De “El León” a “Matador”: Los Fabulosos Cadillacs y la historia detrás del gran salto del rock latino

La nota de tapa en la edición argentina de Rolling Stone revela el detrás de escena de cómo los Cadillacs cambiaron su destino y también el de la música en la región

Marcelo Zappoli

agosto 5, 2022

Por la calle California, en pleno corazón del barrio de La Boca, la procesión se mueve al ritmo de los tambores. Pucho Mentasti, un joven publicista criado en los míticos estudios de Argentina Sono Film, está a punto de sumar otra epopeya al linaje familiar que incluye a varios pioneros: su abuelo fundó una de las primeras fábricas autóctonas de producciones cinematográficas y él convertirá el video de “Matador” en una bomba artística tan expansiva como el efecto de alta rotación que producía la cadena MTV en los tempranos 90. Medio planeta, incluso más allá de las fronteras hispanoparlantes, empezará a deletrear el nombre de Los Fabulosos Cadillacs y a reconocer la existencia de un rock mestizo, tan latino como la salsa o el bolero.

En los últimos días de diciembre de 1993, el pasacasete del auto de Mentasti practica un loop permanente: a toda hora suena y suena “Matador”. La canción aún no tiene un registro oficial, es un demo que su amigo Gabriel Fernández Capello, más conocido bajo el alias artístico de Vicentico, le pasó para que divague con un relato fílmico. Pucho y el cantante se conocen desde la era rude boy, tiempos de gloria adolescente, cuando los primeros Cadillacs traducían a Madness y The Specials. Tanto salto al compás del 2-tone sacó de quicio a la intelligentzia del rock argentino. Desde el ascenso meteórico gracias a éxitos imbatibles como “Mi novia se cayó en un pozo ciego” o “El genio del dub” (temas pertenecientes a Yo te avisé!!, el segundo álbum del grupo formado por nueve integrantes), la patria detractora fue implacable y no perdonó el carácter festivo de un repertorio de iniciación.

La banda a pleno, junto con el productor KC Porter (con acordeón) y Flaco Jiménez, en Estados Unidos, durante la grabación de Vasos vacíos. Foto: Gentileza Mario Siperman

“A los chicos los conozco desde Yo te avisé!!. Fui algo parecido a un director de arte”, dice el publicista y autor de la foto de tapa del disco (“en una casa inglesa de San Isidro”). En 1987 comenzó una amistad que dura hasta hoy. “Por aquella época yo daba mis primeros pasos en la publicidad, siempre tenía una camarita encima y los empecé a filmar. Un día me llaman a la sala de ensayo y me muestran ‘Matador’. Me voló la cabeza, esto fue en diciembre de 1993 y había que filmar el video en marzo del año siguiente. El casete, que tuve meses en mi auto y que sonaba diariamente, me ayudó a imaginar el video”.

LFC en la portada del número 294 de Rolling Stone Argentina, retratados por Marcelo Zappoli.

“Recuerdo perfectamente cómo nació ‘Matador’”, dice Flavio Cianciarulo desde Florianópolis. El bajista y fundador de Los Fabulosos Cadillacs viajó al sur de Brasil para acompañar a su hija menor, Coco, que integra el equipo argentino de surf y se prepara para los próximos Juegos Panamericanos de la disciplina. “La compuse sin cuaderno, sin guitarra, sin grabador de periodista, nunca tuve uno. Estábamos yendo a Santa Fe a tocar con los Cadillacs en un micro de gira. Estaba mirando la ruta y empezó a sonar en mi cabeza este concepto de melodía muy salsera, la clave insertada en un ritmo bahiano. Había estado en Brasil y me había volado la cabeza este ritmo y a eso le agregué una base de reggae ska muy Cadillacs con una línea de bajo inspirada en el tema ‘The Bed’s Too Big Without You’, de The Police. Y con la lírica de Rubén Blades, mi Bob Dylan de habla hispana”.

Mientras dura la estadía en el estado de Santa Catarina, Sr. Flavio aprovecha el tiempo entrenando brazilian jiu-jitsu, deporte de combate y defensa oriental reformulado en Brasil; casi el mismo procedimiento de apropiación que el músico utilizó para dotar a “Matador” de un golpe rítmico demoledor. En 1992 viajó a la ciudad de Bahía y se internó por las calles del Pelourinho para comprobar in situ la acción combinada de los tambores bahianos. A esa muralla del ritmo le sumó una melodía sobre una historia de resistencia social que podía convivir perfectamente con los himnos bravos de las canchas de fútbol.

La canción se transformó en un tremendo hit internacional gracias a su ritmo endemoniado, una mezcla de candombe, rock latino, ska y sonidos afrocaribeños, además de los instrumentos de cuerda, percusión y viento, todos claramente identificables.

Paradójicamente, “Matador” forma parte de Vasos vacíos (1993), un disco compilado de 17 tracks entre los que aparecen cinco versiones rejuvenecidas de los primeros éxitos de los Cadillacs: “Te tiraré del altar”, “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, “El satánico Dr. Cadillac” y “Basta de llamarme así”, más dos canciones nuevas, además de “Matador”, otra novedad compuesta por Sr. Flavio y en donde participa un coro de niños de Guadalajara para dar entidad a “Quinto centenario”. Los siete temas fueron grabados en A&M Studios de Hollywood bajo la mirada de KC Porter, productor estrella de la Costa Oeste, que ya había trabajado con el grupo en la factura de El León (1992).

Sr. Flavio, bajista, fundador de LFC y autor de “Matador”, entre otros clásicos de la banda. Foto: Marcelo Zappoli

La trama secreta de un disco forzado por Sony Music es un teatro de operaciones conocido para el grupo, un tire y afloje entre los directivos de una compañía mezquina frente a la ambición artística de una banda que intentaba mantener su dinámica de crecimiento sostenido y que, sin saberlo, estaba escribiendo las páginas más brillantes del llamado rock latino.

“A nosotros en el 92 nos empieza a ir mejor en Estados Unidos. Habíamos acertado el camino, pero no teníamos buenas ventas y en Sony nos odiaban”, dice Sergio Rotman, otro Cadillac de ley. “Después de ‘Matador’ tenemos una reunión con Alberto Caldeiro y otro delincuente, el segundo, un nombre que borré de mi memoria, por suerte. Le decimos que tenemos dos canciones, una que se llama ‘Quinto centenario’ y otra que es ‘Matador’. Les proponemos que queremos grabar en EE.UU.. Los de Sony nos dicen: ‘No vendieron ni 12.000 copias de El León, tómensela de acá’”. La banda retruca mostrando las dos canciones nuevas y la respuesta es: “¿Por qué no hacen un disco de ska?”, cuenta el saxofonista desde su casa en Ingeniero Maschwitz. “Y nosotros le decíamos: ‘¡No, flaco!’. Acá estamos revolucionando la música. No podemos volver para atrás’. Recuerdo que nos mostraron el demo de Perfectos Idiotas, que después se convirtió en Karamelo Santo: ‘Hacíamos eso en el 85, estamos en el 92’. Fue una reunión tirante y conseguimos que nos pagaran una sesión de grabación para esas dos canciones y nosotros ya estábamos trabajando en Rey azúcar y nos permitieron regrabar canciones que para nosotros no sonaban bien, cinco temas que están regrabados en Vasos vacíos. En enero del 93 sale ‘Matador’ y todo terminó o todo empezó”.

“No estábamos en un momento alto de popularidad. Números en rojo, la compañía lo podía ver de ese lado y a la vez teníamos que sacar un disco, y qué mejor en ese momento que sacar el refrito, el greatest hits, el compilado”, dice Sr. Flavio, que intentó buscarle el lado positivo a la negativa de la compañía. “A mí me gusta mucho el hardcore punk y estaba muy enganchado con Still Cyco After All These Years de Suicidal Tendencies. Ellos habían regrabado a principios de los noventa su primer disco, que era de 1983. Ya estaba (Robert) Trujillo y ese disco original sonaba muy rústico. A mí me inspiró a proponer: ‘¡Che! ¿Por qué no regrabamos algunos temas? Solo por revisitarlos. ¿Nos dejarán?’. En el medio de eso, surgió la posibilidad de meter dos temas nuevos”.

Guste o no, Los Cadillacs siempre avanzaron con algo nuevo: las pruebas aparecen en las resurrecciones de 2008 y 2016. “No pueden decir que nos juntamos para tocar, nada más. Te regalamos temas nuevos”, aclara el bajista. “Propusimos eso, con cariño nos dijeron: ‘Muchachos, ¿grabar de nuevo? Nos van a hacer gastar plata’. Ok, nos ajustamos, vamos a casas de amigos, porque realmente hacíamos una vida muy gasolera cada vez que viajábamos. Ellos garpaban el estudio, que en esa época los precios eran similares a la Argentina, y los aéreos. Después nos bancábamos nosotros en casa de amigos, durmiendo tres en una cama o en la alfombra y felices en la fucking L.A. Eso fue un poco el concepto de Vasos vacíos. Si nos hubieran cerrado la puerta no hubiese ocurrido ‘Matador’ ni ‘Quinto centenario’, ni la reversión de ‘El satánico Dr. Cadillac’, que quedó increíble”.

Vicentico, en la producción para la tapa de El León. Foto: Marcelo Zappoli

Luego de terminar la grabación en Los Ángeles, la banda realizó una serie de conciertos por diferentes escenarios norteamericanos: en una discoteca en Washington, en un festival latino frente a la Casa Blanca, luego en otro festival llamado Rock en tu Idioma (Chicago), y hasta en el Virgin Megastore de Los Ángeles. “Descubrí que hay mucho placer en el hecho de no estar de moda. Me encanta ser una banda que no es consumida, toqueteada y manoseada todo el tiempo, hablada, criticada de manera soez y sin pensar. Cuando se llega a ese punto todo el mundo consume sin ningún análisis, sin saber lo que está consumiendo”, dice Vicentico en El León, la biografía escrita por Esteban Cavanna. “Por eso ahora encontramos placer en tocar una vez cada tanto en Prix D’Ami, que sea un momento de catarsis, que nosotros nos saquemos en el escenario y también la gente abajo, y que eso sea todo. ¿Para qué más?”. 

Mientras Los Fabulosos Cadillacs mantenían a flote la ilusión de crecer en público, testear su propuesta al norte del río Bravo y vivir con lo justo para seguir girando, la compañía discográfica que los contenía apostaba toda su artillería publicitaria al nuevo hit del verano. “Con una rubia en el avión”, de Los Ladrones Sueltos, era el tema fogoneado y celebrado por el área de marketing de Sony Music Argentina en el verano de 1993. “Sonaba fácilmente en todas partes con una letra que parecía escrita por un niño”, dice Esteban Cavanna, que por aquella época ocupaba el cargo de directivo de A&R Nacional, o sea el cazatalentos. “Mi opinión no fue tomada en cuenta y se decidió apostar las fichas a ‘Quinto centenario’ en lugar de hacerlo por ‘Matador’, dos canciones nuevas que la compañía ni siquiera quería grabar. ‘Matador’ se volvió viral sin ninguna apuesta comercial de la grabadora. En ese contexto, el periodista Carlos Polimeni, desde su columna matutina en el programa que conducía Jorge Lanata en la FM Rock & Pop, volvió a increpar a Los Fabulosos (ya lo había hecho anteriormente en otras dos oportunidades), esta vez realizando una curiosa comparación entre ‘Matador’ y un tema del grupo brasileño Olodum”. La noticia fue inmediatamente levantada por otros medios, sobre todo Crónica TV, cuya pantalla mostraba dos reproductores de audio con casetes de LFC y de Olodum respectivamente. “Mediante un micrófono sostenido por una mano anónima podían escucharse los supuestos parecidos, en vivo, varias veces por día, haciendo quedar a la banda como ladrones de canciones”.

Cianciarulo, en un momento de distensión, mientras LFC grababa Vasos vacíos, en Estados Unidos. Foto: gentileza Mario Siperman.

En su libro Canciones argentinas (1920-2010), el historiador y ensayista especializado en música popular Sergio Pujol sostiene que “la canción argentina siempre estuvo floja de tambores, se afirma con cierto dejo fatalista, que hemos carecido del toque africano”.  Es sabido que en los orígenes del tango fue influyente, aunque “el componente afro se fue decolorando”. Además de celebrar que “Matador” por vía de un mestizaje insospechado fortaleció los tambores de la canción argentina, Pujol dice que “la moraleja de todo el embrollo fue que, al menos en materia rítmica, el plagio no existe, ya que sin alguna forma de pillaje cultural seguiríamos cantando cielitos de 1810”.

En un primer momento, la polémica de “Matador” afectó internamente a Los Cadillacs. “Lo que pasó es muy típico de acá”, dice Rotman. “El pibe pensó que tenía algo y se la jugó un lunes. Flavio y yo dijimos vamos a cagarlo a trompadas. Y Vicentico, que siempre fue el mejor de nosotros, dijo: ‘Nadie habla. Nos van a llamar de 300 radios’. El tema ya era número uno en un montón de países, pero el germen, no había Internet, fue prender la mecha y que se difundiera que la canción era robada”.

El llamado al silencio de Vicentico funcionó de maravillas, nadie de la banda contestó el teléfono. “En menos de una semana nos llega una carta de los Olodum agradeciéndonos por difundir su estilo musical. Él armó algo diciendo que habíamos robado a Olodum y nosotros teníamos la carta de ellos diciendo gracias. La canción es perfecta. Es cantado tipo ‘Pedro Navaja’ sobre una base samba-reggae, pero de lo que nadie se da cuenta es de que es el bajo de ‘The Bed’s Too Big Without You’ y si Polimeni hubiera sido inteligente tendría que haber dicho que nos robamos el tema de The Police… Es una genialidad la del gordo, ‘Matador’ no comienza como una canción de Flavio, sino como el final de ‘Carnaval toda la vida’, que es de Gaby”.

En la biografía de LFC escrita por Esteban Cavanna, Vicentico ofrece su visión sobre la controversia “Matador”: “Si alguien habla pésimo del grupo, igual está bueno, y cuando eso ocurrió yo ya había aprendido que siempre sería así y que cualquiera podía saltar a decir lo que sea y que eso alimenta un mito ridículo. Y me pareció que ninguno tenía que responder a eso; quedamos en que nadie haría el menor comentario al respecto y dejamos de tocarlo por un tiempo porque nos saturó. El éxito, en algún momento, es algo que no entendés”.

El fenómeno regional que provocó “Matador” es la consecuencia de una serie de movimientos previos de la banda que cambió de década como si en ese salto de época el vacío fuese una posibilidad latente. Dos integrantes se alejan del grupo, llegan nuevos músicos y nuevas influencias, motor esencial para un grupo repleto de melómanos dispuestos a procesar los ecos que vienen de todas partes. El contexto de ese momento no ayudaba, final del gobierno de Alfonsín cargando el estigma económico de la hiperinflación y un alto malestar social, rito nacional que se repite sin avisar, muy atrás quedaba la primavera democrática y su esperanza colectiva.

Sergio Rotman y Cianciarulo, junto a Gustavo Santaolalla, invitado a la grabar junto a la banda en L.A. Foto: gentileza Mario Siperman

“A Los Cadillacs los conozco un tiempo antes que saliera Bares y fondas (86). Daniel Melingo, que produjo el disco, me contó de unos pibes nuevos de zona norte, todos muy divertidos y fanáticos del ska”, dice Mario Breuer, legendario ingeniero de sonido.  “Ese disco los puso en un primer escalón, pero rápidamente para el segundo apareció Andrés Calamaro, en sus años majestuosos y geniales como productor. Por suerte compartí mucho de ese tiempo con él”. Cercano al planeta LFC, tanto en el estudio como en los shows, Breuer es un domador en el oficio de controlar a vientos e instrumentos percusivos conviviendo en la dinámica del rock. “Me llamaron para que trabajara en la producción de El ritmo mundial (98) y ahí empiezo a notar que de a poco se van involucrando seriamente con la música latina, la participación de Celia Cruz en la canción ‘Vasos vacíos’ es fundamental. De ahí en más no paran. Es una banda que admiro profundamente porque saben crecer, saben evolucionar”.

El León fue y es un disco de culto, aunque haya vendido menos que Bares y fondas y Yo te avisé!!, que Vasos Vacíos y que Rey azúcar (95)”, dice Esteban Cavanna. Fue grabado en el estudio A de Devonshire Sound Studios de Los Ángeles mientras Roger Waters hacía lo propio en la sala B. Y aunque hoy reconozcamos varios himnos como “Carnaval toda la vida”, “Gitana”, “Siguiendo la luna”, “El crucero del amor”, “Desapariciones”, “El aguijón”  y “Manuel Santillán, el león”, los temas no sonaban en la radio.

“No alcanzaron lo que se conoce como alta rotación. En mi opinión, ese fue uno de los grandes errores de la industria discográfica, en cuanto a estilo rock en los 90: se grababan discos pensando en la difusión de una sola radio, la Rock & Pop. Y cuando llegaba el lanzamiento, si a ellos no les gustaba o la compañía no pautaba con dinero, no sonaba. Y chau disco”, reconoce quien, después de la partida de LFC de Sony, tomó la misma decisión y se convirtió en jefe de prensa de la banda. “‘En Manuel Santillán, el León’, por ejemplo, hay alegorías típicas del cine político argentino, como la resistencia y el enfrentamiento con la policía, el pueblo marchando por las calles y el destino de marginalidad y lucha social representando por el héroe que da su vida por un mundo mejor. En el video de la canción, que fue realizado en 8 mm, participaron punks y el Sr. Flavio aparece con remera del Che Guevara”.

El abrazo latino de los Cadillacs comenzó solapadamente en el disco debut. El bolero “Galápagos” es un buen ejemplo de mestizaje, aunque el grupo creía que era una banda totalmente ska. “Personalmente creo que hay que tener en cuenta que Los Cadillacs fueron los introductores de la música latina experimental en estas tierras. En la actualidad hay muchas bandas tocando con elementos latinos de una manera muy natural, pero antes todo eso era visto como grasa. En el rock argentino no había ninguna banda que utilizara timbales e incluyera temas latinosos. ‘Matador’ es una canción que retoma el personaje de ‘Manuel Santillán, el León’ y representó, quizás, la punta de lanza o el emblema de la penetración del rock latino en los Estados Unidos, devolviendo al grupo el lugar de exposición masiva de sus tres primeros discos”, vuelve Cavanna.

La historia de tapa de la edición argentina de Rolling Stone cuenta los detalles de cómo los Cadillacs cambiaron su destino y también el del rock de la región
Toto Rotblat junto a Paulinho da Costa grabando percusiones para Vasos vacíos. Foto: gentileza Mario Siperman

En la primera nota de tapa de Los Fabulosos Cadillacs para el número tres de Rolling Stone –junio de 1998–, Vicentico era tajante respecto del llamado rock latino. “Es que yo ya estoy grande para boludeces. Y eso del rock latino es una pendejada. Los pibes antes querían ser punkies, rastas o rude boys, y ahora quieren ser alterlatinos. Yo no me puedo poner a hacer eso, ya estoy grande. Me da un poco de vergüenza”.

Más allá de los dichos del cantor y uno de los líderes de LFC, siempre reacio a responder los interrogantes que cruzan a la banda, la edición de El León en mayo de 1992 determinó un nuevo rumbo y también la certeza de ser parte de una identidad continental, nada forzada y ausente de cualquier oportunismo musical. Todo ese período que va desde la incomprensión de un disco como Volumen 5 (90), la salida del polémico EP Sopa de caracol (91) hasta llegar a El León, enmarca una road movie de supervivencia artística. Sin esas fotos de viaje es imposible explicar el título de peso completo que obtuvo “Matador” en 1994.

“El león es un álbum bisagra en muchos sentidos”, dice Mario Siperman, tecladista histórico de LFC. “Significó volver a tener confianza en la banda y en el sentido artístico también porque tiene un cambio en la parte musical increíble. Veníamos de la hiperinflación de Alfonsín, hasta había desabastecimiento de vinilo, el material para fabricar los discos. Esa situación nos agarró muy de lleno en Volumen 5, que es un álbum bastante experimental que tiene temas que después se convirtieron en clásicos, como ‘Demasiada presión’. Tal vez, en otro momento o en otro contexto podría haber sido un disco más comercial. Después tenemos una ovejita negra que fue Sopa de caracol, que es como un pequeño manotazo de ahogado, tema que nos ofrece grabar CBS, que todavía no era Sony y lo hacemos, y bueno, es un maxi que nos permite volver a poder trabajar de la música. Tocamos un montón por todo el país con Sopa de caracol y un poquito nos habilitó que CBS nos diera algo de plata para hacer El León”, dice el músico que supo integrar una de las primeras formaciones de Los Encargados, banda pionera de la música electrónica argentina.

La idea loca de ir a hacer el disco en Estados Unidos, de pensar en productores internacionales y músicos invitados de renombre empezó a tomar forma luego de varias reuniones con los capos de la discográfica. “Con un poquito de plata que nos dio CBS, un contacto que teníamos en Estados Unidos, que es Tomas Cookman, que en ese momento vivía en Los Ángeles y oficiaba de nuestro manager norteamericano, sumado a un poco de ingenio y de suerte, nos fuimos a vivir cuarenta días en Los Ángeles”, dice Siperman. El dinero de la compañía cubría los pasajes, el alquiler del estudio y los honorarios del productor. “Cada uno usó sus ahorros. En ese momento había entrado Fernando Albareda a tocar el trombón. Fernando vivió con 400 dólares toda la estadía en Los Ángeles. Era todo lo que tenía. Un clásico tip de los estudios yankis es que te ponen la barrita de apio con salsas, y almendras. Creo que vivió comiendo eso”.

“Había pasado de moda la música. Ninguna banda tocaba. La aparición de la Z95 fue la destrucción más violenta del rocanrol. En la radio ponían ese house bien horrible. Acá entra por ese lado, bien pelotudo, fiestero. No drogadicto, no Happy Mondays. Era un house medio latinoso, espantoso”, dice Sergio Rotman y pone en contexto qué sucedió en el final de década para el rock argentino. “Soda ya se había ido a otra movida. Los Enanitos Verdes eran para mucha gente la banda más importante y popular en Latinoamérica, a mí nunca me gustaron, y Zas ya estaba en bajada. Después tenías al clan García haciendo las payasadas de siempre. Y nosotros diciendo: ‘¿Ahora qué hacemos?’. Recuerdo que la situación de Los Ratones Paranoicos era muy parecida. Habíamos tenido un boom en los ochenta y ahora estábamos en pelotas. No había servido nada porque todo eso que habías sembrado y cosechado, ese público, había pasado de tener 18-20 años a tener 25 e ir al house. La Z95 limpió la música argentina. No quedó nada. Destruyó la música. Mucho más que el reggaetón ahora. Era un desierto. Eso duró un par de años”.

Para 1991, con la entrada de Trombo Albareda y Gerardo “Toto” Rotblat (percusión), los Cadillacs alcanzan la integración definitiva, que se suman a los históricos Fernando Ricciardi (batería), Daniel Lozano (trompeta) y Vaino (guitarra). “Como no había nada que hacer, no había shows, empezamos a investigar, a ir a La Salsera, un boliche de Caballito –dice Rotman−. Ir a descubrir esa música porque la salsa no era conocida en este país. Pedro Navaja, un poquito… pero nadie tenía ni idea de cómo se tocaba. Creo que eso fue un cambio muy brutal porque nos dimos cuenta de que podíamos traer la música caribeña afroantillana a nuestra música. Pero eso tenía un problema: había que aprender a tocarlo. Aprender eso no es fácil, es muy difícil. Toma muchos años”.

A Toto Rotblat le gustaba la salsa, tenía conocimiento, y de a poco comenzó una tarea de aprendizaje e investigación. “No entendíamos bien cómo se podía mezclar, era imposible mezclar el rock con el timbal −continúa el saxofonista−. Nunca en la historia de la humanidad se había hecho. Lo hicimos nosotros. Formateamos, con la pérdida de Luciano Jr. (uno de los fundadores de los Cadillacs), poner un percusionista sólido. La pérdida de Naco Goldfinger (otro miembro original del grupo) nos arma a nosotros la sección de vientos mucho más poderosa con trompeta, trombón, saxo. El trombón nos permitía un sonido mucho más latino. Nos alquilamos una quinta en Tortuguitas, no recuerdo con qué plata, quizá fue Siperman que hablaba con la discográfica y le sacaba plata,  no sé cómo hacía. Mario es el factótum de Los Cadillacs”.

A pesar de las tormentas, la cohesión de Los Fabulosos Cadillacs provocó la resurrección artística. “Jugaban el amor propio y el orgullo, pero en las malas somos un grupo que le pone mucho ímpetu, teníamos también la inclusión de dos pibes que recién entraban. Nosotros ya veníamos un poquito incursionando en la música latina, pero ellos tenían mucha influencia de Rubén Blades, Ray Barretto y de toda la música latina que está buena de verdad”, dice Siperman.

“Había una sola posibilidad: perdíamos por goleada, porque El León salía y nadie lo entendía, o la embocábamos. Y perdimos por goleada. Recuerdo que volví escuchando el cassette en el walkman desde Los Ángeles y diciendo esto es lo mejor que escuché en mi vida”, recuerda Rotman, líder de Cienfuegos y Los Sedantes. “Es la primera vez que sentí un disco de Los Cadillacs como bueno. Y en la compañía nos dijeron: ‘¿Qué hacen, qué es esta mierda?’”.

La visita al país de la banda francesa Mano Negra movió el amperímetro de la escena musical porteña y tuvo un efecto muy especial para LFC. En julio de 1992, en el marco de la gira-muestra cultural itinerante Cargo 92 montada en el buque Melquíades, ancló en Buenos Aires. El barco incluía en su bodega la reproducción de una calle de Nantes, ciudad natal de la compañía de títeres gigantes Royal Deluxe. El grupo liderado por Manu Chao era una rareza para la época, pura frescura y desparpajo para alinear estilos diversos y lírica comprometida. Tanto Patchanka (88), Putas’s Fever (89) o King of Bongo (91) revelaban actitud punk y letras cantadas en francés, inglés o español para viajar del flamenco al reggae, o internarse en Medio Oriente o latitudes de la América perdida.

“¡Esto es una mierda!”, gritó Thomas Darnal, tecladista de Mano Negra, y partió un televisor en el piso en medio de una entrevista a cargo de Mario Pergolini, conductor del programa La TV Ataca. Luego los Mano Negra tocaron en Obras casi vacío, pero en la trastienda compartieron mucho tiempo con los Cadillacs, Fidel Nadal y otros músicos argentinos. “Mano Negra era muy importante. Tocaban con la misma intención el instrumento, la guitarra eléctrica y la conga. Y dijimos: ‘¡Wow! ¡Esto lo estamos inventando nosotros!’. Pero no era ningún invento, era una evolución lógica. Pero en ese momento era difícil explicarle a un músico argentino cómo se tumbaba un bajo para que suene latino. Entonces todo ese tipo de información que nosotros teníamos era muy novedoso”, cuenta Rotman.

“Cuando llegó Mano Negra fue maravilloso”, dice Flavio. “Fuimos al barco y después a tomar unas cervezas a La Boca. Les regalamos el cassette de El León a Manu Chao y a Tomás, creo que era el tecladista. Nos influenció muchísimo en cómo seguir, cómo continuar, pero ya veníamos con El León y ellos lo encontraron muy interesante, muy original al disco. Antes de ellos había una banda que fue una gran influencia, Les Négresses Vertes, muy interesante, con un mix de rumba con cosa latina, tango francés y chicos en los vientos que venían del ska”.

De regreso a “Matador” es posible leer cómo todas las piezas se alinearon para alcanzar la repercusión que no logró El león, un disco que fue apreciado a futuro cuando en Vasos vacíos surgían maravillas como “Siguiendo la luna” o “Manuel Santillán, el León”. “La tibia recepción que tuvo el disco no nos afectó tanto. Estábamos en nuestro caparazón creativo, puertas adentro”, dice Sr. Flavio. “No esperábamos nada y a la vez sí, obviamente, no me voy a hacer el canchero, siempre estás deseoso de que algo ocurra, pero tranquilo. Varios meses después que salió el disco apareció una crítica maravillosa en una revista española. Recuerdo que la Rockdelux era una revista jodida en materia de reseñas, si tenía que darte, te daba. Es una crítica con mucha estatura. ¿Eso cuánto vale?”, se pregunta Sr. Flavio.

“Esto era superior, valía muchísimo para nosotros. Sobre todo porque veníamos muy devaluados, que éramos los gorditos giles que hacíamos ska y no sé cuántas cosas más”. El bajista se refiere a la reseña firmada por Luis Lapuente publicada en enero de 1993 por la prestigiosa revista con sede en Barcelona. “Los Fabulosos Cadillacs demuestran en El León haber asimilado, triturado, tamizado e incluso mejorado buena parte de las influencias que reconocen con admiración en la hoja interior del disco, influencias que van desde Parliament a The Skatalites, pasando por Les Négresses Vertes, The Jam, Celia Cruz o Los Texas Tornados. Y es que, aunque el sistema nervioso de su música bebe en las raíces del ska, han tenido la suficiente habilidad para empaparlo de otros ritmos –samba, tango, merengue− y otros estilos –rock, salsa−  consiguiendo que suene original y que contagie”, escribe La Puente y se detiene en la notable apropiación que brilla en el séptimo disco de LFC: “Y mencionar la emocionante lectura que hacen de un tema de Rubén Blades, ‘Desapariciones’, directamente entroncada con la realidad argentina más inmediata”.

A fin de siglo, Rock de Lux publicó un número especial con los mejores 200 CD de los 90, en donde El león rankeó en el puesto 48, siendo junto a Casa Babylon de Mano Negra −en el puesto 97− las dos únicas producciones con canciones en castellano. 

Los 30 años de El León no ameritaron ninguna celebración especial. LFC volverán a subir a un escenario el próximo 18 de este mes, cuando toquen en el Palladium de Nueva York, show postergado por la pandemia que se suma a la presentación en el Ruido Fest (el 20 de este mes) en Chicago y fechas en Bogotá y Tijuana para septiembre y octubre, respectivamente. Lo más cercano a Buenos Aires por donde pasarán los Cadillacs será el 24 de noviembre en el Movistar Arena de Santiago de Chile. Pero el compilado Vasos vacíos cumple 30 años en 2023 y el disco que dio a conocer a “Matador” tendrá un festejo a la altura: los Cadillacs serán la primera banda argentina en formar parte de la grilla del festival Coachella en marzo del año próximo, con invitados internacionales de “primera línea” para acompañar al grupo en “Matador” y “Vasos vacíos”.

Un reconocimiento como el que le sucedió a Pucho Mentasti y a su video clip consagratorio de “Matador”, casi un libro de enseñanzas y manual de estilo LFC. A horas de obtener el premio MTV al mejor videoclip latino de 1994, el director recibió en el hotel que se hospedaba, en Nueva York, un llamado de Mick Jones, guitarrista y voz de The Clash. “Me desperté en el hotel y estaba charlando con uno de los integrantes de los Clash. Terminé haciendo un video en Londres para Big Audio Dynamite (“Looking for a Song”), la banda que Jones tenía en ese momento”.

Cada detalle del video de “Matador” también esconde señales de la mística brava de los Cadillacs. “Con Gaby armamos el guion y cómo iba a ser la escenografía, que incluía una bandera de San Lorenzo. La pusimos y casi nos rajan del lugar, nos hicieron poner la bandera de Boca, que se puede ver en uno de los planos de la procesión”. El coche fúnebre, un Cadillac 1938, la participación de Eusebio Poncela, las bailarinas, los murgueros, los músicos en roles diversos, el video de Mentasti inauguró un modo de contar historias en un formato breve. En buena medida, “Matador” sintetiza el ideario de Los Cadillacs. “El mundo marginal de los ídolos latinos de alguna manera ajusticiados por los grandes poderes es algo que a mí siempre me apasionó y me emocionó. Lo que traté de llevarles a los chicos es continuar esa historia, mezclada con una banda de rock, con un artista como Gabriel. En esa época tenía buenos contactos y pude sumar al elenco a Eusebio Poncela, que se prendió al toque. Eso generaba un compromiso artístico. En esa época Soda tenía sus videos, pero era la banda tocando con superposición de imágenes, cositas, efectos”, dice Mentasti y los tambores vuelven a sonar majestuosos.

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