Hablar de turismo de lujo en este momento puede resultar un poco empalagoso. Con el pasar de los años, las excentricidades, materiales finos y el servicio excesivo se apoderó de los destinos más interesantes en el mundo. Hace quizás una década, el Lujo Moderno inició el desafío de soltarse de una serie de artilugios y costumbres sembradas por el mal gusto y el desperdicio y, con gran dificultad, el concepto “menos es más” cogió fuerza entre los destinos más exóticos y espectaculares en cada esquina del globo.
No obstante, en todo este proceso de definición de la modernidad del lujo, hay comunidades que han respirado valores alternativos y espirituales desde su propia concepción; lugares que han superado los paradigmas del ‘tener’ para enfocarse en las preguntas que, como seres humanos, tenemos con el entorno. Este es el caso de Careyes, el paraíso escondido en el Pacífico mexicano en donde el verdadero lujo se manifiesta en la conexión con la naturaleza. De dónde venimos y hacia dónde vamos. Cuál es la huella a nuestro paso.
“Acá no nos importa cómo estás vestido, qué tienes o si te gusta usar tus hawaianas viejas, nos interesa el arte, la gente, el medio ambiente” Afirma Luisa Rossi, hija de uno de los fundadores y directora de marketing de todo el proyecto. Nos reunimos en su casa para tomar un almuerzo con vista al mar, un plan que caracteriza a todos los vecinos de esta comunidad, que recorren y socializan entre sí en encuentros caseros en donde las conversaciones asumen el rol principal. Casa Carioca es una de las casas vecindario Casitas, un conjunto de viviendas pequeñas que se entrelazan entre sí gracias a la topografía del terreno que goza de una las vistas más exclusivas de la costa. Sus calles recuerdan el color y los recorridos de Amalfi y el sur del mediterráneo.
A través de 50 años, Careyes pudo haber ayudado a frenar el fenómeno de la migración de personas del Pacífico mexicano y muchas de las comunidades locales que se quedaron iniciaron una carrera en la profesionalización en el servicio de lujo y la hotelería. Por otra parte, las nuevas generaciones han podido tener acceso a otras oportunidades: “Hay otra generación que hoy ya son universitarios, abogados, contables, hijos de estas mismas comunidades. Entonces aquí se rompe un paradigma que ahora se está extendiendo hasta Nayarit, pero empieza en Jalisco donde la migración hacia los Estados Unidos ha disminuido. Aquí la comunidad tiene trabajos locales.”
Los inicios de esta comunidad se remiten a 1968 cuando Gian Franco Brigone sobrevoló la costa pacífica de México desde Puerto Vallarta hacía el sur. En ese entonces, Careyes aún era una costa desierta y la carretera nacional ni siquiera existía. Luego de varios recorridos por la zona se enamoró, sin lugar a titubeos, del conjunto de acantilados, playas vírgenes y la diversidad del entorno; una mezcla especial entre selva y desierto. Inmediatamente decidió indagar y revisar todos asuntos legales para posteriormente comprar todos los terrenos con un grupo de amigos italianos.
En Careyes desde hace 36 años, a inicios de febrero, se celebra el Año Nuevo Chino. La comunidad ha sobrecogido la fecha como una actividad de congregación familiar en donde todos los residentes y visitantes comparten de una noche cargada de mística. Mediante una cena comunitaria adornada de velas sobre Playa Rosa, fuegos artificiales, música en vivo y una escultura gigante del Tigre, el animal protagonista este año según el horóscopo chino, Careyes vivió una experiencia sin símiles en todo el país. Tambores y luces dieron la entrada al apoteósico momento de culto en el que el Tigre hizo su aparición ante la comunidad.
La oferta gastronómica de Careyes es precisa. El concepto relajado de Casa de Nada, que está ubicado sobre la arena y con vista directa a la Copa del Sol, contrasta con el deseo de aforo de la comunidad que se reúne en las noches y un escenario natural donde las estrellas son las protagonistas de la noche.
La alta cocina está presente con Pueblo 25; un restaurante de comida fusión que navega fácilmente entre las costas de México y Perú, enfocado en la sostenibilidad y los ingredientes locales, presenta un menú internacional con fuerte énfasis en la experimentación y un concepto de cena familiar único donde su chef y dueño Marco Lorelli, atiende una a una de las mesas.
El club El Careyes, en donde los sabores costeros con una mezcla de mediterráneo y cocina mexicana acompañan las tardes de la bahía en el restaurante La Duna, el lugar perfecto para cenar con una vista al mar privilegiada.
Mi Ojo fue la primera casa que dio vida a un centenar de obras arquitectónicas que han venido construyendo su propia narrativa a través de 50 años. Esta construcción se convirtió en un punto de quiebre en los años 70 sobre la arquitectura de playa en todo el mundo. Brigone, se sumó a un equipo de arquitectos y artistas que plasmaron sus ideas en una casa vanguardista y atemporal. Marco Aldaco con las palapas y el diseño de las vistas; Alejandro Marzoni, uno de sus mejores amigos, con el cual hizo la plaza central y posteriormente Diego Villaseñor un joven arquitecto.
La arquitectura como protagonista en el paisaje, la cual, en ocasiones, se camufla dentro de su entorno desértico cobra vida por sí misma. Con un lenguaje minimalista que sobrepone la función sobre la estética, se armoniza mediante proporciones perfectas e isométricas que permiten un equidistante manejo de luz y sombra y se hidrata así misma con una serie de piscinas que reposan en el infinito.cLa geometría de sus construcciones constituye un conjunto de formas perfectas que se funden dentro del paisaje y que se proyectan mediante símbolos y formas en sus propias constelaciones. La mística de sus espacios representa su independencia y eternidad en la naturaleza.
El arte y la simbología son protagonistas dentro de la arquitectura y el urbanismo de Careyes; La Copa de sol, una de las mayores esculturas dentro de la comunidad, es un hito artístico y conceptual que se conecta con su entorno en múltiples sensaciones. La mole de concreto de más de 27 metros de diámetro, está ubicada en uno de los acantilados con vista a Playa Teopa y representa la mujer en forma retórica y simbólica. En Careyes se respira arte, pero más allá del arte individual, es el arte como manifestación de la humanidad y su integración con la naturaleza.
Después de esto se inició un ciclo de obras y propuestas conceptuales de arquitectura viva y minimalista. “La palapa es una pieza de arte. Pero en los años 70, la palapa era para los “restaurantitos“” Afirma Fillippo el menor de los Brigone, quien está sentado con Lulu, la directora del Festival Onda Linda, en el la sala exterior de Mi Ojo con una de las mejores vistas en el mundo. Por más de dos años habíamos querido reunirnos para hablar de la importancia de Careyes en la región como destino; un lugar donde conviven el arte, la naturaleza y el conocimiento, generando a una de las comunidades más especiales de toda Latinoamérica.
¿Qué es Careyes?
Más que todo es una manera de vivir, es una manera de gozar la naturaleza, de verla, de vivirla. Es un lugar para conectarse con la naturaleza.
¿En qué momento Careyes deja de ser un destino vacacional y se convierte en una comunidad?
En cierto momento en los años 70 el Club Mediterranee, se puso de moda, era todo un destino. Un lugar donde todo lo que se hacía era bien hecho y para nosotros fue muy interesante porque empezaron a formar mucho personal. Luego empieza a llegar gente de todo el mundo. Hoy tenemos 42 nacionalidades en Careyes.
¿Y cómo es ese proceso en el que no solo es un proyecto personal de tu padre sino también un colectivo de pensamiento?
Careyes tiene dos cosas y una es la resultante de la otra. La gente que pasa tiempo en Careyes, que se pasea en las playas, sabe que hay una energía muy especial. O sea, cuando la gente dice “la magia de Careyes” es algo que te hace sentir bien. Eso de un lado. Y de otro lado, mi padre siempre quiso hacer casas en donde vives con un contacto real de la naturaleza; y es eso, poner estas dos cosas juntas, aún sin hacer publicidad, porque todo ha sido “word of mouth”. Los primeros artículos que se hicieron sobre Careyes, más que todo, eran sobre su arquitectura. Architectural Digest, o sea todas las grandes revistas con gente que llegaba y decía “quiero ver y sentir estas casas”. Llegan europeos, llegan mexicanos y llegan americanos que querían ver este mundo y querían integrarse en una comunidad diversa. Una de las cosas que ahora vemos, de gente que viene, es qué hay niños por todos lados, de varias partes del mundo. Y todos dicen “es fantástico. Que mis hijos estén dialogando con todas estas nacionalidades”.
¿Pero y el desarrollo como ciudad?
Careyes crece de una manera muy orgánica. No crece como un desarrollo inmobiliario. Todo fue espontáneo como “Hicimos ya las calles, hicimos esto, hicimos lo otro y ahora hay que buscar…”. Se hacía un pedacito. Estabas en la brecha de lo que podíamos hacer y luego llegaba alguien que sumaba más infraestructura.
¿Y tú crees que todo este tejido social que han construido por más de 50 años es un propósito desde el inicio o simplemente fue algo que surgió?
Es una evolución. Es ahí donde te decía, es una combinación de dos cosas. Mi padre siempre decía que Careyes nos protegía y ciertas decisiones que al final yo hubiera podido tomar no se hicieron. Y al final dijimos “qué bien que no se hizo” y creo que hoy la comunidad está muy fuerte, muy interesada en lo que es Careyes. Creo que un proyecto como Careyes hoy, es mucho más actual de lo que era 20 o 30 años atrás. La gente, en aquel entonces, todavía no veía la vida así. No veía lo que era un problema de densidad. Me acuerdo de desarrolladores que veían Teopa y decían “aquí hay que hacer 14 hoteles. No, vamos a hacer santuarios para tortugas”. O sea, poco a poco todo esto empieza a agarrar su espíritu y ahora la gente que llega, llega porque sienten que en Careyes hay algo de especial. Es diferente.
¿Cuál crees tú que de repente puede ser el reto más grande que deja tu padre con su partida? ¿cómo seguir perdurando en el tiempo? Toda esta mentalidad…
No, totalmente. Somos tres hijos, tenemos exactamente el mismo ADN. Además, la diferencia es que somos desarrolladores sin serlo. O sea, un lugar que no crece, es un lugar que muere, un lugar que crece demasiado rápido es un lugar que muere. Entonces toda esa parte de desarrollo orgánico es importante. Nuestro padre nos inculcó que no venimos aquí para hacer algo e irnos. Estamos haciendo algo y nos pensamos quedar, contrariamente a muchos otros inversionistas, fondos y bancos que venden y venden y después se van corriendo y se esconden… no. Esta es la tumba de la familia.
Y creo que es algo muy importante y la gente entiende que es un amor profundo por tratar de hacer cosas bien hechas. A esto no le veo gran cambio. ¿Y el secreto cuál es? El secreto es traer gente que piensa de la misma manera. No somos un desarrollo grande, no tenemos 2000 departamentos o 4000 para vender. Entonces sobre esto estamos bastante tranquilos, estamos creando un comité de selección. No agresivo, sino para decir que hay gente que llegó aquí y se enamoró y quería comprar algo. Es un lugar destino de familia.
Uno de los retos más complicados que tienen en esta clase de proyectos es poder involucrar a la comunidad local, ¿no?
Hoy estamos dando trabajo al 40% de la población de los pueblos cercanos. Hicimos una fundación en 2012. Hoy estamos dando mil cursos de inglés a la semana a niños. Creamos libros, también un coro, unos programas de ecología, unos programas de respeto y de entender la naturaleza. Después hay unos programas más didácticos. Estamos presentes en los pueblos constantemente. Acabamos de abrir una escuela de capacitación para gente que no puede ir a la prepa o a la universidad, pero todo esto lo hicimos con unos programas de Carlos Gil. O sea, estamos muy involucrados en lo que está sucediendo en los pueblos.
Cuando empezamos la fundación, no lo hicimos por ser políticamente correctos, sino para dar gracias a todas esas personas que nos han ayudado a crear este lugar. Son gente con una sonrisa, son gente buena. No tenemos, con suerte, a gente traviesa. Muy poca. Hay familias y utilizamos 55 personas de la misma familia entre casas y cosas y todo eso. Y creo que es una de las cosas más importantes. No puedes iniciar un desarrollo e ignorar lo que está alrededor, porque al final es donde más tienes que crear bases fuertes. Empezamos el programa de las tortugas hace muchos años. Llevábamos de a diez tortugas por temporada, ahora llegan más de dos mil. Ya liberamos 1,9 millones de tortugas. Hoy llega uno con una tortuga en el pueblo y entienden el respeto que hay que tener con una especie. Ahora estamos haciendo un libro sobre todos los animales. Por ejemplo, los pájaros, hay 272 especies y hay 24 que están endémicas. Con los niños hacemos paseos en bicicleta, donde recogen los plásticos, donde empiezan a entender lo que es la fauna y la flora. Donde se divierten, en donde también llegan los papás y los incluimos. Entonces hay que estar pensando todo el tiempo sobre cómo poder agregar toda esta comunidad.
Y en todos esos años y con esto que mencionas, ¿cómo ha sido la relación con el gobierno mexicano?
Básicamente inexistente. Ellos no nos buscaron y nosotros tampoco. Tuvimos que generar electricidad por muchos años, pero ahora está Comunicación Federal, Telmex. Nunca hubo un apoyo franco y abierto de parte del gobierno. Siempre hay “elásticos”, como yo digo. No lo necesitábamos pero también tenemos muy buena relación con todos. El presidente municipal nos ayuda cuando se necesita algo, pero nunca tratamos de deber. Todo lo que fue permisos de construcción de todo lo trabajamos. Salió el nuevo plan de ordenamiento de toda la costa y prácticamente es un modelo de Careyes. O sea, fue al revés. Somos nosotros los que les explicamos lo que no había que hacer. Entonces nada, tenemos muy buena relación con ellos.
¿La comunidad local cómo asume el acceso de sus hijos a otros idiomas?
Cuando empezamos con los cursos de inglés, sucedió una cosa muy interesante porque hicimos un piloto y en general, diría que el 80% muy felices, y un 20% como un poco reactivos. Es una realidad de los pueblos: “no quiero que mi hijo sepa más que yo”. Y el otro es que “no quiero que mi hijo aprenda el inglés porque se va a ir a Estados Unidos”. Y esto tenía una lógica, pero al final empezamos a crear mucho trabajo aquí y se dan cuenta que el inglés es algo esencial para poder trabajar en el turismo. En la zona. Entonces ya lo están viendo y analizando.
Tu padre dejó un legado muy grande en todos estos años que supongo tú y tus hermanos ayudaron a construir teniendo muchos hitos o logros a través de todos estos años. ¿Qué viene para los próximos 50 años de Careyes?
Gente interesante. Yo creo que Careyes tiene el potencial de convertirse en un Big Think Tank. Eso es lo que me interesa porque va a atraer cierto tipo de personas que están interesadas en la naturaleza. Continuar con nuestro festival de cine que ya estaba agarrando mucho reconocimiento porque llegaron gente que había ganado Óscar. Es esta cosa en la cual siempre hay un artista, un director, un escritor, gente que está tratando y estudiando cosas nuevas y traerlos. Lo interesante es que al final mi padre pudo tener un territorio suficiente para realmente decir “vamos a poner esto y esto”. Es un trabajo constante que nace de por sí, con nuestra semilla. Pero sí es definitivamente un lugar en el cual no tengo ninguna intención de aburrirme. Quiero tener gente con ciertas sensibilidades y hay muchas en el mundo. Parece grande pero el mundo es chico. Ahora queremos crear otra zona en el pueblo que va a ser el barrio de los artesanos, para dar también oportunidad a mucha gente que está interesada en Careyes que tiene recursos diferentes, darles un lugar en el cual van a poder tener unas casas bonitas, pero más que todo dónde está el cafecito, donde está el artesano. A ver si logramos comprar un horno para hacer cerámicas. Al final todas las cosas que estamos tratando de hacer, técnicamente ya existen. El problema es hacerlas bien, esa es la parte difícil.
¿Y en qué momento llega Ondalinda?
Vine por primera vez hace diez años y, obviamente, me enamoré del lugar. Es realmente único, tiene mucho carácter. Puedes ir a cualquier parte del mundo, y me siento muy bendecida por haber viajado mucho, y no hay nada que se compare con Careyes. Tiene mucha personalidad. Así que conocí a Filippo y le hablé de mi deseo. En primer lugar, me enamoré de México, del país, porque soy de Francia. Me mudé a Estados Unidos y estuve trabajando para Apple siete años, así que estuve en California y luego empecé a venir a México. Y me enamoré del lugar, me enamoré de Careyes, entonces le decía a Filippo, ya sabes, quería hacer este proyecto de hacer un festival de música en Cuba originalmente. Eso nunca sucedió. Y Filippo decía “¿por qué no lo haces aquí? Te encanta la cultura mexicana”. Y yo dije “¿puedo?” Y así empezamos juntos a crear esta visión de traer gente de todas partes y celebrar a México. Una de las cosas que siempre fue importante para nosotros es volver a la comunidad local, por lo que todo el arte grande y las instalaciones que se ven son todos los artistas y artesanos de la comunidad local. La idea siempre fue celebrar algo en torno a un tema, así que elegimos un tema para el año y luego construimos en torno a él todo un ecosistema de experiencias. Así que no es realmente un festival de música, es como una experiencia increíble de bienestar. Hay un pop up de moda con algunos diseñadores mexicanos, hay comida. Se trata de dos cosas: celebrar a México y retribuir a México, pero también crear un espacio seguro de gente inteligente realmente interesante y hacer que descubran diferentes tradiciones y estén juntos. Al igual que ahora hay una red muy estrecha de personas en la comunidad de Careyes y las personas internacionales vienen y han pegado bien juntos. Y sí, así es como empezó.
¿Cómo se gestiona este concepto de festival de lujo? Porque hay un montón de gente en América Latina y en todas partes que tiene mucho dinero pero tal vez no son gente tan cool.
En primer lugar, porque no somos ricos. (Risas) Pero en el otro lado, era algo que salía con generosidad. Cuando la gente llega ve como “guau, esta gente nos trata bien y el dinero que podemos pagar o poner dentro está ahí”. Nunca lo vimos como un centro de beneficios, simplemente tratamos de disfrutarlo para no perder dinero. Poco a poco los números van funcionando y cada vez ponemos más generosidad en todos porque esa es la filosofía.
¿Cuál es el futuro del festival? ¿Qué va a ser de las artes y la diversidad en la música?
Hay diferentes aspectos, el de Careyes siempre será sobre la celebración de este lugar, las comunidades locales y la cultura de los mexicanos, y con la fundación estoy haciendo un evento. Por ejemplo, en Los Ángeles donde estoy recaudando dinero para la gente con la que hemos estado trabajando desde el primer año. Cada año hemos tenido diferentes instalaciones de arte, exposiciones en la galería con hermosos artistas de Guajaca. La idea, especialmente el primer año, era “tienes que descubrir lo que yo acabo de descubrir. México es una locura”. Traje a diferentes amigos míos que he conocido desde nuevos proyectos artísticos poco convencionales hasta tradicionales que Filippo me ayudó a conocer y encontrar. Y desde entonces he puesto mucho amor y pasión, y he tratado de recaudar dinero para diferentes tribus. Este año me metí en el mundo de las NFT. Y cuando entendí de lo que son capaces las NFTs pensé wow. Así que estoy haciendo este evento en el que estamos vendiendo piezas físicas, así como NFTs, por lo que la comunidad para la que estamos abriendo una cartera obtendrá regalías para siempre. Así que esa es una de las cosas en las que estoy realmente interesada.
¿Y cómo convive todo este mundo joven de Ondalinda con un entorno familiar de Careyes?
Es un festival de cinco días en el que creo que los padres dejan definitivamente a los niños en casa, vienen y disfrutan, y muchos de ellos vinieron y me dijeron “oh, pero yo tengo niños, ¿cómo es el lugar?”. Es un momento muy especial porque los padres se toman un descanso.
Es una multitud muy diversa, no es realmente un festival, es un término muy malo para ello. No sé cómo decirle, llevo seis años pensando en ello y todavía no sé cómo llamarlo. Porque los festivales están muy asociados a esa fiesta joven, pero el nuestro es más bien de gente mayor o de un rango amplio que es divertido. Y creo que la otra cosa que es importante para mí es siempre traer diferentes tipos de personas porque ya sabes, sólo la mitad de las personas que tienen dinero, juntos sólo hacen un ambiente muy aburrido. Por lo que es en realidad una gran escala de personas que participan. Algunos son voluntarios y encontramos formas de integrar a un cierto número de personas que no pagan tanto como otros.
Así que creo que la gente que viene podría ser definitivamente gente que entendería y disfrutaría de Careyes con sus familias. No es como un vacío.
Siempre es el deseo de hacer algo un poco diferente y creo que tuvimos una muy buena acogida de mucha gente que venía porque quería divertirse, quería disfrutar de la música, quería disfrutar de la cultura y todo eso. Y no iban a acabar de repente en medio de la fiesta donde hay cien tipos de 20 años en medio. Esa no era la idea.
La gente está realmente fascinada, si ves la multitud te sorprendería el nivel intelectual. Hay toda una mezcla de gente exitosa, nativa, y esta es la belleza que tienes que encontrar. La otra cara es que odio la expresión “VIP”, pero algunas de estas personas tienen que dejar de lado este concepto de “zona VIP”. Aquí lo hacemos más como un gran espacio entre amigos.
Nos importa la experiencia que tiene la gente, he trabajado con muchas empresas, pero siempre lo veo desde el punto de vista del cliente. Cuando organizas una experiencia, cuando llegas allí, ¿qué aspecto tiene? ¿Qué se siente? ¿Qué tipo de sonidos escuchas? Así que elegí el tema del micelio por la reconexión. Nos centramos en esto porque hemos estado separados durante dos años y hemos aportado, en torno a este tema, un montón de cosas diferentes. Cuando creamos estos grandes hongos inspirados en la película Fantastic Fungi con láseres, añadimos el sonido de los hongos que crecen. Así que cuando entras en los campos fotográficos es una locura porque hay diez mil velas y una instalación artística, pero además hay sonidos. Es una experiencia muy completa.
Hemos tenido un gran equipo de personas a nuestro alrededor, eso también es muy importante, que son apasionadas y la otra cosa es el nivel de servicio que la gente está recibiendo. Todos han dicho que es increíble, pero no es nada pretencioso, es normal, es natural. Si vienes a nuestra casa te mereces que te traten bien. También hay mucha comida mexicana en Estados Unidos, y la comida mexicana la hace el pequeño restaurante de este lugar. Y en todo esto surgimos juntos. Si vuelves un poco sobre lo que es Careyes, creamos un lugar que es auténtico porque crece de manera orgánica. El otro día alguien me preguntó “¿por qué Careyes es tan estético?” Y yo dije “porque la autenticidad dicta la estética”. Y cuando empezamos el festival todo el mundo en Careyes que tiene casas aquí decía “¿a dónde va toda esta gente?”. Y ahora uno de los problemas que tenemos es que todos quieren venir y cada vez hay más gente de la comunidad de Careyes que quiere participar porque entiende lo que estamos haciendo.