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Canciones, terapia y psicodiagnóstico

El cabecilla de El Cuarteto de Nos hace un track x track de Lámina 11, el nuevo álbum de la banda uruguaya

Por  ROBERTO MUSSO

agosto 3, 2022

KARIN TOPOLANSK

‘Lámina 11’ cuenta con ocho canciones, producidas algunas por Héctor Castillo y otras por Eduardo Cabra. Musicalmente es un disco bastante ecléctico, creo que más rockero y más guitarrero que su antecesor, Jueves, en varias canciones.

A nivel lírico hay un núcleo de algunos tópicos que lo atraviesan de principio a fin. Son canciones, la mayoría, compuestas postpandemia, pero que reflejan situaciones y personajes en los cuales la pandemia puso énfasis, hizo lupa; las luchas de poder, la polarización radicalizada, la eterna búsqueda de culpables, la paranoia, las conspiraciones, esa obsesión por clasificar a las personas, esa obligación de tener que siempre estar opinando, y la hiperestimulación de imágenes y noticias continuas.

‘Flan’

Cuando le enviamos la maqueta a Eduardo Cabra, le llamó mucho la atención la mezcla que había entre una especie de marimba africana y un estribillo tirando a las guitarras con distorsionadores. Le interesó contraponer esos elementos durante toda la canción, y quedó un resultado muy hermoso de producción musical.

Yo tenía, antes de la pandemia, unas cuantas frases o posibles títulos de canciones que, increíblemente, cuando empecé a revisarlas en el 2021, muchas se habían resignificado enormemente, otras habían perdido el sentido, otras podían ser interpretadas como un lugar común justamente por lo de la pandemia.

“Aquí estoy esperando que cambie el mundo”, era una que justamente tenía, y que había retomado un vuelo y un sentido, quizá totalmente distinto al que le había escrito, antes si quiera de pensar que podía llegar todo esto del coronavirus. La primera frase que se escucha justamente es esa. Traza un paralelismo entre lo endeble, lo frágil, lo tembloroso que está el mundo, que estamos nosotros como sociedad, con un flan que aparece en una publicidad durante toda la canción. Plantear un flan como metáfora parecería poéticamente arriesgado, pero resultó atractivo e interesante aceptar ese riesgo.

MUY REFLEXIVOS, AUNQUE NO PAREZCAN: En su nuevo álbum, El Cuarteto de Nos cuestiona profundamente la situación que hemos creado al vivir sometidos en la dictadura de las pantallas.
KARIN TOPOLANSK

‘Rorschach’

El título es el apellido del psiquiatra, psicólogo y artista plástico German Rorschach, de origen suizo, que creó el famoso test de las diez láminas, donde aparecen unas manchas de tinta simétricas, y quien se somete a ese test tiene que decir lo que aparentemente ve en cada una de esas láminas. A partir de eso, como que es clasificado con determinadas patologías psicológicas o no.

Me resultó interesante ponerlo como correlato de cómo estamos hoy por hoy exigiendo siempre a todas las personas ponerse de un lado o del otro de cualquier situación polarizada. Cada uno tiene que, con muy poquitos datos, expresarse y dar su veredicto sobre uno de los dos bandos posibles que siempre son –A o B– excluyentes.

En este caso, el personaje de la canción, tratando de huir de esa presión, dice, “Bueno, yo no voy a decir lo que ustedes quieren que diga porque realmente solo veo manchas; no tiene nada de malo, y estoy en todo mi derecho de ver solo manchas”. Por ahí viene esta canción como de rock psicótico.

Es la canción que inspira todo el arte del disco con su portada, con las diez láminas, incluso con el nombre; Lámina 11 justamente vendría a ser la que sigue a la lámina diez, pero que no existe, hay que pensarla, o puede ser incluso la portada del disco con el escudo heráldico del Cuarteto. Nos pareció interesante ese juego porque de entrada, cuando empecé a trabajar la canción, como que me hipnotizó lo que eran las figuras de las láminas y sus posibles significados.

‘Frankenstein Posmo’

La canción número tres lleva este nombre por lo de “Frankenstein postmoderno”, haciendo un paralelismo entre el libro de Mary Shelley, entre la criatura creada por el doctor Frankenstein y un personaje del mundo actual. El símbolo de Frankenstein es la mejor forma de representar la postmodernidad porque es esa mezcla de fragmentos, y la criatura no es responsable de los mismos, y está ansiosa por su pasado. Son fragmentos de carne y hueso en el caso del antiguo Frankenstein, y fragmentos de información o de “pixelado”, como dice la canción en el personaje actual.

Finalmente, esta criatura termina asesinando a su amo. Esa hiperestimulación, causada por la velocidad de las imágenes, resulta obviamente superior a la capacidad de absorción y retención de cada una de nuestras psiquis. Esos estímulos, siempre veloces y siempre presentes, no dan tregua, y se volatilizan antes de que podamos procesarlos.

El espectador está cautivado por todo y por nada a la vez, excitado e indiferente, desparramado y diseminado en una opción banal que recorre cada pantalla sobresaturada de momentos puntuales, entonces, genera la obsesión por no renunciar a nada, una especie de temor a perderse algo interesante o actual.

En realidad, uno no busca nada en especial, se juega a no renunciar, no hay opción, ni se elige nada específico. Por eso es que el monstruo de Mary Shelley y este monstruo postmoderno deambulan solos, se sienten solos emocionalmente, buscando algo de paz.

‘Maldito show’

Como no podía ser de otra manera, hace alarde de eso, y tiene un ritmo y un estribillo muy pegadizos; el show debe continuar, ¿no? Como entretenimiento, como sedante, como canalizador para desviar la atención, y también como negocio. Todo queda registrado por los ojos de las cámaras, la política, la guerra, el deporte, el arte… La catástrofe es la cultura, esa realidad se va construyendo a través de los ojos de las cámaras en ese relato que resulta más despiadado que espectacular al final.

En definitiva, como dice la canción, es “la vida convertida en producto”. Es una especie de representación de la realidad que muestra algo todavía más real que la experiencia vivida; más real que nuestras propias necesidades, quedando nosotros solamente como espectadores pasivos, aceptando ese estado de las cosas.

Toda la vida en las sociedades donde rigen las condiciones modernas de producción, hay una inmensa acumulación de espectáculos; lo que antes se vivía directamente se aleja ahora en una suerte de representación, nada más. Entonces, como dice el remate de la canción, “El show debe entretener, el show debe seducir, el show debe anestesiar, el show debe facturar”.

‘Chivo expiatorio’

Tiene la particularidad de un riff de bajo que atraviesa la canción de principio a fin, medio invariable. Nos pareció interesante con la producción de Héctor Castillo, el mantener ese riff, y que lo único que vaya dándole las novedades a la canción sean justamente las variaciones de la melodía, de los tipos de voces y de los coros, y obviamente el relato que va contando la canción sobre esa especie de mantra que hace el bajo.

Me llamó la atención abordar el tema de la culpa, creo que es uno de los ejes de Lámina 11; esa necesidad imperiosa que tenemos como seres humanos y como sociedad, de estar siempre buscando un culpable para las cosas que nos pasan, cuando en realidad esa búsqueda tendría que empezar por nosotros mismos, por una autocrítica, por la autoculpabilidad, y no buscar inmediatamente al culpable siempre en el otro bando. Tan polarizado que está todo, siempre el culpable va a ser el que está del otro lado.

Me pareció interesante citar personajes de distintas épocas y culturas, como el caso de Pandora en la mitología griega, o el caso de Judas como personaje bíblico, para contrastarlos con la realidad de hoy, que increíblemente sigue siendo igual en esa eterna búsqueda del chivo expiatorio. Siempre alguien cargará la culpa.


Según Musso, el disco habla de “las luchas de poder, la polarización radicalizada, la eterna búsqueda de culpables, la paranoia, las conspiraciones, esa obsesión por clasificar a las personas, esa obligación de tener que siempre estar opinando, y la hiperestimulación”.


‘Fiesta en lo del Dr. Hermes’

Fue el primer single del disco, y tiene una estructura poco estándar porque navega, por momentos, en un down beat más rapeado, después tiene un estribillo pasado para el rock, y sobre ¾ de canción, aparece un corte abrupto con un contrapunto más lírico entre las sopranos y los tenores, y termina en un rave, como cuando termina la fiesta, o sea que va pasando por distintos estados.

La canción trata otro tema que también atraviesa bastante a Lámina 11, que son los juegos de poder. En este caso, ese enigmático personaje del Dr. Hermes, nunca se sabe quién es porque nunca aparece, pero aparenta ser su casa el recinto de esa fiesta donde están invitados todos los que cortan el bacalao, los que tienen la sartén por el mango. Todo eso está contado por una especie de narrador, aparentemente alguien neutral que simplemente va relatando esos hechos. Por eso, cerca al final de la canción, aparece ese contra punto de dos coros, los que están dentro del perímetro de la casa, y los que están afuera, obviamente echándose las culpas cada bando de lo que está pasando. Los que están adentro dicen que los que están afuera quieren entrar simplemente para usurpar su lugar, y que después este ciclo se vaya repitiendo infinitamente; y los que están afuera dicen que siempre es lo mismo, que son los mismos por nepotismo, por amiguismo, se perpetúan en ese lugar.

Esos temas de la sociedad tan polarizada, de las conspiraciones, creo que la pandemia los puso bajo la lupa, son el caldo de cultivo de todos los doctores Hermes que hay en el mundo, y donde se sienten en su salsa.

‘Cinturón gris’

Quizá sea la canción con más perfil pop de los ocho temas, un pop más guitarrero, con la producción de Héctor Castillo.

La lírica trata sobre un personaje que intenta, por todos los medios, llamar la atención. Tiene esa necesidad de que le pregunten qué es lo que le pasa o cómo está, pero no encuentra mejor manera que salir a la calle con implementos e indumentaria que en su psiquis tratan de deslumbrar a la gente para llamar justamente esa atención. Pero entre tanto colorido y tantos accesorios llamativos, lo único que capta la atención de alguien en su periplo es justamente el cinturón gris, un elemento que él pensaba que era el menos indicado para impresionar a alguien.

En definitiva, como dice al final la canción, “Lo simple resalta entre tanta extrañeza”, y él vuelve medio derrotado a su hogar, diciendo que va a intentar, como todos los días, nuevamente salir a la calle a que alguien le pregunte qué es lo que le pasa hoy, sin darse cuenta, o algún día quizá se da cuenta de que la respuesta está justamente en su cinturón gris.

VIGENCIA Y LONGEVIDAD: Aunque gran parte del público en la región los conoció con Raro, de 2006, la banda uruguaya venía trabajando a una escala menor desde mediados de los 80, cuando se abría un importante espacio en el underground del Río de la Plata.
KARIN TOPOLANSK

‘La ciudad sin alma’

Un tema entre nostálgico y esperanzador, con la frase final de que “Algo renacerá en un mejor lugar”. Si bien puede ser una ciudad de concreto, con los edificios, con el tráfico, con la gente caminando con la paranoia que estamos teniendo hoy todos, pero también puede ser una ciudad virtual.

No me gustó cancelar ninguno de los dos caminos, esa ciudad desalmada podía funcionar simultáneamente en cualquiera de los dos mundos. Tiene ese dejo de canción, musicalmente hablando, a un ritmo más lento que los habituales con el Cuarteto, pero cerca del final explota en un interludio donde trata de reflejar un poco el derrumbe y la destrucción de la ciudad como estaba antes de que se les extirpara el alma. Ese final tiene esta mezcla de pseudoesperanzador, pero también súper melancólico, “Algo renacerá en un mejor lugar”, también juega con el “Nada se va a construir sobre estos escombros”; seguramente ese lugar no sea el mismo donde estaba construida la ciudad anterior.

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