Era 2021 y Thomas Bewernick y el productor, Hugo Tromp, se hallaban inmersos en el desarrollo individual de sus proyectos musicales. Mientras que Tromp buscaba un nuevo intérprete con quien colaborar, Bewernick seguía dando a conocer su propuesta bajo el nombre de Thom and The Wolves en las redes sociales. Fue entonces cuando estos dos artistas se cruzaron y juntos iniciaron una nueva fase en sus carreras musicales, motivados por su pasión compartida por la experimentación, la creatividad y, sobre todo, la música.
Su primer encuentro reveló una química natural, sentando las bases para una colaboración que desembocaría en la producción de todo un álbum. Así fue como Tromp envió la primera maqueta, dejando entrever los primeros bosquejos de este proyecto en conjunto. “Estas canciones realmente me hablaron de una forma que resonó en mí y me inspiró al instante ideas para la producción”, admitió Hugo, resaltando el encanto y admiración que sentía hacia Thomas y su proceso creativo.
El proceso de producción del álbum se convirtió en un testimonio del enfoque poco convencional de Thom a la hora de hacer música. Grabando cada canción en una sola toma con sólo dos micrófonos que capturan la voz y la guitarra simultáneamente, Bewernick logró compilar cuarenta tomas de cinco minutos para un solo tema. Este enfoque, crudo y sin filtros, fue el norte de Tromp para mantener su trabajo lineal, y lograr resaltar la habilidad natural de Thomas.
“No me parecía bien recibir canciones increíbles de una sola toma y luego cortarlas y hacer cien grabaciones yo mismo”, comentó Hugo. “En la mayoría de las canciones, toqué la batería, el bajo y la mayoría de las guitarras también en una sola toma. Por supuesto, al final añadimos improvisaciones, sintetizadores y efectos de sonido, pero la base es muy orgánica y eso se nota”.
Con varios años de experiencia como músico independiente, es muy probable que Bewernick haya adoptado su singular proceso creativo en las calles de Berlín, donde Thomas solía tocar sus propias composiciones a diario. O, al menos, eso concluye Tromp. “No teníamos nada en mente sobre cómo debía sonar [el álbum]. Para mí, fue perfecto y una forma de producción muy refrescante”, señala.
Con Radiohead como referente, la elaboración del álbum se caracterizó por su particular manera de cobrar vida, sin límites creativos o reglas autoimpuestas. Con dos stems iniciales que desglosaban las pistas en melodías e instrumentos, Hugo dio rienda suelta a sus habilidades musicales “como un pintor que empieza con un lienzo en blanco y puede añadir los colores que quiera”.
Explorando temas como la transformación y el autodescubrimiento, Across the Burning Skies, pretende ver la luz el próximo 15 de marzo, marcando el debut oficial del dúo. Desde el tema que da título al álbum hasta las baladas íntimas que le acompañan, el álbum es el resultado del trabajo dinámico de la dupla y la versatilidad artística que manejan. Adelantada por el sencillo ‘Don’t Know If I’m Walking’, la entrega, además, contará con una muestra del trabajo del artista visual alemán, Sandro Kopp.
Mientras Thom and The Wolves se preparan para darse a conocer oficialmente al mundo, el futuro rebosa promesas y posibilidades. Con un espectáculo de presentación del álbum en el horizonte que tendrá lugar en Berlín y algunos planes para su primera gira, la odisea musical del dúo no muestra signos de desaceleración. “No podemos dejar de escribir música nueva, así que ya tenemos preparadas muchas canciones nuevas. Seguro que sacamos otro álbum el año que viene, revela Thom.
Para Thom and the Wolves, Across the Burning Skies marcará, no sólo la culminación de un viaje en solitario, sino también el comienzo de un nuevo capítulo en su evolución musical en compañía de otra mente creativa. Siguiendo la filosofía que podremos conocer en su trabajo de debut, Hugo y Thom dejan atrás el pasado para abrazar el presente y prepararse para el gran futuro que les espera.
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