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Dante Spinetta: No “bastardear” el alma

Dante es una figura incansable que se ha posicionado como uno de los artistas más importantes de las últimas décadas para la Argentina. Este es un repaso por la historia de su obra, su trayectoria, y su más reciente álbum de estudio Mesa dulce

Fotógrafa Mica Bianchi @micaa.bianchi

octubre 8, 2023

Resulta emocionante ver cómo Dante Spinetta ha establecido su carrera musical viviendo en constante evolución y autenticidad con su arte. Desde los inicios en Illya Kuryaki and The Valderramas hasta sus proyectos como solista, queda claro que su pasión por la música y su compromiso con la creatividad siguen siendo fundamentales en su vida.

Dante ha experimentado con diversos estilos musicales a lo largo de los años, fusionando rap, rock, pop y otros géneros para crear su propio sonido distintivo. Su habilidad para adaptarse a los cambios y su apertura a nuevas ideas le han permitido explorar territorios sonoros únicos y conectarse con audiencias diversas.

El proceso detrás de su álbum Mesa dulce es particularmente conmovedor. La influencia de sus experiencias personales, como la pérdida de su madre y su compromiso por vivir una vida plena y auténtica, se refleja en las letras y la emotividad de las canciones. La conexión entre su vida y su arte se hace palpable en cada nota.

El reconocimiento que ha recibido por parte de la crítica y la industria es un testimonio de su dedicación y talento. Su capacidad para reinventarse y su búsqueda constante de inspiración demuestran su profundo compromiso con su oficio.

Encontrar la musa a temprana edad

Para Dante Spinetta los primeros acercamientos que tuvo con la música fueron gracias a la influencia de su padre, Luis Alberto Spinetta, una de las figuras más importantes para el rock en el sur del continente. Pero no fueron las melodías lo que cautivó al comienzo al pequeño Dante, fueron los ritmos. Los sonidos de bombo, caja y percusiones, se encargaron de abrir la mente y el corazón del joven hacia el arte. “Arranqué tocando la batería, poniendo las cacerolas de la cocina en el piso y tocando ritmos con las cucharas de madera. Tenía una obsesión con la batería. A mis 2 años, hay unas grabaciones que yo ni sabía hablar bien, pero tocaba un ritmo y cantaba cualquier cosa. Me volvía loco el ritmo. La batería fue mi primer amor y tiene que ver con la música que elegí después. Los rítmicos siempre me generaban mucha excitación, casi desbordada”, recuerda.

Poco tiempo después se encontró con la guitarra, y su vida cambió por completo. Al ser un gran fan del personaje de caricaturas He-Man, el pequeño Spinetta se sentía como un guerrero al desenfundar su guitarra y poder llevarla a todos lados. “Me gustaba el rock, me gustaba la distorsión, el volumen”. Y cómo no, si su padre escuchaba a Jimmy Hendrix todo el tiempo, mientras que su hermana y su madre, Patricia, eran fanáticas de Prince y Santana.

Un hecho particular hizo que la música se convirtiera en su proyecto de vida. “Fue cuando nos subimos a cantar ‘El mono tremendo’ con mi viejo en el Teatro Broadway. Siempre me había gustado ver los shows, era muy divertido, pero el momento que me subí a un escenario a cantar fue cuando me di cuenta de que no me quería bajar más del escenario”, dice.

A pesar del éxito arrollador de su padre, Dante Spinetta en ningún momento sintió presión o responsabilidad por ser familiar directo de uno de los músicos más emblemáticos de la música latinoamericana. “Creo que al arrancar tan chiquitito ni siquiera pensé eso, aparte tenía cosas muy diferentes a mi viejo. Yo quería rock, después él en unas entrevistas dijo que nosotros los hijos le habíamos insistido tanto que armó Spinetta y los Socios del Desierto de nuevo como un trío, porque yo lo quería ver en eso. De chico me excitaba mucho la distorsión del rock, el pegarle fuerte a las cosas y lo que se generaba a nivel de energía que desplegaba el rock. Pero el rap me cachó, con Emma [Emmanuel Horvilleur] no teníamos límites en pensar las cosas de cualquier manera, para nosotros el límite era lo que nos daba la cabeza”.

Fotógrafa Mica Bianchi @micaa.bianchi; Asistente fotografía Camila Giacomini @camilagiacominiph; Styling Sol Canievsky https://solcanievsky.com @solcanievsky

Las canciones de Dante Spinetta son un reflejo de ese popurrí de influencias, sonidos y vivencias de sus primeros años de vida, una mezcolanza de distintas culturas, lugares y géneros musicales. Su música se ha convertido en una especie de bisagra entre generaciones, un puente entre el rock clásico argentino que conquistó tierras inimaginables con una propuesta sonora contundente y contestataria, y los sonidos nuevos, “más americanizados”, donde convergen estilos, ritmos y escalas de distintas procedencias. “Recuerdo que estábamos rimando con Emmanuel Horvilleur y nuestros hermanos, y no sabíamos que eso se llamaba rap. Un amigo de nuestro papá nos dijo: ‘Eso que están haciendo se llama rap, y quiere decir rhythm and poetry’. ‘Bueno, entonces hacemos rap’, dijimos. Y cuando aparecieron los Beastie Boys y Run-DMC, no lo podíamos creer. En su rap mezclaban el rock, y para nosotros, viniendo del rock, fue un paso renatural el integrar lo que teníamos en casa y mezclarlo con las rimas. Y después tuvimos que buscar un sonido propio. Creo que por un momento no fuimos muy entendidos al principio porque Illya Kuryaki era una banda muy mestiza a nivel musical. O sea, para los rockeros éramos demasiado raperos y, para los raperos, éramos demasiado rockeros”, dice Spinetta.

Abriendo caminos para el rap en América Latina

Durante los comienzos de la década de los 90 la palabra rap era desconocida en gran parte de América Latina, o era mal vista porque algunos medios de comunicación utilizaban el término de manera vulgar y despectiva, así que el panorama era desolador y hostil. “Había una especie de confusión de lo que significaba, y nos comíamos un hate terrible, mucha gente nos odiaba, pero había otro lado de gente que sí nos apoyaba. Empezamos a salir en la tele y éramos dos chiquitos, pero rapeando, y seguros de lo que era el rap. La gente decía: ‘¿qué les pasa a estos pibes?’ Algunos temas eran más raperos y después teníamos temas mezclados con rock, pero acordémonos que en ese momento el sonido popular del rap era Run-DMC, que también era mezclado con rock, y Beastie Boys: dos bandas que eran nuestra guía y nosotros éramos como la parte hispana. Nos habían dicho que en Puerto Rico había cosas, pero no nos llegaba, no había manera. Estamos hablando pre-internet o sea, si no tenías a alguien que viviera en Nueva York o Puerto Rico y te diera el material no lo escucharías jamás. Nuestra referencia era lo mainstream americano que pasaba”.


“Yo tenía la seguridad de que el rap iba a llegar a donde llegó”


La conquista finalmente se dio en el año 95, con un disco que vendría a cambiar muchas cosas en la música de América Latina; se trata de Chaco, el tercer álbum de estudio de Illya Kuryaki and The Valderramas. “Chaco para mí también es el punto de inflexión o quiebre en nuestra carrera. Éramos un poquito más grandes, ya teníamos novias y no éramos vírgenes. Yo tenía 18 y Emma 20. Estaba esa conciencia hispana de pertenecer a un movimiento latino en el cual nosotros queríamos llevar la bandera de la libertad y mestizaje musical que nos representaba porque nosotros crecimos con una pata en el rock argentino. Están esas melodías en temas como ‘Húmeda’ y ‘Abismo’, también está la influencia de Lenny Kravitz, del chicanismo, de Cypress Hill. Nosotros no queríamos sonar como nadie, ni ser wannabes, queríamos ser reales”, rememora Spinetta.

Al poco tiempo la agrupación de Spinetta y Horvilleur rotaba en MTV Latino y sonaba en las cadenas radiales de Argentina y de América Latina; su éxito ‘Abarajame’ había logrado traspasar las barreras físicas y sociales que alguna vez le impidieron la entrada al rap. Chaco fue ese manifiesto donde Illya Kuryaki and The Valderramas le hacía honor a su nombre, un personaje blanco y ficticio combinado con lo criollo y autenticidad de un personaje como ‘El Pibe’ Valderrama, así se sentía la música de la agrupación.

“No queríamos ser raperos de la calle, queríamos ser nosotros. Es el momento donde yo digo, ‘Me hago cargo y me enfrento a quien sea por esta idea y concepto que quiero vivir así, en libertad”. El arte no puede estar encerrado, me voy a contradecir, voy a mutar y voy a hacer todo lo que yo quiera porque los artistas que me gustan son así. Todos van mutando y encuentran y descubren nuevos planetas sonoros y en ese momento me di cuenta de eso. Mis viejos me criaron muy así también: ‘Dante, ¿qué carajo te importa si te critican o no? Haz lo que se te cante el orto’. Cuando éramos chicos había momentos que no teníamos dinero para nada, realmente vivíamos en casa sin muebles, con colchones en el piso, comíamos omelette todos los días, mi tía me pagaba el colegio, pero mi viejo nunca se corrió de su camino artístico por la plata. Siempre siguió haciendo lo mismo, y mi vieja al lado de él. Crecí con ese ejemplo, de hacer lo que viniste a hacer y que te importe un huevo lo demás, porque vas a estar bien”, comenta.

Partiendo caminos

Fotógrafa Mica Bianchi @micaa.bianchi; Asistente fotografía Camila Giacomini @camilagiacominiph; Styling Sol Canievsky https://solcanievsky.com @solcanievsky

La relación con Emmanuel Horvilleur iba más allá de ser compañeros de banda. Dante y Emma fueron amigos desde una edad muy temprana, sus padres eran muy cercanos, y se veían todas las semanas desde que nacieron. Crecieron y se criaron como hermanos, y la relación era muy familiar. Estaban acostumbrados a decirse las cosas de frente y a conversar para llegar a un acuerdo. En Illya Kuryaki and The Valderramas solamente había una regla: “Si hay algo que no le gusta a alguno, no va”. Sí estaba bueno y los dos estaban de acuerdo, iba. Si no, pues se probaba por otro lado.

Spinetta y Horvilleur estaban acostumbrados a mostrar sus letras, escritos e ideas que iban trabajando durante la semana, era una especie de competencia sana en ese sentido y ese trabajo en conjunto fue clave para encontrar una identidad propia. “Después empezamos a tener desacuerdos más drásticos o caminos diferentes por cuestiones de la vida, obviamente. Cuando pasas 10 años haciendo música con alguien, cada uno crece para un lado diferente, empieza a sembrar amistades diferentes, estéticas diferentes. Un momento ya había que separarnos porque capaz no teníamos tantos puntos en común. Cuando nos separamos también fue porque cada uno tenía un camino muy marcado y se nota en la música que hacemos cada uno”.

El capitán del barco

Desde el primer corte de Illya Kuryaki, Dante había comenzado a dar sus primeros pasos como músico solista, pero no fue sino hasta comienzos del nuevo milenio que el argentino publicó Elevado, su primer LP. Un disco cantado en spanglish y que en su momento resultó incomprendido. Además de haber corrido con la mala fortuna de publicarse en medio de la caída de la industria discográfica y de la crisis argentina de 2001.

Elevado es un disco que contó con una producción compleja pero brillante: muchos instrumentos en vivo, sintetizadores potentes, coros y segundas voces que soportaban ese sonido dosmilero del hip-hop mainstream americano. Lastimosamente, fue un álbum muy difícil de presentar en vivo. “No tenía la estructura para armar el show que quería. No daban los números. Es un discazo para mí, pero… y venían todos los presidentes de los sellos y me decían: ‘Vos sos el futuro de la música de habla hispana’. De golpe cambió todo, ya no tenía contrato”.

Quedarse sin hacer música no fue el único cambio drástico que tuvo que vivir Spinetta para esa época. Durante sus giras había conocido a Majo Carnero, una bailarina de la cual se enamoró profundamente, y que pronto se convertiría en la madre de sus hijos y la mujer con la que estaría casado durante ocho años. “Quería dedicarme a mi hijo un tiempo, no quería estar de gira cuando aprendiera a caminar. Ese fue un poco mi caso, quiero sembrar otra cosa, quiero cultivar más vínculos. Desde los 14 años estaba girando, mi vida era eso y de golpe me apareció otro plan: desarrollar una familia. La soledad del camino de la música es muy dura. Había encontrado una compañera increíble en Majo. Nos enamoramos tanto que me dediqué a criar a mi hijo y a generar vínculos. Menos mal que lo hice, porque no sé qué sería de mí sin mi familia, sin mis hijos y la mamá de mis hijos; aunque esté separado, sigue siendo una mujer que es como mi hermana. Es mi familia también, disparan y yo me pongo delante de ella”, agrega.

Siguiendo por el camino

En 2007, Dante publicó su segundo álbum como solista, El apagón. Fue un momento increíble para él, pero que se vio afectado porque el rap había tenido un gran declive en América Latina, el disco tuvo un retraso de más de dos años porque ninguna disquera quería sacar un disco de rap. El reggaetón estaba comenzando a tener furor y la música de fiesta tenía tomados los primeros puestos en las listas.

En 2010 se separó de Majo Carnero y sacó Pyramide, un disco con esencia futurista y que contaba con el uso del autotune para darle cierto carácter a las voces, y se puede apreciar en cortes como ‘Gisela’, ‘Mostro’, ‘Tomen Distancia’ y ‘Gira Gira’. En ese tiempo firmó contrato con Sony Music y, de la noche a la mañana, el disco pegó. La gente se volvía loca en los shows y su público creció a pasos agigantados. Gracias al éxito de Pyramide volvió a tener una banda grande para sus presentaciones y sus extensas giras.

Fotógrafa Mica Bianchi @micaa.bianchi; Asistente fotografía Camila Giacomini @camilagiacominiph; Styling Sol Canievsky https://solcanievsky.com @solcanievsky

Dos años después, Illya Kuryaki and The Valderramas regresó tras más de una década sin publicar un álbum de estudio. “Chances es un disco que a mí me encanta, y que produjimos con Rafael Arcaute, que también fue una tercera voz para encontrarnos después de tantos años dentro del estudio. Necesitábamos como una especie de juez, un productor que ordenara nuestras cabezas, y salió súper fluido. Después, obviamente, llega Mesa dulce”.

Mesa dulce

En medio de la pandemia, entre tanta incertidumbre, paranoia y conmoción, Dante decidió dar un paso atrás y reflexionar. Se encontraba en casa, con su familia, y no podía estar más agradecido ante el hecho de poder compartir con sus seres queridos mientras el mundo se venía abajo: “Agradecí, y desde ese lugar todo empezó a cambiar, el hecho de aprovechar el tiempo acá, en esta tierra, y sentir que tenía que ser mi mejor versión en cada momento. Mi mejor versión automáticamente me llevó a conectarme con ese Dante chiquitito, que estaba obsesionado con el ritmo, pero que se maravillaba con la guitarra, y de alguna manera volví a conectar con lo que más me hizo feliz siempre”, comenta.

Durante ese tiempo que ocupó haciendo música, y llenándose de luz en medio de la oscuridad, llegó una llamada que cambiaría el curso de las cosas. Era su madre, estaba enferma de un cáncer terminal.

Él tomó la decisión de detener la producción del disco y dedicarse a cuidarla. “El último momento fue el más triste en mi vida, pero al mismo tiempo tenía esa sensación de agradecimiento por la mamá que tuve, gracias por poder despedirme de ella de la manera que lo hice. Al igual que con mi papá, me pude despedir, se fueron los dos jóvenes”, confiesa.

Como resulta apenas lógico, fue un momento determinante, profundo y conmovedor para Dante: “Tengo mis ángeles guardianes y el peso de la muerte ahí, pero que se convirtió en luz. La canción que le hice a mi madre habla desde ese lado del agradecimiento. Empujar para adelante, porque no sabemos cuándo se acaba todo. Me importa más el amor y generar buenas cosas que las cuentas del banco, mientras podamos estar bien y tener lo básico. ¿Cuál es nuestro propósito en la vida? Descubrí que el mío es generar vínculos, buena música, cosas que hagan bien, vivir como quiero y ayudar a la gente que amo. Ese es mi plan y es así como vivo. Mesa dulce es un comienzo nuevo”.

Para este disco llamó a un guerrero de la vieja escuela, Mariano López, quien mezcló el trabajo de grandes artistas del rock argentino en la década de los 80, como Soda Stereo, Charly García, Fito Páez y por supuesto, Luis Alberto Spinetta. “Yo quería un uso específico de reverbs y delays analógicos, y quería aprender de él. Todo lo usamos vintage para que tuviera esa textura que es única”.  El disco también cuenta con la participación de artistas de la nueva escuela como Trueno y Ca7riel.

Siempre quiso sonar de esta forma, y asegura que al escuchar canciones como ‘Rebelión’ o ‘Deja Boo’, puede decir, que lo logró. “Lo hice propio, y eso para mí es muy importante, porque me sigo considerando un alumno del sonido para siempre. Hay que mantener la humildad y seguir aprendiendo de los maestros de antes y de los nuevos que aparecen. Y en esa búsqueda constante me siento como una especie de Indiana Jones del sonido, siempre bifurcando el camino para intentar llegar. A veces se llega a un lugar diferente y está bien, pero esta vez llegué a donde quería exactamente y es una sensación muy reconfortante”, asegura con plena satisfacción.

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Mesa dulce es un referente para el funk de la nueva escuela, porque condensa todo lo que es Dante Spinetta hasta la fecha. Es la voz, el ritmo, el sonido y la historia de un chico curioso que se enamoró de la música gracias a su familia, un hombre con recorrido, cicatrices, y un carácter rebelde que lo hace tomar decisiones que -aunque le han puesto ante grandes retos- terminan siendo las más indicadas.

Para Dante Spinetta, el rap en Latinoamérica está en una fase de adolescencia. El sonido ha logrado crecer, madurar y, sobre todo, combinarse con todas las culturas que abarcan el continente. Cada país tiene sus propios ritmos e influencias, haciendo que los flows cambien y se adapten. “Es un orgullo ser parte de la genética latinoamericana del rap”, dice el argentino.

Sin embargo, para él hay algo más importante que el éxito y que la fama, y eso tiene que ver con nunca traicionarse; creer en lo que se hace y forjar el camino más allá de los altibajos que puedan presentarse durante el trayecto. “No es fácil la vida de artista en Argentina, esa es la verdad. Como se sabrá, estamos bajo un manto económico negativo y cada vez peor, pero la cultura resiste, la música sigue sonando, y las ideas siguen flotando. Yo lo veía en mi papá, nunca perder su camino ni su respeto por lo que estaba haciendo, no venderse. Esa es una influencia muy grande de mi papá. Yo antes de vender mi música prefiero trabajar en otra cosa. No voy a bastardear el amor, la música es amor al alma, bro, es así. Hay que tenerle respeto a lo que haces y hacer lo que vos sentís. Eso me lo enseñó mi madre también”.

*Texto a partir de entrevistas realizadas por Diego Ortiz y Martín Toro

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