hace poco con el afropop, el EDM y el reggaetón) parecen no transmitirse del todo. Ante esos ojos, es un intruso pelirrojo, un mortal con estatura de hobbit que ascendió al reino de la divinidad pop por algún tipo de error cósmico y se negó a irse. “Antes de esto, yo era el blanco de las bromas, y lo sigo siendo, y no es necesariamente solo por mi música”, dice.

Estamos a mediados de febrero, durante el verano tardío de este hemisferio, y la esposa de cuatro años de Sheeran, Cherry Seaborn, y sus dos hijas -Lyra, de dos años, y Jupiter, de ocho meses- están en la casa. Toda la familia pasará unos meses en Nueva Zelanda y Australia mientras el artista sigue con sus conciertos. Se puede sentir una extraña normalidad en su existencia fuera del escenario, como si hubiera intercambiado lugares con un próspero dentista neozelandés. “Ayer cocinamos, vimos un capítulo de Los Simpson y nos fuimos a dormir”. Lyra, quien apareció buscando mimos, está mirando una piscina azul para niños en el patio. “Tan pronto como papi termine la entrevista, chapoteará en el agua contigo”, le promete Sheeran.

El artista no tiene ni una pizca del síndrome de impostor. Ve las docenas de canciones que ha desechado por cada éxito, los cientos de shows que tocó antes de que alguien conociera su nombre, y sabe bien cómo se dio todo. Pero, como él mismo dice, “la gente me mira y se pregunta cómo llegué hasta acá”.

Nuevamente, él lo entiende. “Soy un nerd”, afirma. “Me encanta El señor de los anillos, adoro Pokémon. Me encantan los Lego y Warhammer, y sí, no estoy destinado a ser considerado alguien genial”. Pero hace tiempo que ascendió a un nivel élite de geeks. Admite que, cuando era joven, veía a Pikachu y compañía como sus “amigos”; ahora le piden que escriba una canción para un nuevo juego de Pokémon (el himno que evoca a Coldplay, ‘Celestial’). Una vez armó una Estrella de la Muerte y un Halcón Milenario con Harry Styles -en su época de One Direction-, apareció en El ascenso de Skywalker, y ha sido amigo del director de El señor de los anillos Peter Jackson desde que compuso una canción para El hobbit: la desolación de Smaug de 2013. Y hace poco, en Wellington, asistió a una proyección de Intriga Internacional en la casa de Jackson, con su colega residente neozelandés James Cameron y su familia entre los invitados.

Con su nuevo álbum, (pronunciado Substract), esperado para el 5 de mayo, Sheeran está en grave peligro de alcanzar un nuevo nivel de genialidad musical, gracias a unas de sus composiciones más emotivas y honestas, junto con la ingeniosa producción de Aaron Dessner, de The National. Y Ed sabe que existe una posibilidad de que a los críticos en verdad les guste este disco, lo que lo llega a asustar un poco: “Me preocupa eso, porque han odiado todos mis mejores álbumes”.

Está sentado con la pierna cruzada y sin zapatos sobre un sofá al aire libre, vistiendo una camisa y medias blancas con shorts negros. Sus brazos son un arcoíris de tatuajes, con algunas citas en galés y élfico. Luce una barba rojiza desaliñada y su pelo sobresale bajo una gorra de Lowden Guitars, un fabricante de guitarras acústicas de alta gama; de niño soñaba con tocar una, ahora es colaborador de la marca en una línea exclusiva.

Eric Clapton, héroe y amigo de Sheeran, lo introdujo en la colección de relojes, así como él lo hizo con John Mayer, y hoy tiene en la muñeca un costoso Patek Philippe. (Y ni se molesten por preguntar su opinión sobre el tema antivacunas y Clapton: “Adoro a Eric. No quiero decir nada malo de él”, afirma Sheeran, quien comenzó a tocar la guitarra después de ver una presentación de ‘Layla’ en la televisión. Ed sí se vacunó, pero ha contraído Covid al menos unas siete veces, por los constantes viajes y sus hijas).

En consonancia con los temas del álbum, Sheeran tiene material “muy pesado” -muerte, enfermedades, duelo, depresión, adicción- del que hablar esta semana, en una de las entrevistas más extensas que ha hecho en los últimos cinco años. Terminará revelándolo todo, quizá más de lo que quisiera, y está atento a la reacción del mundo. Primero que todo, se imagina a la gente leyéndolo a través de la poco empática lente de la “Estrella de pop millonaria que se siente triste”. Además del hecho de que sí es una estrella de pop muy particular. Pero en su mente, admite, “me pregunto por qué a la gente le importa si me siento de esta o aquella manera”.

Abrigo de Tom Ford, camisa de Prada, brazalete de Wild Fawn, zapatillas deportivas de Nike, pantalones de Rick Owens, y joyería propia.

Hoy en día, Sheeran se enfrenta a la hostilidad casi meramente online, cuando siquiera lo alcanza. Pero, cuando comenzó a venir a Londres de joven, con su guitarra acústica y pedal de loops, de toque en toque, intentando que una discográfica lo firmara, lo hacían directamente a su cara. “Por mucho tiempo la gente se río de mí por hacer música”, comenta. “Todos me veían como un chiste, nadie pensaba que podría lograrlo”. Como él lo ve, alquimizó todo ese desprecio y duda en combustible artístico. “Y creo que esa sigue siendo la motivación. Todavía siento esa necesidad de probarme a mí mismo, porque todavía no me toman en serio. Soy el chiste de lo que es el pop malo”.  

En algún momento, no hace mucho, decidió dejar de preocuparse por ello. “Cuando escribí ‘Perfect’ y ‘Thinking Out Loud’, recuerdo pensar que eran un poco cursi”, relata el cantante. “Pero al mismo tiempo como que no me importaba, y se convirtieron en las baladas más grandes en el mundo ese año. Lo que me llevó a pensar: ‘Bueno, ¡la gente sí se conecta con lo cursi!”. A Sheeran no le da miedo ser honesto en sus canciones, casi siempre. Si ha crecido y ahora es papá, canta: “He crecido/ Ahora soy un padre”, la frase que abre su disco de 2021, =. Su uso de las metáforas es escaso, y le encanta Van Morrison, pero si escribiera una canción llamada ‘Listen to the Lion’, probablemente sería sobre un viaje al zoológico y sería un mega éxito global.

No hace mucho, alguien en Twitter lo acusó de hacer “himnos sexuales para gente aburrida”, una crítica que solo analiza por una milésima de segundo. “150 millones de personas aburridas”, contraataca, haciendo una referencia aproximada a la venta total de sus álbumes, cifra que claramente ronda por su mente. “Soy fácil de convertir en meme. ¿Has visto el meme en el que estoy haciendo fila en una tienda de discos, con una camisa y una bolsa con el “÷”? Y escribieron ‘¿Por qué parece que Ed Sheeran está esperando a conocer a Ed Sheeran?’. Supongo que es porque luzco muy normal, luzco como el amigo del hermano mayor de alguien, que volvió de la universidad y trabaja en una pizzería”.

Pero siendo honestos, en este momento, a puertas de su cumpleaños número 32, se ve menos normal que nunca. La barba le añade cierto glamour, y está lo suficientemente delgado para que los pómulos le resalten, cosa que atribuye a una hora de levantamiento de pesas al día. Y sus ojos son de un azul tan profundo, que contrastan de manera sorprendente con su cabellera roja. “Los bebés adoran a Ed, porque tiene una cara inusual”, comenta Seaborn. Ella irradia calidez, inteligencia y un carácter deportivo, además de haber sido la inspiración de una canción –‘Shape of You’- que ha sido escuchada miles de millones de veces. (Contará un poco más de su historia en la serie documental Ed Sheeran: The Sum of It All, que saldrá el 3 de mayo en Disney+).

Si de algo vale, y vale mucho, su amiga y colaboradora Taylor Swift piensa que Sheeran es increíble, “el James Taylor de mi Carole King”, como le dijo a ROLLING STONE hace unos años. Swift fue quien lo puso en contacto con Dessner, su colaborador en Folklore y Evermore, para trabajar enel tema de Swift-Sheeran ‘Run’, antes de sugerir que trabajaran en la música de Sheeran. Y a Dessner le parece “aburrido” siquiera contemplar la idea de que Ed o su música no son geniales. “Es un compositor brillante”, comenta. “Lo he visto de primera mano”.

Al artista no le importaría ganar nuevos fans con Substract, pero no necesita que lo acepten a regañadientes. “¿Alguien a quien nunca le ha gustado mi música y me ve como un chiste? El que de repente diga ‘Oh, no eres tan mierda como pensé’ no significa nada”.

Ed Sheeran está llorando otra vez, y eso lo alegra. Ha pasado casi un año, y no quiere que el dolor se vaya todavía. “No quiero superarlo”, explica. “Odiaría hablar de ello y no sentirlo…”. Ahora sus ojos y su cara están igual de rojos, y le cuesta hablar.

El 20 de febrero del año pasado, Jamal Edwards, uno de los jóvenes empresarios musicales más prominentes del Reino Unido, murió de manera repentina a sus 31 años, por una arritmia cardíaca provocada por consumo de cocaína. Era el mejor amigo de Sheeran y a quien cree que le debe su carrera, gracias a las apariciones en su influyente canal de YouTube SBTV, cuando el artista estaba luchando por atención en la industria. El último post de Instagram de Edward fue un tributo a su viejo amigo. “Feliz cumpleaños al OG, Ed. Me siento bendecido de tenerte en mi vida, hermano. Sabes que has sido amigo de alguien por muchos años, cuando pierdes la cuenta del tiempo. ¡Sigue rompiéndola e inspirándonos a todos!”.

Los amigos tenían una química muy natural, y prueba de ello es un clip de un video en el que Sheeran está cantando ‘Burst Da Pipe’ con Edwards, quien está grabando, y ambos se ríen a carcajadas. “La gente asumió que éramos amantes/Pero somos hermanos de armas”, rapeó Ed en un tributo a su amigo ‘F64’. “Ese era un fuerte rumor que había en la industria”, comenta Sheeran. “Y no creo que nadie supiera que yo lo sabía. Pero lo entiendo, hermano, ¡vivía en su cuarto!”.

A los 18 años y sin ningún lugar para vivir en Londres, se suponía que pasaría una noche en la casa de Edwards, pero se terminó quedando por “solo Dios sabe cuánto. Entiendo por qué la gente diría algo así. Solíamos irnos juntos de vacaciones”. La noche anterior a la muerte de su amigo, Sheeran salió a cenar con Swift y Joe Alwyn, intercambiando mensajes con Edwards sobre el video que grabarían al día siguiente. “Doce horas después”, dice, “estaba muerto”.

Y si febrero del año pasado ya era el peor mes en la vida del cantante, justo antes de la muerte de Edwards, Seaborn, con seis meses de embarazo, fue diagnosticada con un tumor que requería de una cirugía que no le podían practicar hasta después de dar a luz. Se habló de un parto prematuro, pero llegó a los nueve meses con Jupiter, y en junio, en la mañana del concierto de Sheeran en Wembley, la cirugía fue exitosa. “No hay nada que pudiera hacer al respecto. Me sentí muy impotente”, se lamenta. Y es que, al mismo tiempo, estaba en un juicio defendiendo una demanda por plagio en contra de ‘Shape of You’, “con gente que me trataba de ladrón y mentiroso”. (Ed ganó la demanda).

La muerte de Edwards lo destrozó. “Mi mejor amigo murió”, dice con lágrimas en los ojos. “Y no debería haber pasado”. De repente, se encontró en un episodio de lo que conocía vagamente como depresión. “Siempre he tenido momentos muy bajos en mi vida”, dice el artista, “pero no fue hasta el año pasado que realmente lo afronté”.

Abrigo de Tom Ford, camisa de Prada, brazalete de Wild Fawn, zapatillas deportivas de Nike, pantalones de Rick Owens, y joyería propia.

La primera vez que lo experimentó fue en la primaria, un periodo con varias anécdotas graciosas, pero que fue profundamente traumatizante. “Iba a un colegio muy, muy orientado hacia el deporte”, comenta. “Tenía el pelo rojo brillante, grandes gafas azules, tartamudeaba un poco y no podía hacer ejercicio porque tenía un tímpano perforado. A ese punto, simplemente te señalan por ser diferente. He bloqueado gran parte de ello, pero realmente tengo un problema. Creo que tiene que ver con querer estar en un escenario y agradarle a la gente”.

Después del fallecimiento de Edwards -y para colmo de males, después de la muerte de otro amigo, la estrella australiana de cricket Shane Warne, en marzo- Sheeran comenzó a sentir algo con lo que había sufrido en silencio antes. “Sentía que no quería vivir más”, habla con voz firme. “Y he tenido ese sentimiento a lo largo de mi vida… Te ahogas bajo las olas, no puedes salir”. Estos pensamientos ya eran bastante malos, cuando la culpa llegó de compañera. Dice que se sentía “egoísta, especialmente ahora siendo papá. Me sentía muy avergonzado por ello”.

Seaborn fue quien se dio cuenta de lo que pasaba, y le dijo a Sheeran que necesitaba ayuda. Y por primera vez en su vida, comenzó a ir a terapia. “De donde yo vengo, nadie realmente habla de sus sentimientos”, explica. “La gente en Inglaterra cree que es raro ir con un terapeuta… Yo pienso que el poder hablar con alguien y sacarlo todo y no sentirte culpable al respecto, ayuda muchísimo. Pero sé que he vivido una vida privilegiada, y por eso mis amigos siempre me han dicho que no es tan malo”.

La terapia le ha sido extremadamente útil, pero no es mágica. “La ayuda no es como un botón que presionas y automáticamente estás bien”, dice el cantante. “Es algo que siempre estará ahí, pero que tienes que manejar”. Mientras habla, juega con una cadena de plata en su mano derecha. El año pasado usaba dos pulseras de goma, una era del funeral de Edwards, y la otra, con el eslogan ‘No la cagues’, de otro amigo fallecido, el ejecutivo musical australiano Michael Gudinski, quien murió en 2021. En Navidad, Cherry le regaló la nueva cadena con los nombres de Jupiter y Lyra al interior. En año nuevo, Sheeran hizo el cambio. “Se sintió como algo simbólico, el quitarme las pulseras de goma y ponerme otra por mi familia”.

Otro tipo de terapia para Sheeran era la usual: escribir canciones. Desde 2011, el artista ha estado trabajando en un ciclo de cinco álbumes con títulos basados en los símbolos matemáticos, y Substract, la última entrega, siempre estuvo en los planes. La idea era un álbum de cantautor volviendo a sus raíces, y ha pasado más de una década “esculpiendo esta cosa perfecta”. Ya estaba listo para comienzos del año pasado, pero la versión que lanzará en mayo no tiene nada de ese disco.

A finales de 2021, la intermediación de Swift llevó a que Sheeran y Dessner comieran sushi en Nueva York. El integrante de The National recuerda haberle dicho a Sheeran que le “encantaría escucharlo de una manera más vulnerable y elemental”. Poco después de esa conversación, Dessner hizo lo suyo y le envió a Sheeran pistas instrumentales ya listas, que solo necesitaban la letra y las melodías vocales.

En medio del infernal febrero que tuvo Sheeran, comenzó a escribir las letras de las canciones. “No tenía la guitarra a mano”, cuenta, “pero tenía las pistas instrumentales y escribía la letra mientras viajaba en carro o en avión o en lo que fuera, y lo terminé. Así salió el disco, todo fue muy, muy, muy rápido”.

Como a todo el mundo, a Sheeran también le gustan los discos de Swift, producidos por Dessner, Folklore y Evermore. Y aunque tenía claro que no quería copiarlos, sí dice que el guitarrista de The National los ayudó a ambos a alcanzar un tipo de escritura libre más suelta. Usualmente, Ed se sienta a intercambiar ideas con los colaboradores; por el contrario, Dessner le entregó un paisaje sonoro terminado. “Y me dijo: ‘Ahora tú di lo que quieras decir’”, cuenta el artista. “No hubo un filtro, no hubo ninguna discusión respecto a las letras. Y creo que eso es lo brillante de los álbumes de Taylor, absolutamente todo viene de su cabeza. De ahí vienen frases como ‘Cuando me sentí como un viejo cárdigan debajo de la cama de alguien, tú me pusiste y dijiste que era tu favorito’. No hubo nadie que le dijera que no a esa frase, y por eso es increíble”.

El tema que abre el disco, ‘Boat’, evoca a uno de los primeros ídolos de Sheeran, el cantautor Damien Rice, en su crudeza, con los acordes texturizados y rasgueos acústicos de Dessner. (Sheeran la escribió sobre una base de piano y batería creada por Dessner, pero la reconstruyó como una canción acústica). “Todos dicen que tengo heridas por sanar, pero sé que quizá no mejore”, canta Sheeran, sonando más triste que nunca. “Las olas no romperán mi bote”. En otra balada, ‘Life Goes On’, canta directamente sobre Edwards: “Supongo que la vida sigue sin ti/ Me hundo como una roca”.


Sheeran es consciente de que, para ciertos oyentes, “Soy el chiste de lo que es el pop malo”. 


La encantadora pista de midtempo ‘Dusty’, impulsada por hi-hats sintéticos, tiene una vibra más tranquila y captura una epifanía que el artista tuvo durante un ritual matutino de escuchar un vinilo diario con Lyra, en esta ocasión Dusty in Memphis de Dusty Springfield. “Estoy pasando por ese periodo turbulento y de varios momentos muy bajos”, relata Sheeran, “pero el despertar y tener una mañana alegre con una chica hermosa… es una yuxtaposición muy extraña, el irse a dormir llorando y despertar sonriendo con tu hija”.

‘Eyes Closed’, el primer single, está construido alrededor de un riff pizzicato que crece una octava hasta un coro tan grande como cualquier otro en el catálogo de Sheeran: “Bailo con los ojos cerrados/ Porque adonde quiera que mire, todavía te veo a ti”. Es la reinterpretación de una canción pop más directa que el artista tenía a mano, una narrativa de ruptura más genérica. Ahora habla directamente de sus traumas y las consecuencias: “Pensé que este mes sería diferente/ Nadie nunca está listo”.

El nuevo disco tiene 14 pistas, pero no es el final de la colaboración ente Sheeran y Dessner. Ed sacó tres canciones del álbum que sentía eran demasiado alegres, pero ahí también se dio cuenta de que eran el comienzo de algo más. “Pronto nos dimos cuenta de que estábamos haciendo dos cosas distintas”, explica el cantante. En ese momento comenzó a escribir un segundo álbum completamente diferente con Dessner, y ya lo está editando, aunque no está seguro de cuándo podría salir; quiere darle la oportunidad a de respirar por su cuenta. “No tengo expectativas para el disco, solo quiero lanzarlo”.

Sheeran tiene más de cinco álbumes en mente, usando otra categoría de símbolos, que todavía no está listo para compartir, al menos de manera oficial. Y ve el último lanzamiento de esta serie como un proyecto de años, con un giro. “Quiero tomarme el tiempo de hacer este álbum ‘perfecto’ por el resto de mi vida, agregando canciones aquí y allá”, explica. “Y tenerlo en mi testamento, que lo lancen después de mi muerte”.

Antes de salir al escenario frente a 50.000 personas, Ed Sheeran no hace prácticamente nada. Se cambia su habitual vestimenta de camisa, shorts, reloj y zapatillas deportivas, por algo más digno de un escenario, y sale, sin siquiera mirarse una última vez en el espejo o peinarse. No hace ni calentamiento vocal. En las fechas de concierto, se levanta sintiéndose igual que cualquier otro día, y habla con las enormes audiencias de la misma manera en que lo haría fuera del escenario, porque no tiene un personaje en escena. Y como en la famosa foto con Beyoncé toda arreglada haciendo un dueto con un Ed más informal: “Me parece que simboliza a dos personas siendo ellas mismas. Ella es la mejor intérprete del planeta, y yo soy un tipo en camisa”.

A las cinco p.m. del día después de nuestro primer encuentro, tan solo tres horas antes del show en Auckland, Sheeran está en la casa con sus hijas. “Esta mañana estábamos hablando con Cherry de lo lindo que ha sido todo”, comenta Ed. “Tuvimos todo un día para nosotros, y no hicimos nada más que esto. Es muy bonito y me reconforta tener a la familia de gira. En la última, salía de fiesta hasta las 7 a.m., dormía hasta las 4 p.m., y me levantaba a dar el concierto. Pero tenía 26 años, era muy diferente”.

El camino al estadio solo tomó 20 minutos, en los que pasamos al lado de docenas de fans de Sheeran recorriendo el mismo trayecto a pie. Escuchamos ‘Love Yourself’ en la radio, el éxito que le dio a Justin Bieber, y aclara que es la misma versión original, solo que con la voz de Bieber. Pasamos varias barricadas y nos dejaron entrar. El vestidor de Ed es un refugio grande y ventilado, rodeado de cortinas blancas, con un sofá en el centro y un área de juegos improvisada en una esquina, en caso de que vengan las niñas. Una cena de fideos japoneses y vegetales le espera, y a diferencia de la mayoría de celebridades, siempre ha pedido que me sirvan lo mismo.

Hay un sistema de sonido inalámbrico en la esquina y antes del show, Sheeran me deja escuchar algunas canciones inéditas, pero abarca tantos estilos, que casi parece una broma. “Tengo montones y montones y montones de mierda”, comenta. En vez de esperar a que la inspiración le llegue, su método es dejar la llave abierta. “Escribí 25 canciones la semana que escribí ‘Shape of You’”. Pero nunca había tenido tanta música terminada que lo emocionara, y estima que tiene años de lanzamientos. “¿Quién sabe en qué momento se acaba la creatividad y no puedes escribir más?”, se pregunta. “Al menos tengo suficiente música acumulada”.

Comienza con una balada llamada ‘Magical’, de su segundo álbum con Dessner. “Así se siente estar enamorado”, canta. “Esto es mágico”. Y otra canción de Dessner, un potencial sencillo, evoca a ‘Solsbury Hill’: “La noche de sábado me está dando una razón para confiar en las luces estroboscópicas”, canta junto con otras reflexiones sobre el dolor. Una tercera producción de Dessner es una canción inspirada en Bruce Sprinsgsteen llamada ‘England’.

Y resulta que hay otro álbum completo a la espera; una colaboración con la superestrella del reggaetón J Balvin. Desde el año pasado, el álbum está listo, con videos ya grabados y todo, pero, nuevamente, sin fecha de lanzamiento. Me deja escuchar una canción que combina afropop y reggaetón, junto con Burna Boy y Balvin. Otro tema producido por Balvin es una colaboración con Daddy Yankee, en la que Sheeran canta el coro entre versos rapeados, y en otra canción de reggaetón más lenta, Ed de hecho rapea en español. “La escribí en inglés y ellos la tradujeron en el estudio”, explica. También tiene colaboraciones con Pharrell Williams y Shakira, además de también estar componiendo para el próximo álbum de la colombiana.

Sudadera de Saint Laurent, camisa de Prada, brazalete de Wild Fawn y su propio anillo.

Ahora Sheeran pone una canción de grime donde rapea rápido, intercambiando versos con el rapero británico Devlin, otro amigo de Edwards. “Como Kendrick Lamar, esta mierda no es gratis”, rapea Ed. Y hay un temazo de drum-and-bass para los “ravers” que quiere lanzar como un sencillo de doble cara con una canción producida por David Guetta en la que Sheeran alaba “las vibras del verano”. Y hay otra canción de Guetta que se inclina aún más por el EDM clásico de Las Vegas, pero no es para Sheeran, todavía están viendo quién podría cantarla.

Luego escuchamos un tema que combina doo wop con Paul McCartney llamado ‘Amazing Daughter’, la primera canción que escribió después de autoconvencerse de que debería retirarse de la música para quedarse en casa tras del nacimiento de Lyra. Es un corte inédito de su último álbum que le gusta mucho, pero que no sabe dónde podría encajar.

Un tema que quedó de su tiempo en Nashville es una canción casi paródica de bro-country que escribió con Florida Georgia Line, pero que parecía muy buena para ser cierta: “Mi cuello todavía es rojo, el cielo todavía es azul, mi camioneta todavía es grande, y mi chica sigues siendo tú… vivimos donde vivimos porque nos gusta vivir en ‘Middle America’”. Después me muestra una colaboración con Benny Blanco y, sí, una power ballad con Justin Bieber, en la que Sheeran trabajó con el superproductor Andrew Watt y que está prevista para el próximo disco de Bieber. Y como si fuera poco, hay una gran canción que escribió para el final de la serie Ted Lasso. “¿Quieres escucharla?”, me pregunta. “Porque es putamente buena”. “Resurgiremos de las cenizas y escribiremos nuestros nombres en las estrellas”, canta en un coro que despertará la envidia de Chris Martin.

“Lo siento”, se disculpa de manera innecesaria hacia el final, “es como si te acabara de vomitar un montón de canciones encima”.

El guitarrista de Snow Patrol Johnny McDaid, uno de los colaboradores frecuentes de Sheeran, hace rato se acostumbró a los saltos entre géneros de Ed. “Un compositor es como una especie de antena”, explica. “Captan las cosas del éter, y dependiendo de qué tan ancha sea la banda, tiendes a centrarte en un género. Pero la frecuencia de Ed es tan amplia, que la inspiración puede venir de cualquier parte y ser cualquier cosa”.

Se acerca la hora del concierto, y Sheeran se pone su vestuario para salir al escenario. Tiene un medio secreto de transporte que lo lleva a través de la multitud, pero me pide que no lo revele. Y una vez el misterioso viaje termina, nos encontramos debajo del enorme escenario giratorio, ahora cubierto por una especie de jaula de metal que se elevará para revelar a Sheeran después de la cuenta regresiva en las pantallas. Quedan tres minutos, y Ed se mantiene increíblemente calmado, prometiéndole al tipo del sonido (conocido como Normal Dave, para diferenciarlo de otro Dave) una copa de celebración después.

A medida que el contador llega a los 90 segundos, Sheeran insiste en que corra hasta el escenario, al lado de su micrófono, y lo asimile todo. Se puede ver a la enorme multitud y te ves enfrentado a ellos tú solo, con tu pedal de loop y tu guitarra. Y no hay mucho que te ayude a guardar la calma.

“¡40 segundos!”, avisa el director de escena, yo abandono el escenario, y Sheeran se hace cargo. El concierto sigue según lo planeado, con las personas coreando y levantando sus celulares durante las canciones más lentas y Ed explicando cómo funciona su pedal de loop, como lo ha hecho en cada concierto por años. (Hoy en día, toda una banda sí lo acompaña en algunas canciones).

 Luego llega ‘Bloodstream’, una confesión de 2014 sobre su experiencia con la MDMA. El estadio se ilumina de color rojo sangre mientras el artista alimenta el bucle que impulsa la canción: un golpe de bajo en la guitarra, un arpegio que lo intensifica todo. Pero tres minutos después, una ola de estática se escucha por encima de la música. Sheeran se detiene y desaparece bajo el escenario. Luego vuelve a aparecer y comienza de nuevo. Un minuto después, la estática regresa y tiene que volver a desaparecer, y el equipo de producción de Sheeran comienza a preocuparse.

Finalmente, Ed le informa al público que el sonido proviene de su pedal de loop, que no funcionará por el resto del concierto. Termina el show con siete canciones que no estaban incluidas en el repertorio, solo con su voz y la guitarra. Se vio obligado a reinterpretar sus éxitos de manera acústica, haciendo que los fuegos pirotécnicos de ‘Bad Habits’ sean algo graciosos. Y lo fuegos artificiales que estallan desde el escenario al final del concierto son tan incongruentes con la música, que Sheeran no puede evitar reírse.

Para la multitud, todo esto es nuevo y hablarán de ello por días. ¿Cuántos artistas de la generación de Sheeran -o más jóvenes- pueden lograr algo así? En el detrás de escena, Sheeran está un poco conmocionado. “Bueno, que me jodan”, dice soltando un fuerte suspiro. No percibe la noche como el triunfo que fue; solo puede pensar en que el público no obtuvo el espectáculo por el que pagaron. Le dejó en claro a su equipo que necesitan solucionar el problema, pero nunca hizo un berrinche, ni afuera ni en el escenario. “¿Qué ganas al gritarle a la gente?”, se pregunta. “Pienso que la gente trabaja aún más duro para ti. Si alguien está gritando, solo le dices ‘jódete’”.

Lentes de sol de Gucci, suéter de The Elder Statesman, y su propio anillo.

Se suponía que haríamos otra entrevista esta noche, pero Sheeran la retrasa hasta mañana, decisión que tomó en el escenario. En cambio, se come un bistec (nuevamente, pide uno también para mí) y se pone a tomar vino. Algunos de los excompañeros de colegio que ahora trabajan para él llegan y se sirven también. Bajan la intensidad de la luz y de repente comienza a disiparse cualquier tensión existente. “Olvidémonos de esta noche”, dice Sheeran, levantando su copa. “Olvidemos que siquiera pasó”.

Pero no lo olvida, y tampoco logra dormir mucho. Una de sus hijas tiene amigdalitis, por lo que pasó gran parte de la noche despierto, y a la mañana siguiente, lo primero en lo que piensa es en los problemas de la noche anterior. “Salió bien al final”, reconoce, “pero simplemente no es por lo que la gente pagó. Es como ir a ver Avatar, que se corte a la mitad, y que James Cameron salga a narrar lo que queda. Pensarías que es una experiencia diferente, pero no es por lo que pagaste”.

Cuando nos reunimos en el mismo camerino al día siguiente, tiene el mismo vestuario de ayer, y está un poco más nervioso de lo habitual. Su equipo pasó mucho tiempo identificando la raíz del problema: resulta que las vibraciones del subwoofer dañaron un chip en el cerebro digital del pedal de loop, y ya están pidiendo las copias de seguridad.

Nos sentamos en el sofá de su camerino y comenzamos a hablar sobre su éxito de 2021, ‘Bad Habits’. Ya ha mencionado que la canción habla sobre “problemas de adicción”, pero el mensaje no parece haberle llegado a nadie. “Si la cantas lento en un piano, es como una confesión sobre la adicción”. Antes, ya me había dicho que “solía ser muy fiestero cuando tenía 20 años”. Pero ahondó más al respecto: “Siempre bebí mucho, no toqué ninguna otra droga hasta que tuve 24 años”. Pero más allá de la marihuana, consumió “pocas” sustancias que no nombrará, porque no quiere que sus hijas lo lean algún día.

No comparte mucho sobre cuándo y cómo dejó esas sustancias, pero aclara que lo más difícil de dejar fue el licor. “Dos meses antes de que Lyra naciera, Cherry me dijo: ‘Si se me rompe la fuente, ¿realmente quieres que alguien más me lleve al hospital?’”, recuerda el cantante. “Porque estaba bebiendo mucho, y ahí fue cuando algo hizo clic. No quería eso. Y jamás quisiera levantar en brazos a mis hijas estando borracho. Nunca. Una cosa es beber unas cuantas cervezas, y otra una botella de vodka. Entendí que ya tenía 30 años y debía madurar. ‘Ya salí de fiesta, ya tuve esta experiencia. Tengo que darme por bien servido y terminar con ello’. Me encanta el vino tinto y la cerveza. No conozco ningún rockero viejo que no sea alcohólico o esté completamente sobrio, y no quería ser ninguno de ellos”.

La muerte de Edwards por cocaína solo consolidó su opinión sobre ciertas sustancias. “Nunca jamás volveré a tocar nada, porque así murió Jamal, y sería una falta de respeto a su memoria”.


“No conozco ningún rockero viejo que no sea alcohólico o esté completamente sobrio, y no quería ser ninguno de ellos”, dice Sheeran.


El dejar el licor lo ayudó a moderar sus hábitos alimenticios, y el hacer ejercicio cambió su cuerpo. Pero también ha luchado con la comida. “Ya era cohibido, pero entré en una industria donde constantemente te comparan con otras estrellas de pop”, comenta. “Estuve durante el boom de One Direction y me preguntaba por qué no tenía el abdomen marcado. ‘Bueno, pues porque te encantan los kebabs y la cerveza’. Luego hice canciones con Justin Bieber y Shawn Mendes, y ambos tienen figuras increíbles. Ahí me pregunté: ‘¿Por qué soy tan… gordo?’”.

Se ríe sin humor y prosigue: “Así que hice lo que Elton [John] menciona en su libro, me atiborraba de comida y lo devolvía”. (Elton John lo plantea de otra manera: “Desarrollé bulimia”). “Hay algunas cosas que, como hombre, me siento demasiado incomodo al hablarlas. Sé que la gente lo verá de cierta forma, pero es bueno ser honesto, porque mucha gente hace lo mismo y también lo oculta”.

Pero, una vez más, todas estas batallas son continuas. “Tengo un verdadero problema alimenticio”, dice. “Soy un comedor compulsivo. Soy compulsivo con todo. Pero ahora soy más un deportista y un padre compulsivo. Y en el trabajo también, claramente”. Ya casi es hora de salir al escenario otra vez, pero Ed está feliz de seguir hablando, aunque tiene una petición que va medio en broma: “Sería genial si no volviera a llorar en los próximos 40 minutos”. Esta vez, el show sale perfecto y los éxitos del final estallan en toda su gloria con el pedal de loop y los fuegos artificiales culminantes. Y también expresa su gratitud por su equipo desde el escenario.

“¡El show salió perfecto! Eso estuvo muy bueno, deberíamos cagarla más seguido”, dice después en el camerino, con una toalla blanca alrededor del cuello. Está encantado y tan emocionado por celebrar, que pensarías que es su primer concierto grande.

Abrigo de Tom Ford, camisa de Prada, brazalete de Wild Fawn, zapatillas deportivas de Nike, pantalones de Rick Owens, y joyería propia.

Ed Sheeran está “muy agradecido de hacer lo que hace”, comenta McDaid, su colega compositor. “Pero muchos en su posición no se sienten igual. Cuando llega para escribir una canción, me dice lo agradecido que está por trabajar en esto”. Y últimamente ha encontrado aún más razones para estarlo. Al comienzo de esta semana, con su esposa hicieron un viaje de dos horas desde Auckland hasta el campo en Waikato, donde Hobbiton -los sets de la Comarca construidos para El señor de los anillos– siguen en pie, entre las praderas verdes de Nueva Zelanda. Un año después de que todo explotara, la pareja se sentó en un banco, bebió vino y vio el atardecer, hablando de sus hijas y de su buena fortuna. “Estamos muy agradecidos de estar vivos”, afirma Sheeran.

*En portada: Suéter de Saint Laurent, camisa de Prada, jeans de Stone Island, y su propio anillo.

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