Crítica: El tiempo que tenemos (We Live In Time)

El tiempo que tenemos explora el poder del amor frente a la adversidad en un drama conmovedor y esperanzador.

John Crowley 

/ Florence Pugh, Andrew Garfield, Adam James, Lee Braithwaite

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Santa Bárbara

El tiempo que tenemos es una nueva entrega de cine romántico dirigida por John Crowley, un cineasta que ha demostrado ser un experto en contar historias de amor con sensibilidad, optimismo y autenticidad, como lo hizo en Brooklyn, una de las mejores películas de amor de todos los tiempos. En una época donde prevalece el cinismo y las historias oscuras, Crowley nos ofrece una obra esperanzadora que, aunque dolorosa, ilumina con una calidez sincera.

La cinta sigue la historia de Tobias (Andrew Garfield) y Almut (Florence Pugh), una pareja que enfrenta una devastadora noticia sobre la salud de Almut. La trama no se narra de forma lineal; en su lugar, se desenvuelve en un entretejido de tiempos que abarcan los inicios de su romance, el diagnóstico de Almut y los momentos de ternura y angustia que atraviesan. Esta estructura de múltiples líneas temporales es intencionada y compleja, pero sirve para reflejar cómo los recuerdos se entremezclan en la mente cuando uno enfrenta una pérdida inminente.

Florence Pugh y Andrew Garfield son el alma de la película. Pugh, como una chef competitiva que no quería tener hijos, aporta una interpretación fuerte y desgarradora; y Garfield brilla con una mezcla de tristeza y ternura, mostrándonos a Tobias como un hombre divorciado hijo de un padre adorable (Adam James) que ama profundamente y que sufre cada instante al ver a su pareja desmoronarse. La química entre ambos actores es auténtica y le da vida a la historia, logrando que cada interacción, por breve que sea, esté cargada de significado.

El tiempo que tenemos nos remite a los grandes dramas románticos del cine contemporáneo (When Harry Met Sally, Before Sunrise, The Notebook) y aunque sigue los pasos de historias de amores condenados, también parece desafiar al género romántico moderno. En esta era post pandemia de traumas y pesimismo, Crowley ha creado una película que se siente fresca, bella y profundamente humana, explorando el dolor y la alegría con la misma intensidad. 

No es una película que rehúye de las emociones o que las maneje con distancia; al contrario, enfrenta el dolor de perder a un ser querido con valentía y delicadeza y comenta sobre la importancia de la calidad de vida, de intentar cumplir con nuestros sueños así fracasemos y sobre el derecho a tener una muerte digna, logrando tocar al espectador en los lugares más recónditos de su corazón.

Esta es una de esas películas que, si bien manipula las emociones, lo hace de forma honesta y efectiva, como un recordatorio de que el amor y la conexión humana aún pueden brindar esperanza en tiempos oscuros. Para los amantes de las historias de amor y pérdida, El tiempo que tenemos es una experiencia muy emotiva que, como Brooklyn, dejará una impresión duradera.

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