Una diosa griega camina segura hacia el público, canta sobre volver a la época de su juventud, estar acostada en su cuarto adolescente, mirar MTV y no tener preocupaciones de adulto. En el show de Charli XCX en el Primavera Sound Buenos Aires, dos columnas de estilo “griego” funcionaron como única escenografía donde la potencia del pop de multitudes fue la protagonista.
Charli XCX cantó 16 canciones sola, sin bailarines, ni coreografías sincronizadas, ni banda que la apoyaran. Y aun así pudo sostener una performance con las miradas de casi todo el público que se encontraba en el predio de Costanera Sur (los demás escenarios quedaron semivacíos).
Insisto en que cantó 16 temas porque el show en Buenos Aires peligraba debido al dolor de garganta que la artista británica, de 31 años, empezó a sufrir el viernes, apenas llegó a la Ciudad. En sus redes sociales explicó que iba a quedarse callada hasta el show y que tenía que tomar antibióticos. Pareciera que Buenos Aires se volvió maldita para los músicos que vienen de gira en este éxtasis de recitales pospandemia: la cantante británica, Bad Bunny y Jota, de Los Planetas, tuvieron fiebre o dolor de garganta en sus respectivas visitas a la capital argentina, lo que dificultó sus performances. “I don’t care, I love it” canta ahora Charli XCX y el público explota.
“1999”, “Hot In It”, “Boom clap” fue el bloque de temas en donde se condensó la esencia de Charli: pop de alta vibración para chicos y chicas sensibles. La fórmula no tan secreta de melodías alegres, radiales, bolicheras, con letras sad y melancólicas funciona a la perfección. Son todo lo que quieren los millennials y centennials que viven en un mundo áspero, que jamás van a poder comprarse una casa o lograr que su sueldo supere la inflación. En esos setenta minutos que duró el recital solo importó la música, el baile, la catarsis, el escapismo, ser feliz por ese rato.
Cuando tocan en Buenos Aires, una de las capitales de Latinoamérica más amigables con la comunidad LGBTIQ+, es común ver a los músicos subirse al escenario con la bandera del orgullo. Charli no necesitó eso para que el público disidente de la heteronorma se sintiera reivindicado: su show fue una fiesta gay en donde todos se sintieron a gusto. Se notó en el aire, en los aplausos, en los gritos de amor.
“Boys” se la dedicó a ellos, los chicos gays. Es una canción que habla de gustar de pibes, vivir pensando en ellos, fallarles a tus amigas por quedarse ocupada en esas vicisitudes de gustarle a alguien. El público enloqueció y los gritos de agradecimiento retumbaron en el escenario Flow.
Hacia el final, cuando terminó “Visions”, Charli quedó tirada en el piso. Lo había dado todo en esas canciones, por eso la diosa griega del Olimpo se permitió un momento de debilidad. “Good Ones” fue su última canción. Casi no saludó, no hizo bises. Se fue y la vida volvió a su curso normal, volvió la realidad hostil del capitalismo tardío, pero quién nos quita lo bailado.