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Bad Bunny ya ha conquistado el mundo. ¿Qué le queda por hacer?

Para Benito Antonio Martínez Ocasio, el estrellato global ha venido de la mano de la atención contínua de los tabloides, los escándalos en internet y toda clase de “cabronería”. Ahora intenta llevar la mientras sigue fiel a sus raíces y a su visión del mundo.

Fotografías por Daniel Sannwald; Estilismo por Nicola Formichetti; Diseño por Ben Ganz.

junio 21, 2023

Detrás del escenario, minutos antes del concierto de Bad Bunny como cabeza de cartel en Coachella, parece que todo el mundo va de arriba abajo con la adrenalina por las nubes. Un grupo de bailarines sube por unas escaleras hacia sus marcas cuando un guardia de seguridad le impide el paso a un diseñador de vestuario que está entre ellos y se niega a dejarlo pasar. “¡Que es el diseñador!”, grita una mujer con un quiebro de ansiedad en la voz por la infinidad de cosas que pueden salir mal.

Se abre una puerta de par en par y Kylie y Kendall Jenner se abren paso entre bambalinas; me sorprenden tanto que me doy la vuelta y casi le doy a Kylie con la mochila. Cerca, una tropa de fans echa a correr intentando entrar en una zona privada que se abre justo delante del escenario, que se está llenando a toda velocidad con celebridades de todo el mundo. Al final, las Jenner; Jennie, Rosé y Jisoo de Blackpink; el cantante mexicano Peso Pluma, y Hailey y Justin Bieber están en primerísima fila para ver a Bad Bunny hacer historia en tiempo real.

La muchedumbre irradia una energía caótica e incontenible; todo el mundo entiende que este concierto marcará un antes y un después muy concreto. Bad Bunny está a punto de convertirse en el primer cantante latino en solitario y el primer artista de habla hispana en ser el cabeza de cartel de Coachella en los treinta años de historia del festival.

Aretes Wing de Xtended Identity, lentes Twisted de Ottolinger, collares de APT.1007.

Las pantallas parpadean. Mientras el público ruge con una fuerza ensordecedora de pura emoción, Benito Antonio Martínez Ocasio ya está en el escenario, a oscuras, y un mantra le recorre la mente: “Gracias a Dios, gracias a la vida por permitirme disfrutar de esto, por poder hacer lo que a mí me gusta”. Es uno de los pocos momentos de intimidad que se permite durante el concierto; si algún pensamiento lo distrae, tiende a olvidarse de la letra y este acontecimiento es demasiado grande para permitirse ninguna distracción.

Martínez se zambulle en su setlist, repasa los éxitos de Un verano sin ti, su disco del año pasado que conquistó al mundo. Entremezcla en su actuación detallados tributos en vídeo a la salsa y el reggaetón, repasa la historia de la música y honra a artistas de generaciones pasadas. “Fueron muchos antes de mí que hicieron cosas grandes también. Lo que pasa es que quizá a veces la gente se olvida o, qué sé yo, los gringos no estaban prestando tanta atención. Entonces ahora que el foco somos nosotros, [quiero dejar] claro que hay un camino largo antes de mí que merece ese reconocimiento”. A mitad del concierto, saca al escenario a los pioneros del reggaetón Jowell & Randy y Ñengo Flow para “Safaera”, ese minimix de perreo que no para de transformarse, va sobrado de voltaje y se levanta sobre cambios de beat y samples; un tema que encarna el espíritu de las fiestas de marquesina puertorriqueñas.

Y entonces, de repente, un obstáculo inesperado. Martínez quería sorprender al público con un invitado especial; alguien con quien nunca había colaborado, alguien que nadie iba a adivinar. En las últimas semanas de ensayos, llamó a Post Malone, que accedió a echarle una mano, aunque no se habían conocido en persona. Malone aparece a mitad del concierto y se une a Martínez para las versiones acústicas de ‘Yonaguni’ y ‘La Canción’. Por desgracia, cuando Malone empieza a rasgar las cuerdas, el micro de su guitarra se desconecta y los dos se quedan ahí plantados, trasteando con una cuerda unos cuantos minutos. “Me preocupaba mucho por él”, nos cuenta Martínez más tarde. “Cuando yo le veo la cara, tiene una cara como de que no puede ser. Trágame tierra. […] Yo cogí el liderazgo y [le dije]: “‘Tranquilo, tranquilo””. Martínez hace que el público cante con ellos para que pueda terminar las canciones a capella, incluso mientras Malone sigue rasgando una guitarra silenciosa. “Lo primero fue la reacción de no perder la cabeza”, recuerda el artista. En cierto momento del concierto, se monta en una moto acuática —parte del elaborado diseño del escenario— y canta un par de temas con Jhayco mientras Malone se queda en el escenario, bailando y siguiendo el ritmo hasta que se apagan las luces.

Al final, el espectáculo de dos horas fue un concierto sin precedentes; imperfecto, histórico y humano. En cuanto terminó, Martínez se subió a un coche y volvió a la casa de Palm Springs que tenía alquilada durante el festival. Se dio un baño. Se tomó un bol de cereales. Y, a los minutos, se quedó dormido como un tronco. “Me acosté en la cama, tranquilito, tranquilito”. Con toda la calma del mundo, un día como cualquier otro en la vida de una megaestrella global.

¿Creen que Bad Bunny se tomó unos días libres después de Coachella? Por supuesto que no. Cinco días después de su actuación, pone rumbo a Lucerne Valley (California) —característico por esos paisajes secos y áridos que han servido de escenario para películas de vaqueros como La diligencia o películas de terror como Las colinas tienen ojos— para rodar el videoclip de su última canción, ‘Where She Goes’. Esta lúgubre canción de mal de amores nos cuenta la historia de una noche con un vertiginoso beat estilo Jersey Club. El título es una provocación: “Me gusta poner a la gente a pensar y que piensen que viene con un tema inglés. Porque está la gente jodiendo como atatatata“, dice, imitando el parloteo incesante que oye en redes sociales. Escribió el tema en Los Ángeles, allá por febrero, después de revisitar una canción que le envió su productor, MAG. En redes se especula si trata de la relación que se rumoreó que tenía con Kendall Jenner, pero cuando le pregunto lo que le inspiró, lo único que me dice es “cosas de la vida”.
Antes del rodaje, todo el equipo recibió un mensaje con el que se les instaba a llevar mascarilla por los feroces vendavales de la zona. Stillz, el director habitual de Martínez, lo ayudó a desarrollar el concepto del videoclip, donde se ve al artista atravesando el desierto a toda velocidad con un Rolls Royce vintage mientras una serie de visiones —una mujer con alas de ángel, caballos salvajes levantando una buena polvareda— pasan por su lado a toda velocidad.Martínez llega directo al set y se mete directo en su tráiler para prepararse para la primera toma. Mientras se cambia en la parte de atrás, unos cuantos miembros de su equipo —entre ellos, su representante Noah Assad y su asesor creativo Janthony Oliveras— están reunidos junto a una cocinita viendo a Los Cangrejeros de Santurce, un equipo de baloncesto portorriqueño del que Martínez y Assad son dueños. Hoy juegan contra Los Vaqueros de Bayamón. Cuando el artista sale con unos pantalones azul oscuro y una chaqueta tachonada, ha estallado una acalorada discusión sobre los refrescos: la mitad dice que siempre saben mejor en lata; la otra defiende las bondades de los de dispensadores. Martínez interviene y zanja el debate: “Soda de lata. No tiene comparación. La única que se la podría parar, por el sentido nostálgico, podría ser la de máquina, pero no en la misma máquina, sino la del cine”.

Chaleco y pantalón Liquid Metal de Heliot Emil, lentes Gentle Monster de Paso BL3, zapatos Trainer de Louis Vuitton, aretes Wing y anillo de Xtended Identity, anillo Swirl de Tom Wood, anillo Signet de Martine Ali, anillo Tendril de Austin James Smith, collares de APT.1007.

Parece que está hablando de un vestigio de su antigua vida, cuando era un estudiante que trabajaba de auxiliar de tienda en un supermercado y creaba beats en su habitación; a mundos de distancia de donde está ahora. En el último año, ha llegado a otro nivel estratosférico de estrellato: Un verano sin ti se convirtió en el disco más importante del mundo en 2022, según la IFPI (Federación Internacional de la Industria Fonográfica), así como el más reproducido en Estados Unidos, por encima de Beyoncé y Taylor Swift, al mismo tiempo que hacía historia como el primer álbum en español que recibía una nominación a los Grammy en la categoría de disco del año. También tuvo un cameo memorable en Tren Bala junto a Brad Pitt. Fue el artista más reproducido de Spotify por tercer año consecutivo y batió el récord mundial de ingresos por gira en un año natural. Ha conseguido todas esas hazañas sin miedo y sin atarse a nada: se ha negado a hacerle concesiones al mercado anglosajón, ha desafiado convenciones de género con su concepción de la estética y, por el camino, les ha dado alas a otras comunidades puertorriqueñas y latinas. Su música es descaradamente política, pero también estilísticamente impredecible, y nos la transmite a través de esa tesitura de barítono tan singular que lo ha convertido en un icono del pueblo.

Todo esto ha culminado en unas cotas de fama que parecen haberle brindado el don de la ubicuidad; está en todas partes, hasta en los supermercados Walmart, donde, justo el otro día, uno de los miembros de su equipo encontró una revista Bad Bunny no autorizada. Tengo una copia delante, la hojeo y me encuentro un cuestionario sobre su vida. Se lo paso y le digo en broma que debería hacerlo. Algunas preguntas, como la profesión de su madre y su padre en Puerto Rico (profesora y camionero), son fáciles, pero es incapaz de recordar cuál de sus canciones fue la primera en entrar en la lista Hot 100 —esta es difícil, fue el éxito de 2017 de Becky G, ‘Mayores’, en el que él colabora— y de quién era el récord de gira que batió en 2022 —el de Ed Sheeran—. Al final, ni siquiera Martínez lo sabe todo sobre sí mismo.

A decir verdad, cuesta seguir los pasos de su carrera, que se ha desarrollado como un torbellino. A principios de 2022, se recorrió estadios por toda Norteamérica para El último tour del mundo. Justo semanas después de su último concierto, sacó Un verano sin ti y presentó The World Hottest Tour, que lo llevó a algunos de los estadios más grandes de todo el mundo. Se pasó los siguientes meses copando titulares por sacar al escenario a invitados sorpresa como Romeo Santos o Cardi B, y por agotar entradas concierto tras concierto.

Aretes Diamond Gold de Tom Wood.

Su primera actuación de 2023 fue toda una salva de apertura para los Grammy con la que honró sus raíces caribeñas. Una captura de la subtitulación para personas sordas de la emisión televisiva que decía “cantando en no-inglés” se hizo viral. Pero, y aquí es donde la ubicuidad global se complica, otros momentos del año también se hicieron virales: un vídeo infame en el que él lanza el móvil de una fan que se le plantó delante y lo atosigó para hacerse una foto; robados de paparazzi con Kendall Jenner, fans frustrados por sus declaraciones sobre cuestiones raciales y su canción ‘El Apagón’ —luego seguiremos con esto—. Entre medias, juicios; entre ellos, uno por la demanda de una exnovia que alegaba que el artista había utilizado su voz en dos canciones sin que ella lo autorizase, y un sinfín de opiniones en redes.

En persona, Martínez es más alto de lo que me había imaginado, pero aparenta menos de 29 años. Aunque ha estado entrenando para su próxima aparición en un evento de lucha libre, WWE’s Backlash, es más larguirucho que musculoso; está con las piernas estiradas bajo una mesita en el tráiler. Sus enormes ojos marrones se quedan fijos mientras transmite lo que piensa. Cuando se exaspera, habla como una alegre metralleta, sobre todo mientras despliega las complejidades de un loco 2023.

No le importa trabajar; describe el tiempo que pasa de gira como intenso, pero también bonito, una oportunidad de conectar con sus fans. Aun así, a finales de 2022, fantaseaba con un momento en el que pudiera hacer un poco de repliegue y centrarse en sí mismo una temporada. “Y es lo que trato de hacer.  Sin importar los obstáculos, porque está cabrón”, dice, intentando hallar la expresión justa.  Por un momento, se desvía del tema de la conversación. “Yo amo el mundo. Pero a veces lo odio”, declara finalmente. Lo miro sorprendido, pero se está riendo, con un relumbre ligeramente pícaro en los ojos. “Esa puede ser la portada: “Amo el mundo y a veces lo odio “. 

Hay una cierta levedad en su manera de decirlo. Le encuentra el humor a todo, sonríe con picardía y se niega a tomarse las cosas demasiado en serio. Pero también está siendo sincero: “Chequéate esto”, continúa. “Antes de que se acabara el 2022, yo digo en una entrevista: ‘El 2023 lo voy a coger para mí, para descansar, para trabajar mi salud física, mi salud mental, para tener mi espacio, para disfrutar, para ser feliz”. […] Y el 2023 empieza con cabroneria’”.

Overol de Gucci, botas Eki de CAMPERLAB, lentes Twisted de Ottolinger, aretes de Martine Ali, anillo de diamante hecho a medida de Pristine Jewelers.

¿A qué se referirá exactamente con esto? ¿Con tonterías? ¿Con mala onda? En concreto, se refiere a la indignación que se extendió por redes sociales tras lo del teléfono móvil, a la triste ironía de desear un año tranquilo y que venga uno con curvas. Pero también se niega a que esas cosas le pasen a la piel. “Es que en realidad no me importa lo que diga o lo que piense la gente”, dice. No deja de ser un artista que ha convertido en su sello personal hacer exactamente lo que le da la gana; y su objetivo actual es seguir haciéndolo incluso a pesar de las exigencias del estrellato y una carrera que sigue su ascenso vertiginoso.

Unos minutos después, se dirige al desierto para rodar. Sabía que venían tormentas de arena, pero no previó lo fuertes que serían. Vuelve al tráiler, todo rojo por el azote del viento, frotándose las manos enrojecidas y agrietadas, pero más tarde vuelve a intentarlo. Antes de irme a casa, distingo su silueta, que se perfila en la lejanía, plantando batalla a los elementos.

En enero, Martínez se fue de vacaciones a la República Dominicana. Estaba caminando por la calle con unos amigos cuando un grupo de fans se acercó corriendo a saludarlo. “La gente está grabando”, me dice. “Me encanta ir a la República Dominicana, y yo saludaba, ‘¡Qué lo que!’, por aquí, por allá, pero esa persona se me metió en el mismo medio, se me recostó encima, así como que con el cuerpo”” añade. Su reacción inmediata fue lanzar el teléfono.¿Se arrepintió? “¡Al otro día! Al otro día, al otro día”, confiesa, levantando las manos al aire. Pero sintió que habían invadido su espacio personal y añade que no lo tiró al mar, como apuntaron algunos medios. “Mano, ese celular existe, ese celular no se rompió, me molesta que es algo que nunca han dicho, yo no lo tiré para el agua. Lo tiré para un arbusto”. Añade que la mujer lo recogió justo donde cayó. “Debería subir el video. Ella lo tiene”, dice entre risas secas.

Las redes se convirtieron en un hervidero de debates sobre su comportamiento; algunos lo defendieron, mientras que otros—entre ellos, unos pocos artistas de reggaetón— pensaron que tirar el móvil de una fan era pasarse de la raya. Martínez se cerró las redes sociales y se retiró a una mansión que se dice que ha comprado por 8,8 millones de dólares en Hollywood Hills.

Tras anunciar que formaría parte del evento de lucha libre Backlash, que se celebró en Puerto Rico en mayo, empezó a trabajar con un entrenador de WWE. Se puso al día con series y películas. Ha estado viendo de nuevo Juego de tronos porque Oliveras la tenía pendiente; también ha hecho maratones de Terapia sin filtro, de Apple TV+, protagonizada por Jason Siegel como un terapeuta que está pasando un duelo y que asume un papel activo en la vida de sus pacientes.

Martínez también se ha metido en el mundo de los vinilos de los setenta, un periodo que dice que está inspirado su música. Estaba revisando cubetas en una tienda de discos de Santa Mónica cuando encontró uno del artista puertorriqueño José Feliciano y fue como entrar en un túnel del tiempo que recorría los sesenta años de carrera del compositor. Sí, está el clásico villancico ‘Feliz Navidad’, pero también las diecinueve nominaciones a los Grammy, sus 56 discos y su interpretación desnuda y folk del himno estadounidense, “The Star-Spangled Banner” en 1968 que fue recibida con tanta rabia que los racistas empezaron a pedir la deportación de Feliciano, aunque los puertorriqueños son ciudadanos estadounidenses.

“Me impactó mucho saber que yo creo que muchos de los chamaquitos, las nuevas generaciones, no conocen lo grande que fue “, explica Martínez. “La gente está como: ‘Bad Bunny ahora está rompiendo acá con los gringos’.  No, papi, Jose Feliciano estaba rompiendo con los gringos desde los setenta, estaba haciendo gira mundial en Londres, cantando en inglés y cantándole al público que hablaba inglés”.

En cierta medida, la historia de Feliciano refleja una visión ahistórica de la música latina, perpetuada por los medios de comunicación anglófonos: la idea de que los artistas latinos existen en ciclos que funcionan como booms que solo son relevantes cuando los públicos anglosajones los consideran populares. La música latina está creciendo a toda velocidad —el año pasado generó más de mil millones de ingresos contando únicamente a Estados Unidos, un aumento del 23,8 por ciento con respecto al año anterior (una buena parte, gracias a Martínez)—. Pero centrarnos en cifras de ventas y viabilidad comercial puede aplanar décadas de arte y gigantescas figuras latinas que han sido una parte fundamental de la historia musical estadounidense.

Las joyas del reggaeton

Bad Bunny siempre deja claro  de dónde viene y los artistas que lo inspiraron. En Rolling Stone, quería honrar a sus héroes del género  — Tego Calderón, Héctor El Father, Wisin & Yandel, Arcángel, Don Omar y Daddy Yankee — con collares diseñados por Avi Davidov y Ofir Ben-Shimon.

Este tipo de relato era a lo que el artista quería darle la vuelta en Coachella. Una manera de hacerlo, pensó, fue invitar a Feliciano a compartir escenario con él. Durante el segundo fin de semana del festival, el veterano artista de 77 años subió a las tablas para dar pie a un momento emotivo y tocó la parte acústica que le había correspondido a Post Malone la semana anterior. (Feliciano tuvo mejor suerte con los micros).

Martínez también incluyó unos vídeos homenaje —toda una lección de historia entremezclada en su directo, con la que les rindió homenaje a leyendas de la salsa cubana como Celia Cruz o La Lupe, a titanes del reggaetón como Tego Calderón y Daddy Yankee, mientras que sondeaba los orígenes negros de esos géneros y las influencias a lo largo y ancho del Caribe que los han cincelado—. El enfoque fue similar al de otra de sus actuaciones en un escenario muy exclusivo: el de los Grammy, donde el pasado febrero subió a las tablas grandes tradiciones musicales puertorriqueñas como la bomba y la plena. Acabó su concierto con cabezudos que representaban iconos muy queridos de la isla, como la leyenda del béisbol Roberto Clemente, el cantante y compositor Ismael Rivera, entre otros.

El artista no suele quedarse en el mero gesto y a veces los remata con acciones más directas, como cuando canceló su gira europea de 2019 para unirse a las manifestaciones en Puerto Rico contra el gobernador de entonces, Ricardo Rosselló. El pasado julio, estalló contra LUMA Energy —empresa privada que ha estado gestionando de mala manera la red eléctrica de Puerto Rico— y el actual gobernador, Pedro Pierluisi, en un concierto en San Juan: “A Pierluisi y a todos los mamabichos  que gobiernan el país, al carajo”. “Representa cosas diferentes en momentos diferentes, pero creo que siempre representa a Puerto Rico”, dice Vanessa Díaz, catedrática en la Universidad de Loyola Marymount (Los Ángeles), quien imparte un seminario llamado “Bad Bunny y la resistencia en Puerto Rico”. “Creo que siempre representa un espíritu puertorriqueño de resistencia y lucha, y la complejidad de la vida en la isla”.

Desde que empezó con la música, Martínez ha intentado captar la profundidad de la identidad puertorriqueña y las tradiciones caribeñas. Por eso quizá a algunos fans les resultara chocante su aparición en la portada de Time en marzo, cuando aprovechó para hablar de “El Apagón”, probablemente su canción más política desde las manifestaciones. La canción es una referencia a los cortes de luz que ha sufrido Puerto Rico tras la estela del huracán María y celebra la belleza de la isla al tiempo que denuncia la gentrificación y la obligación de marcharse. Hablando con la revista, Martínez confesó que escribió uno de los versos — “ahora todos quieren ser latinos, pero les falta sazón”— después de sentir frustración con la manera en la que ciertos artistas parecían adoptar la identidad latina solo cuando les resultaba conveniente. Sin embargo, añadió: “Pero ahora ese sentimiento me ha superado. No es que me sienta así en este momento”.

Las citas de la entrevista rebotaron como balas perdidas por redes sociales, donde fueron traducidas, mutiladas y malinterpretadas, se llegó a decir que Martínez afirmaba arrepentirse de haber hecho ‘El Apagón’. La gente se le echó encima; además, fue en un momento que más o menos coincidió con las fotos de los paparazzi en las que aparecía saliendo con Jenner. De repente parecía que todo el mundo tenía una opinión sobre él. “Por desgracia, parece que a Bad Bunny se lo ha comido el mercado gringo… ¿Por qué se arrepiente de haber escrito uno de los versos más icónicos de ‘El Apagón’?”, escribe una persona en Twitter. Otra persona se hizo viral con un encendido discurso en TikTok en el que tachaba las salidas de Martínez con Jenner de un ejemplo del “poder de una mente completamente colonizada”.

Pareció que Martínez atajaba toda esta controversia en un discurso improvisado en Coachella: “Todo lo que ustedes vean por ahí que no haya salido de mi boca, no lo crean. Y el que quiera conocerme de verdad, yo lo invito a mi casa”.

Cuando le pido que me clarifique lo que significó aquel discurso, se queda callado un segundo. “Es un tema delicado”, contesta finalmente. “Por culpa de esa entrevista, se salió un poco de contexto y entonces me daría mucha pena que pase lo mismo con esta. Pero trataré de explicarlo: yo lo que dije es como que realmente la gente es graciosa, es graciosa y a la misma vez es frustrante ver cómo la gente en realidad piensa que conoce la vida de los famosos, lo que hacen el día a día, lo que está pasando, lo que piensan, en qué se basan sus decisiones. Piensan que conocen, qué se yo, la historia de tu vida, o tu historial amoroso, y […] realmente no tienen ni la mínima idea”.

“Cuando yo pienso que decían que yo me arrepentí de haberla escrito [‘El Apagón’], como que me chocó, ¿en qué parte de la entrevista digo yo eso, cabrón? Yo nunca diría eso, en mi puta vida”, continúa. Le frustró por el significado de la canción. “Todo fue un viaje, todo es un proceso, empieza como que es orgullo patriótico. Luego viene el vacilón y la jodedera y luego viene la parte sentimental, un poco de conciencia.. Y siempre digo que así es la vida de los jóvenes y la mayoría de la gente en Puerto Rico. Nos sentimos orgullosos de ser de Puerto Rico, nos gusta el vacilar y después nos gusta la jodedera y parece que nada nos importa, pero después viene cuando chocamos con una realidad y a veces es dolorosa”. (Le pregunto a quién iba dirigido el polémico verso de “Ahora todos quieren ser latinos”. “Obviamente, no te lo voy a decir”, dice entre risillas. Pero sí que me dice que su frustración inicial iba dirigida a dos mujeres en particular).

La casa de Hollywood Hills marca la primera vez que Martínez vive fuera de Puerto Rico. “Es introvertido”, me cuenta luego Assad. “No quiero usar la palabra “discreto”, porque suena un poco a tópico, pero es verdad”. La mayor parte de su círculo más cercano lleva con él desde hace años; él y Oliveras fueron juntos al instituto; y conoce a su fotógrafo y ayudante Jomar Dávila desde que tenía unos 11 años. “Hasta el día de hoy, sigue con sus ocho mejores amigos y están trabajando”, dice Assad. “No son su entorno, son su familia”.

Vivir en California le ha permitido “experimentar con nuevas rutinas, nuevos lugares, conocer gente nueva”, según lo fórmula el artista. Los Ángeles también le permite moverse con un poco más de facilidad; en Puerto Rico, cada vez que sale, se arma mucho revuelo. “Me gusta ir a comer algo en un restaurante tranquilo, ver una película, chillear, ir a caminarr”, nos dice de Los Ángeles. Pero, en algún momento, volverá. “Puerto Rico, esa es mi casa. Yo ya no me veo envejeciendo en otro lugar que no sea Puerto Rico”.No obstante, por el momento, está viviendo su era hollywoodiense, asistiendo a la fiesta que celebraron después de los Oscar Beyoncé y Jay-Z, saludando a The Weeknd en Coachella… Cuando le digo que parece que ha expandido su círculo de amigos en Los Ángeles, se queda callado un segundo. “Sí, yo soy complicado para conocer gente nueva de toda la vida, de toda la vida. No sé, siempre, de toda la vida. En la escuela siempre era como bien close con mis amigos y, sí, conocía mucha gente. Y era amigable, pero era bien cerrado, siempre con la gente. Eso es algo que me he propuesto en este tiempo, socializar más, ser más hablador”.

Aunque sus salidas con algunas de sus amistades —con Kendall Jenner en particular— han sido la comidilla de la prensa sensacionalista, hay muchas cosas que quiere guardarse para sí mismo. Es reservado con su vida personal: “Yo sé que va a salir algo, yo sé que van hablar […] Como que ya la gente sabe todo de mí, solo me queda cuidar mi vida privada, mi vida personal”. Más tarde, le pregunto si quiere clarificar algo en relación con su situación sentimental y los rumores de tabloides con Kendall Jenner, y me contesta lo mismo: “Esa es la única respuesta. Al final es lo único que queda, lo que yo vivo en mi intimidad, en mi espacio cuando nadie me ve”.

¿Cómo ha sido tener a tantas personas pendientes de su vida personal? “Yo sigo viviendo”, dice. “Los fans siempre van a querer saber más de la vida […] Ni me preocupo, porque no importa, yo siempre voy a mantener mi vida, yo vivo mi vida”.

Alrededor de una semana después del rodaje del videoclip en el desierto, Martínez está en el Hotel Mark de Nueva York, reunido con el diseñador francés Simon Porte Jacquemus antes de la gala del MET. La habitación respira serenidad —Oliveras pone una lista de reproducción de bandas lo-fi que yo no había oído nunca— y Martínez se mira al espejo, en silencio; lleva un traje de un blanco prístino con 26 pies (u ocho metros) de tela de la que brotan flores que le hacen de cola (Oliveras dice que el estilismo se inspiró en fotos de Karl Lagerfeld con su gata, Choupette). Martínez se prueba dos pantalones diferentes antes de decidirse por uno de corte más entallado que ha diseñado Jacquemus; luego se da la vuelta y revela que la chaqueta del traje deja su espalda al descubierto, adornada con una cadena plateada de la que cuelga una jota, que pende en mitad de su columna.

Es su segunda vez en la gala del MET y está menos nervioso que en la primera. “El año anterior me sentía como que yo fuera el nuevo en la escuela”, dice cuando volvemos al coche y nos dirigimos al hotel cercano donde se aloja. “Este año me lo voy a gozar más que el anterior”. Además, disfruta del proceso de prepararse: “Me gusta vestirme bonito”.

Su elección estilística para la gala del MET refleja su manera fluida de entender el género por la que es tan conocido. A lo largo de los años ha llevado las uñas pintadas, minivestidos rosa chillón y en 2020 se dragueó por completo para su videoclip de “Yo perreo sola”. Su apuesta por despertar conciencias va más allá del estilo: ha alzado la voz sobre los transfeminicidios y la violencia de género en Puerto Rico y, el verano pasado, copó titulares por besar a un bailarín en el escenario durante su actuación en los VMA (Video Music Awards) de la MTV. GLAAD (Alianza de Gais y Lesbianas contra la Difamación) le ha concedido en 2023 su premio Vanguardia, que ha recibido de manos de Ricky Martin, quien le aplaudió por animar a las comunidades LGBTQ a “bailar, cantar, amar y vivir auténticamente”.

De vuelta en la habitación de su hotel, el artista se acerca a un tocadiscos y pone Rumours, de Fleetwood Mac. Le pregunto qué más ha estado escuchando y revisa el móvil; me lee en voz alta algunas de sus listas de música. “He estado escuchando muchísimo a Luis Miguel”, dice, refiriéndose al famoso mariachi y baladista de boleros. Enumera a algunos artistas y grupos mexicanos más que han tenido mucho éxito últimamente: Grupo Frontera, Peso Pluma, Eslabón Armado. También se mueve en la variedad de géneros: “Radiohead”, me dice, comprobando los nombres de discos como Ok Computer o In Rainbows. “Phob…”. Se atasca un poco con el nombre. “¿Phoebe Bridgers?”.

“Si estoy en casa o con los muchachos, se escucha de todo, se escucha reggaetón, se escucha se escucha trap, bachata, salsa, música mexicana, banda, regional, corridos tumbados”, apunta. Considera que toda esa nueva generación de artistas son una fuente de motivación constante: “Los veo rompiendo todo y me dan ganas de romper aún más”.

Chaleco Liquid Metal de Heliot Emil, lentes Twisted de Ottolinger, aretes Wing de Xtended Identity, collares de APT.1007.

Algunas de esas nuevas voces incluyen a los chicos de Grupo Frontera, a quienes Martínez subió al escenario la segunda semana de Coachella para tocar ‘un x100to’, una canción en la que colaboraron. Martínez ayudó a confeccionar la lista de Rolling Stone de los 25 nombres del futuro (Future 25), donde recopilamos a nuestros artistas favoritos que están despegando ahora. Nos sugirió a personalidades tan diversas como la cantante, compositora y violinista Sudan Archives; a artistas puertorriqueños como la dinamo del trap Young Miko; el innovador rapero Villano Antillano, o el cantante de música urbana Omar Courtz. También destaca el trabajo de Peso Pluma, la rompedora sensación de la música mexicana. Martínez nos cuenta que cuando se conocieron en Coachella, Peso Pluma se disculpó por algo que había dicho en un concierto reciente, cuando gritó que ‘Ella baila sola’, una canción que había sacado con la banda Eslabón Armado, había superado “al pendejo de Bad Bunny” para llegar el número uno de Spotify.

“Y yo le dije: ‘Chico, no te disculpes’”, dice Martínez entre risas. “Le dije: ‘Yo estaba en tu posición siendo un chamaco, me emocionaba’ “.

Martínez sigue siendo joven, pero se ha convertido en una figura descomunal para otros artistas, fans e incluso para la esfera académica. Mientras hablamos, hay un simposio de dos días llamado “Pensando con Bad Bunny: políticas culturales y el futuro de Puerto Rico”, organizado por el Centro de Estudios Puertorriqueños del Hunter College (Universidad de la Ciudad de Nueva York), con ayuda de Díaz y la catedrática del Wellesley College Petra Rivera-Rideau. La idea de que haya todo un evento universitario dedicado a su carrera le parece un poco alucinante. “A veces ni sé cómo sentirme sobre eso. Como que yo digo, ¿qué carajo? Me hubiera gustado coger esa clase en la universidad pa’ pasarla con un A”, bromea.

Se siente halagado, pero intenta no dejarse llevar por todo ese reconocimiento. “En el fondo de mi mente sé que quiero hacer cosas grandes y marcar la diferencia, pero lo hago por mí”, dice. “No lo hago con miras de que alguien me haga en algún momento un homenaje o que me dediquen un premio, o que de momento estén dando una clase mía en la universidad. Yo creo que nadie piensa eso de ‘yo quiero que algún día estudien mi carrera’”,,dice bajando la voz e imitando lo que se imagina que sería un músico pretencioso.

Sin duda, ser una superestrella global conlleva cierta presión, ¿no? Martínez lo niega. “Si siento presión, es porque viene de mí. Si quiero hacer algo mejor, es por mí. No cedo ante la presión de otras personas, no siento presión por ser el mejor. Nunca, jamás de los jamases. Hago esto porque me encanta”.

Sin embargo, toda su carrera lo ha posicionado como el latino más visible de la música en estos momentos. Por eso, las expectativas de sus fans y las responsabilidades que le trasladan parecen multiplicarse, sobre todo cuando se trata de posicionarse alto y claro sobre temas políticos y sociales. “Creo que ahí es donde choco con la gente”, añade. “Todo el mundo ve la vida a su manera y todo el mundo puede pensar lo que quiera. Yo no tengo ninguna obligación con nadie, la más mínima obligación con nadie… Tengo mi pensar, lo tengo acá”, dice, señalándose la sien. “Yo se lo digo a mis amigos o desahogo con mi mami, o desahogo yo mismo hablando solo, pero no necesariamente tengo que dar declaraciones de algo, ni tengo que sacar la cara por nadie. Yo no soy un superhéroe, yo soy un artista que hace música porque me gusta hacer música”.

Ve a muchos artistas dar declaraciones que parecen frases enlatadas que suenan falsas, a eslogan de empresa. “Ponen un mensaje en las redes que ni escribieron ellos que fue el PR, su publicista lo escribió y ya la gente está tranquila, contenta. Ah, mira, ya él dijo algo. Entonces yo quizá pienso algo mucho más real y profundo de lo que esa persona puso, pero no lo quiero decir porque no tengo la necesidad y la gente a lo mejor me señala”. Él sabe que, en cierto sentido, su música y su ejemplo han tenido mucho más efecto que cualquier declaración que pudiera haber hecho.

“Yo no soy muy bueno parándome al frente de la gente a decir palabras. Cada vez que yo tengo que recibir un premio y decir un speech, es el peor, el momento más malo de mi vida como artista […] Pero creo que justo por eso soy artista. La manera en la que me siento más cómodo diciendo algo es a través de una canción o un video. La gente que tiene talento para hablar o representar algo en la sociedad debe hacerlo. Yo creo que lo hice con mi canción”.

Pero algunos debates más complejos quizá requerirían más de Martínez, dada su posición en el sector. Uno tiene que ver con el colorismo y el racismo en la música latina, las fuerzas que apuntan que un artista de piel blanca como él pueda convertirse en una superestrella mientras que los latinos negros siguen brillando por su ausencia en la primera fila del panorama musical. En su entrevista con Time, le preguntaron si elementos como la raza y el colorismo desempeñaban un papel en el éxito que tiene cada cual en el reggaetón. No puedo decir que sí o que no porque no lo he vivido […] No lo he visto. Sería irresponsable de mi parte decir que sí”.

Para muchas personas, aquella respuesta sonó desdeñosa, como si fuera algo que le diese igual. Cuando le comento el tema, Martínez apunta que es otro comentario sacado de contexto. En la respuesta completa publicada en un artículo separado en la revista, la cita forma parte de una respuesta más larga sobre cómo han ido evolucionando sus opiniones sobre este tema). A mí me dice que no quiere hablar en nombre de personas que han vivido experiencias de racismo. “Soy latino, caribeño, tengo la piel blanca. He sentido rechazo en Estados Unidos, quizá en algunos lugares por ser latino. Me he sentido rechazado en un mundo donde hay mucha gente rica y quizá tú tienes cien millones en el banco, pero ellos [te miran mal] por ser latino. No puedo hablar en nombre de la experiencia de otros artistas. Es obvio que el racismo, y el colorismo existen en todos los rincones del mundo, en todas las industrias”.

Vuelvo a charlar con Martínez por teléfono a principios de junio. Está de vuelta en Los Ángeles tras haber pasado unas semanas de viaje —primero en Puerto Rico, luego en Mónaco, donde estuvo en una carrera de Fórmula 1, y luego de vuelta a Puerto Rico para descomprimir—. Ha salido con su familia. Ha ido a animar a Los Cangrejeros de Santurce, que disfrutan de una buena racha de victorias. “Descansando y viviendo, no como que estaba haciendo algo en específico.”, nos cuenta. Parece que por fin está pudiendo disfrutar del descanso que andaba buscando.

Mientras tanto, su carrera sigue alcanzando cotas estratosféricas. Justo después de que saliera ‘Where She Goes’, Martínez batió el récord de Spotify de mejor día de streaming para un artista masculino. La canción apareció en su primer anuncio de Pepsi, otra hazaña como celebridad que lo pone a la altura de otros artistas como Britney Spears, Michael Jackson y su compatriota puertorriqueño Chayanne, que hizo el primer anuncio de Pepsi en español en 1989. De nuevo, sus fans muestran división de opiniones en redes: hay quienes no ven con buenos ojos que sume fuerzas con una empresa para un anuncio; otras personas están encantadas de verlo representado en campañas de publicidad con tanta repercusión.

Nadie sabe qué le queda por hacer, cuál será su próximo movimiento. Martínez confirma que asoma en el horizonte una colaboración con Travis Scott. “Eso es una colaboracion que sé que se lleva trabajando hace mucho tiempo. Yo creo que  Travis lleva trabajando, por lo que se ha visto, mucho tiempo en su producción”, dice. Más allá de eso, intenta acercarse a la música con ánimo lúdico, grabando cosas por aquí y por allá sin pararse a pensar en qué es lo correcto. “No sé si sacaré una canción [este año] si me gusta lo suficiente, pero no lo tengo claro. He dicho que este año era para descansar”.

En todo caso, ¿quién sabe? Martínez ha forjado su carrera a base de movimientos impredecibles. Podría quedarse callado el resto del año, podría sacar un disco entero. Buena parte del atractivo que tiene es su capacidad para que nunca sepamos qué va a hacer.

Más allá del horizonte, hay un futuro que solo él puede vislumbrar. Dice que tiene años de proyectos y material acumulados en la cabeza: “Paso mucho tiempo pensando en qué voy a hacer a continuación, pensando y creando, imaginando cosas”. Puede que la gente tenga infinitas preguntas y se muera de ganas de saber adónde lo llevará su carrera. Pero él no: “Yo ya tengo idea de por dónde voy”.

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