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Confesiones, teorías conspirativas y la cacería del asesino de Tupac

¿Por qué han tardado décadas en condenar a alguien por el impactante asesinato de la superestrella del rap?

Por  JOHN L. SMITH

febrero 23, 2024

MICHEL HADDI/CONTOUR BY GETTY IMAGES

Amanecer por un tranquilo suburbio de Las Vegas, a través de casas hermosas y jardines desérticos, Duane Davis no parecía exactamente una leyenda de la mafia o las pandillas. Un hombre calvo de unos 60 años, con una camiseta blanca y pantalones holgados, podría haber sido otro vecino de mediana edad que lucha contra los estragos del tiempo.

La ensoñación de Davis terminó cuando agentes del Equipo de detención de la policía metropolitana de Las Vegas se acercaron rápidamente vestidos con equipos tácticos desde vehículos sin placas. “Oye, Keffe, policía metropolitana”, dijo un policía. “Ven aquí. Agradezco tu cooperación”.

Armado únicamente con un celular y una botella de agua, Davis era la viva imagen de la obediencia. Lo había esperado desde julio, cuando la policía presentó una orden de allanamiento en su casa en busca de pruebas por el asesinato de la superestrella Tupac Shakur en 1996. Con un largo historial delictivo, Davis conocía el procedimiento y se preguntaba en voz alta por qué la policía no había traído a los medios de comunicación, e incluso llegó a bromear con sus captores después de que le encadenaran las manos y los pies. Cuando un policía se ofreció a ayudarle a subir al vehículo, se negó, asegurando: “Soy un profesional”.

Y lo es. Pero, de algún modo, Duane Keith “Keffe D” Davis —narcotraficante importante, veterano de la cárcel y antiguo líder de la banda callejera de los South Side Compton Crips— se las ha arreglado para meterse en el mayor lío de su vida, plagada de delitos.

Una vez Davis estuvo en el asiento trasero de un coche blanco y negro, su escolta policial le preguntó: “Hombre, ¿por qué te han agarrado?”.

“Viejo, por el mayor caso de la historia de Las Vegas… el 7 de septiembre de 1996”, respondió Davis. “Les llevó un buen tiempo, ¿eh?”, dijo el policía.

“No estoy preocupado”, murmuró Davis, y el agente replicó: “Para eso están los tribunales, ¿no?”.

Ahora que se enfrenta a un cargo de asesinato con aumento de condena por pertenecer a una pandilla, la autodenominada “leyenda callejera de Compton” se prepara para un juicio en Las Vegas, previsto para el 3 de junio. Se prevén retrasos, ya que dos defensores públicos especialmente designados por el tribunal están estudiando a fondo una gran cantidad de pruebas e intentando abrir archivos metafóricamente llenos de telarañas en un crimen que ha generado miles de teorías, una plétora de posibles sospechosos y un laberinto de teorías conspirativas. La acusación del 28 de septiembre describe a Davis como el mandamás y la persona responsable de proporcionar el arma (una Glock calibre 40) utilizada en el tiroteo de Las Vegas que acabó con la vida de Tupac e hirió al padrino de Death Row Records, Marion ‘Suge’ Knight.

En una conferencia de prensa en el cuartel de la policía metropolitana horas después de la detención de Davis, el teniente de homicidios Jason Johansson declaró: “No fue sino hasta 2018 que este caso se reactivó porque salió a la luz información adicional relacionada con el homicidio, específicamente el reconocimiento de Duane Davis sobre su participación en esta investigación ante numerosos medios de comunicación”. En casi tres décadas, los detectives de homicidios de Las Vegas habían acumulado mucha información que describía a Davis como el líder de la conspiración criminal, pero, según Johansson, “nunca tuvimos las pruebas necesarias para proceder con el caso”.

Sin embargo, los cargos contra Davis parecen más autoinfligidos que producto de un excelente trabajo de los detectives. Después de años de investigación, la información que recopiló la policía de Las Vegas no llegó por los medios convencionales. Davis dio entrevistas para programas y documentales, e incluso publicó una autobiografía en 2019, que contiene extractos potencialmente incriminatorios presentados ante el gran jurado del condado de Clark. Reconoce la existencia de un acuerdo federal de 2009 que firmó en una investigación de narcóticos en Los Ángeles, en el que admitía su papel en el tiroteo contra el rapero. Su cooperación le ayudó a tener carta blanca en el caso de narcóticos, y la información sobre Tupac no podría ser utilizada en su contra, siempre y cuando mantuviera la boca cerrada. (A través de sus abogados, Davis se negó a hablar para este artículo).

Después de que exdetectives de Los Ángeles escribieran sus propios libros —incluido uno que revelaba detalles del acuerdo— y aparecieran en documentales, Davis hizo confesiones en papel y ante las cámaras que podrían enterrarlo en la corte. Al final, este no era un caso para Columbo. La hermana de Tupac, Sekyiwa Shakur, expresó su alivio y renuencia en un comunicado en el que reconocía la acusación como un “momento crucial”, pero añadía que el “silencio de los últimos 27 años en torno al caso ha sido elocuente para nuestra comunidad. Su vida y su muerte importan, y no deben quedar sin resolver o sin reconocimiento, así que, sí, hoy es una victoria, pero me reservaré el juicio hasta que se completen todos los hechos y los procedimientos judiciales”.

“Hemos sufrido por décadas. Ya sabían de este tipo que ha estado hablando por años”, dijo el hermanastro de Tupac, Mopreme Shakur, a CNN. “¿Por qué ahora?”.

Tupac y Knight poco antes del asesinato del rapero. Esta se convertiría en la última foto de la superestrella.
LEONARD JEFFERSON

En general, los investigadores coinciden en que el principal motivo del tiroteo fue una retaliación, y que el sobrino de Davis, Orlando “Baby Lane” Anderson, fue quien disparó desde el asiento trasero de un Cadillac blanco cuando se detuvo junto al BMW 750 negro que conducía Knight con Tupac, en el cruce de Flamingo Road y Koval Lane.

Tupac, Knight y los miembros de su séquito habían golpeado a Anderson esa misma noche, tras un combate de boxeo en el MGM Grand, según lo registró una cámara de vigilancia del hotel. Anderson y sus aliados querían revancha, y Davis supuestamente les dirigió y les proporcionó el arma homicida. En una de las muchas frases de su autobiografía, escribe: “No podíamos permitir que gánsteres de una discográfica nos hicieran algo así. ¿Habían perdido la puta cabeza?”.

Pero todavía hay cuestiones más profundas a considerar. La policía, e incluso Davis, sostienen desde hace tiempo que el asesinato de Tupac y el de Christopher ‘Notorious B.I.G.’ Wallace, en 1997, formaban parte de una violenta rivalidad de hip hop entre la costa este y oeste de los EE. UU.. Los focos de la disputa eran Death Row Records, de Knight, en la costa oeste, y Bad Boy Records y su director Sean Combs, en la este. Si a eso le añadimos la implicación de las pandillas, el hedor de la mala conducta policial y las conexiones internas de Knight con la policía de Los Ángeles, nos encontramos callejones oscuros en todas las direcciones. (Los representantes de Combs y Knight no respondieron a las solicitudes de comentarios).

Cuando la acusación llegó a las noticias y tabloides, los miembros de la familia no fueron los únicos preguntándose: “¿Por qué ahora?”. La historia de este caso —estancado desde hace tiempo— parece incluir no solo traiciones o enfrentamientos entre pandillas y jefes del hip hop, sino también a organismos policiales enfrentados. La falta de esclarecimiento del asesinato de una víctima tan problemática, pero de innegable talento, ha contribuido a que las conspiraciones germinen como maleza entre el concreto.

Uno de los asesinatos más grandes en la historia de Las Vegas podría ser también la investigación más enredada. ¿Colaboraron la policía de Los Ángeles y la de Las Vegas para resolver el asesinato o intentaron obstaculizarse mutuamente? ¿Estuvieron dos policías de distintos departamentos a punto de llegar a los golpes por una posible arma homicida? ¿Algunos miembros de la policía de Las Vegas no querían resolver el caso desde el principio? ¿Por qué no se hizo un seguimiento de los principales implicados? ¿Cuándo se enteró exactamente la policía de Las Vegas de ese acuerdo crucial que Davis hizo con las fuerzas del orden? ¿Se interpusieron los egos en el camino del cuerpo policial? Entrevistas con policías, periodistas, abogados y el propio relato de los hechos de Davis sugieren todo eso y mucho más.

Con detectives de dos de los departamentos de policía más importantes del país, y agentes enviados a un grupo de trabajo federal en 2006 para investigar los casos de asesinato de Tupac y Biggie Smalls, la familia de Tupac, sus fans y sus rivales siguen preguntándose por qué se tardaron tanto en acusar a alguien. Si los dedos que señalan fueran pistolas cargadas, mucha gente debería estar corriendo a buscar refugio.

***

Según sus propias palabras, Davis no encaja en el estereotipo de gánster. Tenía a sus padres, un techo y comida en la mesa. De niño, no jugaba con pistolas, sino fútbol en la Pop Warner, casualmente, en un equipo con Knight. El padre de Davis sirvió en los Marines y llevó a su familia a California. Su madre se mantuvo ocupada con los hijos, que llegaron a ser una docena en total. La joven familia se instaló en el barrio de Watts, al sur de Los Ángeles, donde nació Davis. Tal y como él lo recuerda, tras los disturbios de Watts de 1965, su padre utilizó 50 000 dólares que había ganado en el hipódromo Agua Caliente de Tijuana para trasladar a la familia a Compton. Admite con franqueza que la decisión de convertirse en gánster fue suya. “Compton fue el lugar que mis padres eligieron para criar a su familia”, escribió en su autobiografía. “Pero la vida callejera, esa fue mi decisión”.

De adolescente, Davis empezó a traficar con yerba antes de pasarse a la cocaína en polvo y al crack, cuyos beneficios alimentarían la violencia de las pandillas y asolarían el barrio en el que creció. Al menos dos de sus hermanos se le unieron. En 1990, su hermano mayor y “mejor amigo”, Michael, se le unió en la vida de gánster y murió en un tiroteo en Compton. Keffe D vivió a lo grande y desarrolló operaciones interestatales con conexiones de tráfico vinculadas al Cartel de Cali. En su mejor momento, afirma, movía cientos de kilos de cocaína al mes. Pero también pagó un alto precio, empezando a mediados de los 80 con largos periodos en prisiones estatales y federales. En su autobiografía, se jacta de haber tiroteado un barrio, haber trabajado en fumaderos y maltratar a mujeres. La veracidad de Davis como narrador es discutible, pero así son las leyendas callejeras de Compton.

A pesar de dar versiones contradictorias sobre su papel en el asesinato de Tupac — negó su implicación en el tiroteo por más de una década—, Davis confía en su propia imagen. En su biografía, al estilo El padrino, alardea: “En mi barrio, South Side Crip, me conocían por varios nombres: Big Dawg, Big Homey, algunos me llamaban Gotti, pero la mayoría me conocía como Keffe D. En términos de rango, si fuéramos un ejército, yo sería un general de cinco estrellas. Si fuéramos una ciudad, sería el alcalde. Si fuéramos un país, yo sería el presidente Obama”. Si de vez en cuando perdía a miembros de su familia y a quienes estaban bajo su mando, decía que era el precio de hacer negocios.

Orlando ‘Baby Lane’ Anderson era sospechoso de haber disparado a Tupac.

Aunque Davis arriesgó su libertad al hablar públicamente de su papel en el asesinato, parece haber creído que estaba a salvo, susceptible únicamente a la puntería temblorosa de viejos enemigos, las piedras retóricas de los periodistas y las reprimendas de policías retirados que exageraban sus propios relatos. Uno de ellos fue Greg Kading, un detective retirado del Departamento de Policía de Los Ángeles que se marchó en 2010 tras ver cómo una larga investigación de los asesinatos de Tupac y Biggie se tambaleaba, en su opinión, debido a la política dentro del departamento. Las memorias de Kading de 2011, Murder Rap: The Untold Story of the Biggie Smalls and Tupac Shakur Murder Investigations, incluyen información del acuerdo federal que Davis firmó en 2009.

El libro, en el que Kading llama a Davis “una leyenda en su propia mente”, también afirma que Keffe D es un mentiroso confeso y un fanfarrón cuya credibilidad es dudosa. En una cita que seguramente hará que los abogados defensores en el caso Davis tomen notas, Kading escribe: “Éramos muy conscientes de las deficiencias del informante como testigo creíble en cualquier procedimiento legal. Ningún tribunal del país iba a aceptar la palabra de Duane Keith ‘Keffe D’ Davis, un delincuente convicto y un mentiroso confeso. En cuanto a si creíamos lo que Keffe D nos decía, con ciertas reservas tendría que decir que sí”.

Comúnmente conocido como “queenfor- a-day agreement” o “proffer” es una declaración escrita entre un fiscal y un acusado que le permite al último dar información veraz sobre un presunto delito sin que el gobierno pueda utilizar la información obtenida en su contra. En el momento de su oferta, orquestada por Kading y sus socios, Davis se enfrentaba a una condena mínima obligatoria de 25 años en una investigación federal sobre su operación interestatal de narcóticos. El acuerdo con Davis era bastante sencillo: aceptó decir la verdad sobre una serie de delitos, empezando por la investigación sobre drogas, pero también sobre lo que sabía de los asesinatos de Tupac y Biggie. Y sabía mucho.

En su autobiografía afirma que aceptó la oferta no solo para salvarse a sí mismo, sino también a los miembros de su familia y a su equipo. Respondió a preguntas sobre su narcoactividad, sus relaciones con los jefes de las discográficas de hip hop, Knight y Combs, y su conocimiento de los asesinatos de Biggie y Tupac. Las fuerzas del orden no podían utilizar la declaración en su contra, pero esta no le protegía de autoinculparse si hablaba públicamente.

Antes del tiroteo, Tupac, Knight y miembros de su entorno atacaron a Anderson en el MGM Grand tras una pelea de Mike Tyson.

Admisible como prueba únicamente en el tribunal de la opinión pública, el libro de Kading no logró calar entre los detectives de homicidios de Las Vegas que tenían jurisdicción en la investigación de Tupac, algunos de los cuales afirmaron después no estar al tanto del “proffer”. Pero Kading se mantuvo ocupado y colaboró con el cineasta Mike Dorsey en un documental de 2015 basado en su libro, Murder Rap: Inside the Biggie and Tupac Murders, que incluía extractos de grabaciones de Davis que tenía el detective de la época del acuerdo. “Vamos a eliminarlos bien rápido”, alardea Davis en la película, refiriéndose al tiroteo. Creyendo que nadie fuera de la habitación jamás oiría su conversación, Davis no muestra ningún reparo en el intento de acabar con Tupac y Knight por lo que creía sería un pago de un millón de dólares de la competencia de Death Row, el director ejecutivo de Bad Boy Records, Combs. (Un representante de Combs no respondió a una solicitud de comentarios, pero Combs ya ha negado con vehemencia la acusación).

Al comienzo, la policía de Las Vegas respondió con silencio al documental. ¿Era el mensaje, o quizá el mensajero, lo que les molestaba? Cathy Scott, experiodista de Las Vegas y autora de novelas policíacas, ha seguido el caso Tupac desde el tiroteo, y sospecha que se trata de ambas cosas. “A Kading le encanta la publicidad y atribuirse el mérito de las cosas, pero el problema es que ya no es agente de policía y no lo ha sido durante años”, argumenta Scott. “Intentaba que la policía de Los Ángeles o la metropolitana estuvieran de su parte para llevar a cabo la investigación, y fue a Las Vegas para hablar con la policía metropolitana. En aquel momento me llamó y me pidió un consejo. Estaba exaltado y también se había puesto en contacto con las fiscalías de Los Ángeles y Las Vegas”.

En 2018, la colaboración entre Dorsey y Kading resurgió en Unsolved: The Murders of Tupac and the Notorious B.I.G., protagonizada por Josh Duhamel como Kading. Davis, que para entonces había sobrevivido a un cáncer de colon y a la vida con un plan de jubilación de prisión o muerte, dejó de ejercer su derecho a guardar silencio mientras otros se beneficiaban de su acuerdo. Al parecer, olvidó que era él quien tenía algo que perder si lo volvía público. Y tras enterarse de que Davis había accedido a someterse a múltiples entrevistas con un abogado presente durante la producción de la serie de BET Death Row Chronicles, Kading y Dorsey apenas podían dar crédito a lo que oían.

“Debe saber que no puede hablar de este caso como lo hizo en su proffer”, recuerda Dorsey que le dijo a Kading. “No tiene protección más allá de ese día en el que fue y le hicieron la oferta. Si fuera a CNN y contara la misma historia… [al día siguiente] podría ser utilizado en su contra. Creo que Keffe vio toda la atención que estaba recibiendo su historia y quería ser el que la contara”.

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En el verano de 2017, Kading y Dorsey firmaron como consultores para Death Row Chronicles, cuyos productores consiguieron que Davis diera dos entrevistas en el estudio. Sentado ante un escritorio en una oficina vacía a 15 metros del estudio, Dorsey escuchaba por auriculares y enviaba mensajes de texto con preguntas de seguimiento al productor mientras Davis afrontaba con cuidado el interrogatorio.

El plan estuvo a punto de quedar al descubierto cuando Davis fue escoltado por un pasillo que pasaba junto al puesto de escucha de Dorsey y le miró brevemente a través de una ventana al pasar. “Miró hacia la oficina y me clavó los ojos”, comenta Dorsey, quien para entonces ya había hecho pública su opinión sobre la culpabilidad de Davis.

Davis llegó en pantalón corto y camiseta, y al principio se resistió a hacer la entrevista sin traje, pero acabó cediendo. “Fue muy cauteloso en las entrevistas. Tenía cuidado con la redacción de sus respuestas y le acompañaba un abogado en el estudio”, comenta Dorsey.

Cuando se estaba emitiendo la serie, Dorsey se puso en contacto con la oficina de homicidios de la policía metropolitana y sugirió a los agentes que vieran la entrevista a Davis en Death Row Chronicles, que se estrenó en febrero de 2018, una semana antes que Unsolved. El perfil de Davis estaba a punto de hacerse mucho más grande. Dorsey dice que se puso en contacto con la oficina con un simple objetivo: “Me propuse que los detectives reabrieran el caso, y lo hicieron”.

Por aquel entonces, Davis estaba cavando su propia tumba con su autobiografía, Compton Street Legend: Notorious Keffe D’s Street-Level Accounts of Tupac and Biggie Murders, Death Row Origins, Suge Knight, Puffy Combs, and Crooked Cops. En coautoría con Yusuf Jah, el libro de 225 páginas es un anuncio legible y despiadado de la vida de Davis como traficante de drogas. Admite haber hecho la oferta y haber cooperado de manera sustancial a cambio de una carta blanca en un caso federal de narcóticos. Reconoce que iba en el Cadillac blanco en el momento del tiroteo y que pasó el arma homicida al asiento trasero, todo lo cual puede utilizarse en su contra, argumentan los fiscales. El mensaje de Davis a los lectores en la contraportada del libro tampoco ayuda a su caso: “El último testigo ocular vivo del asesinato de Tupac cuenta su historia”.

Compton Street Legend se publicó 23 años después del tiroteo, y no mucho después de que Death Row Chronicles y Unsolved volvieran a presentar el caso al público. Quienes habían visto languidecer el caso de homicidio durante tanto tiempo se mantuvieron escépticos. Con el paso de los meses, los detectives de Las Vegas mantuvieron un perfil bajo sobre el estado de su investigación.

Quizá incentivado por el silencio de la policía, Davis se sintió más cómodo delante de la cámara mientras promocionaba su autobiografía, apareciendo en entrevistas de YouTube de canales populares de hip hop como The Art of Dialogue y VladTV. A veces lamentaba que se hubiera producido el tiroteo, pero no negaba conocer los detalles. “Cuando no le pasó nada, creo que pensó: ‘Supongo que es seguro. Supongo que no van a hacer nada mientras tenga cuidado con cómo lo digo’”, afirma Dorsey.

‘DJ Vlad’ Lyubovny es una de las personas que se sienten escépticas respecto a la acusación de Davis después de haber pasado tantos años escondido a plena vista. “La información ha estado ahí fuera”, afirma Lyubovny. “No es que tengan que hacer [mucho] para corroborar lo que Keffe D está diciendo. Es decir, Keffe podría decir: ‘Me inventé todo esto porque me enfrentaba a una cadena perpetua, y luego me inventé más porque me pagaban por hacer las entrevistas. Lo vi como una fuente de ingresos’”.

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El 17 de julio de 2023, con una advertencia de calor y el valle de Las Vegas alcanzando temperaturas que superan los 44°C, la policía de Las Vegas y una unidad SWAT convergieron en la casa de Henderson que Davis comparte con su esposa, Paula Clemons. Según el testimonio del gran jurado, la policía recuperó un celular, ordenadores portátiles, documentos, muchas fotografías, un ejemplar de Vibe en el que aparecía Tupac, un ejemplar del libro de Kading y recortes de prensa sobre el asesinato, incluidos algunos en un pequeño álbum de fotos encuadernado en tela que databa de 1996. La policía también recuperó una copia de una orden de registro de 1998 y un recibo de una habitación del antiguo hotel y casino Monte Carlo, donde, según las autoridades, se alojaba un socio de Davis al momento del tiroteo. Además, encontraron cartuchos de calibre 40 del tipo general utilizado en el tiroteo, que, según fuentes de la policía, podrían compararse con las balas que mataron a Tupac.

Unas siete semanas más tarde, la policía metropolitana llegó a su puerta mientras Davis caminaba por la acera. Después de casi tres décadas, es el último hombre que queda en pie en uno de los mayores casos de asesinato sin resolver de la historia del hip hop. Más allá de la falta de un arma homicida y de un coche de huida, el presunto tirador y otros dos cómplices ya se perdieron en la dura vida de gánster. Orlando Anderson ha sido identificado como el presunto autor de los disparos. Disparó desde el asiento trasero del Cadillac blanco alquilado y, al parecer, apuntó a los objetivos que se encontraban en un BMW aparcado a pocos metros.

La acusación también nombra a Deandrae ‘Big Dre’ Smith como otro pasajero y posible asesino. Pero según la ley de Nevada, no es necesario apretar el gatillo para pagar por el crimen. Los participantes activos en un homicidio premeditado también pueden ser acusados de asesinato en primer grado. En términos legales, eso deja poca margen de maniobra a Davis, quien está acusado de “ayudar e instigar la comisión de este delito, con la intención de que se cometa, aconsejando, alentando, contratando, ordenando, induciendo y/o procurando de cualquier manera que el otro cometa el delito”.

Al regresar a California horas después del tiroteo, Anderson no tardó en lanzar indirectas a sus compañeros Crips sobre su presunto papel en el asesinato de Tupac. Anderson ya era sospechoso de al menos otro asesinato ese año. La policía lo detuvo para interrogarlo sobre el caso Tupac, pero nunca se presentaron cargos contra él. El 29 de mayo de 1998, Anderson murió en un tiroteo entre pandillas en un lavadero de coches de Compton. Y no fueron las balas, sino las hamburguesas las que acabaron con ‘Big Dre’ Smith, quien, según declaró un amigo en el testimonio ante el gran jurado, medía 1,80 m y pesaba cerca de 190 kg. El Crip de confianza que podría haber apretado el gatillo contra Tupac murió en 2004 por complicaciones relacionadas con la obesidad. El chófer del Cadillac, Terry ‘Bubble Up’ Brown, fue asesinado a tiros en 2015, descubriéndose su cadáver en el interior de un dispensario de marihuana de Compton.

Pero años antes, Smith y Brown estuvieron en Las Vegas con Davis, quien admite que estuvo entre los casi 10 000 asistentes al combate de pesos pesados en el MGM Grand Garden Arena que vio cómo Mike Tyson aplastaba al titular de la Asociación Mundial de Boxeo, Bruce Seldon, en el primer asalto. Sentado cerca del ring con un traje azul a rayas de 3000 dólares y una corbata dorada, Davis habría sido fácil de reconocer.

El combate principal fue un fracaso, pero la violencia en Las Vegas acababa de comenzar, primero con la paliza propinada a Anderson en el MGM Grand por Tupac, Knight y miembros de su séquito. Los fiscales alegaron en el proceso ante el gran jurado que la pelea, supuesta venganza por el robo de una cadena de oro de Death Row unas semanas antes durante una reyerta entre Crips y Mob Piru en California, precipitó el tiroteo que se produjo horas después.

Policías metropolitanos en bicicleta, supervisados esa noche por el sargento Chris Carroll, patrullaron la Franja de Las Vegas congestionada por el tráfico, y las aceras, repletas de bulliciosos fiesteros. Un agente veterano describió la estrategia policial no en términos tradicionales, sino simplemente como “un intento de mantener el orden” con la esperanza de que no ocurriera nada grave.

Esa esperanza se desvaneció aproximadamente a las 11:15 p.m., cuando Carroll recibió una llamada por disparos de dos agentes en bicicleta que estaban en el piso superior de un estacionamiento cercano al lugar del ataque. Los agentes no presenciaron el tiroteo, desde su posición de vigilancia, pudieron ver una fila de coches que se alejaba y se dirigía hacia el oeste, hacia lo que más tarde supieron que era el Club 662 de Knight, donde Tupac y Tyson tenían previsto aparecer esa noche.

En un momento que proporciona una metáfora fácil de la muy criticada investigación que está por venir, los compañeros de Carroll inicialmente dieron caza sobre dos ruedas después de ver un BMW negro despegarse de la procesión, alcanzándolo en el tráfico cerca de Las Vegas Boulevard y Harmon Avenue. Carroll alcanzó el vehículo —que tenía dos de sus neumáticos pinchados tras chocar contra un bordillo de hormigón— en un cruce cercano.

Carroll desenfundó su arma y les ordenó a los dos ocupantes que salieran del coche, pero solo el corpulento conductor obedeció. El policía no era aficionado al hip hop, pero reconoció a un Knight agitado. El oficial ordenó repetidamente a Knight que se apartara mientras intentaba comprobar el estado del pasajero, desplomado en su asiento detrás de una puerta agujereada por las balas. Tras abrir la puerta dañada, Carroll recuerda que bajó al suelo el cuerpo de un hombre de 25 años que sangraba mucho y apenas estaba consciente. Desde algún lugar detrás de él oyó a un frenético Knight gritar: “¡Pac! ¡Pac! Pac!”.

Solo hasta entonces el policía se dio cuenta de que el hombre que sangraba por múltiples heridas en el pecho, las fosas nasales y la boca era Tupac Shakur.

“Aún respiraba, pero estaba muy mal”, recuerda Carroll. “Hablé con él. La mayoría de las víctimas de homicidio conocen a su asesino. Le pregunté quién le había disparado”.

El rapero conocido por su elegancia lírica ofreció una respuesta lacónica: “Jódete”, le dijo a Carroll antes de caer inconsciente.

Aproximadamente cuatro minutos después, recuerda Carroll, llegaron los paramédicos e intubaron al moribundo. Knight también fue trasladado al hospital. Davis relata en su autobiografía que, mientras las ambulancias atravesaban las calles congestionadas hasta el University Medical Center, se cruzaron con cuatro hombres (Davis, Anderson, Smith y Brown) que esperaban para cruzar Las Vegas Boulevard. Mientras sonaban las sirenas y se desataba el caos, el cuarteto contemplaba los vehículos que corrían hacia el hospital. “Allí estábamos mirando directamente a las ambulancias que transportaban a Tupac y Suge”, recuerda Davis en sus memorias. “La moraleja de la historia: ¡no hay que joder a los gánsteres de verdad!”.

Tupac había sido impactado cuatro veces, dos de ellas en el pecho, y permaneció con vida seis días más antes de ser declarado muerto el 13 de septiembre de 1996. Knight se recuperó de una herida superficial, aunque leve. Le esperaban dolores de cabeza mucho mayores.

Cuando la noticia del tiroteo llegó a California unos días después, los Crips de South Side Compton Crips y los Mob Piru, y sus aliados de los Bloods, se enzarzaron en una guerra de tiroteos en el la zona centro sur. En los diez días siguientes se produjeron varios tiroteos y tres asesinatos, y los cadáveres siguieron apareciendo durante meses. Cuando el rapero de la costa este Biggie Smalls murió el 9 de marzo de 1997 en un tiroteo aún sin resolver en Los Ángeles, fuentes policiales supusieron que se trataba de una represalia de la costa oeste por el asesinato de Tupac.

El desafiante epíteto de Tupac acabaría definiendo la frustración de los detectives de Las Vegas al intentar conseguir la colaboración de testigos presenciales. Knight no fue de ayuda y, años más tarde, el periodista Randall Sullivan afirmaría en su libro que Knight utilizó sus conexiones legales para evitar sentarse a una entrevista tras el tiroteo. El discurso de Knight con los policías era consistente, un agente recuerda: “Oyó algo, pero no vio nada”. (Un abogado de Knight no respondió a una solicitud de comentarios).

***

La investigación recibió otro golpe en noviembre de 1996, cuando uno de los pocos testigos dispuestos a cooperar con los detectives de Las Vegas —Yafeu Fula, miembro del grupo de apoyo de Tupac— fue asesinado a tiros en un complejo de viviendas de Orange, Nueva Jersey. “Es una especie de frustración añadida a la investigación”, declaró el sargento Kevin Manning, del departamento de homicidios de la policía, a Los Angeles Times. (Citado en el caso Davis, Manning declinó una solicitud de entrevista para este artículo).

Además, los detectives encontraron pocos testigos potenciales dispuestos a hablar con la policía. Los que no estaban en la escena del crimen tenían mucho que decir sobre la violencia de las pandillas, la vergüenza del tiroteo a Tupac y la trágica pérdida de un talento creativo. Pero los que estuvieron presentes mantuvieron la boca cerrada. A pesar de que había un séquito de 10 coches cerca del lugar del tiroteo, “toda la gente parecía estar mirando hacia otro lado y no veía gran cosa”, comentaba entonces el veterano de la policía Phil Roland.

Las sospechas entre los departamentos de policía de Las Vegas y Los Ángeles tampoco ayudaron. Durante los seis días que Tupac permaneció con respiración asistida, policías fuera de servicio (empleados como seguridad de Death Row) permanecieron en el hospital de Las Vegas, afirma Sullivan en su libro, frustrando los intentos de los detectives de homicidios de localizar testigos dispuestos a cooperar. Los principales sospechosos regresaron a California, y algunos de los policías de Compton y Los Ángeles trabajaban para Knight, según Sullivan. Los detectives de la policía metropolitana pronto empezaron a oír el nombre de un supuesto pistolero: Orlando Anderson.

La policía de Compton sostiene un collar de Death Row encontrado durante una redada. Tras la muerte de Tupac se produjeron varios asesinatos de pandillas.

“NO PODÍAMOS PERMITIR NOS HICIERAN ALGO ASÍ. QUE GÁNSTERES DE DISCOGRÁFICAS ¿HABÍAN PERDIDO LA PUTA CABEZA?”.


Los críticos reprocharon a la policía de Las Vegas su negligencia y lentitud, cuestionando desde su sensibilidad racial hasta sus esfuerzos por preservar la escena del crimen. Con el paso del tiempo, los observadores se preguntaron si la policía había perdido el foco en la investigación en un momento en el que, como cuenta un agente de calle de la época a ROLLING STONE, “parecía que cada semana le disparaban a un rapero en aquellos días”. Para algunos uniformados, Tupac pagó el precio de abrazar el espíritu gánster de Death Row.

La primera reportera que acudió al lugar del tiroteo sigue criticando los primeros esfuerzos de la policía en el caso. Cathy Scott, exreportera de Las Vegas Sun, cubrió la noticia de última hora, las secuelas inmediatas y escribió un libro sobre crímenes reales en el aniversario del tiroteo. The Killing of Tupac Shakur explora las primeras teorías conspirativas sobre la muerte de Tupac e incluye una foto de la autopsia que algunos fans incrédulos arrancaron de sus páginas. (Una teoría fácilmente refutable presentaba a Carroll como cómplice del asesinato, afirmando que se había llevado a un Tupac que respiraba). “¿No se daban cuenta de que esa noche iba en bicicleta?”, contrarresta Carroll).

Menos de un año después del circo legal que rodeó el juicio por asesinato de O.J. Simpson en Los Ángeles, un capitán de la policía metropolitana le dijo a Scott que “un gran juicio sería malo para el turismo”. “Siempre tuve la sensación de que simplemente no querían resolverlo”, expresa Scott. “Quizá esperaban que simplemente desapareciera”.

Scott cree que “parecía rara” la forma en que los detectives culpaban al entorno de Tupac y a Knight de no hablar con la policía, y por eso, decían que no estaban llegando a ninguna parte con el caso. “Todos los detectives con los que hablé decían lo mismo”, añade Scott. “Así que le pregunté a un capitán por qué parecía que la policía no estaba interesada en resolver el caso.

En aquel momento, la maquinaria de relaciones públicas estaba en pleno intento de convertir Las Vegas en un destino apto para familias y niños. El capitán dijo que sería malo para el turismo que vinieran pandilleros a Las Vegas para un gran juicio por asesinato. Le dije que debía estar bromeando, a lo que me contestó: ‘No, [la orden] viene de arriba’”.

Aquella no fue la única acusación de reticencia a resolver uno de los mayores asesinatos de la historia del hip hop. Durante la investigación de la policía de Los Ángeles sobre el asesinato desde un coche de Biggie Smalls —que las fuerzas del orden consideraron un acto de represalia tras el asesinato de Tupac—, los detectives Russell Poole y Fred Miller viajaron a Las Vegas para informarse sobre el estado del caso Tupac y echar un vistazo a las pruebas. Siguiendo el protocolo de la policía metropolitana, las cajas de pruebas marcadas con la palabra “Shakur” habrían sido trasladadas desde un almacén seguro a una sala de examen, donde los detectives solo podrían entrar tras mostrar su identificación y firmar su entrada. El examen se lleva a cabo con guantes y personal de pruebas presente.

Poole le dijo a Sullivan haber visto “toda esta red de pistas que habían archivado y no habían seguido”. ¿Pudieron resolver el caso con detalles aparentemente insignificantes? “Todos hablábamos de lo que haría un abogado defensor con todas las pruebas contradictorias que habían aparecido”, dijo Poole en el libro de Sullivan de 2003, LAbyrinth (basado en algunos de sus reportajes previos para Rolling Stone sobre el caso). “Pero entonces los policías de Las Vegas nos dijeron que la principal razón por la que nunca resolverían este caso era que los políticos no querían que lo hicieran; los mandamases les habían dicho que la ciudad no necesitaba un circo al estilo de O.J.. Yo me quedé estupefacto, pero mi compañero se la pasó genial con ellos y me dijo que pensaba lo mismo del caso Smalls”. Poole recuerda que un policía dijo que son pandilleros con dinero. (El detective de homicidios de la policía metropolitana Brent Becker se burlaría más tarde de la apreciación de Poole). Poole se retiró frustrado en 1999, recibiendo muchas críticas por sus teorías sobre el caso, y murió de un ataque al corazón en 2015.

La policía metropolitana tenía su propio y lamentable historial de tiroteos en los que se vieron implicados agentes de policía, que incluso acabarían dando lugar a una revisión por parte del Departamento de Justicia. Pero expolicías, como el exdetective de homicidios Phil Ramos, se apresuran a defender al departamento de Las Vegas de las acusaciones de abandono del caso Tupac. Sin la cooperación de testigos oculares, sin sospechosos clave en California y sin arma homicida ni coche de huida, no había soluciones fáciles. “Sabíamos quién era el tirador”, dice Ramos. “Era Orlando Anderson, y Orlando estaba muerto. El consenso era: nadie va a ser acusado del asesinato de Tupac porque el tirador está muerto”.

Kading defiende gran parte del esfuerzo de Las Vegas. “La idea de que Las Vegas no quería resolver esto porque era muy notorio desafía toda lógica”, dice. “Porque si no lo solucionas, el mensaje que envías a la comunidad criminal y al público es que no nos importa que miembros de las pandillas vengan aquí, disparen a la gente y la maten; y nosotros no hacemos nada al respecto. Así que eso va en contra de la idea de que es malo para el turismo”.

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Las repercusiones del asesinato de Tupac traen una historia de pandillas en conflicto, que en ocasiones ha incluido a departamentos de policía enfrentados. Desde el principio, se ha criticado a la policía metropolitana por no llevar a los sospechosos ante la justicia, mientras que el recelo y la falta de intercambio de información de la policía de Los Ángeles también se han puesto en tela de juicio. Un veterano del homicidio de Las Vegas recuerda que el detective Dan Long estuvo a punto de llegar a los puños con un homólogo de la policía de LA por el procesamiento y la custodia de la posible arma homicida, ya que los policías californianos creían que los detectives de Las Vegas les estaban ocultando algo.

Después de que la policía de Los Ángeles le comunicara a Long que tenían el arma homicida, este viajó a Los Ángeles para custodiarla, pero le dijeron que le estaban haciendo pruebas para determinar si la policía metropolitana la había estado ocultando. Nunca se recuperaron ni el arma homicida ni el coche de la huida. (Kading afirma que la policía de Los Ángeles entregó voluntariamente una posible arma homicida a la policía metropolitana alrededor de 2007, y que el incidente con Long ocurrió en 2009, cuando fue a Las Vegas a detener a Davis, lo que no pudo hacer debido al acuerdo. También dice que las afirmaciones de peleas físicas son “exageradas”. Siendo un testigo citado en el caso Davis, Long declinó las peticiones de entrevista para este artículo).

Davis participó en el acuerdo con las fuerzas del orden, pero si te preguntas si la policía de Las Vegas lo sabía o no, no eres el único. Kading escribe en su libro que la policía de Las Vegas quedó al margen con la aprobación del asesor jurídico principal de la policía de Los Ángeles, Gerald Chaleff, y del jefe Bill Bratton. “No estábamos obligados a notificar nuestros hallazgos a la policía de Las Vegas”, escribe Kading, “lo que nos permitía seguir adelante con el caso de la conspiración sin poner en peligro a nuestro preciado informante”. (Bratton no respondió a una solicitud de comentarios; los intentos de contactar con Chaleff fueron infructuosos).

Cuando el grupo especial que investigaba la guerra del hip hop se disolvió en 2010 sin haber acusado a nadie por los asesinatos de Tupac y Biggie, o por el caso de conspiración más amplio en el que estaban implicadas compañías discográficas rivales, bandas callejeras y traficantes de drogas millonarios, Kading dice que se sintió éticamente cómodo llevando consigo una grabación de la entrevista a Davis cuando se retiró para escribir sus memorias.

Tal como lo ve Kading, cualesquiera que fuesen las quejas legítimas de la policía metropolitana, no habría acusación de Davis sin la oferta y todo lo que siguió. “Somos una agencia que se encargó de investigar un asesinato que ellos consideraban de su competencia. Así que entiendo que se sientan un poco menospreciados”, comenta Kading a Rolling Stone. “Pero no habría ningún procesamiento de Duane Davis si no hubiéramos hecho las cosas que hicimos. La investigación sobre drogas llevó a la oferta. La oferta condujo a una confesión. La confesión condujo a una confesión pública de Keffe D. Y eso le obligó a hablar por sí mismo, que es en última instancia cómo llegamos a la acusación y el procesamiento de hoy”.

Duane ‘Keffe D’ Davis ante el tribunal en octubre. Desde principios de enero se encuentra en libertad bajo fianza, y el comienzo de su juicio está previsto para junio.
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“HOMBRE, ¿POR QUÉ TE HAN AGARRADO?”, PREGUNTÓ EL POLICÍA. “POR EL MAYOR CASO DE LA HISTORIA DE LAS VEGAS”, RESPONDIÓ DAVIS “NO ESTOY PREOCUPADO”.


La acusación sostiene que Davis ha escrito y hablado para librarse de los cargos que se le imputan. Pero ¿será suficiente? Sin arma homicida y sin rastro del coche de huida, la presentación del caso en 2023 ante el gran jurado del condado de Clark, Nevada, carecía de pruebas físicas tradicionales. En su lugar, incluyó docenas de extractos de video y artículos, junto con el testimonio de Denvonta Lee, un antiguo socio de los Crips, que testificó sobre lo que su antiguo compañero de piso —el ya fallecido ‘Big Dre’ Smith— supuestamente reveló sobre el tiroteo. Concretamente, que Smith —y no Anderson— fue el autor real del disparo aquella noche en represalia por la paliza recibida en el MGM. “Eso es exactamente lo que me dijo Dre, que fue él quien disparó”, dijo Lee. En esta versión, parece que Smith fue lo bastante listo como para dejar que Anderson se llevara el mérito de haber matado a una superestrella.

Lo que no está claro es cuándo se enteró la policía de Las Vegas de la existencia y el contenido del proffer. El testimonio del gran jurado en el caso de Davis el pasado mes de septiembre planteó cuestiones sobre la falta de comunicación entre los dos departamentos de policía que, según los expertos legales, podrían poner el caso en peligro. Ahora reincorporado, Clifford Mogg fue el último en la línea de detectives principales en el caso Tupac cuando se unió en 2018. Declaró ante el gran jurado que aún no había recibido una copia de la grabación o la transcripción de la declaración de Davis. (Mogg declinó una solicitud de entrevista para este artículo). Pero dadas las revelaciones contenidas en el libro de Kading de 2011 y en el documental de Dorsey de 2015, ¿cómo es posible que el líder de la investigación no supiera de la existencia del proffer de Davis antes de 2018?

Kading cuenta a Rolling Stone que, en un principio, la policía de Las Vegas no tuvo acceso al material por la necesidad de proteger a Davis, su testigo, pero que más tarde se le informó a la policía metropolitana. Cuando el caso se archivó, Kading se llevó el material y lo utilizó como parte de su libro Murder Rap. “Lo normal sería que entregáramos los resultados de nuestra investigación a la policía de Las Vegas, pero este caso no tenía nada de normal”, escribió Kading en su libro. “Temíamos que los investigadores de Las Vegas insistieran en llevar a cabo sus propias entrevistas… No podíamos permitir que eso ocurriera”.

Después del procedimiento del gran jurado, Kading cuenta a Rolling Stone que se aseguró de que Mogg recibiera copias de la grabación de la sesión de ofrecimiento de Davis, y expone: “No sé si la tenía en ese momento, pero sin duda la tiene ahora porque yo se la di”.

Las únicas partes de la declaración que Mogg afirma que conocía habían sido publicadas en Internet “en pequeños fragmentos”, como dijo el fiscal. Aunque los fiscales leyeron fragmentos de la autobiografía de Davis durante la sesión del gran jurado, y Mogg respaldó la conclusión de Poole y otros de que los asesinatos de Tupac y Biggie estaban relacionados, en su testimonio dijo que no había leído el libro de Kading.

Mogg, un veterano de la policía, con 40 años de experiencia y 500 investigaciones de asesinatos, no retomó el caso sin resolver de Tupac hasta 2018, y fue uno de los detectives que trabajaron en el caso del asesinato en su tercera década. A punto de jubilarse, Mogg planeaba abrir una oficina de investigadores privados, según una fuente de la policía metropolitana, después de resolver un último gran caso. “Dijo que quería despedirse por todo lo alto, resolviendo el caso de Tupac Shakur”, afirma una fuente policial.

Mogg no es la única persona implicada en la investigación que dice no haber tenido conocimiento de la oferta y la grabación hasta hace poco. David Roger, fiscal de distrito del condado de Clark de 2003 a 2012, recuerda pocos detalles del asesinato, pero está seguro de que su oficina nunca fue informada de la existencia de una oferta fe deral para un sospechoso principal en un caso tan sensacional, especialmente uno que dio lugar al ridículo de la policía metropolitana por no llevar a un asesino ante la justicia.

“Las fuerzas del orden tienen un espíritu de cooperación cuando persiguen a los delincuentes”, afirma Roger. “Si la policía de Los Ángeles tenía autoridad para discutir este acuerdo con nosotros y decidió no hacerlo, debería darle vergüenza. Se trataba de una investigación de asesinato que era importante para mucha gente, y deberían haber compartido con nosotros toda la información posible”.

El detective de Los Ángeles Poole siguió dudando de las investigaciones sobre Tupac y Biggie hasta el final. “Los asesinatos no quedan sin resolver cuando la víctima es una celebridad a la que matan a tiros delante de docenas de testigos que pueden identificar a los asesinos”, dijo a Sullivan. “No recuerdo algún caso reciente en el que haya ocurrido eso, aparte de Tupac Shakur y Biggie Smalls. Asesinatos así quedan sin resolver si la policía no quiere resolverlos”.

A medida que las autoridades se acercaban a Davis durante el calor de julio, su propio tono cambió en una entrevista con el canal de YouTube de hip hop The Art of Dialogue, admitiendo: “Odio que haya pasado esa mierda, perro. Jodió la vida de mucha gente. Poder a Dios… Ojalá esa mierda nunca hubiera ocurrido”.

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Una persona que podría arrojar luz sobre lo sucedido es Knight, que actualmente se encuentra en un centro penitenciario del condado de San Diego (California), cumpliendo una condena de 28 años por homicidio involuntario tras el fatal atropello de su amigo Terry Carter en 2015. Después de una carrera como jugador de baloncesto en la UNLV a mediados de los 80, el miembro de la pandilla Mob Piru Blood empezó a trabajar como guardaespaldas en el mundo de la música, cofundando Death Row Records con un estilo que intimidaba a sus competidores e incluso a algunas de sus estrellas.

En los 28 años que siguieron, Knight sufrió bancarrotas, palizas, múltiples tiroteos y encarcelamientos, pero nada parece haber cambiado su visión del mundo. En una breve pero perspicaz entrevista concedida a TMZ desde el centro penitenciario, Knight se mostró sorprendido por la detención de Davis, se negó a identificarle a él o a cualquier otra persona, recordó a su entrevistador que ambos habían jugado juntos al fútbol en la Pop Warner y negó rotundamente que Anderson fuera el autor de los disparos. “No voy a subir al estrado y testificar sobre alguien, ¿para qué?”, preguntó Knight.

Los defensores públicos Charles Cano y Robert Arroyo, que representan a Davis, declinaron hacer comentarios para este artículo, pero escribieron en una moción de libertad bajo fianza que el caso se basaba en una “cantidad asombrosa de rumores y testimonios especulativos” presentados al gran jurado: “No se puede decir que las pruebas sean concluyentes y que Duane es culpable de asesinato en primer grado por la muerte de Shakur”, escribieron. En un tema que seguramente se repetirá a lo largo del juicio, Cano y Arroyo argumentaron: “Nunca se verificó la veracidad del contenido de las entrevistas. El libro y las entrevistas se hicieron con fines de entretenimiento y para sacar dinero de una situación de la que Kading y otros ya se habían beneficiado”. En enero, la juez de distrito Carli Kierny fijó la fianza en 750 000 dólares y ordenó el arresto domiciliario de Davis a la espera del juicio.

Dayvid Figler, veterano abogado defensor y antiguo defensor público de Las Vegas, después de leer el testimonio del gran jurado concluyó que las declaraciones públicas del acusado suponen un gran desafío legal. “El núcleo del caso empieza y termina teóricamente con las diversas declaraciones que Duane Davis ha hecho a lo largo de los años”, dice Figler. “Esas declaraciones siempre serán admisibles como prueba. Aquí ni siquiera hay que basarse en individuos que digan que eso es lo que él les dijo. Hizo entrevistas que están grabadas. Escribió un libro y lo puso en sus propias palabras”. Incluso el equipo de defensa más capaz podría tener dificultades para explicar lo que Davis admite en su propia autobiografia, tales como: “Saqué la Glock… la tiré en el asiento trasero. Bubble Up conducía, Baby Lane y [Big Dre] iban detrás”. Poco tiempo después, la vida de Shakur se consumía a la sombra del Strip.

Se podría decir que es un ejemplo extremo de licencia literaria, pero Davis también intenta alegar algo cercano a la defensa propia. “Tupac hizo un movimiento errático y empezó a meter la mano debajo de su asiento”, escribe Davis. “Fue la primera y única vez en mi vida que me sentí identificado con la famosa orden de la policía: ‘Mantén las manos donde pueda verlas’. En lugar de eso, Pac sacó una pistola, y ahí empezaron los fuegos artificiales. Uno de mis chicos del asiento trasero agarró la Glock y empezó a disparar”. Mogg declaró ante el gran jurado que no había pruebas de que ni Tupac ni Knight tuvieran un arma.

Una parte de la grabación condenatoria de Kading también se utilizó en el documental de Dorsey. En la época en que Davis grabó la conversación con Kading y su compañero, la policía de Los Ángeles se enfrentaba a una demanda por homicidio culposo presentada por la familia de Biggie, que alegaba que había policías corruptos detrás del asesinato. (La policía de Los Ángeles señaló a Knight como posible sospechoso del asesinato de Biggie, pero nunca fue acusado. En su entrevista con Kading, lo único que Davis dijo sobre el asesinato de Biggie fue: “Ese no fuimos nosotros”).

Las confesiones de Davis no son las únicas declaraciones que ha hecho a las autoridades, y sus afirmaciones anteriores pueden ser la base de su defensa. En 1997, pocos meses después del asesinato de Tupac, Davis negó al FBI su implicación en el tiroteo. Davis mantuvo esta dudosa versión de los hechos durante la década siguiente, hasta que se vio de nuevo en apuros y, una vez más, fue abordado por los investigadores que trataban de resolver el asesinato.

Sin embargo, en el fondo se trata de la historia de un homicidio. La atención se centra en Duane Davis. Los fiscales dicen que es un gánster endurecido y con los sentimientos heridos porque cree que no recibió suficiente crédito y dinero por su papel en el asesinato de la voz de una generación.

Al igual que los policías que se cansaron de perseguirle a lo largo de tres décadas, Davis escribió una historia. Ahora, está a punto de conseguir lo que ellos no lograron, poner punto final a… ¿cómo dice él? “El mayor crimen de la historia de Las Vegas”. Esta leyenda no deja de dar vueltas en su cabeza.

Más despacio, Caracortada. Las Vegas es un lugar que venera a sus asesinos con un museo y ofrece visitas a las casas y negocios de los más infames. A poca distancia de donde murió Tupac se encuentra el escenario del mayor tiroteo masivo de la historia de Estados Unidos. Así que, ¿el mayor crimen? Por favor. Aquí, el derramamiento de sangre sin sentido tiene fuerte competencia.

Plagada de callejones oscuros, elementos corruptos y conspiraciones, la sinuosa investigación del asesinato de Tupac sigue siendo un misterio noir para una nueva generación que todavía amenaza con avergonzar a las fuerzas del orden. A pesar de las confesiones de Keffe D., el mayor reto al que se enfrentan ahora la policía y la fiscalía podría ser evitar que el juicio caiga en una maraña de pruebas y descubrimientos contradictorios.

Pero, al final, la pregunta sigue siendo: “¿Por qué ahora?”. Carroll, el policía en bicicleta jubilado, responde a la pregunta con una pregunta, al tiempo que habla de la frustración de muchos de sus colegas. “Llega un punto en el que te preguntas: ‘¿Cuánto tiempo se supone que vamos a quedarnos todos sentados escuchando a este tipo jactarse de haber cometido un asesinato y no ser acusado de nada?’”.

Pero como dijo el policía que detuvo a Davis: “Para eso están los tribunales, ¿no?”.